La sucesión. Especular es el juego

 

J. Enrique Olivera Arce

 


 

 

En la reunión del priísmo nacional con el presidente Peña, el mandatario se pronunció en contra de los “adelantados”, manifestando que ““Hoy no hay espacios para proyectos personales. No obstante que algunos se adelantan al calendario electoral de 2018, para  los priistas son tiempos de trabajar.” Esto en el contexto de la sucesión presidencial y en la necesidad de que se mantenga la unidad partidista en torno a las tareas que exige el aterrizar las llamadas reformas estructurales, pero también con el objetivo de recuperar en un esfuerzo concentrado, credibilidad y confianza en la acción de gobierno.

 

Para el caso de Veracruz, el contexto dentro del cual se da la sucesión del titular del ejecutivo es otro, respondiendo a tiempos electorales diferentes. Y aunque guarda relación con el proceso electoral del 2018, la elección del 2016 en la entidad atiende a circunstancias coyunturales locales muy específicas  en las que pareciera no cabe el llamado presidencial a frenar aspiraciones tempraneras, dejando en libertad al gobernador Duarte de Ochoa de diseñar y operar sus propias estrategias para lograr una sucesión afín a intereses  y  propósitos del gobierno estatal y del propio partido gobernante.

 

Pienso que el Sr. Duarte así lo entiende y esta es a mi juicio la razón por la que, lejos de frenar aspiraciones tempranas, las auspicia y alienta, incluso en aquellos aspirantes ajenos al PRI para dar a los veracruzanos un mayor número de opciones electorales siguiendo la tónica de la reciente elección de diputados federales. Y, por lo que al PRI toca en lo específico, el que a mayor número de aspirantes más rico sea el rejuego en un proceso de selección en el que el más apto y más competido pueda ser el elegido como candidato a la gubernatura.

 

Decir que esta estrategia en lo local se contradice con el llamado presidencial, ya que lejos de fortalecer unidad genera dispersión, polarización y fuego amigo al interior del priísmo estatal, considero no es procedente; el PRI de antemano se sabe nunca está unido en las preliminares y cierra filas en las definitivas. A más de que también es público y sabido que en la coyuntura actual lo que menos priva en el partido tricolor es la unidad en torno al gobierno duartista. Luego lo que cabe es manos libres para todos los aspirantes aunque el piso de despegue sea diferenciado,  más como distractor que como hándicap electoral.

 

Y en esas estamos, muchos son los llamados y uno solo será el escogido. El más audaz, el más preparado, el más competitivo, y el que mayores amarres tenga y consolide en el inevitable padrinazgo oficial y extraoficial.

 

Hay luz verde pues desde palacio,  y la estampida de los búfalos se deja sentir con toda intensidad lo mismo en las cuadras priístas que en las de sus opositores. De aquí para adelante el que tenga más saliva tragará más pinole, sin perder de vista que no necesariamente el elegido será el que mayores y mejores atributos acumule, sino el que sea congruente con la estrategia trasexenal y modelo de país no del gobernador,  sino del señor de las reformas estructurales que despacha en Los Pinos.

 

Y aquí es donde habría que poner atención en lo que se debe entender por más audaz, más capaz, más preparado y más competitivo, y a quién corresponde el calificar tales virtudes. Querámoslo o no, el llamado presidencial en el contexto del 2018, cobra entonces vigencia para el 2016 en una entidad que destaca por contar con la tercera fuerza electoral del país.

 

Para los intereses concretos de hombres y mujeres de a pie –si es que a estos pudiera interesarles-, el bombardeo mediático, el baño de pueblo y la parafernalia a la vieja usanza no es necesariamente la señal de quién podría ser el próximo gobernador, sino que ésta surgiría de la temática, contenido y énfasis del discurso proselitista. Lo que está en juego es la continuidad y consolidación del proyecto neoliberal del Sr. Peña y, a la búsqueda de este objetivo tendrán que avocarse todos y cada uno de los gobernadores vigentes en el 2018. Qué o no convenga a México es otro cantar.

 

Entre la pléyade de aspirantes los hay de diferentes tamaños y, de entre estos, los de mayor estatura indudablemente ninguno milita en la cuadra duartista aunque así se quiera aparentar. Mucho menos el que la mayoría este a la altura del objetivo de Peña Nieto para el 2018. Luego, sin mayor esfuerzo, debe entenderse que las posibilidades al interior del PRI apuntan a los  senadores Yunes Zorrilla y Yunes Linares  y, quizá, en los terrenos de la oposición, al diputado federal panista Juan Bueno Torio si consideramos los servicios que éste ha prestado en el terreno de los grandes temas de interés nacional, en los que el PRI y el PAN juegan en la misma cancha.

 

Seguramente el gobernador lo sabe y de ahí su presunto respaldo al senador Héctor Yunes Landa, como el más idoneo para conciliar los intereses locales representados por su gobierno y los de Peña Nieto en el ámbito nacional. Como sabría seguramente también que el senador Yunes Zorrilla sacrificaría el interés político local en aras de la continuidad y consolidación del proyecto peñista, aún a costa de dejar mal parada a la actual administración estatal como ya se observa.

 

Es al PRI y a su militancia en la entidad, a quien toca en teoría decidir si se inclina por el candidato del duartismo o por el de Peña Nieto. Lo cierto es que más allá del marco teórico, pragmáticamente el peso específico del presidencialismo siendo mayor que los intereses creados locales, será el que diga la última palabra. El gobernador debería saberlo y sopesarlo, así que las “manos libres” para los aspirantes tiene un límite: no contrariarse con el proyecto peñista. Y en este supuesto, una cosa es el discurso de dientes para afuera exaltando el quehacer político y gubernamental del presidente y otra, muy distinta, es el compromiso real de respaldar el proyecto neoliberal en curso. El mensaje es claro: “Hoy no hay espacios para proyectos personales”.  A los priístas y no priístas, tocaría identificar quien es el aspirante que realmente convendría a la cúpula priísta estatal a la hora de la definición.

 

Aunque no puede olvidarse que las circunstancias responden a coyunturas concretas. Lo que es hoy no necesariamente será mañana, pudiendo suceder imponderables no considerados, cambiando totalmente el panorama. El tiempo y la profundización de la crisis por la que atraviesa el mundo y México en particular,  lo dirán.

 

Por lo pronto, para la mayoría de la población hay asuntos más urgentes y de mayor relevancia  por atender, que perder tiempo cifrando esperanzas en una sucesión a la veracruzana  que no sacará al buey de la barranca.

 

Hojas que se lleva el viento

 

Habiendo reconocido la magnitud de la pobreza en México y su incidencia en el crecimiento, el presidente Peña tiene ante sí el reto estructural más importante del Estado y, por lo consiguiente, los gobernadores son corresponsables en la tarea. Para el empresariado mexicano, el abatir el flagelo estructural requerirá de 200 años al paso que va la economía nacional. La pregunta para quienes aspirar a gobernar a Veracruz: ¿Cómo, en dos años que operativamente se reducen a 14 meses escasos, se revertiría la tendencia negativa?

 

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Mediáticamente la capital veracruzana se recupera de su postración gracias al buen gobierno del alcalde Américo Zúñiga.  La realidad desmiente este optimista visión, Xalapa va de mal en peor lo mismo en infraestructura urbana que en  servicios públicos y calidad de vida de sus habitantes. No hay inversión productiva, no hay empleo, la economía informal crece, los  problemas de recoja de basura, vialidad y  transporte público no se resuelven y en el caso de quienes cuentan con trabajo remunerado el salario es insuficiente para sostener una vida familiar digna. Cuestión de enfoques.

 

Xalapa, Ver., julio 29 de 2015

 




 

 

 


 


Veracruz: impasse

 

J. Enrique Olivera Arce

 

Pulso crítico

 

 

Conforme se incrementa la profundidad de la crisis por la que atraviesa Veracruz, nadie parece estar interesado en mover un dedo para amainar la debacle económica, deterioro  del tejido social y miseria política. La sociedad pareciera haber bajado la guardia, impotente para no solamente frenar la crisis, sino también para vislumbrar nuevos y más amplios derroteros. Adormilada por la machacona idea de que aquí no pasa nada, deja hacer, deja pasar, esperando que la realidad cambie por sí misma. 

El valemadrismo y simulación de una administración pública corrupta, impune y financieramente desfondada, de tanto promocionarse pareciera haber contagiado a la mayoría de la población del síndrome de indiferencia frente a una realidad que tocando cotidianamente a la puerta de las familias, se anuncia como algo que llegó para quedarse. 

El descontento, hartazgo y desánimo en el imaginario colectivo, lejos de canalizarse en la búsqueda de mejores y más amplios caminos para alcanzar crecimiento y desarrollo, provoca un impasse perverso en la vida social y económica de la entidad. La sociedad, impotente frente a una realidad que aún percibiéndola no se atreve a enfrentarle, acepta el más de lo mismo como si no existiera salida alguna a una crisis que habiendo tocado fondo, se revuelve y se agiganta en medio del valemadrismo. 

Y es en este punto muerto en el que perdida capacidad de indignación y de reacción, la sociedad veracruzana cual mirón de palo haciendo como que la virgen le habla, deja hacer sin mayor reparo a la llamada clase política que, a sus anchas, se despacha con la cuchara grande socavando la incipiente democracia a la que como forma de vida aspiramos. 

Resignación. No hay nada que se pueda hacer para enmendar lo hecho. Sólo queda cifrar esperanzas en el relevo gubernamental, con más fe ciega que convicción de que con el cambio de estafeta en la gubernatura, habrán de resolverse por sí mismo los problemas que hoy aquejan a la entidad veracruzana. Falsa ilusión, la crisis es tal y en todos los ámbitos que la oferta política de los adelantados se siembra en tierra infértil.

El contexto más general dentro del cual se da la crisis multidimensional de una entidad federativa que mereciera mejor destino, sin la participación responsable y consecuente de la población hace nugatorio todo intento por enmendar la plana. No es Veracruz, es el todo nacional que gravitando en torno a un modelo de país empobrecededor, responde más a las propuestas sistémicas del capitalismo salvaje internacional que a las necesidades concretas de impotentes mayorías.

El impasse es general. Ni para atrás ni para adelante, todo está estancado en el afán neoliberal de un Peña Nieto que cifra esperanzas de progreso en presuntas reformas que chocan con la terca realidad. De cara al mundo, más desanimo y más pobreza, es la constante.

 

La gente lo percibe e impotente frente a una realidad que le supera, opta por el camino facil de la indiferencia, profundizando el divorcio entre población y gobierno, auspiciando la respuesta individualista: que cada quién se rasque con sus propias uñas. Mientras no falte el pan en mi mesa, el sufrimiento ajeno me vale, el Sr. Peña y sus aprendices de brujo bien pueden hacer y deshacer.

 

Así, el discurso, como la parafernalia al estilo de los viejos tiempos no logra penetrar la coraza de indiferencia de una sociedad dormida. Anclada en el más de lo mismo como expectativa presente y futura, la mayoría de incipientes ciudadanos, deja hacer, deja pasar, sin esperar nada que no sea un milagro. Y en ese punto muerto, para beneplácito del gobernador fallido, el más de lo mismo de la clase política, con el respaldo de la mayoría de los medios de comunicación, actúa como eficaz distractor  librándole de la picota pública. El poner nuevamente en escena el combate a muerte entre los Yunes buenos y los Yunes malos en una grosera campaña proselitista adelantada de quienes aspiran a sucederle, libra al Sr. Duarte de Ochoa de dar la cara como único responsable de entuerto tras entuerto en una entidad federativa que arrastrando la cobija .no encuentra rumbo ni destino cierto.

 

El no pasa nada y el valemadrismo de una administración pública desfondada,  en medio del cochinero político se retroalimenta, agudizando los efectos de una crisis que no se resolverá con una gubernatura de dos años. De perdida lo que aparezca y lo que se nos oferta políticamente en Veracruz, marcha en tal tesitura. Nada en los adelantados indica posibilidad de cambio real, ampliando los terrenos del desanimo e indiferencia. Voceros oficiosos de un modelo de país que no ofrece garantías de progreso, lo más destacado de un ejército de aspirantes a la gubernatura no tiene nada sólido que ofrecer.

 

Paradójicamente, el que se considera puntero en la justa adelantada, nos dice que el enemigo a vencer es la pobreza, cuidándose de no aclarar que ésta es consecuencia y no causa resultado del modelo privatizador y empobrecedor de un neoliberalismo que en el mundo entero está agotado. El paradigma es Peña Nieto y en su nombre se oferta más de lo mismo, retroalimentando indiferencia, así como profundización del divorcio entre las clases subordinadas y los administradores formales del poder fáctico real que vela por los intereses sistémicos del gran capital.

 

La correa de trasmisión que armoniza el interés común está rota. La política como expresión objetiva del régimen que en teoría los mexicanos nos hemos dado, está fracasando en el intento. La suma de las partes arrastra al todo y en ello Veracruz no es ajeno.

 

En esas estamos, México y Veracruz viviendo un perverso punto muerto. Ni la clase gobernante ni los gobernados, tienen asidero confiable para romper el círculo vicioso. Unos y otros en espera del milagro coyuntural que ilumine el camino.

 

Hojas que se lleva el viento

 

Entre lo nauseabundo del fango, algunas voces clasemediaras se levantan en Veracruz, apostándole al rescate. La fórmula: más de lo mismo con un candidato a la gubernatura de dos años que desde las filas del PRI se asuma como el Mesías salvador.- Xalapa, Ver., julio 24 de 2015.

 




 

 


 Barcelata Chávez: Por qué ganó el PRI la elección.

 

J. Enrique Olivera Arce

 
 
 
Para hombres y mujeres comunes, la percepción pesa más que cualquier intento de explicación racional de por qué ganó el PRI en Veracruz. En el imaginario colectivo parece ser obvio, sin mayor explicación, que dos factores hasta ahora no suficientemente desmentidos fueron determinantes: la tradicional compra de votos y la inducción del sufragio mediante los programas asistencialistas aplicados estratégicamente en los sectores económicamente más vulnerables.

 

Para los conocedores del paño electoral, con información histórica, ambos factores estaban más que previstos con bastante anterioridad a los comicios del 7 de junio en la entidad. No hay forma de que sea derrotada maquinaria y estrategia electoral, legal y extralegal  del PRI, se dijo, argumentándose que de antemano se operó con eficacia ablandando y dividiendo a la oposición, a más de la oportunidad de capitalizar el amplio espectro de opciones electorales que fragmentaría y pulverizaría la intención del sufragio.

 

Se argumentó también que el abstencionismo y el voto nulo de castigo, operaría a favor de la estrategia tricolor.

 

Todo esto en el terreno de la especulación y en un primer análisis lineal  previo a la elección, que se confirmaría en los hechos.

 

Sin embargo, hacía falta un análisis ex post más preciso, respaldado con números duros, para tener claro a nivel distrital el éxito o derrota lo mismo de la estrategia seguida que de la operación de la aplanadora priísta y, en su caso, su equivalente en los terrenos opositores en los que se confiara en el clima de descontento y hartazgo sustentado en la percepción negativa del desempeño de un gobierno fallido.

 

Corresponde al destacado economista Hilario Barcelata Chávez, el dar una respuesta coherente, congruente y sólida a la interrogante de por qué ganó el PRI la diputación federal en 16 distritos dejándole a sus opositores únicamente 5, repartidas entre el PAN, PRD y Morena. El también Coordinador del Doctorado en Finanzas Públicas de la Universidad Veracruzana, con números duros en exhaustivo y puntual análisis pone en contexto lo que sucedió el domingo 7 de junio.

 

En el ensayo de su autoría, titulado “Por qué ganó el PRI en Veracruz”, Barcelata Chávez apoyándose en el estudio realizado por la empresa Parametría, que mediante encuestas identificó las características que definen a las personas que votan por cada uno de los partidos políticos en México, para definir el “perfil del votante mexicano”; destaca y desmenuza a detalle tres factores que fueran determinantes para el pírrico triunfo del tricolor: El perfil del votante; El poder del abstencionismo y, La insensatez del voto nulo. Destacando como variables comunes el peso de la pobreza, el nivel de escolaridad,  y el de ingresos de los votantes en cada uno de los 21 distritos electorales.

 

Mapeo electoral que coincide con el grado de desarrollo regional relativo en la entidad y el innegable estancamiento económico, educativo y cultural por el que atraviesa Veracruz. Y que sin duda, refleja también  la validez de la opinión sustentada en números duros de diversos expertos,  que coinciden en señalar que la entidad  veracruzana vive una profunda crisis económica que repercutiendo en la vida social de la población, no es ajena al pésimo desempeño de la administración pública y al endeudamiento creciente del gobierno estatal.

 

Para quien escribe estas líneas, el análisis  del Dr. Barcelata, por su contundencia y oportunidad,  no debe ser ignorado. Más allá de propósitos y objetivos electorales, da una idea precisa de cuales deberían ser las prioridades tanto en el combate de la desigualdad y pobreza como en el rescate y fortalecimiento tanto del quehacer económico como de un tejido social en franco deterioro. Si para el PRI la pobreza e ignorancia es un aliado estratégico para sus fines, para Veracruz es un lastre que debe ser superado.

 

Hojas que se lleva el viento

 

Y a propósito del partido en el gobierno, se está publicitando a bombo y platillo la llamada “Escuela de cuadros” del PRI en la entidad, como medida de renovación de la estructura jerárquica de la maquinaria tricolor. Medida  sustentada en la incorporación de una nueva camada de operadores electorales con mayor nivel de escolaridad y capacitación político-electoral. Sobre ello vale la pena considerar lo siguiente:

 

Perdida la brújula ideológica liberal con la que el PRI por más de 70 años mantuviera hegemónico rumbo y destino, y no habiendo aún asimilado los nuevos paradigmas neoliberales en que se sustenta el modelo de país que se promueve desde Los Pinos, a lo único que podría aspirar hoy día el priísmo, es a trasmitir a las nuevas generaciones de cuadros partidistas paradigmas de simulación, saqueo, corrupción, impunidad, y un cínico y descarado pragmatismo ajeno a principios y valores éticos. Está en su naturaleza y no se puede apartar del guión en su afán por sobrevivir.

 

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La especulación, el chisme y la descalificación a priori, ganan terreno al análisis serio de lo que Veracruz espera de su próximo gobernador, perdiéndose la oportunidad para  revisar y enmendar entuerto tras entuerto en la entidad. Curiosamente, el ambiente de cotorreo que domina en el anticipado proceso sucesorio, queda restringido a los círculos políticos y periodísticos en los que por inercia y sin duda intereses creados, dan por hecho que la competencia por la gubernatura de dos años una vez más habrá de decidirse cupularmente en los círculos del poder real, ignorándose tanto  lo que los votantes potenciales piensen y opinen al respecto como las siempre variables e impredecibles circunstancias políticas y sociales tanto en el ámbito nacional como local. El sonado affaire de la evasión del ahora más buscado capo del narcotráfico internacional, así como el brutal e inimaginable monto del endeudamiento del gobierno duartista, juegan en el proceso sucesorio, sumándose como un elemento más a considerar en las bolas de cristal de los adivinadores. Al tiempo.

 

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Al agitado cotarro de la grilla veracruzana, ahora se introduce en el tema de la sucesión el factor confusión. Como un distractor más, se auspicia mediáticamente  la multiplicación de aspirantes a “candidatos independientes” a la gubernatura de 2 años en la entidad, haciéndole el juego a la estrategia priísta de dividir para vencer, sabiamente precedida por una cuestionada reforma legal que estableciendo nuevos candados para dificultar aún más el registro de los “independientes” da lugar a un falso debate. Pretendiendo con ello dar la  impresión de que el partido en el gobierno teme a dicha opción electoral. El nuevo elemento distractor es muy burdo, pero no faltarán los que se vallan con la finta. Veracruz da para eso y más.

 

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Primero saquean a PEMEX, lo castigan fiscal y presupuestalmente hasta dejarlo en la lona y hoy día, con todo cinismo y descaro el gobierno de Peña Nieto nos dice que la empresa propiedad del Estado mexicano no tiene dinero para participar en las licitaciones de la Ronda Uno. Igual se nos dijo que no se privatizaría el petróleo, hoy en los hechos se afirma lo contrario evidenciando lo que Cuauhtemoc Cárdenas califica como traición a lesa patria.

 




 

 

 


 

Distractores

 

J. Enrique Olivera Arce

Pulso crítico

 

En Yucatán, reza el sentido común que en noches sin luna no intentes recoger una piedra en el camino, podrías embarrarte los dedos.

 

Con apenas una votación a su favor del 13 por ciento de la lista nominal del electorado veracruzano con derecho a sufragar, el PRI ensoberbecido confronta a la mayoría ciudadana aprobando en el Congreso local cuanta ocurrencia propone el titular del poder ejecutivo.

 

Asumiéndose como mayoría con un triunfo pírrico obtenido el pasado 7 de junio, la primera minoría se siente con derecho y legitimidad, para aprobar al vapor un nuevo reglamento de tránsito, inconsulto y con serias contradicciones que, por principio no se corresponde con la realidad cultural y de infraestructura urbana de los veracruzanos, no educa y si castiga y reprime, a más de que es rechazado por la población por considerársele medida recaudatoria,  y no respuesta al por más de diez años problema no resuelto de movilidad urbana en las principales ciudades de la entidad.

 

O el nuevo Código electoral, presuntamente destinado a homologar la legislación electoral estatal con la federal, pero que, de facto resulta ser una adecuación de las reglas del juego aprobadas en el 2012  a la estrategia duartista de la sucesión en 2016; poniéndole más piedritas en el camino a la aprobación de las candidaturas independientes, y facilitándose la creación de nuevos partidos políticos locales que contribuyan a la dispersión del voto con la intención de favorecer al partido gobernante.

 

Y ni se diga de las iniciativas de reformas a las disposiciones legales en materia de salud pública y Código Penal, que habrá de aprobarse por mayoriteo del tricolor en la Legislatura local, con las que sin aviso y consulta previa, la administración pública pretende abatir por decreto el alcoholismo entre los jóvenes.

 

Medidas todas estas que para el imaginario colectivo, constituyen políticas públicas autoritarias y recaudatorias que presuntamente contribuirían a alivianar las quebradas finanzas del gobierno duartista. Mismas  que no se puede ni debe contextualizárseles al margen del tempranero proceso electoral sucesorio, como distractores auspiciadores de un falso debate en perjuicio de una discusión seria y a profundidad de la problemática que en todos los órdenes acusa Veracruz.

 

Con o sin reformas lo mismo al Código electoral que al penal o la ley de salud, los problemas de desigualdad, pobreza, desempleo, bajos salarios, inseguridad, analfabetismo, alcoholismo y, en general, deterioro del tejido social y estancamiento económico, persistirán en el tiempo a lo largo y ancho de la entidad, en tanto no exista voluntad política y honestidad intelectual para modificar el actual estado de cosas.

 

Basta con leer lo que a petición de parte publica el cada vez más estrecho círculo de texto servidores al servicio del fidelismo-duartismo, para percibir propósito e intención de desviar la atención,  minimizando lo urgente y necesario para rescatar de su marasmo a Veracruz.

 

Ante la necesidad de un diagnóstico estatal y su consecuente modelo programático de rescate, mediáticamente se privilegia el intercambio de dimes y diretes sobre las reglas del juego electoral, vialidad urbana y freno a los tragos a deshoras en lugares públicos. Lo importante y urgente se minimiza y lo trivial se impone como distractor mediático en los tendidos.

 

Esto como frágil y sutil vestimenta que destaque mediaticamente la fortaleza y mano firme de un gobernador –fallido- que presuntamente debería entregar en su momento cuentas claras y un estado medianamente próspero a su sucesor, ha fracasado en el intento.

 

Vana simulación. Lo que no se hizo y logro en cuatro años y medio de mal gobierno, no se espera se logre en seis meses escasos. Ni fortaleza, autoridad política y moral  en quien gobierna, ni confianza y credibilidad en el partido gobernante, es expectativa válida en el ánimo de una sociedad lastimada y defraudada para lo que resta del sexenio duartista.

 

Manotazos autoritarios sobre el escritorio no substituyen buen gobierno, hay que tenerlo claro. El caprichoso autoritarismo fuera de lugar y de tiempo, mañana seguramente se revertirá. Alguien terminará por embarrarse los dedos si a pedradas se insiste en abatir desencanto, frustración y hartazgo.

 

Luego cabe entonces para los veracruzanos el tomar conciencia de la necesidad de cambio, partiendo de valorar responsablemente y a fondo el actual estado de cosas que priva en la entidad, para actuar en consecuencia en los años venideros; haciendo caso omiso de especulación, chismes, dime y diretes, legislación y políticas públicas controvertidas inscritas en la estrategia distractora duartista para alcanzar una sucesión tersa, que favorezca la continuidad del proyecto transexenal “Herrera-Borunda”. En pocas palabras, no irse con la finta prestándose a un juego sucesorio encaminado al repudiado más de lo mismo.

 

Hojas que se lleva el viento

 

El senador José Francisco Yunes Zorrilla considera que Veracruz requiere de un gobernante decente. No teniendo cola que le pisen, salvo haberse disciplinado tomando partido a favor de las reformas privatizadoras presuntamente estructurales del Sr. Peña, su dicho le enaltece ante la audiencia. Sin embargo, estimo que no  basta ser decente para bien gobernar a Veracruz. Las Méndez eran decentes, aflojaron y se las llevaron al baile. Otros atributos son indispensables, como el compromiso con el pueblo que elije, inteligencia, congruencia y honestidad intelectual  para reconocer y aceptar explícitamente la realidad que hoy día se vive en la entidad; dejando claro sin tapujos ni demagogia, qué es posible rescatar y que no, comprometiéndose a un cambio verdadero en rumbo y destino en el que el abatimiento de desigualdad, pobreza, desempleo, entre otros lastres, tengan prioridad por sobre compromisos y pactos en lo oscurito, valores entendidos, disciplina partidaria y fe ciega en un modelo de país, neoliberal y privatizador que frena crecimiento económico y desarrollo humano.

 

Es exigible que una persona decente encabece un gobierno ajeno a la corrupción impune, pero la decencia a secas, no impide que se ofrezca más de lo que se puede cumplir, como hasta ahora se observa en quienes aspirando a la gubernatura de dos años, no paran mientes en comprometerse en todo y con todos para ganarse a un electorado que hoy por hoy ya no cree ni en los santos reyes. Con que ojos, mi querido tuerto, si las finanzas públicas están desfondadas, es lo primero en que se piensa al escuchar el manido discurso preñado de ofertas y promesas.

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Ya que en la capital veracruzana se pretende dar gato por liebre, sustituyendo un plan racional de vialidad urbana nunca concretado, con medidas coercitivas derivadas del reglamento estatal de transito ahora reformado, sería oportuno establecer el frente de la vivienda del alcalde Zúñiga Martínez como espacio reservado a talleres mecánicos, tianguis y mercados sobre ruedas, para alivianar la vialidad en nuestra ciudad. Y siguiendo con la misma tónica,  asignar a las encueradas de los 400 pueblos el frente de la residencia de Elizabeth Morales en el fraccionamiento Monte Magno,  para sus patéticas  exhibiciones, librando al centro histórico de su repudiada presencia.