La desacralización del poder formal

Por J. Enrique Olivera Arce
Junio 23 de 2011


Hoy creo que como ciudadanos, más allá del diálogo sordo del presidente y su gabinete, dimos un paso porque nos paramos de frente y exigimos justicia.  Nos paramos frente a las autoridades para evidenciar su incapacidad política. Darwin Franco


Hace unos días en referencia al Movimiento “15-M” y su acampada en la Plaza del Sol de Madrid, me refería a la necesidad de considerar la otra cara de la moneda en mi percepción de la crisis por la que atraviesa en sistema político en México, anotando que se observa la gestación de una crisis de crecimiento en el imaginario social en concordancia con lo que acontece en Europa. Esto último parece confirmarse con lo que podemos considerar como un insólito hecho histórico: el diálogo entre Felipe Calderón y el Movimiento conocido como “Marcha por la paz con dignidad y justicia”, representado por el poeta y luchador social Javier Sicilia y familiares de las víctimas de la guerra contra la delincuencia.

Televisado, a la luz de toda la Nación, por primera vez en la historia contemporánea de México, hasta donde tengo conocimiento, los mandantes exigen cuentas a su mandatario, de frente y sin tapujos, haciendo valer el principio de un gobierno del pueblo para el pueblo, establecido en nuestra Carta Magna.

Para los integrantes y simpatizantes de la marcha, no fue Javier Sicilia y sus acompañantes los interlocutores en el histórico diálogo con el titular del Poder Ejecutivo federal, sino el Movimiento social a través del cual el pueblo de México está diciendo “Ya basta”.

El hecho en sí, aunque para algunos no parece haber logrado nada, siguiendo las cosas igual, de entrada pone en evidencia a partidos políticos, líderes sociales orgánicos, gobernadores, senadores y diputados, que han sido rebasados como interlocutores de la sociedad frente al gobierno federal calderonista.

El intercambio de miles de mensajes en las redes sociales durante el desarrollo y posteriormente al evento, así lo ponen de manifiesto en una acción colectiva, caracterizada por la horizontalidad, espontaneidad y una toma de conciencia en ascenso, que habla por sí misma de la construcción en marcha de un nuevo imaginario social, que empieza por la desacralización  de las estructuras formales del poder. Embrión de la toma de conciencia de la necesidad de cambio, que encuentra terreno abonado en la indignación.

La presidencia de la República, como institución paradigmática del poder formal en México, con el diálogo sostenido entre el movimiento social y Felipe Calderón Hinojosa, cobra su exacta dimensión en un régimen democrático representativo, en el que los mandantes exigen cuentas a su mandatario. El mensaje es un no más al poder autoritario y omnímodo de los representantes de la voluntad popular por sobre ésta.

Los mandatarios deben mandar obedeciendo, como tanto han insistido los indígenas zapatistas en Chiapas.

Y aunque esta nueva percepción popular en el imaginario social, tiene carácter embrionario y está inscrito en un proceso desigual de toma de conciencia en el pueblo de México, la desacralización materializada en el diálogo de Chapultepec seguramente actuará como catalizador en un ascenso de masas cada vez más evidente, agudizando las contradicciones contenidas tanto en la crisis del sistema político nacional como en su contraparte, el imaginario social; precisamente en los prolegómenos de la madre de todas las batallas electorales en México, como será la elección presidencial en el 2012.

El cambio de la estafeta presidencial será por ello atípico, en un escenario nacional sin precedentes, en el que la desacralización de las estructuras de poder en el imaginario social modificarían las tradicionales reglas del juego electoral en el marco de una nueva realidad nacional, en el que el pueblo, válgase la expresión, tiene mucho que decir.

¿Cómo operará esta crisis de crecimiento en el imaginario social frente a la profundización de la crisis de la partidocracia, cada vez más aguda? Está por verse, confirmándose que la elección de julio próximo en Edomex efectivamente será un auténtico laboratorio social, a tomarse en cuenta en la elección presidencial del 2012. Lo que no puede hacerse de lado es el hecho de que la debilidad manifestada por Calderón Hinojosa cediendo al diálogo ante un movimiento social, lo mismo puede manifestarse en el futuro inmediato a favor o en contra de toda expresión de participación ciudadana exigiendo cambios profundos tendientes a modificar el actual estado de cosas.

No se puede ignorar que el paso dado puede revertirse a partir de que los oportunistas de siempre pretendan capitalizar en su provecho la aviada de la movilización popular, como ya ha acontecido con “Morena”, movimiento encabezado por Andrés Manuel López Obrador. Reproduciéndose más que modificando las condiciones de corrupción, atraso ideológico y carencia de auténtica legitimidad y representatividad democrática.

Así como tampoco, nos guste o no, podemos olvidar que Calderón Hinojosa es el presidente de México y en sus manos está el optar por una salida pacífica y civilizada dejando en libertad al libre juego democrático, ó inclinarse a favor del autoritarismo y la represión cancelando expectativas populares de lucha y crecimiento en pro de la democratización del país.

En este marco, llama la atención, por lo que se refiere a nuestro aldeano terruño, la advertencia del gobernador Javier Duarte de Ochoa en entrevista banquetera y en relación a la investigación del asesinato del periodista Miguel Ángel López Velasco, de  “…que no va a permitir que ninguna crítica flagele la seguridad que se vive en Veracruz, mucho menos la coordinación que el gobierno estatal mantiene con la federación para combatir a la delincuencia organizada”. Advertencia que choca con la tónica asumida por calderón Hinojosa, quien tuvo que apechugar con la crítica directa e indirecta, que a su administración  elevara el movimiento social por conducto de Javier Sicilia y los medios de comunicación, en relación precisamente al tema de la inseguridad y estrategias gubernamentales asumidas en el combate a la ola delincuencial que padece el país entero.

Si lo expresado por el gobernador de Veracruz reflejara la posición del PRI en el orden nacional, rasgándose las vestiduras sus prominentes expresiones cupulares, y poniendo el grito en el cielo por la desacralización de las estructuras institucionales del poder formal, seguramente este instituto político presionará al titular del poder ejecutivo federal para que frente al movimiento social en ascenso, se opte por la mano dura.

Ante la cercanía de la confrontación partidista en el 2012, bien podría darse el traslado del énfasis hoy puesto en el tema de la seguridad y guerra frontal contra la delincuencia, al terreno del combate focalizado a la insurgencia popular, agudizando las contradicciones ya existentes tanto en el sistema político nacional como en su contraparte social.

Los acontecimientos venideros, de aquí a la elección de gobernador en Edomex, y los conflictos post electorales esperados, marcarán la pauta.

















Dilemas ante la utopía del Dr. Duarte de Ochoa

Por José Enrique Olivera Arce

 Cuenta la fábula que al final del arco iris se encuentra una olla repleta de monedas de oro. Pero, hasta ahora,  nadie sabe como trepar al  multicolor espejismo para alcanzar la ansiada recompensa.

La crítica

Resulta “políticamente incorrecto” el expresarse críticamente en torno a las reiteradas declaraciones del gobernador Javier Duarte de Ochoa, pecando de impertinencia cuando en la mayoría de los medios se le aplaude. Luego, ¿cómo ejercer y enfocar la crítica? ¿Qué debemos entender por crítica constructiva y propositiva? ¿Decir lo que la corte quiere escuchar, atendiendo al consejo de amigos convencidos de que navegar contra la corriente no surte la despensa? ¡Vaya dilema! 

Y sin embargo, la congruencia obliga. No es posible quedarse callado en espera de mejores tiempos cuando lo que nos falta es tiempo. Así no sea redituable el no hacer de la palabra escrita mercancía, honestamente creo en la necesidad de alzar la voz, aunque lastime algunas sensibles epidermis como una humilde manera de servir a Veracruz. 

Más cuando el propio gobernante, sin demérito de su optimismo, entusiasmo y esfuerzo aplicado al posicionamiento de Veracruz como entidad segura y propicia para una sana armonía entre sus habitantes, asumiéndose como único vocero de su administración y de su proyecto personal exhibe o bien ingenuidad política, ó una estrategia comunicacional contraria al más elemental sentido común que, lejos de convencer genera dudas y escepticismo respecto a sus propósitos. 

El cliché del duartismo 

No sólo se abusa del manido cliché propagandístico sobre una utópica prosperidad, sino que éste se aplica por igual a toda acción de gobierno y con la misma intensidad en todo evento en el que el titular del ejecutivo tenga papel protagónico, bien por su protocolaria y obligada presencia, bien por la oportunidad para machacar y machacar sobre la olla repleta de monedas de oro allende el horizonte. 

A mi juicio, lejos de lograr el objetivo buscado, el gobernador Duarte de Ochoa siembra en terreno ajeno; cosechando el natural rechazo de quienes entre los veracruzanos gozan de cabal salud mental, considerándose medianamente inteligentes. 

Con el riesgo de estar equivocado, como crítica constructiva podríamos sugerir, una vez más, humildad, mesura y buen juicio en el discurso. Como aportación propositiva: gobernar cumpliendo con el propósito de poner orden al interior de la administración pública veracruzana, conjugando lo deseable con lo posible, a partir de la escasez financiera y política con que se cuenta y que, a no dudarlo, es más que obvia.  

Empleo y salarios 

Lo que no se puede hacer es seguir por el mismo camino. Asegurar y garantizar que en el sexenio se habrán de generar 400 mil nuevos empleos, sin atender al cómo, al donde y la calidad del empleo a generar y, mucho menos tomar en consideración el contexto más general del mundo y del país, es ejemplo del equívoco en la ruta hasta ahora transitada. 

Ampliar la base productiva de Veracruz, en la medida suficiente para alcanzar la meta prometida, sin duda es un buen deseo, pero hasta ahí. Prosperidad para todos de acuerdo a las necesidades y capacidades de cada quién, exige como mínimo el tener resuelta la demanda de empleo, vivienda, vestido, sustento, salud, educación, recreación, y calidad de vida en la vejez. Esto es lo deseable. Nadie en su sano juicio estaría en desacuerdo con los buenos propósitos del gobernante, si su logro fuera posible a lo largo de un sexenio. ¿Lo es acaso? 

Indudablemente que no. El satisfacer medianamente tales necesidades para la familia veracruzana, requiere que cada plaza laboral se haga acompañar de un salario remunerador. ¿Los 400 mil empleos por generar cumplen con tal premisa? Interrogante que también cabe para el caso de los empleos formales e informales existentes. 

Como la respuesta es que nó, entonces habría que considerar que para que la planta productiva en Veracruz se fortalezca, consolide y crezca, generando nuevas plazas de trabajo, esta requiere de una demanda real que le soporte con capacidad, también real de compra, de aquellos consumidores que por ahora disfrutando de un empleo remunerado les es insuficiente el salario devengado para atender sus necesidades reales y sentidas. 

¿Existe en calidad y suficiencia tal demanda real en una entidad federativa con 9 millones de habitantes? 

No. Como tampoco contamos con un sector empresarial dispuesto a invertir y correr el riesgo en un mercado interno deprimido con salarios congelados. Luego habría que echar mano de la inversión y del mercado externo para dinamizar la economía estatal, precisamente cuando en el orden internacional frente a la crisis financiera global y al desempleo galopante, tanto en Asia, Europa como en los Estados Unidos de Norteamérica y en el Cono sur, la tendencia de nuestros potenciales socios comerciales, es la de un franco proteccionismo, estimulando la inversión en el ámbito doméstico y restringiendo la importación de bienes y servicios.  

La terca realidad domina el escenario, cerrándose el círculo perverso en consonancia con el resto del país, que no encuentra rumbo cierto. 

La propuesta 

¿Cómo romperlo dando paso a un círculo virtuoso que siente las bases para cuando menos acercarnos a la meta comprometida por el Dr. Duarte? 

Dilema y reto para Veracruz y para la administración pública de la entidad. 

Propositivamente me permitiría sugerir, que bien valdría la pena explorar la posibilidad de rescatar el viejo esquema priísta de la economía mixta, asumiendo el gobierno estatal la rectoría de la economía; rescatando el campo y el efecto multiplicador de la pesca industrial, compartiendo riesgo e inversión productiva con capital semilla, en un esfuerzo común entre los sectores público, privado y social, enfocado a fortalecer el mercado interno y el aprovechamiento racional de nuestras ventajas comparativas regionales; haciendo de lado recetas neoliberales que no han dado resultados tangibles en las tareas del desarrollo.  

Orden y amanecemos… 

Ello, por principio, obligaría al gobierno de Veracruz a revisar a fondo tanto su política fiscal restrictiva como su plantilla laboral, eliminando “aviadores” y sustituyendo a los funcionarios, asesores y técnicos ineficientes e incapaces, por personas que reuniendo perfil y compromiso, conozcan con suficiencia del paño bajo su responsabilidad. 

Menos política y más orden y administración en beneficio de los más, sería lo deseable y seguramente posible de existir voluntad para llevarlo a cabo. ¿Existe ésta cuando incluso se tolera que el fidelismo rapaz siga incrustado en el gobierno? 

Por cuanto al gobernador Duarte de Ochoa, más que insistir en proyectar mediáticamente ilusorias utopías, mucho ayudaría que cual el sultán Shahriyar, personaje de las Mil y Una Noches, sin pompa ni lastre cortesano escuchara de viva voz el sentir real de los veracruzanos.





¿El imaginario social en crisis?

Por J. Enrique Olivera Arce



"No soy un libertador. Los libertadores no existen. Son los pueblos quienes se liberan a si mismos"
Ernesto “Che” Guevara

En diversas ocasiones me he referido a la cada vez más clara percepción de que el sistema político nacional atraviesa por una profunda crisis, que hoy, a mi juicio, con la elección del 2012 en puerta parece confirmarse con la confrontación entre los Poderes federales, Ejecutivo y Legislativo; el show mediático de la detención de Jorge Hank Rhon, y el cuestionamiento del Poder Judicial por la liberación de toda responsabilidad de Onésimo Cepeda, dos pillos de cuidado a los que se les extiende patente de impunidad estrictamente por razones políticas.

Confirmación que exhibe un más que evidente resquebrajamiento del Estado de derecho en México, y que se hace acompañar por claros indicios de pérdida de gobernabilidad, vacío de poder frente a la delincuencia organizada en diversas regiones del país, así como de una notoria ausencia de representatividad y control por parte de los partidos políticos. Factores que contribuyen al deterioro del tejido social.

Sin embargo, en mi apreciación no tomaba en cuenta la otra cara de la moneda: la crisis que acusa la sociedad misma en su conjunto que, para bien, parece ser de crecimiento con la irrupción de los jóvenes en la búsqueda de nuevas expectativas de participación, desarrollo y paradigmas acordes con la nueva realidad global.

El haber leído el artículo La crisis del imaginario social. Inteligencia colectiva, las nuevas Dos Españas y un cine que habrá que construir, del cineasta contestatario español Gerardo Tuduri, publicado en su blog de internet, me ha permitido reflexionar sobre ello; intentando entender y aceptar que al no considerar la totalidad del fenómeno, su interrelación, y su mutua retroalimentación en el marco de la crisis sistémica derivada del agotamiento del neoliberalismo a escala global, todo intento por acercarme a un mínimo de comprensión de la realidad, me resultaba insuficiente.

El leer a Tuduri, me aclara que la crisis del sistema político mexicano, en su expresión partidocrática, no puede separarse de la crisis del imaginario social, alimentados ambos fenómenos por el agotamiento del modelo económico neoliberal global. Van dialécticamente de la mano, aunque con diferente velocidad expresándose de manera desigual y asincrónica.

No puede uno acercarse a la comprensión de ambos fenómenos tratándoseles por separado, constituyendo una unidad indisoluble cuya dinámica está determinada por el origen, desenvolvimiento, y consecuencias presentes y futuras del modelo económico dominante.

Partiendo de la experiencia de la “acampada del 15-M” en la Plaza madrileña del Sol, Gerardo Tuduri se plantea que: “En cuatro semanas de Movimiento, no es posible reconocer lider o lideresa alguna de forma nítida sino caras que han ejercido funciones de manera frecuente...”. “Lo que parece suceder es que cuando se trata del ámbito común, de lo político común, algo se activa en este movimiento que suspende (no elimina) el interés individual. Las operativas colectivas que han irrumpido en nuestra sociedad a través del 15-M han tocado otros resortes a nivel humano. No los ha inventado, los ha activado…”.

A partir de esta reflexión Tuduri saca en conclusión que este fenómeno es la expresión de una “…crisis de un tipo de imaginario social ante el nacimiento de una realidad inmersa en otro y que ya muta con gran rapidez. La puesta en escena de la otra política que ha sido la Plaza del Sol con sus asambleas y casi sistema de vida, al mismo tiempo que se desmonta, no ha hecho más que crear otras situaciones que abruman el imaginario: los lugares públicos intocables se están viendo invadidos por grupos de personas o verdaderas multitudes en otros casos. Lo colectivo de un movimiento como el 15-M parece a-rrepresentacional, si entendemos como representación las antiguas imágenes con las que operábamos…”.

Explicándose que se trata de “Un movimiento horizontal de personas sin cúpula  que no responde ya a las viejas categorías del imaginario social, que nos gobiernan como fantasmas nómadas”.

“Los líderes, la cúpula, los cabecillas; una masa, participantes de relleno, seguidores, convencidos, seducidos por esos líderes que les nutren de argumentos, los grandes hombres, quedan como viejas codificaciones, caducas, obscenas, de chiste <…>. Un estado de crisis de nuestro imaginario como el que estamos viviendo, trae como consecuencia, un obligado despertar. Ya no como gloria de alguna iluminación sino simplemente como ejercicio cotidiano ante la aceleración de los hechos a los que debemos mirar minuto a minuto. Para mirar hay que estar despiertos. Incluso en los que deseábamos un acontecer revolucionario para este país, el imaginario previo debe entrar en crisis. La imaginería de la revolución tienen que dar paso a los hechos revolucionarios, siempre más desbordantes, más cutres, más locos, más incomprensibles, más idiotas, que nuestra comprensión: “si la comprendes, no es una revolución”.

Reflexiones de un cineasta progresista que posiblemente tocaría a los estudiosos tomar en consideración para una profundización y mayor comprensión de un fenómeno, al parecer por ahora irreversible, que atañe ya a  la aldea global en su conjunto. Los movimientos sociales impulsados por las nuevas generaciones, están tocando a la puerta de un nuevo orden social. Lo colectivo, el nosotros solidario, se le impone en épocas de crisis al individualismo que históricamente nos es dictado desde las estructuras de poder.

Tuduri afirma que: “Hoy son otros tiempos. No hay "grandes hombres" donde fijar la vista…”, refiriéndose sin duda a una nueva etapa histórica en la que la crisis de lo caduco que no acaba de morir, se hace acompañar de una crisis de crecimiento de una sociedad que no cabiendo ya dentro de los moldes a que está sujeta, pone en duda paradigmas superados por la realidad presente, apuntando a la construcción del hombre del mañana.

Aunque cabe señalar que se podría estar idealizando un movimiento social que podría disolverse sin más en su condición embrionaria, o bien prolongarse a lo largo de todo un periodo histórico, bien vale plantearse -siempre a mi juicio-, la necesidad de abordar por igual, lo mismo la crítica de la estructura del poder, como de todo el andamiaje teórico que ancla a la izquierda en el pasado, tamizándoles a la luz de las nuevas realidades que, nutriendo la percepción del hombre común, construyen el cambiante imaginario social.

La lectura de Gerardo Tuduri me remite a otro texto. Este, ensayo del pintor mexicano Jacobo Silva Nogales, bajo el título de: La política como extracción de una forma particular de plusvalía”, complementa las reflexiones del cineasta español, abordando la analogía entre explotación económica y política en el capitalismo, partiendo de la idea de que Lo nuevo se comprende mejor cuando se expresa en términos de lo ya conocido”.

Jacobo Silva Nogales concluye en su ensayo, entre otras cosas, con que:

“Nuevos conceptos, nuevos enfoques, nuevos encuadres se hacen necesarios al internarse en terrenos insuficientemente explorados todavía y en los que no existen caminos andados y en los que no basta con la terminología en uso. Mucho más ocurre esto en la lucha social, donde hasta el terreno aparentemente conocido se ha transformado profundamente en las últimas décadas. Nuevos sentidos comunes acordes con la realidad contemporánea y opuestos a los falsos que se pretende imponer desde el imperio, nuevas formas organizativas que eliminen de sí mismas lo que pretenden abatir, que reconstruyan sobre bases nuevas, acordes con las nuevas situaciones los tejidos sociales debilitados ya por la estrategia de la dominación de espectro completo, eso se requiere con carácter urgente.<…> El Estado, el poder, las clases, los objetivos, la estrategia, la táctica, deben verse bajo una nueva óptica, para detectar en ellos los nuevos aspectos y matices que ahora es posible percibir y poder ir más allá de lo que se ha ido hasta el momento presente.



Valor para expresarse en libertad. ¿Cuál es el límite?

Por J. Enrique Olivera Arce

Mientras no escriba sobre el gobierno, la religión, la política, y otras instituciones, soy libre de escribir cualquier cosa.
Pierre Augustin Beaumarchais

El pasado martes, en la comida que con motivo de la conmemoración del “Día de la Libertad de Expresión”, ofreciera la revista veracruzana “Analisis Político” a sus colaboradores y amigos, el Maestro Guillermo Zúñiga Martínez al dirigir unas breves palabras a los presentes, entre otras cosas puntualizó que la libertad de expresión tiene carácter universal e inalienable y, en lo que toca al periodismo, honra a quien la ejerce con honestidad y compromiso con la sociedad a la que se sirve; requiriéndose valor en cada quien para expresar su verdad en libertad.

Reflexionando sobre las palabras vertidas por Zúñiga Martínez, pregunté al Maestro: ¿Cuál es el límite?

A lo que certeramente contestó: “No debería haber más límite para el ejercicio de la libertad de expresión en el periodismo, que lo que establece la ley. En cuanto al valor requerido, el límite es personal y queda sujeto a lo que a cada quien dicte su conciencia y compromiso en el desempeño de la profesión”; ejemplarizando con algunos casos en los que en los Estados Unidos de Norteamérica, destacados periodistas han puesto contra la pared a su gobierno.

Teóricamente, inobjetable la respuesta. Sin embargo, la interrogante que le formulara al Maestro, me queda en el aire, puesto que en términos prácticos, a mi juicio el límite para un sano y deseable ejercicio de la libertad de expresión en el periodismo, objetivamente no depende ni de la ley,  ni individualmente de la conciencia de cada quién salvo contadas y honrosas excepciones que efectivamente honran a la profesión.

Ello en el desafortunado contexto dentro del cual se da el periodismo en nuestro país;  atendiéndose, por un lado, a la amenaza de la violencia desatada del crimen organizado y, por el otro, a presiones autoritarias y represivas en los tres órdenes de gobierno, o bien, al interés de los poderes fácticos en atención a su rol hegemónico y necesidades de autodefensa sistémica.

 Marco que condiciona el libre ejercicio de la libertad de expresión, lo mismo a propietarios de medios de comunicación que a redactores, reporteros y comentaristas, poniendo a prueba el valor individual de quien o quienes obligadamente ponen en la balanza la integridad física de su persona y la de sus familiares cercanos, y el expresar su verdad con honestidad y compromiso.

Eso en términos generales. En lo específico, no podemos hacer de lado que en el ejercicio de la profesión el límite real lo ponen, objetivamente, la mayoría de los empresarios y dueños de los medios de comunicación, atendiendo a lo que es “económicamente correcto”, en tanto que, los gobiernos dicen respetar y proteger la libertad de expresión, sin más límite que lo que consideran “políticamente correcto”.

Estas reflexiones vienen al caso al recibir en mi buzón un escrito, tendenciosamente anónimo y doloso, en el que haciéndose coincidir con la “celebración del “Día de la Libertad de Expresión” en Veracruz, narra a detalle la gravedad de las condiciones clínicas por las que atraviesa el compañero periodista Carlos de Jesús Rodríguez, tras la brutal golpiza que se le propinara al interior del centro penitenciario de Pacho; hecho ocurrido entre el día de su detención y su salida del penal con libertad bajo caución.

Nada nuevo salvo el dolo implícito y explícito del texto. La noticia de lo acaecido corrió como pólvora entre los círculos políticos y periodísticos minutos después de que el periodista y propietario del portal de internet “Gobernantes.com”, fuera entregado a sus familiares y abogados  en la puerta del penal en condiciones tales, que se temió por su vida. Y sin embargo, todos en su momento guardamos silencio.

Los medios callaron. Lo mismo sucedió en quienes cotidianamente compartían el pan y la sal en la mesa del periodista, que con aquellos que en algún momento difícil generosamente nos extendiera la mano. El silencio fue unánime. Los medios que se dieran gusto exhibiéndole como delincuente tras el altercado y presunta agresión a una dama, motivo de su detención, no dedicaron una sola línea al vergonzoso e inhumano suceso, dejando a su suerte a Carlos de Jesús, no obstante que en Gobernantes.com se diera cuenta de manera sucinta de la gravedad de su estado de salud.

Nadie pidió a medios y articulistas señalar presuntos culpables del brutal atentado contra un compañero periodista, que representara amenaza alguna de represalias. Bastaba con cumplir con la tarea de informar a sus lectores de un hecho execrable. Lo menos que se podía esperar fue una muestra de solidaridad y compañerismo, lo que no se dio.

¿Por qué el silencio cómplice?

¿Dónde quedó el valor y compromiso para con la sociedad? Callando ante el vergonzoso episodio que pusiera al borde de la muerte al periodista Carlos de Jesús Rodríguez.

Quizá me equivoque, pero, a mi juicio, el silencio se hizo patente por no existir respuesta válida a la interrogante que le formulara al Maestro Zúñiga: ¿Cuál es el límite?

La conciencia y el valor personal y colectivo para expresarse en libertad, se desmoronó en Veracruz ante la amenaza de la  incertidumbre ante lo desconocido.







Crisis

Por J. Enrique Olivera Arce


Ante la ausencia de una racional jerarquización de prioridades, mediáticamente todo es importante y pareciera que todo y nada es prioritario, en tanto se observan acciones reactivas de la administración pública veracruzana frente a una realidad que le desborda. Ya no se sabe si se atiende a lo dispuesto en el Plan Veracruzano de Desarrollo o se reacciona a los palos de ciego de un Felipe Calderón que, en su quinto y penúltimo año de gobierno, ya no quiere queso sino salir de la ratonera.

La anterior administración a cargo de Fidel Herrera Beltrán, creo el caos, apuntalándole con el despilfarro de recursos públicos y el aplauso acríticamente mayoritario e irresponsable de la prensa. La actual, con inopia inmovilista, lo profundiza sosteniéndole con saliva, sin contar con el apoyo unánime de los medios de comunicación. El impacto del rumor en la calle es superior a las campañas mediáticas en una prensa desacreditada, malquerida y pusilánime.

Esto en el marco de un adelantado proceso electoral, en el que los partidos políticos exhiben fehacientemente su pérdida de razón de ser, en el contexto de crisis del sistema político nacional e internacional. El hartazgo y la indignación sellan con broche de oro la pérdida de representatividad y legitimidad de la democracia representativa en el mundo.

En México, el conato de acuerdo del PRI, PAN y PRD para ir con candidato único a la elección de gobernador en Michoacán, es el rasero. No existe diferencia de fondo entre los tres partidos políticos más importantes del país. El oportunismo en la coyuntura les iguala dejando sin opción al electorado. En tanto que en Veracruz no gobierna más el PRI,  que va a la zaga de un ecléctico Poder Ejecutivo estatal que marcha a bandazos, sin brújula ideológica que le guíe en el azaroso contexto de un mundo en decadencia.

En múltiples ocasiones desde diciembre de 2007, he destacado mi percepción personal de una profunda crisis en el sistema político nacional, expresado en notable pérdida de los partidos políticos tanto de ideología, principios, valores, como de capacidad de interlocución con una sociedad que les cuestiona. Hoy a mi juicio estimo que tal crisis está tocando fondo, sin que a la vista se observe el menor afán por recobrar lo perdido, reflejándose lo mismo en la conducción del país que en el deterioro creciente del tejido social.

Considero que Veracruz no escapa a ello. En nuestra aldea, el reflejo se da tanto en la conducción errática de la administración pública como en la vulnerabilidad fáctica de la división de poderes. El endeble estado de derecho da paso al endurecimiento de un principio de autoritarismo, impulsado más por la impotencia del momento para encontrar el camino que por respuesta a una oposición política responsable, por ahora inexistente. El escepticismo y desconfianza de la población frente a la descomposición política, económica y social generalizada, se deja sentir en el ánimo del titular del Poder Ejecutivo de la administración pública de la entidad.

No es circunstancial tanto el vació informativo en torno a la última visita de Andrés Manuel López Obrador a la capital de Veracruz, como la respuesta positiva, en esta ocasión de un mayor número de asistentes convocados al mitin de “Morena” en la Plaza Lerdo. La autocensura inducida de los medios de comunicación y la aún tímida pero destacable respuesta ciudadana a la convocatoria de los organizadores, van de la mano.

No pasa nada en Veracruz, se dice en círculos oficialistas, y no precisamente por razones de seguridad y violencia, que si pasa. A mi juicio algo anda mal en la administración pública y que aún no se percibe de manera generalizada. Creo que es tiempo de ajustar las tuercas antes que el hartazgo y la indignación propiciada por el gobierno federal,  alcance los aparejos en la aldea.