La contradicción

J. Enrique Olivera Arce



Desde los inicios de la actual administración pública estatal, entre murmullos palaciegos y chismes mediáticos, se ha ido construyendo la percepción de que un buen número de funcionarios de primero y segundo nivel en el gabinete del Poder Ejecutivo no son aptos para el desempeño de la función que se les tiene encomendada. Desde que a finales del 2004 se diera a conocer la integración del equipo de trabajo del gobernador Herrera Beltrán, empezaron los cuestionamientos y los “borregos” respecto a cambios inminentes.

Se ha hablado de pago de facturas por servicios prestados en campaña, de alianzas con las cabezas visibles de diversos grupos al interior del PRI estatal que declinaran a favor de la candidatura del hoy gobernante, e incluso de un interés especial por acunar a jóvenes inexpertos que podrían en el futuro destacar con brillo propio. En todos los casos, el denominador común en la descalificación ha venido siendo tanto el que la mayoría de los funcionarios de primero y segundo nivel no reúnen el perfil que demanda la tarea, como su incapacidad para interpretar las políticas trazadas por el titular del ejecutivo y desempeñarse al mismo ritmo e intensidad de trabajo del gobernador. La insistencia mediática en forzar a Fidel Herrera Beltrán a realizar cambios, sigue manifestándose de manera insistente.

Lo curioso del caso, una verdadera contradicción, es que quienes alimentan la percepción de que el gobernador no cuenta con un equipo de trabajo a la altura de las necesidades y expectativas de Veracruz y del propio titular del ejecutivo, son los primeros en exaltar las enormes virtudes, eficiencia y eficacia, de la administración pública estatal. Atribuyéndole al gobernador el contar con una varita mágica que todo puede, que todo resuelve y que coloca, a quien la esgrime, como el mejor gobernador a lo largo de la historia de la entidad.

Hoy tras el cumplimiento de la primera mitad del gobierno del maestro Fidel Herrera Beltrán, las mismas voces que exaltaran la magnificencia de los resultados de la gestión, expresados de palabra y por escrito en el Tercer Informe de Gobierno, insisten en la necesidad de la reestructuración del gabinete con el arribo de sangre fresca, bajo el pretexto de la necesaria consolidación de la gran obra del gobernante.

En este escenario, vale preguntarse cómo, con funcionarios de primero y segundo nivel de tan bajo perfil y rendimiento, ha sido posible para la administración pública estatal, alcanzar tan notables resultados. O los rumorólogos y los chismosos están equivocados en sus apreciaciones, o efectivamente, Fidel Herrera Beltrán cuenta con una varita mágica que satisface a plenitud las expectativas de los aplaudidores.

A mi juicio, ni lo uno ni lo otro. Tal paradoja no se refleja en la realidad. Ni se cuenta con un gabinete tan mediocre, ni hay tal varita mágica en manos de un genio. Se hace lo que se puede, conjugando lo deseable con lo posible, en el marco de disponibilidades presupuestales escasas, pero también con las limitaciones propias de un escenario nacional en el que se percibe la carencia de rumbo, la obsolescencia del sistema político, y la insistencia en la inserción tardía del país en los procesos globalizadores de una economía mundial en permanente crisis y reacomodo.

Si no se percibe claridad en el rumbo de la Nación, no puede hablarse de claridad de rumbo en la entidad veracruzana. La coyuntura domina y los lugares comunes se imponen. No hay cabida para la visión de largo plazo; ni tampoco son momentos para jugar a la democracia, como en su momento trascendiera que expresara el gobernador ante un grupo de fieles servidores.

La administración pública veracruzana, ha sido exitosa en la contingencia. Se ha sabido con oportunidad capear el temporal y en ello, ni duda cabe, debe reconocérsele a la inteligencia y experiencia política de quien lleva el timón de la nave, pero también a la mayoría de los funcionarios de primero y segundo nivel, e indudablemente a quienes aterrizan con su trabajo cotidiano las disposiciones emanadas del ejecutivo, que han entendido la jugada actuando en consecuencia. El perfil de cada uno ha resultado idóneo para la tarea.

Otra cosa sería si se pretendiera modificar estructuralmente la vida económica y social de Veracruz, actuando en el terreno de los históricos rezagos en materia de desigualdad, pobreza y exclusión. Ni el escenario político nacional es propicio para ello, ni la dinámica neoliberal de una economía estancada da pie para ello. Se hace lo que se puede, se recurre a lo disponible y se evita lo que hoy parece imposible de resolver, existiendo un cierto nivel de consenso de que se hace bien. No se pueden pedir peras al olmo.

Bajo este punto de vista, bueno sería que más que descalificar sin razones válidas al equipo y exaltar sin medida al técnico, se coadyuvara a los esfuerzos de ambos, con menos rumores, menos chismes, más honestidad intelectual, más objetividad y más trabajo.

Las dos caras de la moneda

J. Enrique Olivera Arce



Los contrastes no se dejaron esperar. Durante el diálogo que con motivo de su Tercer Informe de Gobierno, sostuviera el gobernador Herrera Beltrán, estos fueron más que manifiestos. Partidizada la representación popular, al triunfalismo priísta que insiste en dividir a los veracruzanos, separándolos entre fieles e infieles, se opuso la estupidez de un panismo retrógrada y la incongruencia perredista que no hace acompañar al discurso con hechos concretos y palpables, que le distingan como una oposición política responsable.

Como era de esperarse, las intervenciones del mandatario veracruzano no aportaron nada nuevo. A lo largo de su gestión y en especial en el tercer año de su mandato, se ha dicho todo. La efectiva labor propagandística de su gobierno se ha encargado de dar a conocer con oportunidad todos y cada uno de los logros alcanzados por la administración pública veracruzana, que no son pocos por cierto y que sin duda hablan por sí solos de los avances que registra la entidad en diversos rubros de la vida económica y social de la entidad. Lo único novedoso, fue el formato adoptado y el optimismo desbordado de un priísmo que sin mayor esfuerzo tiene hoy el sartén por el mango en la XLI Legislatura.

Y digo que sin mayor esfuerzo, porque a la luz de los hechos, el PRI recupera la hegemonía política sin necesidad de mover un dedo en la tarea que se echara a cuestas de reconstruir o reinventar democráticamente al partido. Para tener la mayoría absoluta en el Congreso local, ha bastado el singular esfuerzo por trascender de Fidel Herrera Beltrán, cuyo despliegue de inteligencia, colmillo político, disciplina y capacidad impresionante de trabajo, ha puesto en evidencia a una oposición miope y corrupta.

Señalo también el optimismo desbordado del priísmo veracruzano. Porque este se hace acompañar de soberbia y prepotencia. Para la mayoría de los círculos cercanos al poder, la oposición al partido tricolor no existe en Veracruz. Confundiendo la estupidez de un Alejandro Vázquez Cuevas o el pragmatismo y oportunismo pedestre de un Arturo Herviz, con el pluralismo político de una sociedad en la que amplios sectores de la población, ni comulgan con el priísmo ni cuentan con un liderazgo auténtico a través del cual expresar su sentir.

Espectáculo teñido de rojo y de simulación histriónica, en el que sólo se hablara de triunfos, sin destacar las derrotas. Veracruz late con fuerza al calor del titular del poder ejecutivo y los logros de tres años de gestión, calificándose con diez a sólo una cara de la moneda. Si bien los avances son significativos, no han sido suficientes para hacer retroceder ancestrales rezagos en la calidad de vida de la mayoría de los veracruzanos. La pobreza y la desigualdad siguen campeando por sus fueros. La otra cara de la moneda, ignorada en el evento, oculta de los reflectores mediáticos, sin nadie que se atreva a calificarla, sigue determinando en la vida presente y futura de la entidad. Sólo la voz solitaria de Margarita Guillaumín Romero, vilipendiada y descalificada por una galería de porros, puso el dedo en la yaga. Centrando su discurso de posicionamiento partidista en lo que más duele y lastima a los veracruzanos. Sus palabras se perdieron en el vacío. El discurso no tuvo eco; la incongruencia entre lo que se dice y lo que se hace en el PRD, restan la mínima autoridad política necesaria para hacer prevalecer la idea de que la pobreza, la desigualdad, la inseguridad, la corrupción, la impunidad, y la deshonestidad intelectual, también laten con fuerza en Veracruz.





La telaraña mediática

J. Enrique Olivera Arce



Del halago desmedido al Presidente en turno se pasa a la diatriba severa al individuo cuyo mayor título para la nueva circunstancia es el de “ex”.
Beatriz Paredes




Hace tres años, la mayoría de los medios calificaba a la Legislatura saliente como pésima. En diversas publicaciones se destacaba la pobre actuación de los diputados salientes, acusándoles de tapadera propiciatoria para el endeudamiento extraordinario y de último momento de la administración alemanista.


Quienes mamaron de la ubre del alemanismo quemaron incienso ante la imagen de la pareja en la cúspide del poder estatal, hasta el último momento. Con el ascenso de Fidel Herrera Beltrán a la titularidad del poder ejecutivo, bruscamente la tónica cambió. El malo fue sepultado a periodicazo limpio, acusado de negligente y ladrón. El bueno y su consorte elevados a la calidad de semidioses.


Hoy, el fenómeno mediático vuelve a repetirse. La LX Legislatura se hace acreedora de la etiqueta de nefasta. Incluso, un locutor irreverente y lambiscón, no ha tenido empacho en afirmar que sus integrantes “le dijeron no a Veracruz”. Agregando que con ello la entidad acusa un atraso legislativo de tres años. Y dentro de tres años, aún si la LXI Legislatura que inicia actividades se muestra generosa con los medios, la historia volverá a repetirse. El rey ha muerto, viva el rey.


Lo mismo podría decirse de la actitud asumida por una mayoría de comunicadores, respecto a los alcaldes que en enero próximo concluyen su periodo constitucional. Los que regresan a sus actividades privadas, desde ya son objeto de todo tipo de calificativos negativos. Los que en suerte se reenganchan en el sector público estatal, como es el caso de Iván Hillman, están o estarán siendo objeto de no pocos halagos, merecidos o inmerecidos. Lo que en Yucatán se conoce como “cultivo”, se practica con creces en Veracruz.


Valiendo la pena destacar que los peores calificativos se aplican a ex diputados y próximos ex alcaldes de los partidos opositores. El sólo hecho de no militar en las filas de la fidelidad, los hace acreedores a los peores epítetos. Su imperdonable delito es el no haberse sometido al color en turno.


Hoy, a tres años de distancia, el gobernador y su señora esposa, son el centro protagónico del torbellino mediático. Nunca en la historia de Veracruz se había contado con un gobernante inteligente, visionario y cercano a la gente. Su muy personal estilo de gobernar es ejemplo a seguir por quienes saben decir sí a Veracruz. La entidad acusa una verdadera transformación económica y social, que abre la puerta de todo tipo de oportunidades a los que menos tienen, permitiéndoles el acceso a una vida digna, decorosa y sin sobresaltos. Para la pléyade de aspirantes a gobernar a Veracruz, el reto es lograr estar a la altura del que hoy, indebidamente, se dice manda en la entidad.


Si la ley no escrita a que históricamente atienden la mayoría de los medios impresos y radiofónicos –la TV se cuece aparte-, es la de halagar de manera desmedida a quien temporalmente ostenta el poder, sepultando en vida a los “ex” que navegan en el terreno incierto del desempleo sin posibilidades de defensa, cabe preguntarse, entonces, si prevalecerá el mismo tratamiento mediático para los integrantes de la LXI Legislatura, y los alcaldes que tomarán posesión de su encargo en enero próximo, al término de su gestión.


Por lo consiguiente, también procede la pregunta: ¿Cuál será el tratamiento que revisteros, comentaristas y columnistas le darán a Fidel Herrera Beltrán cuando concluya su mandato constitucional?


No hay que ser muy inteligentes para conocer la respuesta. Deberán acogerse a la condena mediática y sufrir las consecuencias en su vida profesional y familiar. Aunque lo cierto es que, en el caso de Fidel Herrera Beltrán, con su larga y fructífera experiencia política, seguramente sabe bien que nadie escapa de la telaraña que día a día, hasta el último día, con halagos y genuflexiones tejen los enanos. Como sabe bien del vuelco de la tortilla, al término de todo mandato, por lo que anímicamente estará más que preparado para enfrentar con entereza los vituperios de sus críticos, cuando llegue el momento de entregar la estafeta a su sucesor.


Los diputados que recién se estrenan, sobre todo los jóvenes fieles que arriban al Congreso no precisamente por méritos propios, tendrán que aprender a no perderse entre la miel del halago fácil e interesado, y de lo que significa el caer de la gracia de los medios, llegado el momento de marchar a casa.