El peso inercial de la fidelidad

Por J. Enrique Olivera Arce

Viviendo aún inmersos en la dinámica inercial de la anterior administración pública estatal, muchos priístas nostálgicos no conciben que alguien piense diferente en una sociedad por principio plural, como igualmente no aceptan el que el Dr. Duarte de Ochoa se proponga, entre otras cosas, el impulsar el desarrollo de Veracruz sin distingo partidista.

Sin argumento crítico alguno sobre el contenido y sentido del artículo de mi autoría sobre el PRI en la coyuntura -publicado en este sitio y diversos portales de internet-, que pudiera auspiciar un intercambio serio de puntos de vista, algunos príistas de renombre me han dicho no haber leído más allá del título de mi comentario, dando por sentado que constituyendo un “ataque más al Sr. Gobernador”, no valía la pena su lectura.

Nadie está obligado a leer mis maquinazos y mucho menos a estar de acuerdo con la opinión que en ellos vierto. Sin embargo, los que no me leen pero descalifican a priori una entre tantas opiniones diversas sobre la vida política de Veracruz, me confirman que no estoy del todo alejado de la realidad, cuando afirmo que el negativo radicalismo del priísmo más atrasado trabaja en contra de su propio partido.

No es circunstancial que quienes dominados por prejuicios y un sospechoso interés en defender a capa y espada al gobernador priísta Duarte de Ochoa, negándose al diálogo y a la confrontación de ideas, son los primeros en expresar su molestia por la presencia en el gabinete duartista de panistas, perredistas y convergentes, cuestionando el criterio del gobernador por así haber integrado su círculo cercano de colaboradores. Flaco servicio al primer priísta de Veracruz.

Ignorancia, inconsciencia, o malsano interés patrimonialista, que para el caso es lo mismo, el radicalismo de lo más atrasado del priísmo veracruzano raya en el absurdo. Sólo así se explica el que se afirme con toda desverguenza que el PRI si sabe gobernar, cuando objetivamente es del dominio público que precisamente fue un gobierno priísta, encabezado por Herrera Beltrán y su esposa, Rosa Borunda, el que impunemente saqueara, endeudara y hundiera a Veracruz comprometiendo presente y futuro de la entidad.

La nostalgia por el rojo fidelidad y el clima de corrupción del pasado reciente,   se impone por sobre ya no de la razón, que sería mucho pedir, sino del más elemental sentido común. Eh aquí un ejemplo del porqué la debilidad del priísmo veracruzano en la coyuntura. Cuando al frente no tienen oposición partidista alguna que temer,  la paranoia les gana. Pelean en contra de su propia sombra, contemplando en el espejo a su “adversario”. Vaya paradoja.

Y aún hay más. Precisamente lo más atrasado del PRI en la entidad afirma sin rubor que Herrera Beltrán cuenta con capacidad, experiencia y atributos personales para ser nominado por su partido como candidato a la presidencia de la República en el 2012. Sin más argumentos que lo referido en una encuesta a modo, pagada por el único interesado en tal despropósito.

De risa, pues siendo notoria la inclinación del primer priísta, “guía moral” y conductor de facto del PRI en Veracruz, de acatar la línea dictada de trabajar a favor de la candidatura de Enrique Peña Nieto, la ignorancia de algunos de sus correligionarios y defensores a ultranza, les lleva a oponerle al mexiquense nada menos que a  Fidel Herrera, sin parar mientes en que el corrupto ex gobernador de Veracruz si acaso tuviera un mínimo de vergüenza, debería alejarse en definitiva de la vida política de México, dedicándose en un apartado lugar del extranjero a disfrutar de una riqueza a todas luces mal habida.

A este grado del absurdo transita buena parte de la militancia priísta. Aquella que no alcanza a comprender que exaltar a estas alturas la nefasta figura de Herrera Beltrán, es combatir a Javier Duarte de Ochoa y al partido en que militan.

Con tal nivel de analfabetismo funcional en el PRI, el dirigente estatal, Héctor Yunes Landa, pierde su tiempo queriendo imponerse por sobre la inercia fidelista, enfrascado como está en un esfuerzo por recuperar unidad, estructura y liderazgo en la vida interna del ahora en Veracruz partido multicolor, pidiendo a sabiendas de que no será escuchado no más dedazos y recomendados en la designación de los cuadros de su partido.

 A mi juicio, intento fallido de antemano por fortalecer con vías al 2012 a un instituto político que en Veracruz va en picada, víctima de sus propias contradicciones y cargando a cuestas con el aún fresco recuerdo de un infausto fidelato impuesto por un priísta que no supo gobernar.










Balaceras u operativos. Debate semántico

J. Enrique Olivera Arce


Xalapa, Ver., Mx. | En medio de la confusión semántica que se refleja en los medios de comunicación cuando califican como “balacera” y no como “operativo”, a los hechos violentos acaecidos el pasado lunes en la ciudad y puerto de Veracruz, el gobernador Javier Duarte de Ochoa, molesto por el interrogatorio a que fue sometido por una nube de reporteros, sin más declaró que el número de muertos no es importante, los resultados son los que cuentan.

Cuestión de ubicación y de percepciones distintas. En tanto que para el gobernante veracruzano los resultados de los operativos  en contra de la por ahora aún incipiente ola delictiva en la entidad son positivos, toda vez que concurren a mantener la paz social fortaleciendo el estado de derecho, para la población en general lo que motiva preocupación y temor generalizado es el creciente número de muertos o fallecidos - para ser semánticamente correctos- a causa de la “guerra” contra el crimen organizado.

Balaceras, operativos o una y otra cosa, no cuentan, es el número de fallecidos que a lo largo y ancho del país ponen en evidencia la ausencia de resultados en el combate al galopante ritmo de deterioro de México como Estado-Nación.

Rotundamente cierto es que en Veracruz el clima de violencia no tiene comparación con el que priva en el noroeste de México y, para ser más precisos, en las entidades federativas que hacen frontera con el país con el mayor índice de consumo de estupefacientes a la par que el mayor exportador de todo tipo de armas en el mundo.

Pero lo anterior no necesariamente significa que la percepción de la creciente violencia y el número de fallecidos, así sean malandrines, integrantes de las fuerzas del orden o civiles inocentes estadísticamente agrupados en el renglón de “daños colaterales”, deje de impactar en el aldeano imaginario popular de Veracruz.

El miedo se deja sentir entre la población. No hay ciudad o pueblo en el que el tema de la violencia desatada o incrementada con la guerra declarada por Calderón Hinojosa no sea motivo de preocupación. No hay lugar en el que no se comente especulativamente de levantones, secuestros, desaparecidos, o temida presencia lo mismo de gavillas de malandrines que de las fuerzas armadas, pasando por la presunta colusión de funcionarios y policias estatales o municipales con  la delincuencia. Prensa impresa, televisiva o electrónica, privilegian sus principales espacios noticiosos  a este fenómeno social generando consenso en torno al fracaso presidencial.

La percepción negativa en torno a la acción de gobierno crece, por más que se insista en que con cada operativo se asestan golpes relevantes a la estructura delincuencial. Percepción de la que el gobierno se desentiende, minimizándola al grado de afirmar que el número de muertos no cuenta, cuando precisamente tal número es la fuente del horror y temor que aqueja a una población que se pregunta cómo es posible que se destinen seis veces más recursos presupuestales a la atención de la seguridad que al combate a la pobreza, sin resultados a la vista. Cuando el sentido común indica que lo que requiere de fortalecimiento es el bienestar económico, social y cultural que genera expectativas de desarrollo y tranquilidad en la sociedad.

Nada es verdad, nada es mentira, todo depende del cristal con que se mira, dice la conseja. Lo que para el gobierno es irrelevante, para la población en general es determinante. El éxito o el fracaso de la guerra contra el crimen no es asunto estadístico sino de percepción popular. Cuando el número de muertos víctimas de la violencia criminal deje de ser noticia de primera plana en los medios de comunicación, entonces hablaremos de resultados exitosos. Mientras ello no suceda, es lo mismo  balaceras que operativos en el debate semántico entre el gobierno de Veracruz y reporteros.



El priísmo veracruzano en la coyuntura

Por J. Enrique Olivera Arce


Aún no se le asientan las aguas al gobernador Duarte de Ochoa y ya en mala hora para Veracruz estamos inmersos en el proceso de la sucesión presidencial en el 2012. No existiendo oposición partidista en la entidad que le haga sombra al PRI, el reacomodo de fuerzas, contradicciones internas por resolver y estrategias electorales por emprender giran en torno a este partido, obligando de facto al gobernante a distraer atención, recursos y capital político, a favor del priísmo, en el afán de refrendar en la contienda por la presidencia de la República el peso específico de Veracruz como se comprometiera con Humberto Moreira. 

Y digo, en mala hora, porque de aquí a que se resuelva el curso a tomar por el proceso electoral federal en el 2012, los temas torales de finanzas públicas, crecimiento económico, desarrollo social, seguridad pública y protección civil, estarán determinados por una creciente politización con claro tinte partidista, arrastrando consigo en el tobogán a toda la sociedad que deberá cargar con un costo innecesario, pagando facturas de promoción de imagen, pre, pre campañas, campañas y parafernalia de los organismos electorales, a más de pérdida de tiempo en la búsqueda de cumplimiento de objetivos y metas de la administración pública veracruzana en el periodo previo a la elección.

Lo normal. Nada extraordinario en una entidad federativa que vive de y para la política electoral y la concomitante corrupción de que se hace acompañar. Luego no debería ser motivo de especial preocupación el que nuestra clase política anticipadamente esté ya a bordo del tren del 2012.

No obstante, más allá de la tradición que obliga, en la coyuntura actual ello reviste, más que oportunidades para avanzar en la búsqueda de la ilusoria “prosperidad”, un grave riesgo para el gobierno estatal, para el PRI y para todos los veracruzanos. Habida cuenta de que sean manzanas, peras o perones, la agenda en el futuro inmediato correrá a cuenta de un endeudamiento público que asciende a más de 40 mil millones de pesos, con pesadas obligaciones financieras anuales por el servicio de la deuda.

En este contexto, la administración pública tendrá que optar por intentar resolver los grandes rezagos y pendientes de los veracruzanos ó por poner toda la carne en el asador a favor de candidatos e intereses partidistas del PRI. Con la salvedad de que si el Dr. Duarte de Ochoa opta por lo primero, será calificado como buen gobernador y ello favorecerá electoralmente a su partido, en tanto que si se inclina por lo segundo, pierde credibilidad y capital político, arrastrando consigo al PRI en su caída. Una tercera opción, que por ahora no se ve, es que lograra caminar sobre el filo de la navaja guardando equilibrio, lo cual está muy lejos de materializarse en tanto la apabullante deuda le reste capacidad de maniobra y liderazgo social.

Como ya lo hemos comentado en otra ocasión, Javier Duarte heredó un tigre herido que requiriendo terapia intensiva, se revuelve en contra de su mano salvadora y a ello deberá enfrentarse de aquí a que concluya el reacomodo de las diversas corrientes al interior de su partido con vías al 2012.

Lo que no pocos comentan, es que no se puede echar en saco roto la historia de las dos últimas contiendas electorales por la gubernatura, en las que tanto Fidel Herrera Beltrán como Javier Duarte de Ochoa, ganaron en tribunales por un muy escaso margen, el primero con 26 mil votos de ventaja en tanto que el segundo con 80 mil, no obstante haberse volcado enormes sumas de dinero público a favor de ambos candidatos. Historia que en la coyuntura cobra relevancia puesto que no se puede hacer de lado que sumados los votos de los partidos opositores, en ambos casos superaron en mucho a los que le dieran el triunfo a los candidatos del PRI.

Si bién Herrera Beltrán, con demagogia, engañifas y maiceo a la oposición logro remontar, fue gracias a la amplia disponibilidad de recursos con que contara a lo largo de su gestión. Tantos que con toda displicencia aseguraba que “en política lo que se compra con dinero es barato”.

El caso del joven gobernante es diferente. Cabe acotar que no hay dinero más caro que el que no se tiene. Lograr la unidad al interior de su partido cuesta y mucho, al igual que la tradicional compra del voto de inconcientes y despolitizados electores. Luego el PRI en la coyuntura no tiene todas consigo, presionando desde ya al gobernador para que este incline la balanza a favor del interés electoral de un priismo venido a menos, en detrimento del propósito de gobernar para todos sin distingo partidista.

Por otro lado, no puede desconocerse que en el PRI aún no está definida la titularidad de la candidatura a la presidencia de la República  y, por lo consiguiente, las de senadores y diputados federales por Veracruz, dando lugar a un todos contra todos que, por lo pronto, es impedimento para lograr una monolítica unidad en torno a un objetivo común e incluso, en torno al propio gobernador de la entidad.

Situación de debilidad funcional que la oposición partidista -dividida, con intereses encontrados-, no capitaliza en provecho propio ni opone resistencia alguna que justificara el que el gobernador se viera obligado a transitar en el filo de la navaja, guardando el equilibrio deseable. 

Así las cosas, pareciera entonces que por sobre los mecanismos de control que ejercen los partidos políticos sobre los votantes –voto duro-, es el elector “libre”, flotante,  de cuya percepción sobre el desempeño del PRI en el gobierno en el momento de sufragar, dependerá el curso de la elección del 2012.  

De ahí la importancia que para el PRI representa coyunturalmente  la percepción de un buen desempeño del gobernador en Veracruz. Debiendo entonces evitar al máximo el recurrir a la politización de los actos de gobierno; cosa que paradójicamente en la práctica parece no ser posible tras reiterar Javier Duarte de Ochoa su militancia priísta por sobre su propósito de arbitrar el libre juego de las diversas fuerzas políticas en la entidad y, con ello, agitar la el avispero, agudizando la radicalización de los sectores más atrasados del priísmo veracruzano e incluso, oxigenando al panismo que habiendo votado en su contra buscará la revancha.  

Rota la posibilidad de un sano equilibrio, tendremos que acostumbrarnos entonces, con la flexibilidad suficiente para no confundir lo sustantivo o principal con lo accesorio, a un ejercicio pendular del poder político ejercido  desde palacio, en medio de un torrente en cuyas turbulentas aguas en los próximos meses tratarán de sacar raja no pocos “pescadores” oficiales u oficiosos, entre ellos, un puñado de “dinosaurios” de la vieja guardia priísta y, por lo consiguiente, algunos propietarios de medios de comunicación duchos en flotar a favor de la corriente en el momento y en el lugar preciso.





El discurso. Entre la realidad y la utopía


Por J. Enrique Olivera Arce


Cumplir con el requisito legal de contar con Planes Estatal y Municipales es una cosa, machacar sobre la bondad de una panacea transformadora de la realidad es otra. Lo primero se acepta ya que el Congreso local de Veracruz no tiene objeción en su alcance y contenidos ni la voluntad popular tiene vela en el entierro, en tanto que lo segundo a mi juicio es cuestionable en tanto se ofende la inteligencia de los veracruzanos. 

Respecto al contenido del Plan Veracruzano de Desarrollo y las críticas que generara, como “contreras” fijé mi postura una vez que fue aprobado el documento por la diputación local veracruzana. No porque considere  que el Congreso local cumpla realmente con el principio de representatividad soberana que le confiere el voto de los electores, sino porque los veracruzanos lo aceptan así, sin el menor reclamo. Debiendo respetarse esto último. 

Pero de ahí a aceptar sin más que por ministerio de ley o por ser “políticamente correcto” el que se deba creer a pie juntillas en lo expresado en un discurso machacón, que cotidianamente en cualquier foro a modo, atribuye al Plan Veracruzano la virtud de varita mágica capaz de transformar la realidad de la entidad en seis años de gobierno, hay mucho trecho. 

El gobernador Duarte de Ochoa se ha hecho acreedor a un bien merecido beneficio de la duda por sus atributos de hombre preparado, bien intencionado y en proceso de adquirir experiencia tanto en las lides políticas como en el complejo arte de gobernar. Hoy, a cuatro meses de iniciado su mandato, esta obligado a hacer lo propio con sus gobernados, concediéndonos el beneficio de la duda por cuanto a sus buenos propósitos estampados en el instrumento rector de su gobierno para el sexenio 2011-2016 y reiterada y machaconamente expresados en cuanta oportunidad se le presenta. 

Sin ánimo destructivo, sin más afán que contribuir a que nuestra aldeana clase política ponga los pies sobre la tierra, respetando cuando menos las formas, ya que de antemano está descalificada para merecer respeto en cuanto al contenido intrínseco de su actuación como interprete de las aspiraciones ciudadanas, insistiré en que no es posible seguir engañando a los veracruzanos con medias verdades y medias mentiras, bajo el supuesto de que, a diferencia del pasado inmediato, hoy si contamos con una lámpara  maravillosa cuyo genio puede cumplir a capricho con nuestros deseos más íntimos de búsqueda de progreso y bienestar. 


Con todo respeto gobernador Duarte de Ochoa: 

 El rezago estructural que acusa la entidad que gobierna no se resuelve con ningún plan, programa sexenal de gobierno, o por decreto, en tanto la población en su conjunto no esté dispuesta a imprimir los cambios necesarios y suficientes para transformar una realidad que abruma no sólo a Veracruz sino al país entero. En tanto ello no se de, con conciencia plena de la necesidad de cambio actuando en consecuencia para transformarle, Veracruz seguirá sumido en el atraso bajo el impulso del peso inercial del subdesarrollo y la corrupción, conformándose con el manido gatopardismo que únicamente conduce al estancamiento y marcha atrás en crecimiento económico y desarrollo.  

Ningún presupuesto manejado con honestidad y transparencia, que asegure finanzas sanas gubernamentales, ahorro en el gasto corriente y mayores volúmenes de inversión pública, substituye toma de conciencia colectiva y quehacer cotidiano de la sociedad. Podrá ser estímulo válido, generando condiciones infraestructurales que coadyuven en el crecimiento económico de la entidad e incluso, paliativo para aliviar en la coyuntura condiciones extremas de vulnerabilidad en aquellos sectores de la población más desprotegidos, como podrían ser los pueblos indígenas o el 40 por ciento de veracruzanos en situación de pobreza, pero hasta ahí.  

En tanto el país en su conjunto no modifique el rumbo y se proponga instrumentar un nuevo modelo de desarrollo incluyente y con visión de futuro, que le aleje del neoliberalismo agotado, ningún genio o varita mágica en nuestra aldea podrá transformar en el corto plazo la penosa realidad que enfrentamos. De ahí que su discurso, más que concitar a la construcción de ciudadanía, unidad y trabajo, sólo quede en el imaginario popular como una expresión más de pedestre propaganda electorera con vías a lo que viene en el 2012. Dudándose de la factibilidad de las estrategias que agita como bandera para justificar la bondad del proyecto “Veracruz próspero”, como en su momento se agitara la bandera priísta de “la fidelidad con Veracruz” por un gobierno retrógrada y corrupto que sólo propició estancamiento y atraso. 

La honestidad de un gobierno no sólo radica en cuidar el buen manejo de las finanzas públicas y que nadie le meta mano al erario en provecho propio. Eso es relevante, pero no substituye a la honestidad intelectual que exige el reconocer, con humildad y buen juicio, que la siempre necia realidad supera nuestras fortalezas y posibilidad de transformarle por decreto. No reconocer nuestras debilidades es engañarnos a nosotros mismos y, en su caso, como conductor de la vida política, económica y social de Veracruz, es engañar al pueblo que en usted confía.  

Perseguir utopías en política es válido y necesario. Es en la utopía que se sustenta la ideología que uniforma pensamiento y mueve voluntades al interior de los partidos políticos y de la cual, por cierto, hoy día se carece en nuestro sistema de partidos en México.  

Para quien gobierna para todos por mandato popular, es la razón de Estado con los pies en la tierra y de frente a la realidad, y no la utopía con que se sueña, la que debe regir todos y cada uno de sus actos. 

Vale la pena reflexionar sobre ello. 













El Congreso local habló. ¡Albricias!, ya tenemos Plan de desarrollo

+ ¿Estamos preparados en Veracruz  para afrontar desastres?


Por J. Enrique Olivera Arce


El gobernador Duarte de Ochoa puede darse por bien servido y satisfecho.  La diputación local en una expresión más de servil oportunismo político y de espaldas a sus representados, evaluó el proyecto de Plan Veracruzano de Desarrollo que le fuera entregado el pasado miércoles 6 de los corrientes por el titular del Ejecutivo, procediendo por la vía del “fast Track” a su aprobación como instrumento rector de políticas públicas para el sexenio 2011-2016. Enhorabuena.

Nos guste o no nos guste, seamos aplaudidores o “contreras”, el Congreso local habló ya en nuestro nombre. Eso es lo que cuenta, lo demás es jugarle al ensarapado. Listado de buenos deseos, inviabilidad o sueño guajiro, eso ya es historia. Bajo la responsabilidad del Poder Legislativo Veracruz cuenta ya con un instrumento guía obligatorio para la administración pública estatal y referente  para que la llamada sociedad civil evalúe en el tiempo el desempeño del Poder Ejecutivo. Hasta ahí.

Insistir más sobre lo que a mi juicio carece objetivamente de viabilidad dada las circunstancias éticas y financieras por las que atraviesa la administración pública veracruzana, a más de necedad sería “políticamente incorrecto”. Luego no queda más que decir sobre el presunto plan que desear que les vaya bien, sigan votando por el partido político de su preferencia y que Dios los agarre confesados, a los varios millones de veracruzanos que desconociendo el contenido del documento, no tienen ni idea de lo que el gobernador se propone alcanzar con el concurso de todos en los seis años de su mandato. Así que a otra cosa mariposa que, como dice mi buen amigo y director general de la revista Análisis Político: “En política, agua que no has de beber déjala correr”.

¿Estamos preparados en Veracruz  para afrontar desastres?

La reciente tragedia por la explosión de una  destiladora alcoholera en Orizaba dio lugar a que la Sra. secretaria de protección civil del gobierno de Veracruz, afirmara que alrededor de 1200 factorías en la entidad que representan alto riesgo para sus trabajadores y población en general requieren de su regularización. A ello habría que agregarle el hecho de que miles de kilómetros de ductos de Pemex en territorio veracruzano tienen en absoluta indefensión a comunidades enteras. Lo cual pone de relieve que el error humano, la negligencia en algunos casos rayando en lo criminal,  o por qué no, el disimulo de las autoridades, puede dar lugar a tragedias como la de pluviosilla ya ampliamente comentada en los medios. Cuanti más como resultado de imponderables efectos de fenómenos naturales.

Lo anterior viene al caso por la inquietud que causa en la población la existencia de la nucleoeléctrica de Laguna Verde en la costa veracruzana, tras el percance nuclear en varias plantas de igual característica en Japón, originado por la fuerza de la naturaleza, el afán desmedido de lucro de las empresas generadoras de electricidad, y el aún incipiente dominio de la energía nuclear con fines pacíficos en ese país asiático.

Los llamados de las autoridades a mantener la calma, argumentando sobre la inexistencia de riesgo en la factoría nuclear asentada en Veracruz han sido insuficientes para una población que se siente amenazada.

La experiencia que vive Japón, pese a tales llamados, obliga a pensar a los pobladores en la periferia de Laguna Verde que el riesgo es latente, en una planta que en los límites de la obsolescencia ya registra señales de deterioro dignos de tomarse en cuenta y de ahí una inquietud social que no debe echarse en saco roto.

Llamando la atención sobre esto último, que se afirme de manera insistente que el litoral veracruzano no presenta riesgos sísmicos que pudieren afectar la seguridad en la mencionada planta en el litoral del Golfo de México. Como si la única posibilidad de un desastre tuviera origen en fenómenos naturales no previsibles como el sismo de 6.7 grados en la escala de Richter que el pasado jueves sacudiera a Veracruz. Descartándose el error humano, fallas técnicas u obsolescencia tecnológica.

El riesgo existe, quiérase o no,  luego vale la pena recapacitar sobre ello y tomar cuando menos el mínimo de previsiones para evitar se vea dañada la población en las inmediaciones de la planta en cuestión. Cosa que, hasta el momento, no ha sido tomada en cuenta en lo que se refiere a infraestructura vial suficiente y ad hoc para un pronto, ordenado y eficaz desalojo de quienes habitan en las áreas de mayor riego, como tampoco tiene lugar una permanente campaña de educación de prevención en la zona. Lo cual va más allá de contar con un “Atlas de Riesgo” que, al fin y al cabo, sólo tiene el carácter de indicador.

En este contexto, me parece absurdo e irresponsable  el que oficialmente se declare que Veracruz está preparado para afrontar contingencias derivadas del impacto de huracanes en la entidad,  cuando no es así, generando falsas expectativas e infundada confianza entre la población que pudiera verse afectada por fenómenos meteorológicos extraordinarios que anualmente  se presentan en el Océano Atlántico. Tras el paso del huracán Karl y la tormenta tropical Matthew el año anterior, con la consiguiente secuela de inundaciones, a la fecha ni se han desazolvado los ríos ni se ha reubicado a la población asentada en sitios de alto riesgo. Estando aún pendiente un buen número de acciones de reconstrucción en zonas afectadas.

Lo justo, a mi juicio, sería aceptar que no estamos lo suficientemente preparados para cualquier tipo de contingencia que pusiera en riesgo la integridad física de los veracruzanos y los bienes materiales e inmateriales de estos. Debiéndose tomar con oportunidad las providencias procedentes por parte de las autoridades y de la misma población. El hecho de que Japón, el país más preparado del mundo en materia de prevención de desastres, esté viviendo la pena de más de 17 mil personas fallecidas o desaparecidas a consecuencia de un terremoto y un tsunami, confirma que nunca se está lo suficientemente preparado frente a los embates de la naturaleza. El gobierno de Veracruz debería saberlo.

Luego entonces, cabe considerar que es de carácter de urgente en los tres órdenes de gobierno el avocarse a tareas tan obvias como el desazolve para el libre desfogue de los ríos que históricamente dan origen a inundaciones fuera de control; la aplicación estricta de la ley en materia de prevención en el caso de actividades industriales y comerciales que representen amenaza para la población, así como la reubicación de comunidades y familias asentadas en zonas de alto riesgo. Por cuanto a un por ahora improbable accidente nuclear en Laguna Verde, no está por demás el insistir que debe revisarse el plan regional de contingencias y actuar en consecuencia dotando de infraestructura idónea a la zona. Más vale prevenir que lamentar.

Nada ni nadie puede asegurar que estamos exentos de un tan imponderable como indeseable desastre provocado por la naturaleza y mucho menos de los que pudieran presentarse por negligencia o error humano. Lo acontecido en Japón, es ejemplo de ello. Poner las barbas en remojo para tranquilidad de la población  sería saludable.





El exabrupto

J. Enrique Olivera Arce


Independientemente de las consecuencias que pudiera tener en el futuro cercano en su relación con Calderón Hinojosa, la actitud asumida por el gobernador de Veracruz declarando “persona non grata” a Javier Alarcón, secretario del trabajo y amigo cercano del titular del poder ejecutivo federal, pone en riesgo sus esfuerzos por construir la unidad en torno a sus propósitos sexenales de gobierno, anticipando en la entidad la confrontación partidista en la pugna por alcanzar la presidencia de la República e el 2012.

El exabrupto en que incurriera, a más de no haber despertado otra cosa que críticas por  su inmadurez política, así no haya sido  intención premeditada revivió el beligerante talante belicoso de los grupos panistas afines al ex candidato a la gubernatura Miguel Ángel Yunes Linares, toda vez que más que un agravio al funcionario federal, éstos lo interpretan como un “estate quieto” al choleño que le disputara la gubernatura en una tan cerrada como cuestionada elección.

Si en la visita a Veracruz de Javier Alarcón este se hubiera constreñido a operar al interior de su partido en su búsqueda de ganar adeptos en su aspiración a la candidatura blanquiazul a la presidencia, como fuera el caso de su correligionaria Josefina Vázquez Mota –quien no necesita visa o salvoconducto-, las cosas no hubieran pasado a mayores pero, bastó que cenara con Miguel Ángel Yunes y su hijo, ex alcalde de Boca del Río, para que la sangre llegara al río. Javier Duarte sigue aún contemplando a su adversario como un peligro para su endeble administración y, de paso para su proyecto personal en el proceso decisorio de la designación de precandidatos a las senadurías por Veracruz en el 2012, lo mismo que en su afán de ganar protagonismo nacional haciendo pesar electoralmente a la entidad en la sucesión presidencial. Exhibiendo debilidad e inmadurez.

Así las cosas, tomando en sus manos una tarea que en todo caso le correspondía a la dirigencia estatal de su partido, se asumió de manera inoportuna como beligerante activo en una contienda que hoy por hoy, en su carácter de gobernador necesitado del respaldo de todas las fuerzas políticas de la entidad, debería obviar para bien de su proyecto de gobierno. Más cuando las corrientes mayoritarias del panismo veracruzano le han concedido el beneficio de la duda, sumándose, de hecho a su llamado a la unidad.

Con el exabrupto, el priísta Javier Duarte de Ochoa, lo que logra es que lo vean ya no como quien gobierna para todos como explicitara en sus propósitos, sino en mala hora como el adversario al que hay que combatir con vías a lo que viene en el 2012.

Paradójicamente, con su anticipada beligerancia electoral como primer priísta de Veracruz, también está propiciando la división al interior de su partido, avivando el fuego amigo en la pugna interna por las senadurías. Interpretándose por los aspirantes al Senado como el banderazo de salida para que cada uno de ellos busque llevar agua a su molino. Cobrando predominio la politización electorera de aquellas tareas de gobierno enfocadas al beneficio colectivo sin distingo partidista, restándole capital político y capacidad de maniobra al incipiente titular del poder ejecutivo estatal.

¿Qué tanto tuvo que ver la mano que mece la cuna desde la penumbra? Como para que Javier Duarte incurriera en lo que se considera una pifia política más, eso esta por verse. El hecho objetivo es que el joven y aún inexperto gobernante se echó un alacrán a la bolsa, declarándole la guerra al “perro de presa” de Calderón Hinojosa y reviviendo a Miguel Ángel Yunes Linares. Ello traerá sin duda consecuencias en lo inmediato, pese al constante coqueteo del gobernador veracruzano con el gobierno federal, a la par que, sin necesidad alguna en nuestra aldea, al extrapolar la pugna interna del panismo a la vida política de la entidad quien pierde es el propio Duarte de Ochoa y, de paso, el PRI, pues no hay que olvidar que la opinión pública juzga al ahora multicolor priísmo en cada uno de los actos de quien faltando a su compromiso echando las vísceras por delante, se olvidó de que gobierna para todos por igual.





PVD. Aplaudidores y “contreras”

Por J. Enrique Olivera Arce


Cuando se defiende lo indefendible desde la nómina gubernamental, da mala espina.

Diversas voces  se han dado a la tarea de descalificar las críticas vertidas en torno al presunto “Plan Veracruzano de Desarrollo 2011-2016, argumentando sin elementos válidos, el atribuir carácter de panacea que transformará la realidad de Veracruz en seis años, al instrumento de política pública presentado en apretada e incoherente síntesis el pasado miércoles.

No valdría la pena insistir en mi postura crítica respecto a lo que ya me tomé la libertad en artículo anterior de calificar como “un documento vacío de contenido y alcances, reduciéndolo en su presentación a un simple listado de buenas intensiones, cuya principal característica es la incongruencia e inviabilidad económica y social”, si no fuera por el tono de las descalificaciones a quienes insensatos expresaran desacuerdo con el anuncio del gobernador del estado. Entre “los contreras”, que siendo minoría frente a la mayoría que aplaude el ahora ya famoso “PVD” me toca algo de ello, sin que esto quiera decir que me confundo entre panistas trasnochados y simuladores.

Por lo que respecta a quien esto escribe, no milito en el PAN ni por asomo comulgo con esta expresión política reaccionaria que está hundiendo al país desde la presidencia de la República. Tampoco recibo línea o dinero alguno de los partidos o personajes políticos de oposición en Veracruz. Mucho menos figuro en la nómina del gobierno priísta como para que pudiera decirse que “pateo el pesebre”.

Dicho lo anterior, me permito recoger el guante, pidiendo a quienes descalifican a “los contreras” por consigna oficial o por interés político personal, quieran defender con argumentos válidos al contrahecho fruto de un proceso de planeación que a mi juicio no fue tal, respondiendo, de manera muy simplista para que no se quiebren la cabeza, a las siguientes interrogantes que a mi juicio cuando menos debería haberse dado respuesta en la presentación del pasado miércoles:

Qué debe entenderse por desarrollo;
Qué es un plan Estatal;
En que estrategia de desarrollo se sustenta;
Cual es el contexto nacional dentro del cual se inscribe;
Cual es el diagnóstico al que daría respuesta el plan;
Qué objetivos persigue y con que propósito;
Por qué estos y no otros;
Cual sería el orden de prioridades regionales y sectoriales;
Cuales serían las políticas de asignación de recursos presupuestales
Quienes serían los beneficiados directos e indirectos;
Cual sería el impacto social y económico esperado en el tiempo;
Quién o quienes serán responsables de su implementación, control y evaluación.

Y, a mi modesto entender coincidiendo no con una minoría de “contreras”, sino con una amplísima mayoría, sin meternos en honduras de relación costo beneficio, la interrogante toral:

¿Con qué ojos querido tuerto se financiará el susodicho plan? Cuando es del conocimiento público que Javier Duarte de Ochoa heredó finanzas públicas estatales en bancarrota, una deuda impagable en el corto y mediano plazo, y que un porcentaje importante de las participaciones federales están ya comprometidas, gracias a la bursatilización y al servicio del oneroso endeudamiento en que incurriera su antecesor.

Cuando se tenga respuesta puntual, con datos duros, a las interrogantes que me permito proponer dilucidar, entonces hablamos para irnos entendiendo. Antes, el aplaudir sin sustento, satanizando a quienes hemos manifestado nuestro desacuerdo o limitada comprensión del galimatías expuesto el pasado miércoles, es simple y llanamente ignorancia, vulgar lambisconería, halago desmedido, o “cultivo” a la vanidad del “Señor”. En el mejor de los casos, descalificación sobre pedido de “los contreras” que molestan al Dr. Duarte de Ochoa, pagada por el gobierno duartista.









Ignorando el mundo real, Duarte se colgó de la nube


Por J. Enrique Olivera Arce



“Parece tener más sentido preguntarnos cuanto podemos obtener, dadas las limitaciones de nuestros recursos, que decidir primero lo que debemos obtener –ni más ni menos- y luego tratar de resolver como lo lograremos…”
Amartya Kumar Sen, Premio Nobel


¿Cuánto costó a los veracruzanos la elaboración y presentación en multitudinario evento del llamado “Plan de Desarrollo 2011? No lo sé. Quizá el saberlo tenga alguna relevancia para quienes reducen todo a dinero, o sea inocuo el pensar en ello para quienes califican de extraordinaria la organización, el orden, la sobriedad e impacto mediático de la parafernalia desplegada en el Word Trade Center de Boca del  Río. Para quien esto escribe, en el marco de la política de austeridad, transparencia y resultados confiables dictada por el gobernador Javier Duarte de Ochoa, el gasto, sea cual fuere su monto e impacto político, me parece un desperdicio.

Sí. Un desperdicio innecesario e inoportuno lo mismo de recursos públicos que del escaso capital político del gobernante priísta. Resultándome por demás impropio que un experto en economía y finanzas con credenciales académicas internacionales, ignore el ABC de la planificación cuando afirmara que “… para alcanzar las metas fijadas en el plan de desarrollo es necesario pasar de la planeación a la estrategia y de la estrategia a las acciones y resultados”. Descalificando en sí mismo con tal galimatías, el documento que pretende ser instrumento rector de la acción de gobierno en el sexenio..

Un plan que no contempla como paso previo en su elaboración contexto y estrategias de las que se deriven objetivos concretos que respondan a un diagnóstico puntual, sectorial y regional, no es tal. Vamos, ni siquiera un esbozo de programa sexenal de gobierno. El Dr. Duarte, con todo respeto, presentó un documento vacío de contenido y alcances, reduciéndolo en su presentación a un simple listado de buenas intensiones, cuya principal característica es la incongruencia e inviabilidad económica y social.

El gobernador de Veracruz ignoró el mundo real y los avatares de la vida cotidiana de sus gobernados; elevó sus mejores propósitos personales al reino de los sueños colgándose de una nube, mereciendo, eso sí, el aplauso cortesano y el halago desmedido de los lambiscones de siempre.

Entre otras cosas y quizá la más relevante de la jornada, sin mayor empacho el Dr. Duarte afirmó que “…con el Plan de Desarrollo 2011-2016, al término de su gestión se habrá disminuido  en un cincuenta por ciento este fenómeno”, refiriéndose a la pobreza que registran los indicadores actuales. ¿En que mundo vive? Ni los artífices del neoliberalismo en los que se inspira, se atreverían a asegurar tamaño despropósito en una economía mundial que no encontrando salida a una crisis sistémica que se profundiza, está optando por la precarización del trabajo y calidad de vida de los pueblos. ¿Es acaso que el llamado plan es varita mágica que todo lo puede, todo lo resuelve?

La pobreza va de la mano de la desigualdad y el desempleo. ¿Acaso el joven Doctor pretende con un simple golpe coyuntural de timón reducir en un breve plazo fenómenos estructurales como desigualdad, desocupación creciente y pérdida del poder adquisitivo del salario que el modelo económico y social neoliberal propicia?

¿Y el cómo y con qué, donde queda?

El Dr. Duarte pasa por alto que el presupuesto del gobierno de Veracruz depende en más de un 90 por ciento de recursos federales, cuyo monto y destino lo asigna anualmente el Congreso de la Unión en  la Ley de Egresos, quedando de facto a la Secretaría de Hacienda el decidir arbitrariamente en tiempo y forma la transferencia del recurso aprobado a las entidades federativas.

¿El cómo? Ni el más brillante y destacado de sus asesores sabría como deshacer hoy el nudo gordiano de un rezago social de más de quinientos años.

El secretario Cordero fue el hazmerreír del pueblo de México al afirmar que con 6,000 pesos una familia vive bien en condiciones de dignidad y decoro, y hoy Felipe Calderón Hinojosa, concita acres críticas anunciando que en los últimos diez años los mexicanos elevaron su nivel de vida, cuando la realidad indica lo contrario. Cómo espera el Dr. Duarte que los veracruzanos reaccionen ante su aventurado propósito de que el más del cuarenta por ciento de la población del estado, que sobrevive en condiciones de pobreza y pobreza extrema, se reducirá a la mitad en escasos seis años. ¿Qué podrán pensar quienes en la entidad, contando con empleo permanente remunerado, en promedio no perciben ingresos cercanos a la panacea de los seis mil pesos mensuales?

Duarte de Ochoa podrá obtener indudablemente el visto bueno del Congreso local, para eso son los diputados a modo,  pero de ahí a pretender alcanzar que sus buenos deseos estampados en un plan de desarrollo -que no lo es-,  sean motivo de cohesión y unidad en una sociedad lastimada de antemano, hay un mundo de distancia. Si hubiese oposición política en Veracruz, la rechifla no se dejaría esperar.

El triunfalismo mediático, como estrategia para convencer, está probado que tarde o temprano exhibe la engañifa. Lástima, pudiéndose esperar más del joven bien intencionado, éste no augura un buen gobierno.

El tiempo, como juez inexorable que pone todo en su exacta dimensión, se encargará de develar año con año, el despropósito de todo lo expresado el miércoles ante un auditorio sin sentido crítico. Esperemos y ojalá por el bien de Veracruz, esté yo equivocado.





Perder el tiempo, deporte nacional

Por J. Enrique Olivera Arce


Perder el tiempo es el deporte nacional por excelencia del que gusta nuestra clase política. Mientras México rueda al despeñadero bajo la conducción de Calderón Hinojosa, dimes y diretes, confrontaciones estériles, chismes, maledicencias, golpes bajos, patadas bajo la mesa, son jugadas de las que nadie debe ni puede sustraerse para escalar la empinada cuesta de acceso al poder por el poder mismo y algo más siempre posible.

En tanto que nuestra avispada clase política se anota un punto mediático a favor, México retrocede dos. Y ahí la llevamos día tras día, año tras año, sin que se tome consciencia del daño a que da lugar tan primitivo deporte.

Sólo así se explica el desperdicio de tiempo, de dinero y de paciencia de la población, en que están incurriendo los partidos políticos en la fase previa de la justa electoral en el Estado de México. La llamada consulta popular para definir si el PRD va en alianza con el PAN, es eso. Simple y llanamente pérdida de un tiempo precioso en la que, directa o indirectamente, todos estamos involucrados.

Tanto jaloneo para quedar en lo mismo. En el marco de un PRD polarizado, con o sin consulta popular, los chuchos van de la mano con el PAN y el lopezobradorismo dice no, mientras el PRI, por su lado, consolida una alianza con lo más nefasto del espectro político electoral, con una jugada magistral que no estaba en la agenda de sus adversarios, ganándose el aplauso del respetable en los tendidos. Y aún hay más. El juego está en sus inicios, ayuno de marco ideológico y de ética política pero rico en pragmatismo y simulación, se prolongará hasta el mes de julio. Nuestra clase política sudará la camiseta y los mexiquenses de a pié su desventura.

Nadie en su sano juicio llegó a dudar de que con el empate en la elección de la directiva nacional del PRD, los chuchos saldrían derrotados, con o sin consulta popular. Andrés Manuel López Obrador se queda con la mejor parte, tiene al candidato ganador en tanto que los jesuses habrán de conformarse con ir a la cola de un panismo que, en su extravío y anemia crónica, impone ya con el auxilio de Calderón Hinojosa al sacristán de medio pelo, Luís Felipe Bravo Mena, como abanderado perdedor de la alianza aún no concretada.

Por su lado, Peña Nieto, gobernador príista, gana perdiendo al hacer a un lado a Alfredo Del Mazo, delfín de la gente bonita toluquense, imponiéndole al partido a un Eruviel Ávila, “pelado” populachero y entrón, proveniente de las goteras de la periferia. Autogol se dice en el graderío, sin la menor conciencia de lo que le espera al respetable si prospera el gambito y triunfa el PRI con su más de lo mismo, en un gatopardismo inacabable. Las cosas así son y así se quedan, el PRI contenderá no contra el partido de Calderón sino contra la "Morena" popular y bien nacida, como ya estaba programado.

¡Vaya manera de perder el tiempo! Mientras en el inter se cocina la final del 2012 por la partidocracia, administradora de un quehacer político conducido sabiamente por poderes fácticos que mueven los hilos desde la penumbra.

Veracruz no canta mal las rancheras. Jugando ahora en segunda división tras salir derrotada en la justa del descenso por una pésima conducción, nuestra aldeana clase política mata el tiempo en cascaritas, pintándose sola en eso de hacer como que hace sin dar un solo pase.

También tuvimos nuestra consulta popular. Nada relevante, sólo pedestre estratagema para justificar un Plan Estatal de Desarrollo que, ni es plan ni mucho menos apunta al desarrollo. En un acto demagógico más, hoy miércoles por la tarde el mencionado listado de buenos deseos será presentado por el gobernador ante dóciles acarreados que arroparán a la cortesana cohorte de notables. Paso previo para que en el Congreso del estado, la extensión local de la partidocracia de el banderazo de salida a mil y un declaraciones triunfalistas. Nada trascendente y sí pérdida de tiempo cuando no hay dinero ni para solventar compromisos heredados.

Audacia es el juego. Duarte de Ochoa gana tiempo matando el tiempo, mientras la gran familia veracruzana, confiada en que “más seguro lo comido, ya mañana Dios dirá”, clama por respuestas en tiempo presente mientras el susodicho mamotreto en cuyas pastas, impreso en letras de oro, reza: Plan Estatal de Desarrollo 2011-2016, apunta a un incierto futuro en el que habrá, habrá y habrá prosperidad a satisfacción del graderío para quedar siempre en lo mismo.

¡Vaya manera de Perder el tiempo!