Pocos pero no tanto como para ignorarlos


J. Enrique Olivera Arce




No estaba muerto ni andaba de parranda, como sugiere la desinformación mediática que lo ha propalado. Andrés Manuel López Obrador sigue estando en el ánimo de importantes segmentos de la sociedad mexicana. Ni cabalga en solitario escuchando el ladrar de los perros, ni pierden vigencia sus llamados al rescate y reconstrucción de la República, como ha quedado demostrado con creces en marcha y concentración en el zócalo capitalino con motivo de la clausura de la Segunda Convención Nacional Democrática.

Si bien es cierto que en esta ocasión sus seguidores no remontaron la cifra de 300 mil, cuando se esperaba más de un millón de asistentes, lo relevante es que tampoco fueron un puñado como lo esperaban sus detractores.



Con la diferencia de que en esta ocasión, a los asistentes no les movió ni el acarreo oportunista ni propósitos electoreros de coyuntura. Quienes asistieron en su mayoría lo hicieron de motu propio e impulsados por la convicción de que la Convención constituye fermento de un movimiento social y político que trasciende el estrecho círculo de la politiquería que domina el escenario nacional. Así como un afán no explícito por ratificar con su presencia que la sociedad es plural, que no hay condiciones para imponer el pensamiento único, y que el actual presidente constitucional de México ni gobierna con la mayoría ni ha logrado legitimarse ante la nación pese a sus esfuerzos en tal sentido.



Sobre la cantidad se alzó la calidad. Pocos, podría decirse frente a otras concentraciones en el pasado reciente, pero suficientes para constatar que el fenómeno López Obrador no concluyó el primero de diciembre del año próximo pasado. Como suficientes fueron los asistentes para dejar constancia de que la lucha de la izquierda social en este país, no está uncida a una izquierda electoral blandengue y acomodaticia. El hecho de que en la concentración dominaran las banderas blancas de la Convención imponiéndose sobre las amarillas, da cuenta de ello. Pero también permite especular sobre lo que ya se viene dando como un hecho: el deslinde del PRD del movimiento de resistencia pacífica, y la creación de un nuevo partido político de masas, con visión de largo aliento que más allá de propósitos electorales responda ideológicamente a los requerimientos, intereses y demandas del México de hoy.



El discurso de López Obrador en el zócalo, apunta en tal sentido. La actitud del PRD asumida a lo largo del periplo del peje por todo el país, lo confirma. Conforme pasan los días es más notorio que el agua y el aceite no hacen unidad. Las tribus, por naturaleza sectarias, oportunistas y proclives al maiceo, ni entienden ni aceptan objetivos de largo plazo; el inmediatismo les domina y su objetivo último gira en torno a propósitos electorales de los que sus cabezas visibles puedan sacar raja. La izquierda social es otra cosa, es la necesidad hecha carne de millones de mexicanos viviendo en un país cuya economía no crece generando desempleo, pobreza y pobreza extrema, con sus secuelas de analfabetismo, insalubridad y violencia. País con niveles escandalosos de desigualdad económica y social, teñida de una igualmente escandalosa corrupción e impunidad. Fenómenos a los que la farsa electoral no da respuesta ni las autoridades mitigan.


López Obrador, no por lo que es sino por lo que representa, es esperanza para esos millones de mexicanos excluidos del desarrollo. No importa si sus detractores le llaman “mesías tropical”, “loco” ó “populista”. Tampoco importa si cabe el que se autodesigne como “el presidente legítimo”. Su liderazgo es inocultable y para sus seguidores es ejemplo viviente de que la lucha sigue y que esta no es en vano. Con o sin el silencio de la mayoría de los medios, la izquierda social avanza y lo sabe, como tiene sabido ya que la derrota del 2 de julio es un tropiezo más en su largo transitar en la historia de este país. Se perdió una batalla más pero no la guerra. La sonrisa en los rostros de los asistentes a la clausura de la Convención, lo confirma.

Partidos políticos, títeres de Elba Esther


J. Enrique Olivera Arce




Elba Esther Gordillo, artífice de la intriga y la perversidad política, de ninguna manera podría ser ajena a todo intento de privatización de la salud pública y saqueo de los magros ingresos de la burocracia federal, incluido el magisterio federal. Bajo la batuta de la profesora, las reformas aplicadas a la Ley del ISSSTE y aprobadas ya por la Cámara baja, no hacen sino confirmar lo que ya por todos es sabido. Lo mismo controla al PAN que al PRI y a esa morralla de pequeños partidos satélite. Sólo de esta manera pudo darse tal nivel de complicidad en torno al mayoriteo con el que fueran aprobadas las reformas que más convienen a sus intereses, a los del presidente de la República, y a la banca internacional que domina el escenario financiero de México.



Y por si fuera poco, seguramente también ejerce control sobre un sector del PRD y de Convergencia. De otra manera no se explica la tibieza con la que las bancadas de estos partidos se opusieran a los designios de la líder moral del magisterio. Tal displicencia choca con el sentir de un sector importante de la sociedad que no ve con buenos ojos tal albazo.



Quedando más que expuesto el carácter antipopular de los partidos políticos nacionales y sus respectivas bancadas en la Cámara de diputados y, a no dudarlo, también en la de senadores. Instrumentos con los que la llamada democracia representativa en nuestro país mantiene secuestrada la voluntad de la ciudadanía.



Ayer fue la ley del IMSS, hoy la del ISSSTE. Ambas reformadas bajo el pretexto de salvarles de una bancarrota responsabilidad de una corrupta administración y no de los trabajadores que, como siempre, han de pagar los platos rotos, en beneficio del enriquecimiento desmedido de banqueros y demás ralea de privilegiados del sistema. Porque no se puede ignorar que el fin último es tanto privatizar los servicios de salud del Estado, como se observa también con el llamado seguro popular, a la par que poner el ahorro para el retiro de los trabajadores en manos de ese engendro cedillista que conocemos como Afores, ampliamente recomendado al gobierno de México por el Fondo Monetario Internacional.



Medida necesaria para mantener la estabilidad macroeconómica de México, dicen los artífices de la privatización. Pretexto con el que a no dudarlo en fecha próxima habrán de arremeter una vez más contra los derechos laborales de los trabajadores, mediante la llamada reforma estructural a las relaciones obrero-patronales, con la que se pretende incrementar productividad y con ello competitividad en el mercado internacional.



¿A cambio de qué el gobierno calderonista cede ante el poder político y económico de Elba Esther Gordillo? ¿Simple pago de facturas por servicios prestados durante la campaña presidencial? ¿O condición sine qua non para que varios millones de burócratas y profesores, a una voz de la lideresa, den soporte al intento de legitimación
De Felipe Calderón como presidente de la república y jefe de Estado?



O a la inversa. ¿A cambio de qué la profesora pone alfombra roja a los objetivos de privatización de lo poco que queda del patrimonio de la nación del gobierno calderonista?



Una u otra cosa, lo cierto es que con la complicidad del PRI y la tibieza del PRD, la derecha avanza en sus propósitos privatizadores, atentando contra la mayoría de los mexicanos.




Por lo pronto en Veracruz, en tal escenario, Elba Esther y sus corifeos se aprestan a intervenir en las elecciones a modo de alcaldes y diputados locales, como primer paso para afianzar la pretendida candidatura de Tomás Ruiz a la gubernatura del estado en el 2010.








Las tribus, Cinthya Lobato,
y la derrota anunciada


J. Enrique Olivera Arce




El egoísmo, intereses encontrados y sin duda falta de visión de largo plazo de las tribus perredistas en la entidad, aunado al propósito de Cinthya Lobato -explícito y no secundado por Convergencia- por pugnar por ciudadanizar la política, está dando al traste con el proyecto de candidatura más viable para alcanzar la alcaldía de Xalapa.


Más vale solos que con malas compañías, fue la tónica adoptada por las tribus, negándose a validar los acuerdos nacionales del Frente pactado con Convergencia y el PT., en tanto que Cinthya Lobato, tras coquetear con el PAN, rompe con su partido, declarándose diputada independiente para encabezar un presunto frente electoral ciudadano que, al margen de los partidos políticos rescate la secuestrada voluntad de los xalapeños.


Frente que a nuestro juicio y dadas las actuales condiciones políticas de la entidad, es inviable en tanto la iniciativa no surge de la base ni es resultado de la participación activa de la ciudadanía en la vida política del municipio. A estas alturas del proceso electoral, al cuarto para las doce para el registro de precandidaturas, en términos de organización y de aritmética no sólo resulta extemporánea la iniciativa de Cinthya Lobato, sino que le enfrenta prácticamente con toda la estructura, usos y costumbres de los partidos políticos con registro.


Constituir y dar operatividad a un frente popular, como el que pretende la joven diputada local, requiere cuadros de tiempo completo, organización y un programa aglutinador, pero sobre todo, tiempo. Elementos de los que esta carece en un municipio tradicionalmente conservador, en los que la población vive prácticamente a espensas de la administración pública. Un frente popular, construido al vapor, así sea únicamente con fines electorales y de corte coyuntural, implica enfrentarse al orden establecido. Y aunque son muchas las carencias no satisfechas que aquejan a la mayoría de los xalapeños, los vínculos con la administración pública y las redes de intereses que de ello se derivan tienen el suficiente peso como para inhibir la participación popular en una aventura con muy pocas expectativas de éxito.


Por cuanto a las tribus, parece que no entendieron la lección. Sin Andrés Manuel López Obrador, su fuerza se reduce a una corriente minoritaria. El haberle dado la espalda de manera reiterada a los trabajos previos de la Convención Nacional Democrática que tendrá lugar a finales de la presente semana, les ubica en la entidad como gropúsculos de ingratos y resentidos que no han encontrado lugar en el pesebre oficial.


La aritmética política en la actual coyuntura electoral y a partir de los antecedentes cercanos de los procesos electorales del 2004 y 2006, indica que es momento de sumar y multiplicar y no de restar y dividir. Si el Frente Amplio Progresista mantuviera la unidad de propósitos en torno a un programa mínimo de acción para la coyuntura, los tres partidos opositores en alianza tendrían más posibilidades de triunfo que si se van cada uno por su lado. Desafortunadamente todo parece indicar que el peso específico de la maiceada es mayor que la lógica y la congruencia.


Bajo las circunstancias actuales, tanto el PRD como Convergencia y el PT, carecen de fuerza por sí mismos y, peor, aún, de candidatos viables y financiamiento suficiente para darle pelea tanto al abanderado del PAN como al del PRI en alianza con sus satélites. Así las cosas, la flaca caballada del PRI, con todo el apoyo del aparato oficial, y frente a la división existente en las filas del blanquiazul, puede darse por bien servida. Seguramente será el inexperto David Velasco Chedraui, quien le tome la estafeta a Ricardo Ahued.



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Los adelantados. Cartucheras al cañón…


J. Enrique Olivera Arce



México es país de leyes. Tantas que hasta sobran cuando de justificar un estado de derecho se trata, sin importar si este guarda congruencia con la dinámica social de un país cuestionado y cuestionable que no logra encontrar su camino. Más cuando de antemano se sabe que las leyes se emiten a modo ó a posteriori cuando de tapar el pozo se trata, pero siempre a espaldas de la ciudadanía.



Lo anterior viene a cuento cuando observa uno los absurdos debates en torno a una ley ya promulgada, como es el caso del Código Electoral reformado, que sancionará al proceso electoral veracruzano en puerta, y en el que habrán de elegirse diputados locales y 212 alcaldes. Y digo absurdos debates, en tanto que los protagonistas de los mismos son ni más ni menos que los partidos políticos en cuyo seno militan los diputados y servidores públicos a cuyo cargo estuviera el formular y promulgar el dichoso ordenamiento legal.



Ya ni llorar es bueno, debería ser la tónica a seguir frente al nuevo Código Electoral. Cuando menos hasta que el proceso electoral local de 2007 se de por concluido. Pero no es así. Cada partido político en contienda, defiende o ataca tal o cual artículo, atendiendo a sus intereses inmediatos y olvidándose que frente a lo hecho, pecho. Poniendo en entredicho a un proceso legislativo auxiliado en todo tiempo por el Comité Técnico del Acuerdo de Gobernabilidad, teóricamente integrado por todas las fuerzas políticas de la entidad y el poder ejecutivo del gobierno estatal.





Lo más grave de este asunto, es que se ventila en los medios y no en donde por lógica debería tener lugar, como es el propio Congreso local. Confirmándole a la ciudadanía lo que ya de antemano se sabe: el Congreso estatal vale una pura y dos con sal; legislando al vapor, bajo consigna, o por mayoriteo. Sin previa consulta con los votantes y sin atender las opiniones de aquellos expertos de la ciencia jurídica que, por cierto, sobran en una entidad en la que todo mundo se ostenta como licenciado en derecho.



Entre tantos dimes y diretes, algo queda claro para el ciudadano de a pie. El tal Código electoral es resultado de un trabajo hecho con las patas, expresión acuñada en su momento por el anterior Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y que bien le queda al caso en cuestión. Tan mal realizado que, entre otras cosas, atenta contra lo dispuesto por la Constitución General de la República en lo concerniente a los derechos individuales y sociales. Tan absurdo es el tal ordenamiento, que los ciudadanos incurren en falta por el sólo hecho de expresar públicamente su interés en aspirar a ser votados, y los periodistas y editores por difundir tal interés fuera de los plazos establecidos para ello.



“Los adelantados”, frase peyorativamente empleada para etiquetar a quienes no respetan los plazos establecidos por el mentado Código y se pasan por lo más pando al Instituto Electoral veracruzano, cancerbero, arbitro, y hazmerreír, que por principio es cuestionado en su integración por no estar ciudadanizado a cabalidad.



Pero la ley, es la ley. Aunque esta sea émulo de aquella frase muy propia del autoritarismo que nos dice: “cartucheras al cañón, quepan o no quepan”.





El PRI huele a muerto

J. Enrique Olivera Arce



Renunciar a una identidad ideológica para adoptar otra no es lo mismo que cambiarse de ropa. El debate entre entre ser de izquierda o de centro izquierda, dio al traste con la cuarta asamblea nacional extraordinaria del revolucionario institucional. Tras un desangelado encuentro de tres días, el priísmo de todo el país lo único que logró fue confirmar la profundidad de su crisis.


Dividido, desarticulado, ajeno a la realidad en que vive la mayoría del pueblo de México, el PRI exhibió sus miserias, pese al intento de algunos simuladores, como los delegados veracruzanos, que insistieran en que el partido retornara ideológicamente a los postulados revolucionarios de atención a los que menos tienen.


Más de 20 años de neoliberalismo y renuncia a la justicia social, han sido suficientes para acabar con el partido artífice de la construcción institucional de los principios emanados de la de la Revolución Mexicana. Como se pusiera de manifiesto en los debates y el fallido resultado de la convención.


Ni de centro izquierda, ni de centro. Mucho menos de izquierda, el PRI se ha manifestado como un partido que va a la cola del partido de derecha que hoy gobierna al país. Quedándole como única posibilidad de retornar al camino perdido, el que con la nueva dirigencia nacional se proponga y lleve a cabo un proceso de reconstrucción ó, más bien, de reinvención, a partir de la participación democrática de su militancia. De no tener lugar dicho proceso, que necesariamente pasa por una depuración a fondo que acabe con la simulación, la corrupción, y las lacras del corporativismo, bien podría anunciarse por anticipado la lenta muerte por inanición del instituto político que gobernara a México por más de setenta años.


Al escribir estas líneas desconocemos el mensaje de Beatriz Paredes al tomar posesión de la presidencia nacional del tricolor. Conociendo de su trayectoria e identificación con las fuerzas progresistas de este país, no cabe duda de que habrá de sacudir a más de uno y despertar la conciencia de muchos priístas honestos y bien intencionados, que contemplan a su partido más allá de su carácter electorero, ó como simple agencia de empleo de la que se sirve la mayoría de la clase política que milita en la organización. Pero también vale pensar que el mensaje bien puede caer en el vacío, cuando de antemano se da por sentado que no existe disposición ni voluntad política para renunciar a privilegios, prebendas y corruptelas en aquellos que hacen de la política su modus vivendi, encaramados como están en el juego de la disputa por las migajas del poder.


El día de ayer el gobernador de Veracruz hizo un llamado a organizaciones sindicales para que voten por el PRI en septiembre próximo. Honestamente creemos que tal llamado carece de eficacia. El PRI en Veracruz no es Fidel Herrera ni su trabajo, difundido en exceso, es garantía de triunfo electoral de un partido que ha perdido la brújula y que, como quedara puesto de manifiesto en la Cuarta Convención extraordinaria, ni es de izquierda, ni de centro izquierda, ni de derecha. Es simplemente un conglomerado cuyo único propósito es tener el poder, por el poder mismo. El PRI huele a muerto y no quiere reconocerlo.

Insólito pero cierto. Al PRD se le prendió el foco

J. Enrique Olivera Arce



Acostumbrados como estamos a un estrecho círculo político en el que la mediocridad se oculta tras la ostentación, el triunfalismo y la complicidad de los medios, como lo podría ser fidelandia hoy día, el hecho de que un comediante sin estudios universitarios aspire a ser gobernador podría mover a risa a más de uno. Más, si tal aspiración se ve respaldada por un partido político que considerándose como la segunda fuerza política nacional no actúa con toda seriedad como tal.


Cuando tras un doctorado, una maestría o sesusdos estudios en el extranjero, que bien podrían ser especialidad en ciencias ocultas, sabemos se esconde la simulación, el engaño y el analfabetismo funcional, y aún así rendimos culto al academismo político, bien cabe la sonrisa burlona y el chacoteo ante lo insólito. El mimetismo camaleónico es parte substancial del político profesional, y así lo aceptamos.


Lo que no nos pasa por la mente es que en la política pueda sobrevivir o tener futuro, alguien que con toda honestidad manifieste conocer a la universidad únicamente por pasar frente a sus fastuosos edificios. A este le colgamos la etiqueta de ignorante y no idóneo para desempeñarse en un cargo de elección popular, ó en un puesto gubernamental para el cual se exige tener cuando menos licenciatura. Así es la costumbre y esta se hace ley, en un pueblo ya hecho en la cultura del masoquismo.


Por eso no es de extrañarse la sorna con la que en nuestro medio se comenta el hecho de que en Yucatán el PRD haya tomado la decisión de designar a Héctor Herrera, mejor conocido como “El Cholo”, como candidato de ese partido a la gubernatura del estado.
Teniendo la falsa idea de que la sociedad yucateca, clasista, atrasada y conservadora se rige aún por los patrones históricamente impuestos por la llamada “casta divina”, efectivamente ello podría llamar a risa ó, cuando menos a una mueca de escepticismo, ante la sola posibilidad de el “El Cholo” pudiese ya no gobernar, sino incluso aspirar a una candidatura de tal significación. Expresando con ello nuestra resistencia a aceptar lo que más que desatino podría ser un acto de congruencia.


Conociendo al pueblo yucateco, desprendiéndonos de la también histórica discriminación clasemediera con la que tratamos a nuestros indígenas, la candidatura de “El Cholo” (“El Naco” en nuestro medio), el hecho no provoca risa, antes al contrario. Ello es reflejo, por una parte, del cansancio de una sociedad harta de la corrupción y el despilfarro de una clase política que a ojos vistos se ha enriquecido a costillas de las necesidades más apremiantes de la sociedad. Y, por el otro, un rechazo histórico que desde la “Guerra de Castas” el indígena yucateco de origen maya, cuya presencia es mayoritaria en la península yucateca, ha manifestado para con los conquistadores españoles, criollos y ladinos que le han expoliado sin piedad alguna.


Lo que si constituye sorpresa es que el PRD, rompa con los paradigmas que le caracterizan a nivel nacional. Recurriendo por primera vez, en su corta vida como partido de izquierda electoral, a inclinarse por la candidatura de un ciudadano de a pie, emanado del pueblo, conocido por todos, y espectacularmente aceptado de antemano por la gran mayoría ciudadana, incluidas las clases medias que no guardan estrechos vínculos con las ruinas de lo que queda de la decadente casta divina, ó con el neopanismo de los nuevos ricos, industriales, comerciantes y prestadores de servicio turístico, cuyo poder económico se proyecta a los estados vecinos de Campeche y Quintana Roo.


Cosa rara entre las tribus que conforman el instituto político y muy difícil de lograr en ese complejo clima de pugna de intereses, inmediatismo, y pérdida de visión de largo plazo, que caracteriza a la izquierda política de nuestro tiempo. No sin cierta dosis de oportunismo en la coyuntura, en una entidad en la que el perredismo apenas pinta, al PRD se le prendió el foco echando mano del Cholo. Comediante de setenta y dos años, con más de sesenta de presentarse noche a noche en el único teatro regional del país ante un público abigarrado, plural y que con entusiasmo se une a su ya tradicional crítica política de denuncia a los excesos del poder. El PRD se puso las pilas, ofreciendo la candidatura que le negaran a Ana Rosa Payan, a un hombre que a lo largo de su ya larga vida ha cultivado la congruencia, siendo leal con el pueblo yucateco, viviendo, actuando, y hablando como piensa; y como habla, vive y piensa el hombre común de la península, más allá de intereses o militancia partidista.


Crítico de siempre de una clase política convenenciera y corrupta, el Cholo se enfrenta a esta, paradójicamente a propuesta de la misma. Aceptando el reto y enarbolando la bandera de una izquierda electoral desdibujada, fragmentada y con muy poco arraigo popular. Reto que no es nada fácil a su edad y en constante fricción con las figuras más representativas de la clase política y del poder económico peninsular. Y sin embargo lo asume con optimismo, pues como el mismo lo señala, cuenta con el capital político suficiente para alcanzar el triunfo. Destacando una verdad insoslayable: No necesita hacer campaña para darse a conocer entre un pueblo en el que siendo parte del mismo, es conocido hasta por los perros en el más apartado rincón de la geografía yucateca.


Para el PRI y el PAN la designación del Cholo, sin duda cayó más que como balde de agua fría, como “bomba”. Una más de las miles que se atribuyen a la autoría del comediante, y que prenden en el pueblo en cuanto se escuchan. Lo que ayer fuera verso ingenioso, hoy es una realidad a la que los partidos tradicionalmente enfrentados tendrán que aceptar. El candidato del PRD va cholo tras la gubernatura de su estado, que no es lo mismo que solo, pues con el va la mayoría de los yucatecos.





pulsocritico@gmail.com








No toca fondo la crisis política


J. Enrique Olivera Arce



La crisis de las estructuras políticas de la nación que desde hace algún tiempo se percibiera, lejos de atemperarse se profundiza. Aparentemente, con la toma de posesión de Felipe Calderón las aguas volverían a su cauce y la normalidad aparentemente estable retornaría a la vida política. Y no es así.


El largo proceso pre, electoral y pos electoral del 2006 caló profundamente en los partidos políticos, dando lugar a que estos exhibieran sus miserias y su cada vez más frecuente alejamiento de su cometido social y, por ende, de su papel de intermediarios entre la sociedad y el poder. Manifestándose incapaces para la recuperación de sus despojos y reconstrucción tanto de sus estructuras como de la vida política de la nación.
A tres meses de la asunción de Calderón Hinojosa a la cúspide del régimen presidencialista, todos los partidos, sin excepción, ni encuentran el rumbo perdido ni ofrecen alternativas que permitan vislumbrar una salida a la crisis por la que atraviesan.
Divididos, confrontados a su interior, y seriamente cuestionados en su relación con la gente, marchan a tumbos y ajenos a las demandas y exigencias de una sociedad lastimada en lo económico, indefensa en lo social y burlada en lo político. Preocupados y ocupados más en mantener sus cotos de poder, privilegios y prerrogativas, que en recuperar la confianza y credibilidad perdidas.


Lo anterior no sería necesariamente grave si con ello no arrastraran a la sociedad en su conjunto. Si su crisis no se reflejara en la conducción de un país cuyo deterioro en todos los órdenes es más que notorio. La confrontación del presidente de la república con su propio partido ejemplifica lo anterior. Todo esfuerzo de legitimización de Felipe Calderón se minimiza por el fuego amigo. Lo mismo en el seno del partido que en la bancada panista en el Congreso de la Unión. Las declaraciones de Fox, hablando del desquite, irrelevantes por su natural tendencia a expresarse con ignorancia y ciega obcecación, no merecerían mayor atención si estas no hubieran sido complementadas por su ex Secretario de Gobernación, que públicamente expresara que el PAN se inclinó a favor no del mejor prospecto, sino del idóneo para abanderarle en la justa presidencial.
¿Idóneo para quién o para qué? ¿Para el desquite de Fox? ¿Para los intereses de los poderosos representantes del poder económico interno y externo? ¿O para conducir los destinos de un país que se debate entre la desigualdad, la pobreza extrema, la inseguridad y la corrupción? Interrogantes que dejan muy mal parado ante la opinión pública al titular del poder ejecutivo federal, y peor aún a su partido, que no acaba de entender que ésta puede ser su última oportunidad de gobernar desde Los Pinos.


En Veracruz, ante la significativa complacencia del panismo local, el Gobernador sin tapujos sataniza a los delegados federales como operadores políticos del PAN y hace público que extraña a Fox, confirmando su lejanía con el ánimo del presidente en turno y lo poco que espera del gobierno federal. Con su silencio el panismo veracruzano confirma que con estos amigos para que quiere enemigos Felipe calderón, cuando es víctima de sus propios correligionarios.


Si esto sucede en el ámbito de quienes detentan el poder político en México, que se puede esperar de los partidos de oposición, que ni oponen ni proponen, perdidos en su propia ineptitud.


La crisis de los partidos políticos va para largo y, en tanto no retornen al camino “políticamente correcto”, se profundiza la crisis por la que atraviesa el país. Con esta clase política entrampada en sus propias contradicciones, el deterioro económico que habrá de agravarse en los próximos meses, nos acerca peligrosamente a la explosión social y, con ello, al retroceso. Siendo más que urgente el que de una vez por todas se establezca el consenso necesario para hacer de la reforma del Estado el primer paso para un nuevo pacto social que enderece el rumbo, restituya el estado de derecho, y establezca el necesario equilibrio entre todas las fuerzas que concurren a la marcha de la nación. Nuevo pacto social que necesariamente pasa por la participación ciudadana, democratización de los partidos políticos y de la vida nacional.