Un homenaje más y el campesinado sigue exigiendo justicia

Por J. Enrique Olivera Arce


El 30 de enero del 2008 y con motivo del homenaje conmemorativo del 35 Aniversario de la muerte de Alfredo V. Bonfil, publiqué un artículo que intitulado “Se conmemora la muerte de Alfredo V. Bonfil con 35 años de traición, se publicara tanto en la revista “Análisis Político”, de Melitón Morales Domínguez, como en el portal de Carlos de Jesús Rodríguez, “Gobernantes.com”. Hoy dos años después, tras la farsa electorera montada hace dos días en La Antigua, Ver., me permito la libertad de reproducirlo toda vez que lejos de cambiar las cosas a favor del hombre del campo, con la actual crisis se recrudece desigualdad, pobreza y abandono en el sector rural, observándose una economía campesina de subsistencia en franca indefensión y atenida a la caridad otorgada por programas asistencialistas de un Estado desmantelado que le ha dado la espalda a la Reforma Agraria, reivindicación sustantiva de la Revolución Mexicana.
En perspectiva
J. Enrique Olivera Arce
En memoria de Felipe Galván, camarada entrañable.
Al conmemorarse el trigésimo quinto aniversario de la muerte de Alfredo V. Bonfil, de algo estamos seguros muchos de los que trabajáramos en su cercanía y bajo su conducción: En los años que estuvo al frente de la Confederación Nacional campesina, existían expectativas de rescate, recuperación y desarrollo para el campo mexicano con las que no se cuenta al día de hoy. Existía credibilidad en las instituciones de la República y en los varios miles de promotores, extensionistas y funcionarios, encargados de llevar adelante los postulados del Libro Tercero de la Ley Federal de Reforma Agraria a lo largo y ancho del país. Así como existía credibilidad y confianza en el liderazgo de la más importante organización de masas surgida del cardenismo.
Tales expectativas se fueron perdiendo a partir del sexenio priísta de la administración de la abundancia, muriendo más tarde con la reforma neoliberal salinista que abría la puerta para la privatización de las tierras ejidales y la pérdida de oportunidades de desarrollo económico y social para el campesinado nacional. La renuncia por la vía jurídica del Estado a su obligación solidaria con hombres y mujeres del sector rural, se hizo acompañar con el desmantelamiento de las instituciones republicanas de soporte a la trunca nueva etapa de la Reforma Agraria en México que impulsara el gobierno del presidente Echeverría.
A treinta y cinco años de la muerte de Alfredo y el grupo de jóvenes, sus más cercanos y leales colaboradores, al explotar el avión en el que sobrevolaban tierras veracruzanas — lo que originara la explosión nunca fue aclarado-, todo homenaje que con un falso triunfalismo hable de un presente promisorio sin hacer un recuento objetivo de los logros alcanzados durante la gestión del líder indiscutible de la Campesina; de los poderosos obstáculos que desde el poder de la oligarquía se opusieran al avance del renovado impulso a la Reforma Agraria, sustentado en la organización y capacitación de ejidatarios y pequeños propietarios rurales y en las instituciones al servicio de estos; de los pequeños triunfos y no menos importantes fracasos registrados en el camino, carece de sentido, de contenido y de honestidad intelectual. Más cuando estos huecos homenajes vienen de quienes no tuvieran el menor empacho en traicionar a los hombres del campo, sumándose y aplaudiendo en su momento tanto a la reforma salinista como al viraje neoliberal en el rumbo de la Nación.
En especial y por lo que se refiere a Veracruz, aquellos que desde la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos campesinos, carecen del mínimo de decencia para aceptar la profundidad y relevancia de su traición, ostentándose como líderes agraristas de un movimiento social al que le dan la espalda.
Hoy asistimos a una situación inédita en la que la sociedad y sus autoridades minimizan la importancia del papel jugado a lo largo de la historia de este país por un campesinado que, a lo largo de varias décadas, diera sustento al proceso de industrialización de México, con transferencias netas de capital vía precios de las materias primas, mano de obra barata y disponibilidad de alimentos para sostener la fuerza de trabajo industrial y el surgimiento y desarrollo de de la clase media. Descapitalizado el campo, propiciada la migración desde el poder del Estado, abundando los pueblos fantasmas o habitados por ancianos, mujeres y niños, hoy importantes sectores de la sociedad y líderes de opinión, satanizan al ejido y a las comunidades agrarias, haciendo responsable al hombre del campo de una crisis que este no propiciara. El campesino no tiene nada que reclamar, el paternalismo lo hizo flojo y abúlico, dicen muchos. No se puede revisar el capítulo agropecuario del TLCAN a partir de la opinión de iletrados que no entienden de los beneficios que les acarrean las letras pequeñas del asimétrico convenio, dice el Secretario de Agricultura desde la comodidad de un campo de golf.
Se asegura que tras más de cinco lustros de abandono de la Reforma Agraria, hoy el campo está blindado contra los efectos del TLCAN y contra lo que se nos viene encima, a partir de los efectos de la desaceleración y posible recesión de la economía de nuestro principal cliente y socio comercial. No bastan inversiones, por muy cuantiosas que estas sean, si su destino está focalizado al sector moderno de la agricultura vinculado a los circuitos comerciales de exportación, o al otorgamiento de caritativos paliativos a los productores más desprotegidos. Sin políticas públicas de gran visión, que rescaten el andamiaje institucional de apoyo al campo, con criterios de integralidad, solidaridad, y reconocimiento universal del derecho de la familia campesina a participar en libertad, con autonomía y autogestión, en la definición de su propio destino, el discurso oficial y triunfalista choca con la realidad. Hoy, a 35 años de la muerte de Alfredo V. Bonfil, el campo mexicano y la soberanía alimentaria, acusan una franca indefensión.
“Recadito”
Al estilo del buen amigo Uriel Flores Aguayo, va un recadito solidario para “Crónica del Poder”, con motivo del inútil esfuerzo antidemocrático por sacarle de la Red de Redes con la vana intención de imponer el pensamiento único en Veracruz: Aguanten amigos, que si los perros ladran es porque se va cabalgando en el amplio camino de la pluralidad y la libertad de expresión.
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Fidelidad Vs. Vieja guardia priísta

Por J. Enrique Olivera Arce


El jueves, 21 de los corrientes Manuel Rosete Chávez, en su leída columna “APUNTES”, se pregunta: “¿Qué hizo Fidel Herrera con la entelequia que le quedó de PRI para ganar su elección y las otras que le ha tocado enfrentar? Respondiéndose en el mismo espacio: “Fundar una nueva corriente paralela a su partido, la de la “fidelidad”, más fuerte que el tricolor cuyo capital le pertenece siendo este políticamente su principal activo, con el que está luchando por conservar la hegemonía priista en Veracruz dejando en el Gobierno a su alumno más destacado, el diputado federal Javier Duarte de Ochoa”.

Reafirmando su tesis Rosete Chávez agrega: “El asunto no es difícil de entender para quienes vivimos en Veracruz. Hemos visto a Fidel Herrera trabajar con la fidelidad y ganar elecciones, mientras el PRI de los políticos tradicionales se ha mantenido a la expectativa observando con asombro el escenario, viendo los toros desde la barrera o esperando a ser convocados para participar pero de forma muy aislada, no en las decisiones a las que estaban acostumbrados”.

Interesante supuesto confrontando a los políticos priístas de viejo cuño con la entelequia fiel de la nueva horneada. Tanto le agrega más leña al fuego como pone sobre la mesa un tema que muchos priístas se niegan a ventilar.

Dado el clima político prevaleciente, sin duda el destacado columnista toca un tema que se presta a muchas lecturas y a no pocos acuerdos y desacuerdos con lo que asevera, pero bien vale el esfuerzo de análisis e interpretación, en tanto que pone sobre la mesa elementos que permitirían entender el porqué de la polarización que se da al interior del priísmo estatal entre los que aceptan sin mayor análisis la imposición del “delfín” Duarte de Ochoa y el cada vez mayor número de escépticos, que no consideran como viable a un proyecto de continuidad o continuismo al que en lo electoral no le ven futuro promisorio.

Aunque en política no hay nada escrito, a mi juicio Rosete Chávez tiene y no tiene razón en lo que afirma. El análisis me resulta lineal y demasiado simplista. A la luz de lo que aconteciera en el 2004, tanto en hechos objetivos como en la subjetividad de la interpretación estadística del triunfo electoral de Fidel Herrera Beltrán, éste no se hubiera dado sin el concurso, primero, del priísmo veracruzano tradicional dentro del cual se formara el actual gobernador, incluido Miguel Alemán Velasco y, segundo, sin los amarres y componendas con la cúpula nacional del PRI y PAN, que le permitieran salir avante en el tribunal electoral. Entre otras cosas, no se puede olvidar que la coordinación de su campaña recayó en un priísta de viejo cuño, Guillermo Zúñiga Martínez, quien por cierto no ostenta la etiqueta de la “fidelidad”.

Por cuanto a las elecciones del 2006 y 2007, es absurdo el sólo pensar que al triunfo priísta se le debe atribuir a la corriente de la fidelidad. El trabajo de Fidel Herrera al frente de la administración pública contó y mucho, pero no se puede hacer de lado que la operación política pie a tierra, descansó en la “vieja” guardia y en una estructura partidista que se forjara a lo largo de muchos años. Sin la tradicional estructura, voto duro histórico, capacidad para cooptar a una oposición proclive a la corrupción y cuadros probados con autoridad política en sus respectivos ámbitos de influencia, el grupo de “jóvenes valores” con Javier Duarte de Ochoa al frente y que hoy se ostentan como “fieles”, no hubieran probado las mieles y el beneficio del poder.

Tampoco se puede hacer de lado el hecho de que a la gran mayoría de los viejos cuadros, incluidos amigos personales de muchos años de Fidel Herrera, habiendo trabajado, invirtiendo tiempo, esfuerzo, e incluso recursos económicos propios a favor del proyecto del hoy gobernador de Veracruz, se les hizo a un lado, privilegiándose pago de facturas a improvisados empresarios metidos a políticos, así como la incorporación de jóvenes en su mayoría tan ambiciosos como inescrupulosos. Eso ya debería tener un costo negativo para Herrera Beltrán y aún así, la vieja guardia priísta trabajó y lo sigue haciendo a favor de su partido y no necesariamente en torno a un proyecto al que hoy sienten como ajeno, gracias a los barruntos de imposición y continuismo.

No se puede negar que el principal capital político del PRI en el estado es Fidel Herrera Beltrán, quien se ha ganado a pulso, para bien o para mal, tal consideración. Pero también no es ya un secreto que el gobernante está perdiendo el piso al querer trascender más allá de los límites que constitucionalmente tiene fijados, imponiendo con calzador tanto a su discípulo y ahijado favorito como al reducido primer círculo de “chapulines y jóvenes fieles”, desdeñando opinión y experiencia de la vieja guardia. Y aún peor, el que éste primer círculo se sienta con tamaños para darle la espalda a la estructura histórica del partido, confiando en la fuerza que le atribuye lo mismo hoy Manuel Rosete Chávez, “que la alfombra roja” mediática al servicio de la corriente “Fidelidad”, que por consigna y atendiendo a intereses empresariales propios así lo propala.

El tema abordado por el destacado comunicador da para más, sin duda, pero el debate exige respeto a contextos… si la guerra sucia lo permite.

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Veracruz. No hay quién le jale a la cadena

J. Enrique Olivera Arce



Los meses pasan y en Veracruz la porquería destinada a descalificar adversarios electorales se acumula rebosando el bacín sin que hasta el momento alguien se ocupe de jalar la cadena. Antes al contrario, la “guerra sucia” entre el PRI y el PAN e incluso al interior de ambos partidos, va en viento en popa ensuciando todo lo que toca y “lo mejor está por venir”.

El indicado para limpiar el lodazal debería ser sin duda el gobernador Fidel Herrera Beltrán, como primer responsable de la vida política y social de la entidad, pero lejos de contribuir a generar un clima de civilidad y respeto a las instituciones que propicie credibilidad y certeza al proceso electoral en marcha, es el primero en aportar la suficiente porquería para que el bacín se derrame. En su pugna personal con Miguel Ángel Yunes Linares, aspirante panista a la gubernatura y hasta ahora principal amenaza al proyecto del “delfín” priísta Javier Duarte de Ochoa, el gobernador aprovecha cualquier coyuntura para descalificar mediáticamente a su enemigo en forma por demás pedestre, valiéndose de una mayoría de medios de comunicación a su servicio.

Sus últimas aportaciones a la “guerra sucia”, contando con el silencio cómplice del Instituto Electoral de Veracruz, han sido chascarrillos de mal gusto vertidos en entrevistas banqueteras concedidas a los reporteros de diversos medios, en los que abiertamente hace alusión a presunta inclinación pederasta jurídicamente no probada en las “preferencias” personales de Miguel Ángel Yunes Linares, así como quejándose públicamente de la perversidad del gobierno federal al que acusa de pretender pintar de azul a Veracruz, tras él haberlo teñido de rojo. Renglón aparte del descarado e inequitativo apoyo con recursos públicos a la hasta ahora nada velada campaña electoral anticipada del diputado federal con licencia Duarte de Ochoa.

“Viene lo mejor”, dice el slogan oficial de la fidelidad, recurrentemente recitado por el joven e inexperto cordobés para exaltar la imagen de su mentor y padrino; “viene Yunes, guarden a sus niños”, se propala por debajo de la mesa y la respuesta del adversario con igual encono no se hace esperar. Al paso que vamos antes de que oficialmente inicie el registro de candidatos a la gubernatura de Veracruz, sin árbitro electoral creíble, la porquería, no la lumbre, habrá de llegar hasta los aparejos, deslegitimando lo que debería ser un ejercicio democrático de participación ciudadana como lo exige Veracruz.

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Xalapa sin visión de futuro

Por J. Enrique Olivera Arce



Sin una estrategia de largo plazo que ponga orden al caos a que ha dado lugar el crecimiento anárquico de Xalapa, capital de una de las entidades federativas con mayor potencial económico y social, seguiremos dándole vueltas a la noria. Trienios van y vienen y nuestra ciudad persiste en ofrecer a propios y extraños una pobre imagen de lo que sus habitantes no desean para sí y para las nuevas generaciones, contrastando con el pujante desarrollo de otras capitales estatales tanto en el ámbito nacional como en lo específico en el sur sureste del país.


Cada presidente municipal en turno reinventa el mismo rollo, concentrando su atención en el insoluble problema vial de la ciudad capital, cerrándose a aceptar que este problema no sólo es consecuencia del exceso de tráfico vehicular o de insuficiente ingeniería de tránsito para hacer de calles y avenidas, vías fluidas que faciliten la intercomunicación funcional entre el centro histórico y los ya varios cientos de colonias periféricas.


El Xalapa colonial fue diseñado en sus inicios de acuerdo a las condiciones topográficas prevalecientes y a un lento crecimiento demográfico determinado por su carácter de ciudad de paso en el tránsito de viajeros y mercancías de Veracruz al altiplano. Más que calles, estrechas callejuelas dominaron el paisaje urbano y, con ello, una vialidad considerada para carretas y peatones. El diseño original subsiste y a este se le han venido agregando anárquicamente, como parches mal puestos, lo mismo colonias que avenidas presuntamente vías rápidas de desfogue de un centro histórico concentrador de oficinas, comercios, planteles educativos, hospitales y espacios públicos, sin respetar el obligado ordenamiento derivado del entorno topográfico y, por ende, sin considerar el alto costo de hacer llegar a todos los habitantes el beneficio de los servicios públicos indispensables para la vida en comunidad.


Hoy la ciudad es un caos y su población, lo reitero, ingobernable. Problemas de toda índole brotan por doquier y la autoridad municipal en turno se manifiesta incapaz de su atención y pronta respuesta, con el consiguiente disgusto permanente de los xalapeños. Las autoridades estatales y municipales no quieren verle así, cerrando los ojos ante lo obvio. De ahí que lo mismo autoricen el anárquico crecimiento de un servicio de transporte público obsoleto que la incorporación de varios cientos de taxis o la apertura de nuevas colonias colgando de los cerros circundantes, haciendo acompañar a tal aberración un llamado plan de ejes viales que como vías rápidas atiendan a la necesidad de conductores de vehículos y desatiendan a los peatones, mayoría entre los habitantes del municipio. Sin que nadie se preocupe por el futuro de mediano y largo plazo de la capital veracruzana.


Si algo hay que aprender de la pujanza de otras capitales es la visión de futuro de habitantes y autoridades que de manera coordinada, se han echado a cuestas la tarea de romper con inercias negativas, adoptando planes estratégicos de ordenación del crecimiento urbano que conjuguen pasado, presente y porvenir en un espacio que es de todos.

El proceso electoral en marcha, que desembocará con la elección de nuevas autoridades municipales, no contempla en quienes aspiran a gobernar a Xalapa propuesta alguna en tal sentido. Elegiremos a nuestras autoridades a ciegas como ciegos seguirán siendo quienes pretenden gobernarnos, y nuestra otrora bella y culta capital de Veracruz seguirá en su letargo siendo lo que sus habitantes no desean, ciudad para carretas y vendedores ambulantes.


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El IEV pone en riesgo al proceso electoral en puerta

Por J. Enrique Olivera


Malos augurios para el proceso electoral en puerta. El Instituto Electoral de Veracruz, legalmente destinado a arbitrar las elecciones del 2010 no sólo ha perdido credibilidad y confianza entre las distintas fuerzas políticas en contienda, ya también son del dominio público sus reiterados conflictos internos y la pifia en que incurriera al haber contratado los servicios de una cuestionada empresa para que esta se hiciera cargo del monitoreo de medios mandatada por el Código Electoral vigente para la entidad, deslegitimándose ante los electores potenciales que habrán de sufragar el próximo cuatro de julio.
Si ya de sí los procesos electorales no cuentan con la simpatía de los electores, como quedara comprobado en la última elección federal, situaciones anómalas como las que acusa actualmente el IEV agudizan desconfianza y descrédito, poniendo en riesgo las ambiciosas expectativas de participación ciudadana y, por ende, la legitimidad del proceso y de quienes resulten triunfadores en la justa.

El tiempo se ha echado encima y los plazos para corregir se agotan sin que se vea una solución razonablemente aceptada por todas las fuerzas políticas. Antes al contrario, todo parece indicar que lejos de atemperarse el conflicto al interior del IEV este se agudiza en tanto que el cuestionado monitoreo de medios ya es motivo de dimes y diretes entre los diversos partidos contendientes, encuadrándose dentro de la “guerra sucia” que habrá de caracterizar al actual proceso electoral. A ello habría que agregar la ausencia de voluntad política del Instituto Electoral local para encausar adecuadamente el conflicto, adecentando su actuación.

De persistir el clima de desconfianza en el árbitro, éste se hará extensivo a los contendientes y de ahí a la reticencia del elector a sufragar, sólo hay un paso; retornando el fantasma del abstencionismo al que se pretende derrotar. Mal augurio en un escenario en el que la sociedad lastimada por el encadenamiento de nuevos impuestos, incremento de las tasas impositivas en otros, y el alza desmedida en el precio de bienes y servicios públicos y privados, está ávida de castigar a la clase política que, sin distingo partidista, se le percibe como responsable de la pérdida de bienestar de la mayoría de la población. Lo anterior obliga a los diversos candidatos a la gubernatura, diputaciones locales y alcaldes a irse con tiento, evitando incurrir en viejos y nuevos vicios para no tener que dar cuenta de sus actos en el Tribunal Electoral, puesto que seguramente nadie confiará en la imparcialidad del árbitro caso de tenerse que dirimir en esa instancia las quejas, reclamos e impugnaciones a que haya lugar a lo largo del proceso.

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Javier Duarte, candidato. Así lo dispone Fidelidad por México

Por J. Enrique Olivera Arce



A lo largo de los últimos meses es mucho lo que se ha especulado sobre si es o no, decisión unívoca del gobernador Herrera Beltrán el pretender prolongar su mandato imponiendo a Javier Duarte de Ochoa en la titularidad del poder ejecutivo de la administración pública veracruzana. Tanto que en cada vez más amplios círculos del priísmo se da como un hecho que el joven diputado federal será el abanderado del PRI (Fidelidad) en la contienda por la gubernatura, actuándose en consecuencia unos rindiéndole cortesana sumisión simplemente porque es la representación vívida del que dicen manda en Veracruz, otros, posiblemente los más, haciendo interesados cálculos a futuro en torno a la oportunidad de acrecentar prestigio y fortuna en la cercanía del delfín y, los menos, echando los dados a suerte pidiendo al cielo recapacite Fidel Herrera y de marcha atrás en un proyecto que estiman inviable.

Todo esto en un escenario preelectoral en el que no se cuestiona el triunfo priísta en julio próximo, habida cuenta de que el institucional habrá de echar la casa por la ventana para lograrlo, así sea, como es de esperarse, aplicando la manida fórmula de desviar carretadas de recursos públicos en respaldo a quienes resulten agraciados con una candidatura. Lo importante es el triunfo y, considerándose seguro, la calidad de los contendientes fieles es lo de menos.

Así las cosas, a estas alturas no vale la pena desgastarse juzgando si Duarte de Ochoa es o no es “el delfín” a imponer por Herrera Beltrán. Palo dado ni Dios lo quita, ya Fidelidad por México lo acogió como su candidato a la gubernatura. Lo relevante para los veracruzanos y en ello debería ponerse el énfasis, sería el dilucidar si el hasta ahora diputado federal reúne el perfil para asumir el cargo de gobernador de una entidad federativa cual más de compleja, azotada hoy por los efectos de una crisis global que no tiene para cuando amainar. Y aquí es donde la marrana tuerce el rabo.

Delfín o no y al margen de los deseos de la familia Herrera Borunda, por donde se le quiera ver, el joven cordobés carece de los atributos mínimos necesarios para afrontar las tareas que reclama un pueblo hoy lastimado, excluido y burlado. Careciendo de brillo propio, sin carisma, experiencia y sensibilidad política, Javier Duarte está muy lejos del tamaño de liderazgo que hoy por hoy se requiere para sacar al buey de la barranca. Más cuando se le ve seguir los pasos de su amigo y mentor, corriendo de la ceca a la meca expresando barbaridades y adornándose con el mismo triunfalismo sin sustento, en su carácter de intérprete de una diputación federal en la que no se le concede juego alguno. Sin embargo, se le tolera y acepta, porque así lo dispone “el que manda en Veracruz” sin que en ello tenga cabida el sentir de las bases de un partido por principio y razón histórica, anti democrático.

El cómo le resulte al PRI en las urnas el próximo cuatro de julio -más allá de la inercia del triunfalismo anticipado-, tener como abanderado a Javier Duarte de Ochoa, depende sin duda de quienes se le enfrenten desde las trincheras de la oposición panista o de la alianza de centro izquierda que se da por descontado encabezará Dante Delgado Rannauro.

Habida cuenta de que la plataforma programática del tricolor se basa en la continuidad de un régimen venido a menos, sin ideas ni propuestas, fidelidad por México le apostará al triunfo del dinero por sobre el capital político de sus oponentes y, en este escenario, el camino más fácil es el de la descalificación a priori, la guerra sucia en campaña, y el inevitable fraude en las urnas que guste o no al joven cordobés, llevara consigo el desgaste y el descrédito para su persona, como bien lo ejemplifica Felipe Calderón. Así, de obtener el triunfo, este será pírrico, ilegítimo y, por tanto, se asumiría que su gobierno será débil e incapaz para afrontar con unidad y consenso las tareas de reconstrucción tras el tiradero económico y social que tras de sí dejará la crisis.

La apuesta del PRI está ya sobre la mesa, debiéndola ratificar en asamblea un grupo de notables con carácter de delegados. La docilidad de los integrantes de este órgano de decisión, con vestimenta de disciplina partidista, está asegurada de antemano, faltaría ver si en el camino de las aspiraciones de Javier Duarte de Ochoa no se interponen intereses cupulares bajo la batuta de Enrique Peña Nieto, pero eso ya es harina de otro costal. Hoy por hoy el aún diputado federal "haiga sido como haiga sido", parece tener la carta del triunfo, más que sea el de sólo lograr llegar a ser candidato.

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Pacto cupular, paso en falso

Por J. Enrique Olivera Arce



La administración pública veracruzana da un paso más en falso al convocar el gobernador a un pacto en defensa de la economía popular, a sabiendas de que no está en sus manos, y menos en los actores económicos locales que concurren a la vida económica y social de la entidad, el frenar o contrarrestar la escalada de impuestos y precios de bienes y servicios que proporciona el gobierno federal que, a su vez, inciden justificada o injustificadamente en el incremento del costo de la vida en la gran mayoría de la población.

De ahí que la convocatoria de marras no sólo resulta innecesaria, también demagógica y con un claro tinte electoral con intencionalidad implícita y explícita de descalificar al gobierno de Calderón Hinojosa, al PAN y a sus candidatos a la gubernatura, Congreso local y alcaldes en los 212 Ayuntamientos de la Entidad. Así como diluir la percepción ciudadana de que en el quebranto económico y políticas públicas equívocas frente a la crisis en curso, no es ajena la mano del PRI como corresponsable en la conducción de la política política y la política económica de México.

Percepción esta última a la que el propio PRI contribuyera con su aprobación a los presupuestos de ingresos e ingresos de la Nación en el Congreso de la Unión, en los que va implícita el alza de las tasas impositivas y los combustibles para contrarrestar la pésima e injusta política hacendaria que se ceba en los contribuyentes cautivos.

Pero no sólo eso. Los gobiernos estatales y eso incluye al de Veracruz, no sólo están a favor de las alzas, sino que participaron activamente de manera directa o indirecta a través de los legisladores federales, en el diseño de la política tributaria, cuidándose de asegurar los mismos niveles de participaciones con que contaran antes de que la baja en el precio del crudo incidiera negativamente en las finanzas públicas de la federación. Entre otros beneficios a favor de los gobiernos estatales se cuenta el incremento al IVA y el impuesto a las gasolinas y el diesel.

Lo he afirmado en diversas ocasiones, haciéndome eco de lo expresado por destacados analistas y politólogos, entre el PAN y el PRI no hay diferencias sustantivas, por lo que en el imaginario popular a la conjunción de intereses de ambos partidos se le aplica el mote de PRIAN. Rasgarse las vestiduras frente al tobogán inflacionario que lastima y ofende a las mayorías, por tanto no cabe. Más que un pacto cupular de carácter mediático y electorero en defensa de la economía popular, de existir el mínimo e ética y voluntad política, la administración pública veracruzana debería pugnar por un incremento del salario en beneficio de los sectores más vulnerables y no incurrir en simulaciones como el reciente estira y afloja con el pulpo camionero que concluyera con el alza generalizada del transporte urbano en toda la entidad.

El empleo sigue creciendo a la par de nuevas inversiones, afirma el aún verde funcionario a cargo de la secretaría del trabajo y productividad del gobierno estatal, pero bien se cuida de ocultar que la masa salarial total no crece sino que, al contrario, se reduce en perjuicio del mercado interno. Mejores salarios y prestaciones completas conforme a derecho, más que pactos cupulares es la exigencia de la familia veracruzana y a ello se debería atender.

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