Crisis y definiciones en el PRD


J. Enrique Olivera Arce




Lo dicho. En mi entrega anterior comentaba que la crisis actual del PRD es de identidad, no definiéndose aún si es un partido de izquierda o la suma de dispersas, disímbolas, y confrontadas corrientes ideológicas y pragmáticos intereses coyunturales. Cuando menos en Veracruz, esto se confirma, aunque debo reconocer un error en mi percepción que ya me fue señalado por una amable lectora: “la crisis no es del partido sino de la burocracia dirigente, que ha perdido el rumbo, alejándose de la militancia”.

Los actuales dirigentes del PRD en la entidad y quienes mueven los hilos al interior del instituto político, desde la comodidad de la mediocridad ven pasar la procesión y no se hincan. Simulando ignorar la confrontación entre la corriente conservadora de los denominados “chuchos” y las corrientes que confían aún en el liderazgo de Andrés Manuel López Obrador, tanto Franco Castán como el senador Arturo Hervis, pretendieron manipular una vez más a la militancia veracruzana del sol azteca, con los resultados de todos conocido alcanzados en su frustrado Consejo Político del pasado domingo.

El desaire, como respuesta, habla por sí mismo de lo inoportuno de la convocatoria emitida por la dirigencia estatal. La pretendida justificación atribuyéndole al gobierno estatal el sabotear la asistencia de los consejeros, fue una cortina de humo más para tratar de ocultar lo que ya es inocultable. Los actuales dirigentes carecen de autoridad moral y política para conducir al partido.

Pretendiendo tapar el sol con un dedo, la cúpula del perredismo veracruzano se niega a reconocer que su ciclo ha concluido; que la militancia le ha rebasado y que esta, tras el fracaso electoral del pasado dos de septiembre, ha madurado; sumándose a la búsqueda de aquellas definiciones que permitan superar la crisis de identidad que en el ámbito nacional acusan las cabezas visibles, formales e informales, que hasta ahora han conducido al PRD. Más que interesada en escuchar a Rogelio Franco Castán rindiendo el informe de una derrota anunciada, ó dejarse imponer a quien habrá de suceder a éste, la militancia está en lo suyo con vías a la próxima elección de la dirigencia nacional, tomando posiciones a favor o en contra de la corriente de “los chuchos”; la que pragmáticamente se ha sumado al reconocimiento de Felipe Calderón como presidente legítimo y que se asume como la izquierda moderna que requiere el país.

Las declaraciones a la prensa del diputado Uriel Flores Aguayo, reflejan lo anterior. Simulándose ajeno a la confrontación que domina en las filas del partido del sol azteca; quejándose de la conducción centralista que deviene de la fuerza real del partido en el Distrito Federal, pero, a su vez, dejando claramente sentado bajo que corriente se cobija, al señalar que los problemas del PRD a nivel nacional se derivan de una política errática dictada desde el centro, que oscila entre apostarle a la democracia o “jugar a la revolución”.

Para el diputado y sin duda para la mayoría de las cabezas visibles de la dirigencia del sol azteca en Veracruz, “jugar a la revolución” es apostarle a las corrientes que encabeza López Obrador, y ese no es precisamente el juego de su preferencia, ya que, como señala el legislador veracruzano, “cada momento político exige un comportamiento, opinión y actitud”. O lo que es lo mismo, acomodar conductas, convicciones e intereses a lo que la coyuntura exige y esta, hoy día, no es compatible con los objetivos y estrategias fundacionales del partido. Los tiempos y las condiciones son otros muy diferentes a los que prevalecieran en el pasado reciente, la democracia exige sometimiento y traje a la medida. Pragmatismo camaleónico y oportunismo a modo, con el que la dirigencia estatal del PRD no solamente se deslinda del tabasqueño, optando por la conservación de privilegios y prebendas. También con ello amplia la brecha entre la elite, la militancia, y la base social de apoyo del perredismo en la entidad, dilapidando capital político y profundizando la crisis.

El PRD tocó fondo. Asegura el aún legislador. Posiblemente tenga razón y no solamente en lo que a Veracruz se refiere. Es hora ya de las definiciones y estas se tendrán que dar en el proceso de elección de la dirección nacional en previsión al proceso electoral del 2012. O se opta por el conservadurismo y entreguismo de “los chuchos” o se rescatan los objetivos históricos que dieran lugar al nacimiento de ese partido. Para un importante sector de la militancia perredista y sus simpatizantes, la definición está aun en el aire. Sin embargo, hasta donde se alcanza a observar, no son pocos los que están por optar por lo segundo o, de lo contrario, dar paso a la escisión, sumándose a la idea cada vez más generalizada del parto de un nuevo partido que represente a la auténtica izquierda electoral. Sea cual fuere la decisión mayoritaria, esta está sujeta a los tiempos políticos. O se concreta la definición cuanto antes, o frente al 2012 se pierde la oportunidad.

No todo es rojo en Veracruz

J. Enrique Olivera Arce



El absurdo en el pensar de muchos priístas, que dan por sentado que el 90 por ciento en los niveles de aceptación del gobernador del estado fue determinante en el triunfo en la elección del 2 de septiembre, deja muy mal parado al PRI en la entidad. Y, de paso, genera una clara inclinación a hacer del culto a la personalidad una herramienta electoral que substituye capacidad, eficacia y poder de convocatoria de dirigencia y estructura, subestimando el papel de la base partidista.

Si bien es entendible tal postura, dada la ínfima cultura política en amplios círculos del priísmo veracruzano y quienes les secundan en el coro, no consideramos sea justificable en tanto el partido tricolor -¿o rojo?-, no ha superado las condiciones que en su momento obligaran a pensar en su reestructuración ó reinvención, por lo que la confusión alimentada por el triunfalismo, podría dar lugar a pensar que, partiendo del éxito obtenido en la actual coyuntura, el partido goza de cabal salud, no habiendo necesidad alguna de someterlo a revisión.

Con vías al futuro, tal confusión debería ser motivo de reflexión, so pena de incurrir en el 2009 en actitudes de soberbia y prepotencia atribuibles, entre otras cosas, a la oposición como causa de su derrota en los recientes comicios. No puede restársele importancia a la participación ciudadana ni al carácter dinámico de la sociedad en su conjunto, dando por muerta a la oposición electoral gracias a la voluntad y carisma de un solo hombre, así sea el gobernante. No debiendo olvidarse que en la casa del jabonero quien no cae, resbala. Aclarar tal situación toca a la nueva dirigencia. El PRI en la entidad no puede dormirse en sus laureles bajo el influjo de las fanfarrias y la miel de un triunfo cuestionado.

En la confusión de la borrachera triunfalista, nadie, o casi nadie, entre los priístas, ha tomado en cuenta al juego de números del Instituto Electoral Veracruzano. De acuerdo a proyecciones del INEGI, la población total de Veracruz para el 2007, ascendería a 7 millones 110 mil habitantes. A partir de esta cifra, para el IEV, el 70 por ciento, 5 millones 4 mil, integraron el padrón de ciudadanos capacitados para elegir a diputados locales y alcaldes. El 30 por ciento restante teóricamente son personas de ambos sexos, sin derecho a voto.

De los 5 millones 4 mil asentados en el padrón electoral, 2 millones 764 mil sufragaron el día 2 de septiembre. Es decir, el 55 por ciento de los empadronados, en números redondos; de los cuales el 44.7 por ciento, 1 millón 236 mil, votaron a favor de la Alianza por la Fidelidad. El 55.3 por ciento, restante de los sufragios emitidos, se repartió entre la oposición y votos nulos. Así, a la luz de los números fríos, el nivel de aceptación del color rojo por parte de de la ciudadanía, en relación al total de empadronados, alcanzó el 2 de septiembre ni más ni menos, que el 24.7 por ciento.

Partiendo del supuesto de igual número de empadronados que en el 2007, en el 2004 el PRI y sus pequeños aliados, llevaron al triunfo al hoy gobernador, Fidel Herrera Beltrán, con el 18.8 por ciento del padrón, 941,725 sufragios. Si la elección del día 2 de septiembre de 2007, fuera referente para medir los niveles de aceptación alcanzados por la Alianza por la Fidelidad, tras casi tres años de brega del gobernante, y si Pitágoras no nos deja mentir, estaríamos hablando entonces de un incremento de apenas 6 puntos porcentuales con relación al 2004; muy posiblemente fruto del voto útil que abandonara a la oposición, por las razones que fueren, para seguir las banderas de la fidelidad.

Luego no cabe tomar como referencia el triunfo de la maquinaria que aparentemente tiñera de rojo a la entidad, para medir la mayor o menor aceptación del gobernador y la influencia de esta en el electorado. A la luz de los números del IEV, para la mayoría de los veracruzanos el PRI no fue su mejor opción.

Razón por la que la dirigencia del tricolor en la entidad no debería dejarse ganar por la euforia, perdiendo el piso y bajando la guardia. En términos numéricos se ganó la elección a costa del voto útil, que modificó sus preferencias tras la nefasta actuación de las dirigencias estatales de los partidos opositores a lo largo de pre campañas y campañas electorales, pero prácticamente el voto duro del PRI no creció.

Otra cosa muy distinta, motivo de una seria reflexión con vías al futuro cercano, es la modificación substancial de la correlación de fuerzas políticas en la entidad, que se expresara el 2 de septiembre. Con el número de diputaciones y alcaldías logradas con el impactante triunfo en las urnas, indudablemente dicha correlación favorece al PRI y su alianza con la morralla, y con ello al gobernador. No así al PAN, PRD y Convergencia que prácticamente quedan fuera del juego del control político; viéndose en la tesitura de tener que remontar a contracorriente la cuesta en el camino al 2009. La ausencia actual de liderazgo, estructura y espíritu de cuerpo al interior de estos institutos políticos en la entidad, tras la apabullante derrota, así lo indican.

Conservar y acrecentar tal ventaja es el desafío en el camino al 2009 y al 2010 para la dirigencia que encabeza José Yunes Zorrilla. Sin perder de vista que la correlación de fuerzas, que hoy favorece a su partido, es susceptible de modificarse en el tiempo y, en política, 12 meses es mucho tiempo, pudiendo variar, entre otras cosas, factores externos a la entidad que contextualizan nuestra vida política doméstica. En previsión a ello, el priísmo debe valorar fortalezas y debilidades, aceptando que su talón de Aquiles reside en la ausencia de vida democrática al interior del partido y, al día de hoy, una inaceptable soberbia que más que sumar, divide.
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Crisis de identidad en el PRD

J. Enrique Olivera Arce



El diario Milenio, en su edición veracruzana del sábado 6 de los corrientes, publica una nota de Edgar Reyes en la que da cuenta de declaraciones del Secretario de Asuntos Campesinos y Pueblos Indios del Comité Nacional del Partido de la Revolución Democrática (PRD), Juan Carlos Mezhua Campos, en la que este afirma que los líderes de las diversas corrientes, mejor conocidas como “tribus”, ya no dan más al partido, aclarando, eso si, que no pertenece a ninguna de ellas.

Suena raro, dando la impresión de que anda por ahí como perro sin dueño, pero según el reportero, así lo declaró y, aunque resulte difícil aceptarlo, así como este señor existen muchos perredistas que no se sienten parte, ideológica, política o programáticamente, de las tribus más representativas del PRD. Es más, dan la impresión de que no tienen ni idea de que su partido aún se encuentra en los inicios de un proceso de construcción, en el que las diversas corrientes no se logran poner de acuerdo respecto a que materiales recurrir para solidificar sus incipientes cimientos. Aunque debe aceptarse como válido el que muchos perredistas se agrupen en torno a una vieja consigna del 68 francés: prohibido prohibir; diciéndole no, por principio, a un sistema político que les parece injusto. Eso constituye ya una posición ideológica y política y en ello llevan ventaja con relación a muchos de quienes se ostentan como dirigentes del partido, cuya única postura es la simulación y el pragmatismo.

Bajo esta óptica, bien pudiera tener razón el Sr. Mezhua Campos, si identifica a las corrientes con los que las encabezan, y considera no pertenecer a esta elite burocrática y acomodaticia. Paradójicamente, este señor con ello se identifica con la corriente mayoritaria del PRD, la que no está de acuerdo con la cúpula de vividores y sus intereses creados que, efectivamente, no tienen nada positivo que aportar en el proceso de construcción de un partido que pretende estar a la izquierda en el espectro político electoral del país. Los últimos comicios estatales, en los que en el presente año ha participado el PRD, le dan la razón a esta corriente mayoritaria.

Sin embargo, no basta con que se vayan todos los actuales dirigentes nacionales o estatales para que el proceso de construcción del partido cuaje en un proyecto político viable en la búsqueda del poder. Cambiarlos por otros, mejores, ó de igual o peor linaje, da junto con pegado. Cambiar para quedar igual, en el mejor de los casos, o retroceder perdiendo el capital político acumulado con esfuerzos en los que se incluye la pérdida de vida de no pocos de sus militantes. El pragmatismo, la simulación y la corrupción, terminaría por imponerse una vez más.

Luego más que enemistarse con quienes de alguna manera hoy tienen el sartén por el mango, lo que resultaría contraproducente, pues en primera y última instancia, lo que objetivamente existe atrás de cada uno de los cabecillas son precisamente las tribus o corrientes y sus poco claros intereses, que dominan el escenario. Lo que cabe es que los militantes que honestamente están por el cambio y la transformación de un aglomerado tribal en un auténtico partido de izquierda, empujen desde abajo; fortaleciendo su participación y forzando, en los hechos, la democratización de la vida política al interior del partido. Sólo de esta manera se puede remontar la crisis de identidad en la que el PRD no alcanza aún a definir si es un partido de izquierda o la suma de dispersas y disímbolas corrientes ideológicas y pragmáticos intereses coyunturales de sus dirigentes.











Justicia, no turbamultas manipuladas.

J. Enrique Olivera Arce



Xalapa, Ver., 13 de octubre de 2007.- La política es una verdadera rueda de la fortuna. Quienes desde arriba escupen a los de abajo, tarde o temprano serán víctimas de los escupitajos cuando les toque en suerte estar en la parte inferior del artefacto. Todo lo que sube tiende a bajar y nadie escapa a esta ley física.

Hace apenas escasos doce meses, la clase política y gran parte de los medios de comunicación, festinaban las constantes visitas de Vicente Fox y su esposa a la entidad. Todo mundo quería salir en la foto y casi sin excepción a cual más festejaba las falsas promesas del ejecutivo federal. Al término de su mandato, no faltó quien expresara a voz en cuello que se extrañaba al ex presidente.

Hoy, a diez meses de distancia, las mismas voces vituperan y condenan a quien mal gobernara por seis años al país. Muerto el rey, viva el rey y los reflectores mediáticos se concentran en una nueva pareja presidencial, en declaraciones y promesas de una justa bonanza para Veracruz, vertidas por el presidente en turno y la satisfacción plena se refleja en el rostro de quienes ahora tienen la oportunidad de salir en la foto, arrimados o a la sombra, de los personajes centrales de un México que no logra desprenderse del culto al poder omnímodo de los Tlahtoani que gobiernan.

Sí, la misma clase política que gobierna a Veracruz y los mismos medios de información, se olvidan de su ignominioso papel jugado apenas hace unos cuantos meses y claman al cielo por una justicia a toro pasado, indignados por lo que en el pasado reciente celebraran. Coincidentemente, también son los mismos que desgarrándose las vestiduras no tenían ningún pudor para señalar a López Obrador, candidato entonces a la presidencia de la República, como un “peligro para México”. Condenándole a la hoguera por atreverse a callar a “la chachalaca”, y mandar al diablo a las corruptas instituciones republicanas. Los mismos que sin escrúpulo alguno, califican de provocación al hecho de que un alcalde panista se tomara la libertad de erigir un monumento en memoria de quien fuera adalid de los veracruzanos, sumándose a la gritería que exige que el bocón hombre que no gobernara ni a su queridísima esposa, guarde silencio.

Sin juicio de por medio, no hay duda de que Vicente Fox es presunto responsable de los delitos que se le señalan, entre otros el de haber amasado cuantiosa fortuna de manera ilícita e impúdicamente exhibida. Pero su responsabilidad para con el pueblo de México es aún mayor al haber defraudado la confianza en el depositada, dejando al país en condiciones peores que las que recibiera. Sin embargo, no es con intolerancia ni con actos bochornosos por parte de una turba manipulada, como habrán de restañarse las heridas. Lo que de manera conciente, organizada y pacífica debe prevalecer, es el sentido de justicia y el imperio de la ley. Si Vicente Fox es responsable porque así jurídicamente lo determina la autoridad, que pague, como cualquier ciudadano, en los términos que procedan. Sentándose con ello un precedente que ratifique y haga valer el que nadie está por encima de la ley.

Pretender hacerse justicia por propia mano, no se justifica ni resuelve el problema de fondo: el imperio de la corrupción y la impunidad a la sombra del poder por sobre el estado de derecho que norma la convivencia civilizada de la sociedad mexicana. Sin resolverse esta lacra que lastima e impide el desarrollo del país, pueden derrumbarse mil estatuas con las que se rinda culto a la personalidad de falsos héroes, pero el pueblo seguirá postrado, empobrecido y manipulado, siempre víctima de los escupitajos de quienes ahora en suerte están arriba.





La naturaleza no espera.
Políticas reactivas de prevención no bastan



J. Enrique Olivera Arce




Xalapa, Ver. 300907- El futuro toca a la puerta. Las graves inundaciones en la desembocadura del Río Pánuco y sus consecuencias en una población inerme, son una llamada más a poner atención con toda seriedad en lo que nos depara el cambio climático que sufre el planeta. Como bien concluyeran los expertos internacionales reunidos hace unos días en el Instituto de Ecología, el tiempo del debate en torno a los orígenes y responsables del calentamiento global, pasó. Cediendo terreno al estudio de sus consecuencias y de las medidas para paliar lo que ya se considera irreversible e inevitable.

Por su ubicación geográfica, Veracruz, entidad federativa bañada por las aguas del Golfo de México, en el Océano Atlántico nor occidental, está amenazado por inéditos fenómenos naturales resultantes, por un lado, del deshielo de los Polos, que incrementan el nivel del mar y modifican su temperatura, y, por otro, el azolve en la desembocadura de los ríos en el Golfo. Amén del deterioro del medio ambiente a manos de los seres humanos, que contribuyen al incremento de la vulnerabilidad de nuestras regiones costeras, como el alto grado de deforestación en las zonas altas de las cuencas; el depósito de basura en los cuerpos de agua; la destrucción de bosques de mangle y relleno de humedales en el litoral, y el cada vez mayor número de asentamientos humanos, plantas industriales y desarrollos turísticos en las zonas costeras.

El riesgo es alto. Baste como ejemplo la destrucción de Nueva Orleans al paso del huracán “Katrina”. La combinación de los fuertes vientos de un meteoro de nivel cinco y la ola de tormenta que rebasó y destruyo parte de los diques de contención, dieron lugar al mayor desastre de que guarda memoria el pueblo norteamericano. Las imágenes de las miles de hectáreas bajo el agua en la Cuenca del Pánuco, tras la presencia del Dean, con apenas nivel uno de potencia destructiva, confirman la presencia de los altos niveles de riesgo a que nos enfrentamos, pero también el nivel de incompetencia de la sociedad, que aún no lo vislumbra como una amenaza, inédita y de mayúsculas proporciones, a la seguridad e integridad física de la población; sus bienes, la infraestructura existente, las fuentes de empleo y alimentación; y ni que decir de la pérdida de importantes recursos naturales y la modificación del habitat.

Aunque no hay plazo seguro ante lo imprevisible de la respuesta del planeta al calentamiento global, lo que hoy ocurre en las Cuencas y deltas del Pánuco, el Tamesí, y el río Cazones, entre otros, es un aviso más del cambio climático en marcha y un llamado a tomar medidas de fondo para evitar o paliar una posible catástrofe. Sociedad y los tres órdenes de gobierno, no pueden ignorar el riesgo. Hay que actuar dándole la mayor jerarquía en el orden de prioridades a una política de prevención que nos prepare para lo que viene.

Hasta el día de hoy, las medidas de prevención ante posibles fenómenos naturales, en Veracruz han sido, en lo sustantivo, de carácter reactivo. Ya no bastan. Como tampoco bastan las medidas posteriores al desastre. Los paliativos coyunturales que se ofrecen a la población damnificada, ni son suficientes ni preparan a la gente para lo que vendrá después. Urge modificar tal esquema y afrontar con visión de largo plazo la necesidad de considerar, como prioritario y urgente, el tomar medidas estratégicas para enfrentar eficazmente el cambio y adecuación de la naturaleza a una nueva realidad que, a nivel planetario, ha rebasado ya la posibilidad humana de revertirlo. O se actúa ya con criterios intersectoriales e interregionales de supervivencia, o la naturaleza cobrará la factura a un altísimo precio.

El debate entre científicos y expertos han trascendido ya los muros académicos. El conocimiento cada vez más acucioso del comportamiento del planeta, se hace del dominio público. El avance de la ciencia y la tecnología permiten alertar al mundo de lo indeseable para el ser humano pero también de lo posible, a lo que no podemos escapar. Lo que está aconteciendo en el orden internacional como resultado del cambio climático, no puede tomarse como tremendismo mediático ni mucho menos falsa alarma. Tampoco como pretexto burocrático con estrechos objetivos políticos. Escuchemos la voz de alerta, ganando tiempo al tiempo. No hacerlo nos condena a lo irreparable. El litoral veracruzano está al borde del desastre total, no podemos quedarnos de brazos cruzados.
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