El Discurso de los candidatos se agotó

Por J. Enrique Olivera Arce




Concluyendo la primera semana de las campañas de los candidatos a la gubernatura, ya se percibe agotamiento del discurso. Propuestas y promesas, tras de ser reiterativas empiezan a caer en lugares comunes, tanto, que se alejan de la realidad cotidiana, expectativas y anhelos del votante potencial para desembocar nuevamente en dimes y diretes que no conducen a nada positivo.


Incluso la propuesta de Dante Delgado Rannauro, a mi juicio la más integrada, sustentada en un diagnóstico de gran visión y respaldada por la experiencia de quien ya ha gobernado a Veracruz, no parece tener ya el impacto deseado.

Ya no se diga de la de Javier Duarte de Ochoa, restringida por el riesgo de contradecir y exhibir el triunfalismo mediático de Fidel Herrera Beltrán, su maestro, padrino y conductor para quien necesidades sentidas y reales de los veracruzanos están, desde la particular visión del gobernante, presunta y plenamente satisfechas.

Miguel Ángel Yunes Linares y Dante Delgado Rannauro coinciden en que Veracruz exige cambios positivos, proponiendo como vía del desarrollo a la reactivación de la economía, con mayores índices de inversión pública y participación ciudadana. Nada nuevo bajo el sol, sin crecimiento económico no hay desarrollo. Sin participación ciudadana no hay crecimiento. Lo que no dicen es que crecimiento económico sin una justa distribución de la riqueza, no conduce al bienestar de la gran familia veracruzana y ahí, es donde ambos candidatos no logran aterrizar sus propuestas al nivel de hombres y mujeres comunes, ávidos de respuestas a una crisis que no cede y que sí agudiza de manera creciente el deterioro de la economía familiar, cancelando expectativas y esperanzas.

La crisis, tanto en el entorno internacional como en lo doméstico, está ausente del discurso proselitista. Por sobre ésta se trata de imponer el voluntarismo mesiánico de los candidatos que, con varita mágica, pretenden resolver rezagos, carencias y necesidades de modernidad, si el voto popular les favorece.

Lo deseable ante lo imposible es el límite del discurso, cuando no se puede conjugar con lo posible a partir de lo disponible. Las arcas públicas estatales y municipales están quebradas y pignoradas a 30 años; las participaciones federales se restringen conforme el país se hunde; el ahorro interno y la demanda agregada en una población empobrecida y sin expectativas de mejoría, es entelequia. Reactivar la economía a partir de tal premisa, es algo menos que imposible, más cuando los sectores privado y social, generadores de riqueza, no confían en las bondades ofertadas por un sector público ineficiente y corrupto.

Más allá no pueden ir propuestas tras propuestas. A una semana de iniciada la campaña de proselitismo de los candidatos, el discurso llegó al límite, cerrándose el círculo y, con ello, se percibe un cada vez más lento avance en los porcentajes de aceptación ciudadana.

Convencidos o no, el número de ciudadanos a los que se considera voto duro para el PRI y el PAN, ya está consolidado y bajo control de las Coaliciones contendientes siendo ya por tanto irrelevante el bla, bla, bla o las dispendiosas concentraciones de adeptos a los que ya no se requiere convencer. Faltaría aún que la Alianza de Convergencia con el PT y el PRD, tome el control real de lo que a su vez le correspondería como voto duro, dependiendo su consolidación de una más que urgente tregua coyuntural y pragmática entre los “chuchos” del PRD y el Movimiento por la Defensa del Petróleo, la Soberanía y la Economía Popular, que en Veracruz sigue a Andrés Manuel López Obrador, y no ya de mayor difusión de la propuesta 6:30 de Dante Delgado Rannauro.

Los ciudadanos al margen, los sin partido, que son la mayoría de votantes potenciales, tras machacona insistencia mediática en anticipos de pre campañas, pre precampañas, precampañas, y ahora campañas electorales, no se han plegado aún a los llamados de las coaliciones partidistas en contienda, ni se sienten alentados a sumarse a un candidato en específico. Mirones de palo esperan hasta el último momento para definir su voto. Cuando menos eso es lo que se alcanza a percibir a nivel de la calle.

Para éstos, mujeres y hombres, las propuestas contempladas para el mediano y largo plazo, no es aliciente suficiente para definirse; candidatos van y candidatos vienen a lo largo y ancho de Veracruz hablando un lenguaje que les es ajeno. “Reactivación de la economía”, Generación de cientos de miles de nuevos empleos”, “Modernización del campo”, “Industrialización”, “Bancos locales de ahorro e inversión”, “Saneamiento de finanzas públicas”, “Eliminación de impuestos”, “Macroproyectos carreteros, portuarios y turísticos”, “Puentes portento de ingeniería”, “Abatimiento de la corrupción y la delincuencia organizada”, etc., etc., o el simple “Vamos para adelante”, no les dicen nada, ni mucho menos apuntan a trasmitirles confianza en el futuro inmediato. El triunfalismo gubernamental no satisface estómagos vacíos.

El como, donde y cuando reducir desigualdad, pobreza extrema, insalubridad, analfabetismo, o el descongelar salarios de hambre y abatir el costo de la canasta básica, para la mayoría de los votantes no se percibe en las campañas de proselitismo. El hoy, donde se impone el “más seguro lo comido, ya mañana Dios dirá”, no está contemplado en el discurso.

De ahí que la percepción, para quienes saben del paño y no están comprometidos con ningún partido en especial, es que el crecimiento de la aceptación ciudadana por tal o cual candidato, se frenó e incluso podría retroceder. Ya las pomposas propuestas son irrelevantes, salvo para calentar los ánimos entre las diversas fuerzas ya cautivas mejor conocidas como “voto duro”.

Con o sin debate, a mi modesto entender, hasta ahí llegaron. Más que la confrontación de ideas y propuestas, lo que la ciudadanía espera de los hasta ahora presuntos debates, es un show mediático en el que los candidatos exhiban ante el respetable lo mismo fortalezas que debilidades de imagen.

Si esto es así, ¿Qué sigue?

Algunos observadores consultados señalan que el siguiente paso en las estrategias partidistas ya no es convencer a los votantes indecisos por la vía de foros, propuestas y discursos. Ello, a unas cuantas semanas de la elección, sería pérdida de tiempo y desgaste innecesario. Tampoco un bombardeo mediático que, por sus excesos a lo largo de varios meses, más que orientar el sentido del voto revierte la disposición del electorado.

¿Tocaría entonces el turno a la inducción del voto por la vía del miedo, el sometimiento y avasallamiento de la conciencia popular entre los sectores más desprotegidos de la sociedad con una placa de taxi, una despensa o una lámina de cartón y ya, en última instancia, la compra del sufragio a pie de urna? ¿Se pasaría de civilidad y confrontación de ideas y propuestas a la delincuencia electoral?

No lo veo así, sería anticipar escenarios nada deseables. Lo que la lógica aconsejaría es que llegó el momento de que los candidatos bajen del templete, guarden el discurso vertical y, con humildad, escuchen a la gente sencilla, sin acarreos, sin costosa parafernalia, haciendo del diálogo constructivo su mejor herramienta de convencimiento.

De otra manera, estarían cerrando el camino democrático a sus aspiraciones. Obligándose a tomar la ruta fácil del menor esfuerzo, avanzando a cualquier costo hasta alcanzar la victoria. Si así fuera, no cabe la menor duda de que de aquí para adelante el candidato que disponga de mayores recursos económicos y menores escrúpulos, tendría hándicap positivo en la carrera por la gubernatura. El derroche de dinero a manos llenas mataría toda esperanza de avance democrático.

Triste esto último pero, desafortunadamente es posible; en el mundo real el pragmatismo domina a la política y somete a las mayorías. Ganar es lo que importa, lo demás queda para la posteridad como recuerdo anecdótico del surrealismo jarocho.







Javier Duarte, un peligro para Veracruz

Por J. Enrique Olivera Arce




Lo afirmo y lo sostengo. No teniendo los tamaños para ganarle en buena lid a sus adversarios políticos en un debate abierto, ni mucho menos valor civil para enfrentar al candidato de la coalición PAN-PANAL a la gubernatura del estado, Lic. Miguel Ángel Yunes Linares, y en su cara espetarle que es pederasta y enemigo de la niñez veracruzana, se vale de interpósita persona para verter telefónicamente su ignominiosa y cobarde pequeñez intelectual y política.

No conforme con ofender la inteligencia de los veracruzanos con el grosero derroche de recursos públicos y su negativa a aceptar su participación protagónica, en el multimillonario endeudamiento que vía bursatilización del impuesto a la tenencia vehicular heredará la administración de Fidel Herrera Beltrán, el Sr. Javier Duarte de Ochoa insiste en valerse de la mentira y la calumnia para hacerse presente en los hogares y ánimo del electorado como el inmaculado joven que, a diferencia de sus adversarios políticos, no teniendo cola que le pisen, es el mejor prospecto para gobernar a Veracruz.

Javier Duarte de Ochoa tira la piedra y cobardemente con toda impunidad esconde la mano. Amparado por el anonimato de terceros al servicio de su equipo de campaña, denigra a la política y envenena a la gran familia veracruzana, difundiendo casa por casa, lo mismo por teléfono que mediante sucios panfletos escritos con estiércol por un conocido texto servidor a sueldo, así como valiéndose de ignorantes y humildes personas que por necesidad bailan al son que les toca Cesar del Ángel y Reynaldo Escobar Pérez, mentiras y calumnias que personalmente no se atrevería a sostener personalmente frente a Miguel Ángel Yunes Linares.

No comulgo con el PAN, reitero. Tampoco Miguel Ángel Yunes Linares es santo de mi devoción como aspirante a gobernador de Veracruz. Sin embargo, como ciudadano de buena fe que anhela un mejor destino para nuestra entidad, víctima en mi propio hogar de la suciedad de una estrategia electoral pedestre e indigna de quien se asume como persona decente, con escolaridad sobresaliente y capacidad suficiente para gobernarnos, puedo proclamar a los cuatro vientos que Javier Duarte de Ochoa es un verdadero peligro para Veracruz. No merece el voto de los veracruzanos.

No estoy seguro de que me publiquen lo anterior. Justifico el rechazo de aquellos medios que me brindan su generosidad otorgándome espacio para expresar públicamente mis opiniones, puesto que soy conciente de que en Veracruz el horno no está para bollos.

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En la guerra como en la política no hay enemigo pequeño

Por J. Enrique Olivera Arce





Peca de optimismo el diputado federal priísta José Francisco Yunes Zorrilla, afirmando que la elección de gobernador en Veracruz no se resolverá en tribunales. Está en su papel, alguien le dijo que es el coordinador general de la campaña electoral de Javier Duarte de Ochoa y, como tal, así debe comportarse, más que no lo sea como todo parece indicar al observarse el juego del gato y el ratón que se traen en el equipo del Sr. Duarte.

A estas alturas, iniciada ya la campaña, al interior del PRI en Veracruz nadie sabe a ciencia cierta quien coordina a quien. Como coordinador general lo mismo se menciona al sonorense Enrique Jackson que a Pepe Yunes y hasta al secretario de Desarrollo Social, Ranulfo Márquez. Y ni que decir de otros coordinadores designados como el Maestro Guillermo Zúñiga. La neta, me dicen algunos priístas fieles en exceso, quien coordina todo, si todo, es el gobernador Fidel Herrera Beltrán. El resto, afirman, son simples “mozos de estoque” sin derecho a picaporte en las oficinas del candidato.

Y es para creerse. En el Comité Ejecutivo Estatal del partido fiel, nadie sabe que en el inmueble se ubica la moderna y lujosa oficina del Sr. Duarte de Ochoa, a la que únicamente tiene acceso el candidato y su más cercano staff de colaboradores por una disimulada entrada en la calle lateral del edificio. Para la talacha se cuenta con otras oficinas subalternas en distintos inmuebles de la capital veracruzana, en las que los llamados coordinadores despachan a su gusto.

Que bueno que así sea. De lo contrario el Sr. Duarte ya estaría abrumado por las oleadas de protestantes que, aunque fieles, no estando de acuerdo con las trapacerías de Jorge Carballo, Presidente del PRI en la entidad, hacen cotidianamente acto de presencia en el edificio de Ruíz Cortínez exigiendo les cumplan con lo pactado en el tianguis de alcaldías y regidurías.

Volviendo al tema, la categórica afirmación del siempre atento y caballeroso diputado federal, de que la elección no se “judializará”, a mi modo de ver carece de sustento, salvo que esté apoyado en resultados de alguna de las tantas encuestas “chafas” que colocan a Javier Duarte de Ochoa 20 puntos porcentuales arriba de su adversario panista y, un ofensivo margen de más de 30 puntos, por encima de Dante Delgado Rannauro.

Desafortunadamente, la realidad desmiente a los encuestadores y, de paso, pone en serio predicamento a la seriedad de Pepe Yunes Zorrilla. Apenas inician las campañas de los candidatos a la gubernatura y ya se está hablando a nivel de piso de un “empate técnico” entre Duarte de Ochoa y Yunes Linares, así como de un avance significativo de Dante Delgado Rannauro en las preferencias del electorado. Y ello, gracias al PRI que a un muy alto costo cotidianamente se encarga de otorgar publicidad gratuita a sus adversarios, lo mismo haciéndoles víctimas mediáticas de la llamada “guerra sucia”, que forzando al Sr. Duarte a dar desdibujada respuesta a cuestionamientos vertidos por los candidatos de las Coaliciones del PAN-PANAL y PT-Convergencia-PRD.

Si la amplia ventaja que se dice tiene el candidato del PRI a la gubernatura fuera real, seguramente, el joven Duarte, cabalgando en caballo de hacienda, no tendría necesidad de preocuparse por lo que digan o dejen de decir sus adversarios. Confiado esperaría contar con la calificación ciudadana el próximo primer domingo de julio, y no enredarse en dimes y diretes en una confrontación en la que tiene eso sí, amplia desventaja frente a las “chuchas cuereras” que se le oponen.

Por cuanto a la judialización, si no es uno es otro, o el otro, quien impugnará los resultados en las urnas ante el TRIFE. No nos quepa la menor duda, pues ninguno de los tres candidatos se dará por satisfecho, si la diferencia numérica entre el primero y el segundo no es lo suficientemente amplia como para que todos queden conformes y contentos.

Así que, aguas mi estimado diputado. En política no todo es lo que aparenta ni todas las encuestas son definitivas.

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Yucatán, triunfo Pírrico

Por J. Enrique Olivera Arce




En el marco de una incipiente y ya pervertida democracia representativa, todo es posible, incluso el perder ganando.

Tras divulgarse los primeros resultados obtenidos en la encuesta de salida, Beatriz Paredes 45 minutos después de cerradas las casillas, ya festinaba el triunfo de la candidata de la gobernadora de la entidad a la alcaldía de Mérida, dando por sentado que la victoria de Angélica Araujo Lara con el 52.7 por ciento de la votación por sobre el 37.3 a favor de la abanderada panista Beatriz Zavala Peniche, era irreversible.

Ya con actas en mano, la dirigencia estatal del PRI en rueda de prensa dio a conocer que con el cien por ciento de actas computadas su candidata a la alcaldía de Mérida, ganaba con 155 mil 367 votos, contra 141 mil 111 votos de la candidata del PAN, Beatriz Zavala Peniche. Una diferencia de apenas 14 mil 256 votos a favor de la favorita de la gobernadora.

Aceptando sin conceder que el triunfo anunciado efectivamente fuera irreversible, el priísmo después de 19 años recuperaría Mérida, “joya de la corona” y, de hecho, capital económica del sureste mexicano.

Sin embargo, no puede hacerse de lado que tal manifestación de triunfalismo anticipado, en un municipio en el que una mayoría días antes de los comicios ya otorgaba la victoria a la candidata panista, se presta a diversas lecturas y a no pocas interrogantes.

¿Realmente el PRI contó con la mejor carta para la alcaldía? ¿Los meridenses confían ciegamente en su gobernadora de extracción priísta? ¿El PRI, a nivel nacional y en Yucatán, es la mejor opción para frenar el deterioro social y económico propiciado por la administración calderonista?

Corresponderá a los meridenses reflexionar y sacar en su momento conclusiones sobre este fenómeno, aunque ya también con carácter anticipado, linealmente y sin mayor análisis muchos coinciden en atribuir el triunfo oficialmente aún no confirmado, a una “elección de estado” apoyada por el gobernador del estado de México, Enrique Peña Nieto, sus “mapaches” y recursos materiales y financieros presumiblemente proporcionados a la gobernadora Ivonne Ortega Pacheco para inclinar la balanza a favor del PRI.

A mi juicio, otros factores ajenos a la entidad, a su correlación interna de las fuerzas políticas, y a la confrontación exacerbada de escuderos al servicio de los poderosos poderes fácticos regionales, pudieran haber incidido para la vuelta de la tortilla. Entre otros, el miedo, pudiéndose atribuir el éxito electoral del PRI, en una ciudad tradicionalmente conservadora, amante de la paz, y con expectativas reales de mejoramiento de calidad de vida, al impacto sobre las clases medias del presunto plagio del ex candidato presidencial Diego Fernández de Ceballos, que exhibiera horas antes del sufragio a la administración de Felipe Calderón Hinojosa y al panismo, como incapaces de brindar seguridad a la ciudadanía, así como también incapaces de ofrecer caminos ciertos para un crecimiento económico y desarrollo compartido en un clima de concordia, y paz social. Si esto es así, podría haber pesado más la percepción coyuntural del votante frente a la urna, que 19 años de una evidente y exitosa administración panista en la capital de Yucatán.

Influencia mediática y percepción cortoplacista inducida que, a mi manera de ver las cosas, en el mediano y largo plazo no modifica en lo sustantivo convicción ideológica y pragmatismo de la sociedad meridense que, a su manera, se defiende con éxito de la crisis económica, del desempleo y de la incertidumbre social. Lo cual pone en entredicho las expectativas triunfalistas del PRI y su nueva generación de políticos ajenos a la dinámica histórica de Yucatán. Hoy por hoy, tendría que gobernar a una población predominantemente urbana, participativa, exigente pero a su vez dividida, desigual, polarizada, renuente a aceptar el discurso demagógico, la promesa fácil, la improvisación y la corrupción impune, tan propia del priísmo.

Todo un reto, que bien podría significar para el PRI el ganar Mérida hoy para perder Yucatán en el 2012. Un triunfo pírrico que las y los meridenses sabrán ubicar en su justa dimensión pero que, de ninguna manera, tal experiencia debería extrapolarse a Veracruz como algunos pretenden haciendo cuentas alegres por anticipado. Nuestra realidad y circunstancia es otra y no cabe ni se acepta más triunfalismo sin sustento.

En Yucatán la contienda se dio de manera polarizada entre el PRI y el PAN, sin mayor interferencia por parte de una oposición de centro izquierda en tanto que, en Veracruz, con mayor pluralidad, el 60 por ciento a lo más del padrón electoral tendrá que repartirse entre tres coaliciones que abarcan todo el espectro político electoral. Esta simple diferencia cuantitativa pudiera dar lugar a sorpresas no esperadas el próximo cuatro de julio. No anticipemos vísperas.

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Los jóvenes

Por J. Enrique Olivera Arce




Los candidatos a la gubernatura velan armas. Tras el registro y su aceptación por el Instituto Electoral Veracruzano, habrán de iniciar el sábado 15 de mayo sus campañas formales en pos del voto ciudadano, que definirá quién de los tres aspirantes gobernará a la entidad.

El reto es convencer. El objetivo, una mayoría de votantes potenciales ajenos a los partidos políticos y coaliciones en contienda, entre los que destaca un amplio espectro de jóvenes que ya sistemáticamente vienen dando la espalda a la elección de representantes populares. Mismos a los que los candidatos no tienen nada que ofrecer, como hasta ahora ha sido observado en las llamadas eufemísticamente “pre campañas”.
Poca importancia se le dio por parte de los precandidatos a la información que divulgara Sergio Vera Olvera, Vocal del Registro Federal de Electores en Veracruz, en torno al hecho de que 160 mil jóvenes contarán con mayoría de edad para inicios de julio, y 128 mil no tramitaron su credencial de elector. Hecho que el propio funcionario calificara como grave, en la medida que “demuestra fehacientemente el que los políticos no han despertado ningún tipo de entusiasmo en la juventud que le concite a participar electoralmente”.

Contextualizando lo anterior en el marco del actual proceso electoral, el número de jóvenes que dan la espalda a una elección que debería ser relevante en función de que en ello va de por medio el futuro de Veracruz y sus propias expectativas de realización personal, pone en entredicho el exceso de confianza que la clase política tiene depositada en la juventud. Sin excepción, sin distingo partidista, se parte del supuesto, primero, de que este sector de la población es homogéneo y, segundo, que el pretendido relevo generacional en la vida política de la entidad ha calado hondo en los jóvenes, como lo afirma de manera categórica la corriente priísta de la “Fidelidad” en Veracruz.
Respecto a lo primero, no se puede tasar con tabla rasa a una juventud en principio plural, que no escapa a las condiciones de desigualdad económica, social y cultural que privan en la entidad, por no decir que en todo el país; cada joven en el seno familiar, piensa y actúa según su origen regional y de clase, según le va en la feria a sus padres, hermanos o parientes y amigos cercanos, reafirmándose su particular percepción de la realidad y su entorno cercano, al socializar con otros jóvenes de igual o diferente estatus, en el barrio, la escuela, el taller o en el surco.

Adicionalmente, la diferencia de género establece también proyectos diferenciados de vida para los y las jóvenes; las expectativas de inclusión, movilidad social, mejoría económica, oportunidades de empleo y educación, rol a desempeñar en la familia, no son comunes a ambos sexos. Luego no se puede generalizar metiendo a unos y a otras en el mismo costal.

En cuanto al pretendido relevo generacional en la vida política, para la gran mayoría de los jóvenes es más que entelequia, burda simulación. A nadie escapa que los cargos públicos recaen, salvo honrosas y muy contadas excepciones, en los hijos, entenados, protegidos o amantes de encumbrados políticos y empresarios. Para el pueblo llano, el futuro político de sus jóvenes, si bien les va, como subordinados termina en donde empieza el encumbramiento de la clase dominante.

Lo que la juventud tiene a la vista como paradigma de movilidad política en Veracruz, es la cada vez mayor presencia de oportunistas y vividores que siendo jóvenes piensan como viejos decrépitos, sin mayor motivación que enriquecerse cuanto antes; dignos herederos de la corrupción, impunidad y simulación, refractarios a todo cambio que implique trastocar sus intereses presentes y futuros.

Así que de cuál relevo generacional se estaría hablando, y qué políticas públicas destinadas a la juventud proponen los candidatos que pueda atraer a las nuevas generaciones de votantes. Sin embargo, tampoco podemos incurrir en el mismo error, generalizando. Las excepciones se dan confirmando la regla y un buen número de jóvenes escuchando el canto de las sirenas, ponen su mejor esfuerzo en aplicarse a una asimétrica competencia con la esperanza de que el poder “les salpique”, y puedan fundar sus expectativas de desarrollo personal en el ejercicio de la política y el servicio público. Pero de eso a considerar que nuestros jóvenes, sin más, expresen un especial entusiasmo por participar en un proceso electoral que sienten ajeno e impuesto a sus propias aspiraciones, hay mucho trecho; esto debería considerar todo aquel que en sus letanías proselitistas, pretenda ignorar que la suma de dos más dos no necesariamente arroja como producto un cuatro.

Charlando con un grupo de jóvenes que contemplan en teoría a la participación de la juventud como oportunidad generacional para sanear la vida política, económica y social de Veracruz, impulsando el desarrollo y abatiendo la desigualdad y la pobreza, éstos me compartieron tales reflexiones; justificando el por qué no se sienten atraídos por los llamados a participar en el actual proceso electoral. “Los políticos no tienen nada que ofrecernos, están entregados a los poderes fácticos y no hay ninguna diferencia entre lo que nos propone el PRI, el PAN ó los partidos que se dicen de izquierda”.

¿Y que proponen entonces? Les dije, pues con su manera de pensar y de actuar, les guste o no les guste están participando en la vida política de Veracruz, y habrán de influir para bien o para mal en el resultado electoral. Se asumen como fuerza beligerante pero a su vez no quieren comprometerse como jóvenes con un proceso que demanda la participación de todos. Si rechazan al PRI y al PAN al mismo tiempo que a los partidos de la coalición de centro izquierda, ¿cómo van a expresar este rechazo en las urnas?
“No vamos a votar. Sería hacerle el juego a la mafia en el poder.”, dicen mecánicamente unos, en tanto que otros simplemente se encogen de hombros.

¿Ya pensaron en que la abstención lo mismo que el voto nulo numéricamente benefician al PRI o al PAN, fortaleciéndose la tendencia a un bipartidismo nefasto? Les pregunté.
“Peor sería el voto útil a favor del PAN como lo proponen los chuchos que controlan al PRD en Veracruz”, contestaron en coro.

Cierto es que en el actual proceso electoral no hay mucho de donde escoger, la contienda está polarizada entre los candidatos del PRI y el PAN que representan continuidad y retroceso; marginalmente, como tercera opción se tiene a la coalición de centro izquierda, con todas sus limitaciones, pero al fin una opción válida para intentar dejar atrás el más de lo mismo. De ahí que si bien la actuación de los políticos, tanto en su vida personal como en el quehacer público, no despierta en los jóvenes ningún tipo de entusiasmo e interés en participar electoralmente, las nuevas generaciones de ciudadanos no deberían dejar de considerar que hoy por hoy en nuestra incipiente democracia, sólo hay de dos sopas: o participas o te quedas al margen. No votar, marginándose, o tomar el camino cómodo del voto útil sin mayor reflexión, condena a los jóvenes a seguir siendo ignorados y excluidos.

Bien vale la pena que los jóvenes participen, alcen la voz, exijan, propongan, haciéndose presentes inyectándole nuevos aires a un anquilosado Veracruz postrado en el subdesarrollo. Chance y así los candidatos entiendan que el futuro de la entidad está en manos de esa fresca, abigarrada, incomprendida y rebelde juventud que hoy exige sin encontrar un camino válido, dejar de ser un número más en la aritmética político electoral.

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¿Ya se agregó a “Fidebook”?

J. Enrique Olivera Arce




Dejada llevar por la desinformación mediática, nuestra aldeana clase política toma como paradigma comunicacional a las “redes sociales” y su papel en la campaña electoral y elección de Barack Obama, como presidente de EE.UU. A cual más de nuestros políticos, orgullosos se vanaglorian de contar con un sitio en Facebook, en Twitter, etc., etc., a través del cual pretenden lo mismo darse a conocer promoviendo su imagen, que ganar adeptos a sus aspiraciones de ascenso en la vida política del país y, en nuestro caso, de Veracruz. Obteniendo como respuesta, en el mejor de los casos, una modesta y tímida mentada de madre de algún despistado internauta que bien puede residir en Santiago de Chile, Puerto Rico ó Hong Kong..

Si el hoy presidente norteamericano tuvo éxito en su estrategia comunicacional a través de la internet, no fue como resultado de la espontaneidad de internautas desconocidos que encontraran per se en el candidato la mejor opción para gobernar a su país.

Redes sociales, páginas web y blogs, tras un meticuloso análisis de su penetración e influencia, sobre todo en las nuevas generaciones de votantes potenciales familiarizadas ya con las nuevas tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs), se adoptaron por el Partido Demócrata como instrumento de campaña con un propósito, objetivos y metas claramente definidas; promoviendo y auspiciando el debate en red sobre propuestas concretas de su candidato presidencial y del adversario republicano, convenciendo a los indecisos; organizando a sus propias fuerzas en áreas y sectores específicamente determinados, y fortaleciendo la campaña de financiamiento con aportaciones de miles de seguidores en red. Tarea que en el espacio virtual no hubiera tenido éxito sin la organización, estructura y movilización ciudadana en el mundo real.

En el actual proceso electoral en la entidad, el uso de la red de redes y, específicamente las llamadas “redes sociales”, no se observa nada de lo anterior. Aspirantes a la gubernatura, a diputaciones y alcaldías, lejos de encontrar mediante las nuevas tecnologías comunicacionales foro propicio para sus propósitos electorales, son víctimas en el ciberespacio de la espontaneidad anónima de detractores gratuitos que encuentran oportunidad de desahogo social mediante la ofensa de mal gusto, la calumnia y la descalificación a priori. Propiciándose más que el enriquecimiento de la política y la participación democrática de la ciudadanía en la internet, su paulatina pero constante denigración; así como el repudio generalizado para quienes profesionalmente tienen a la “representación popular” como modus vivendi.

Para infortunio de quienes recién se valen, -a la “pela vaca” como le dicen coloquialmente los tabasqueños a la improvisación-, de las “redes sociales” para promoverse, en el pecado llevan la penitencia. Es más lo que reciben en contra que lo que esperaban recibir de un auditorio, en su mayoría de jóvenes, desencantado y frustrado. En primera y última instancia, del mundo virtual obtienen lo que sembraran en el mundo real. Si la estrategia comunicacional de partidos políticos y candidatos es de declarada “guerra sucia” mediática, “guerra sucia” cosechan en la internet. No hay de otra.

También, para infortunio de la libertad de expresión en Veracruz, algunos sedicentes periodistas toman el camino fácil de la diatriba, la injuria y la calumnia; valiéndose de las “redes sociales”, el correo electrónico, páginas web y teléfono celular, se asumen beligerantes en la “guerra sucia”, sin más motivación que volcar resentimiento o satisfacer apetitos económicos personales pretendiendo quedar bien con el partido, candidato o candidatos que mejores expectativas les ofrecen en la coyuntura electoral o en un aún incierto futuro. Tal intencionalidad se percibe de inmediato en la red. Así que podrán obtener temporalmente simpatía entre lo más atrasado, política y moralmente pero, a muy corto plazo, serán desechados por indeseables, como es el caso de aquellos que colocándose al mismo nivel que Cesar del Ángel y sus “cuatrocientos pueblos”, calumnian con impunidad absoluta y sobre pedido a uno u otro candidato a la gubernatura.

Pero no para ahí la cosa. Lamentablemente entre los jóvenes “blogueros” veracruzanos, con un amplio camino andado en el respaldo nacional al ex candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador, desvirtúan su labor tendiente a romper el cerco informativo alejándose de sus propósitos iniciales de difusión y organización. Observándose que incurren en lo mismo que han venido denunciando y condenando, al sumarse a la guerra sucia que domina al actual proceso electoral en Veracruz; haciendo suya la injuria y la calumnia, como herramental político en red, perdiendo influencia y credibilidad ganada a pulso en más de cinco años de lucha en el ciberespacio. Lamentablemente, tal conducta ni contribuye al fortalecimiento del movimiento social independiente ni ayuda a la formación política de los seguidores de AMLO. Les invitaría a reflexionar y corregir en bien de la dignificación de la política y de la participación consciente de la juventud en su búsqueda de mejores derroteros.

Todo lo anterior viene a cuento ante el cúmulo de mensajes electrónicos basura que inundan nuestros buzones, en su mayoría pedestres bacinicazos electoreros, así como un cada día mayor número de invitaciones de conocidos políticos a sumarnos a tal o cual sitio de las redes sociales en la internet, sin más propósito que hacernos partícipes del cotidiano insulto a la inteligencia de inermes votantes potenciales.

Estimado lector: ¿Ya se incorporó a “Fidebook”?

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La guerra sucesoria y las víctimas propicias

Por J. Enrique Olivera Arce


La soberbia en la política electoral no sólo limita la capacidad autocrítica y conduce al autoengaño. También propicia un exceso de confianza en el diseño y aplicación de estrategias tendientes a asegurar el triunfo en las urnas, subestimando la inteligencia de los electores. Muy posiblemente lo anterior este siendo tomado en cuenta por los aspirantes a la gubernatura de Veracruz en el diseño de sus próximas campañas y ojalá así sea, para evitarse sorpresas que deban dirimirse en el Tribunal Electoral de la Federación y no en las urnas.

Por lo pronto se observa mayor cautela y humildad en Miguel Ángel Yunes Linares y Dante Delgado que en el candidato del PRI, Javier Duarte de Ochoa. Este, abrumado por el canto de las sirenas, da la impresión de no prestar oídos sordos a expresiones tales como: “El único proyecto viable para el desarrollo de la entidad es el del PRI”, o bien, aquellas que machaconamente repiten más de tres dogmáticos de la fidelidad, “Javier Duarte será electo gobernador por el efecto Fidel”; “los veracruzanos no quieren un gobernador “pederasta”. Expresiones que responden al juicio subjetivo de lambiscones, textoservidores, y soberbia de asesores que, caduco manual bajo el brazo, se apoyan más en historias de pasadas glorias que en la realidad.

Si estas expresiones tuvieran indudable sustento, y no estuviera pesando en el ánimo del priísmo lo que está sucediendo en el "tianguis" de designación de diputados y fórmulas edilicias en un cada vez más amplio abanico de focos rojos en diversas regiones de la entidad, seguramente Javier Duarte se sentiría más seguro; la confianza del candidato estaría depositada en la estructura de su partido, fortaleza de sus cuadros, resultados tangibles de la administración a cargo de su mentor y padrino y, sobre todo, en la inclinación mayoritaria del voto potencial a favor de su candidatura. Todo indica que no es así. Por sobre una estrategia de propuesta y diálogo directo y constructivo con la ciudadanía, se privilegia el exceso de propaganda mediática, despilfarro de recursos y, desafortunadamente, lo que ya todo mundo identifica como “guerra sucia” en contra de sus adversarios.

Por más que se trate de ocultar el origen del vertedero de lodo, no escapa a la percepción de la ciudadanía que la “guerra sucia” contra Miguel Ángel Yunes Linares y Dante Delgado Rannauro, está vinculada a Javier Duarte y destinada a impactar en los sectores políticamente más atrasados de la población. Conformándose un escenario en el que la candidatura del priísta sigue un movimiento pendular, que va del exceso de confianza a la paranoia que provoca el no poder arrinconar a un adversario en específico que se crece ante el castigo.

Si esto es así, ya no estaríamos hablando de un proceso electoral típico de sucesión en la gubernatura de Veracruz -como me lo han hecho saber algunos de los que generosamente me leen-, sino de una auténtica “guerra”, entendida esta como “la continuación de la política por otros medios”, con su correspondiente carga de prejuicio, odio, fanatismo y sinrazón. Para el analista Alfredo Bielma Villanueva, “la controversia electoral aquí pinta a reyerta”. De resultados –diría yo- impredecibles.

Lo que definitivamente daría otra connotación tanto a los partidos políticos en contienda y sus candidatos, como a la participación ciudadana que habrá de expresarse en las urnas el próximo cuatro de julio. Más que adversarios democráticamente inmersos en un proceso político, los primeros deberían entonces ser considerados entre sí como enemigos en una lucha frontal y sin cuartel, en tanto que a los ciudadanos, como en toda conflagración, víctimas de daños colaterales.

Pero, cuidado, no se vale generalizar, me dicen los mismos lectores. “Si bien la guerra involucra a todos, partidos, candidatos y votantes potenciales, ésta, en términos prácticos, se reduce a la confrontación entre Felipe Calderón, el PAN y su candidato, y Fidel Herrera Beltrán, la corriente priísta fidelidad y Javier Duarte de Ochoa”. Y así parece ser, efectivamente. El resto, partidos menores y ciudadanía, son, por ahora, simples mirones sin fusil, aliados circunstanciales y obligados de uno u otro bando o, en el mejor de los casos, fuerzas neutrales eso sí, también, en calidad de víctimas propicias envueltas en pleito que les es ajeno.

En esta última posición se encontraría Dante Delgado Rannauro, tercero en discordia, y sus seguidores de buena fe. A reserva de lo que nos ofrezca el senador con licencia como estrategia de campaña, su neutralidad y aparente indiferencia frente a la guerra planteada no le libra de ser considerado por el ciudadano de a pie, más como víctima propicia, que como candidato competitivo, capaz de revertir a su favor el necesario desgaste en que incurren sus adversarios en una elección indudablemente de estado. No es su guerra pero, para su mala suerte, insisten mis lectores, escogió jugar en el momento y lugar equivocado. Aunque claro, no falta quien asegure que de mantenerse en el filo de la navaja, actuando con civilidad y congruencia, podría en su momento dar la sorpresa ganándose a una mayoría por ahora de mirones de palo, como es su propósito explicitado al protestar como candidato de la “Coalición para Cambiar Veracruz”.

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