Dejemos a Fidel en paz, lo que viene es lo que importa

Por J. Enrique Olivera Arce





Toda etapa de nuestra vida tiene un principio y un fin, así como, en el tránsito entre uno y otro, una finalidad construida con propósitos, objetivos y metas por alcanzar, materializándose en cada una de las acciones en el espacio y en el tiempo en que les llevamos a cabo. Siendo estas últimas las que definirán cercanía o lejanía entre lo subjetivo de nuestros sueños y la objetividad expresada en hechos concretos, marcando por siempre tanto congruencia como el valor intrínseco de la etapa vivida.

Nada es al azar, o fruto de un destino que no está en nuestras manos controlar. Cada etapa está determinada por nuestra propia circunstancia y la manera de encararla en un entorno socio-histórico dinámico, multidimensional, interdependiente, que pesa y determina el sino de cada quién. Lo que para unos es bueno y favorable, en este escenario vital, para otros es negativo y desastroso, siempre dependiendo del proyecto de vida que pretendamos construir, dentro del marco permisible de la relatividad circunstancial.

Aquella clásica frase de José Ingenieros, en la que se afirma que “el hombre es el arquitecto de su propio destino”, a mi modesto entender carece de valor. Si esto así fuera, el mundo no sería lo que es. Nadie aceptaría tener como destino ser esclavo, ni trabajaría para lograrlo y, sin embargo, serlo de por vida es fruto de una circunstancia dada, en el momento y en el lugar preciso, que ni en el más lúcido de sus sueños imaginara.

Es la sociedad en su conjunto, su sistema económico y social dominante, lo que nos hace ser o no ser lo deseable; tener o no tener lo indispensable; ser dueño de vidas y haciendas o humilde siervo. Paradójicamente, la sociedad es así mismo, fruto de la acción colectiva de cada hombre, protagonista intrínseco y al mismo tiempo, ajeno a los avatares de un presunto destino que la vida le depara a cada quien.

En medio de estas ideas sueltas, no necesariamente sustentadas en teoría alguna, prefiero dejar al tiempo el juzgar si la etapa que le tocara vivir al Mtro. Fidel Herrera Beltrán en su paso circunstancial por la gubernatura de Veracruz, fue buena, mala o regular, para su persona, familiares cercanos y para la gran mayoría de los veracruzanos por él gobernados. Ésta tuvo un principio y un fin, al que ahora arriba, así como una intencionalidad, con propósitos, objetivos y metas por alcanzar, que a no dudarlo, sólo en su mente han tenido cabida.

Su origen, formación y proyecto de vida, en un mundo convulsionado y en crisis económica sistémica; un México sin rumbo, sin brújula y sin punto cierto de arribo, y en ininterrumpido retroceso económico y moral, marcó de manera indeleble su personal circunstancia en los últimos seis años de su vida Sus acciones, modo personal de gobernar, virtudes y defectos, reflejadas en la vida cotidiana de la sociedad veracruzana, rinden aquellos frutos hoy reconocidos. Pero también hay que aceptar que a su siembra también contribuimos todos.

Entre los considerados “vacas sagradas” del periodismo en Veracruz, hoy, cuando el Mtro. Herrera Beltrán ya está de salida, no se duda en juzgar al gobernante, lo mismo por los opacos resultados de su gestión que por el inimaginable endeudamiento que su administración hereda a su sucesor, pero, ¿cuantos de ellos, con oportunidad, lejos de halagarle, algunas ocasiones hasta la ignominia, le señalaran sus errores o le invitaran a modificar conducta y estilo personal de gobernar para bien de Veracruz? La circunstancia y no necesariamente necesidad y destino de los hoy críticos escribidores, les orillaron a la sumisión y a la pérdida de dignidad, a cambio de un peso o una prebenda. Así es de relativa la existencia humana.

¿Fue el destino de Fidel Herrera Beltrán entregarnos malas cuentas? ¿O el destino de Veracruz el recibirlas? Permítanme dudarlo.

Si el hubiera existiera, quizá otro personaje pudo gobernar mejor, pero el hubiera no existe. La circunstancia que le tocara en suerte a Fidel marcar su etapa vital de gobernarnos, marcó también la circunstancia por la que todos atravesamos y de la cual nadie está en condiciones de escapar. Si en realidad individualmente cada uno de nosotros fuera arquitecto del destino propio, todos, sin excepción seríamos pésimos arquitectos, incapaces de cambiar o modificar cuantitativa y cualitativamente el mundo en el que todos interactuamos en mayor o menor medida; hubiéramos podido ser tanto mejores ciudadanos como exigentes mandantes, cuidando entre todos la buena marcha de Veracruz.

Partiendo de estas ideas sueltas, considero que, a mi juicio, ya es hora de dejar en paz al Mtro. Herrera Beltrán. Su etapa vivida como gobernador de Veracruz, culmina en unos días y, si su pretensión es continuar en la política, con un nuevo proyecto en mente, es su rollo, legítimo y respetable. En su momento se verá si los veracruzanos estamos dispuestos a sumarnos o a dejarle solo con sus sueños y renovados propósitos.
Por lo que a mi respecta, he sido crítico obstinado y tenaz a lo largo de más de cinco años, no del hombre sino del gobernante y las políticas públicas emanadas de su obcecación, triunfalismo sin sustento, proclividad al exceso mediático de su imagen propia y de Veracruz y, sin duda, de su pésimo concepto de administración de la cosa pública.

Sin embargo, nunca me he alejado de la convicción de que ha gobernado en el medio de una de las crisis más agudas que nos ha tocado en suerte vivir y que, en el mundo entero, no se encuentra la respuesta más idónea, racional y humanista para superarle.

Disentí ideológicamente con su manera de ver un mundo en profunda crisis y de como enfrentar su circunstancia como responsable de la conducción de la vida económica, social y política de los veracruzanos todos. Nunca lo consideré adversario, tampoco tuve la oportunidad de ser su amigo.

“Viví en el error y mi actuación fue política y profesionalmente incorrecta”, fue la tónica de la crítica que recibiera cotidianamente, incluso de aquellos que considero mis mejores amigos. No me arrepiento en tanto traté de ser congruente con mi manera de pensar y de expresarlo.

No obstante, debo reconocerle al aún gobernador, su respeto irrestricto, sin cortapisas, a mi libertad personal de expresar públicamente, con el talante crítico que me caracteriza, lo que yo considero mi verdad sobre su administración y su estilo personal de gobernar. Nunca recibí la más mínima insinuación de “pararle” o restringir el tono de mi crítica.

Así como también, y eso lo valoro en todo lo que vale, Fidel Herrera Beltrán jamás atentó contra mi dignidad personal y el profesionalismo que me anima en mi intento por ser periodista. Nunca le pedí nada ni nada me ofreció a cambio de mi silencio o desmedida adulación. Mi dignidad quedó a salvo. Lo celebro con agradecimiento al hombre y al político que nos gobernara.

Esto último lo he sostenido siempre ante propios y extraños. La respuesta a mi vanidosa presunción, me la dio mi amigo Abdón Dorantes Ortega, cuando con toda honestidad me pidiera no ser soberbio, “Fidel ni siquiera te lee, mucho menos valora tus críticas; para él no existes”, expresó. Pero eso no cambia el sentido de mi reconocimiento personal al gobernante.

El futuro

Lo que ahora debe interesarnos es lo que sigue. El futuro que se nos echa encima no es de bonanza ni de triunfalismos falsamente sustentados en cuantiosas inversiones externas que terminan en simples espejismos, es de imaginación, visión y objetividad, buen juicio, trabajo, ahorro e inversión de todos los veracruzanos. Sí, mucho trabajo para enfrentar la crisis globalizada que aún no concluye y para la reconstrucción y recuperación de lo perdido ante los embates de la naturaleza. De ello depende salir adelante. Pero a mi modesto entender, es importante como urgente el trabajo colectivo, sí, pero tanto o más es el establecer de una vez por todas, que una cosa es Veracruz y otra, muy distinta, su administración pública ineficiente, corrupta e ineficaz.

No podemos ni debemos confundirnos al respecto, so pena de condenarnos a la inmovilidad. Entre otras muchas tareas por delante, está también en nuestras manos, hacer de la administración un aliado eficaz y al servicio de todos, y no un estorbo que nos arrastre en su caída.

El Veracruz del cual nos enorgullecemos y para el cual deseamos desarrollo y prosperidad compartida, es otra cosa. Es potencialidad en recursos naturales, envidiable ubicación geo-económica, pero sobre todo, trabajo cotidiano de su gente, sus carencias, anhelos y esperanzas, iniciativa y creatividad, que con obstáculos y tropiezos, cae, se levanta y sigue adelante. En esto se sustenta la bondad, riqueza y pujanza de Veracruz. Es en ello en lo que debemos confiar, sin sentirnos obligados a depender de gobiernos o de una clase política insensible, que lo mismo pueda, o quieran, darnos la mano o darnos las espaldas.

La carreta la jalamos y empujamos entre todos, gobierno y clase política son hoy simples usufructuarios y beneficiarios del trabajo ajeno. El que viaje cómodamente a bordo, o se bajen y compartan el esfuerzo, depende de nosotros. Tenemos que aprender a entender tal diferencia si queremos revalorarnos y darle rumbo cierto a Veracruz.


¿Cuál PRD?; ¿Cuál izquierda?

Por J. Enrique Olivera Arce




“O se salva en el 2012 o se muere el PRD”, afirmara con todo desparpajo (o desverguenza) el diputado local veracruzano Manuel Bernal, en rueda de prensa.

No se a que PRD se refiera el Sr. legislador y lider vitalicio de una amplia agrupación que, por el origen humilde y un sinnúmero de necesidades no satisfechas que les agobia, tiene presencia en las más excluidas colonias de la capital veracruzana.

¿Al PRD azul de los chuchos? ¿Al PRD negro amarillo de Marcelo Ebrard? ¿Al PRD rojo y amarillo de López Obrador? O al cadáver insepulto que por sus malos olores es objeto de repulsa en Veracruz.

Es difícil saberlo a ciencia cierta. Son tantas las corrientes, tribus, grupúsculos, capillas de dogmáticos conspiradores, y una bien engrasada maquinaria de oportunistas y vividores que conforman a un partido político que, tras un mal parto, padece endémica deformación, que identificar a unos u otros resulta ya, para todos, titánica tarea. Más fácil resultaría preguntarle al propio legislador que especificara a cual PRD se refiere y en que tribu milita, para salir de dudas. Su respuesta podría dar luz sobre el difunto que en el 2012, dice, resucitará de entre los muertos, por obra y gracia de Calderón Hinojosa, o ya, en definitiva, se le da cristiana sepultura por ya no responder a los intereses de la partidocracia en el poder.

En este espinoso caso del zombie perredista, el ex diputado local, Uriel Flores Aguayo, en un apretado texto, pretende sintetizar lo que a su juicio da lugar a la actual crisis de la izquierda en México; enfatizando que si bien, a pesar de su divisionismo crónico siempre ha tenido la esperanza de un futuro mejor, “ahora pareciera que la lucha es entre los defensores del cascarón y los que levantan machetes para cortarles las cabezas a los infieles”, concluyendo que la crisis de la izquierda mexicana tiene que ver, sobre todo, con la conducción del PRD y la candidatura presidencial del 2012.

Planteamiento que a mi modesto entender, contribuye a generar una aún mayor confusión. ¿Quiénes son los infieles a descabezar? En el caso del “cascarón”, ¿estamos hablando de un vaso medio vacío o del vaso a medio llenar?

A mi juicio no es aceptable su análisis. Se justifica, por su juventud, no habiéndole tocado vivir la etapa en la que militar en la izquierda en México bajo las banderas del ideal socialista, representaba una forma de vida, con reciedumbre en principios y valores, no pocas penurias económicas, sacrificio personal y familiar y, por cierto, se pagaba con persecución y carcel, en el mejor de los casos.

Confunde a la izquierda en México, de una muy larga data de lucha en la clandestinidad y, aunque dividida por diversos enfoques, corrientes, apego a Stalin o Trotsky, simpatía con la burocracia sovietica, china o cubana, organizada en capillas de notables o pequeños partidos de cuadros, se coincidía ideológicamente en sustentar teoría y praxis en la lucha por el socialismo.

Lo que el ex legislador y dirigente perredista, conoce y se refiere como “izquierda en México”, es hoy otra cosa muy diferente. Integrada en sus inicios por lo ideológicamente más atrasado de las corrientes “socialistas” y “comunistas” del país, acogiéndose a la reforma electoral, acepta renunciar a la lucha por el socialismo y competir electoralmente bajo las reglas de su tradicional enemigo de clase; sin más bagaje ideológico que un reformismo pragmático y populista. Deja de ser expresión de la izquierda auténtica y, tras varios reacomodos de corrientes y tribus clientelares, termina por ser el Partido de la Revolución Democrática que todos conocemos.

La ideología socialista deja de ser amalgama enriquecedora, sin nada que le sustituya. El oportunismo, pragmatismo y corrupción, inscritas en las reglas del juego electoral oficial, se encargan de minar, dividir y acelerar la muerte del recien aceptado socio incómodo. A lo largo de su breve existencia, el PRD ni es partido de cuadros ni partido de masas. Es apenas un mazacote, sin pies ni cabeza, tan clientelar y corrupto como sus homólogos y, de paso, la expresión más débil de la trilogía que, conocida ya como “partidocracia”, desde el Congreso de la Unión y las gubernaturas estatales está hundiendo al país. Asumiéndose a conveniencia como palero del mejor postor. Con la salvedad de que una cosa es la militancia de buena fe y otra, muy diferente y nefasta, la prostituida cúpula conductora a la que se refiere nuestro buen amigo Uriel.

La competencia entre Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard, con vías al 2012, no propicia la división al interior del PRD. Además de su fragmentación de origen, la fractura que hoy se expresa entre los antagonismos de los cuadros de dirección, a favor o en contra de las alianzas con el PAN, ya estaba dada de antemano. Después del 2006, la corriente mayoritaria de “los chuchos” se arregló con Calderón Hinojosa de espaldas al partido. Hoy día tenemos a un PRD partido en dos, el azul, de la corriente dominada por Jesús Ortega y su cercana cofradía, controlado por la derecha, y el de los tan irreverentes como ingenuos seguidores de Andrés Manuel López Obrador, que hacen mucho ruido pero aportan muy pocas nueces a la vida democrática y recuperación del partido.

Unos y otros hacen su propio juego. Marcelo Ebrard simplemente está prestándose, pragmáticamente, en su calidad de Jefe de Gobierno del Distrito Federal, al juego de “los chuchos”, más por razones de gobernabilidad de una de las urbes más complejas del mundo, que por aspiraciones viables a la candidatura perredista para la contienda por la presidencia de la República. Sabe bien y a eso me atengo en mi juicio, que su presunto competidor, o recupera la conducción del PRD en el 2011, o lo manda al diablo, llevándose consigo a la militancia que le apoya. Sin ideología definida ni compromiso programático, el pragmatismo manda.

Y eso, con perdón del diputado Bernal, no tiene relación con la aún lejana elección presidencial, cuyos resultados dependen de lo que, a juicio de los poderes fácticos, estos consideren como su mejor camino para el México a que aspiran. Es apenas un indicio del grado de descomposición que guarda nuestro sistema de partidos políticos y la democracia representativa en México. La crisis que vive éste reventará por el eslabón más delgado, el PRD.


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Cuidado. El triunfalismo sin sustento se contagia y se hereda

Por J. Enrique Olivera Arce




Siendo mayoría los que están convencidos de que el TRIFE ratificará a Don Javier Duarte como gobernador electo, incluso los propios panistas que ahora, quemando su última carta, arremeten contra la Sala Regional del tribunal Electoral, insinuando que las ministros han sido “maiceadas” por el gobernador, daremos pues como un hecho que en mes y medio estrenaremos gobernador constitucional en la figura del joven cordobés. Y si esto es así, lo más lógico es esperar que, por un lado, el Sr. Duarte conozca al estado como a la palma de su mano y, por el otro, expresarse con verdad, siendo objetivo en sus juicios respecto a la realidad a la que habrá de enfrentarse.

Pero ya empezamos mal y aún no inicia su administración. El síntoma del triunfalismo sin sustento, se contagia y se hereda, cuidado. Quien gobernará a Veracruz a partir del primero de diciembre, el pasado día siete de los corrientes, en Turrialba, Costa Rica, incurrió en falta reflejando desconocimiento de la realidad; dejándose llevar por la emoción propia de participar en un evento internacional al que concurriera como invitado especial de la dirigente nacional de su partido.

No me refiero a si atendió o no a la amplísima recomendación que de Berta Hernández y Leticia Perlasca, le hiciera Doña Beatriz Paredes, como dos posibles candidatas con cualidades e idoneo perfil para hacerse cargo, respectivamente, de las secretarias de la SEDARPA y la SEV, puesto que ello sería dar crédito a especulaciones y rumores que ya circulan en nuestra ciudad capital.

Sustento mi opinión en lo expresado por el Sr. Duarte, respecto a dos temas que guardan relación entre sí y que sin duda tienen relevancia especial para Veracruz.

“El desarrollo sustentable debe ser la base del progreso y será uno de los ejes de mi gobierno, porque el respeto al entorno asegurará una mejor vida para los veracruzanos”;

“El primero de diciembre será puesto en marcha un programa especial de apoyo a los productores de la tierra, sobre todo a los cañeros, porque Veracruz garantiza el abasto nacional de azúcar”.

Expresiones que suenan bien mediáticamente en nuestro medio, pero no en el marco de un foro internacional sobre producción agropecuaria al que concurrieran expertos en la materia y que sin duda tienen información sobre la realidad que vive México y, específicamente, Veracruz.

El desarrollo sustentable, en su más amplia acepción, no es compatible con las reglas del juego que impone el sistema económico y social dominante. Antes que la salvación del planeta que habremos de heredar a las nuevas generaciones, está la acumulación de riqueza de una minoría por sobre el interés de la mayoría de la raza humana. Esto es algo que no está a discusión. Es ya del dominio público.

México, y en nuestro caso, Veracruz, no escapa a tal realidad. Vivimos inmersos en el mismo esquema depredador y de explotación inmisericorde tanto de recursos naturales como del trabajo de millones de trabajadores urbanos y rurales, .que domina al mundo.

Atendiendo a lo anterior, es bien sabido que para que exista desarrollo sustentable, primero debe tenerse muy en claro lo que significa desarrollo y sus implicaciones. Como reducción de desigualdad, pobreza, exclusión, así como incremento de ingresos, educación, soporte tecnológico, salud, cultura y recreación, entre otras condicionantes no menos importantes. Sin una vida digna con bienestar para todos, el desarrollo tal cual se argumenta oficialmente, es una falacia. El adjetivarlo con el término de moda, no modifica tal estado de cosas.

Luego aspirar a un proceso de desarrollo sustentable en el campo mexicano o veracruzano en lo particular, no sólo es inviable, sino en nuestros días, utopía inalcanzable. Como corolario, igual de utópico es el respeto al entorno, cuando pobreza, corrupción oficial, e intereses económicos de una minoría rampante, propician depredación y deterioro permanente del medio ambiente y biodiversidad.

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Veracruz no escapa a esta realidad. Ejemplos de ello a lo largo y ancho de la entidad, sobran para sostener tal afirmación.

Por cuanto al tema del azúcar, Veracruz no garantiza el abasto nacional del endulzante, como lo afirmara el Sr. Javier Duarte.

Con una planta industrial obsoleta, descapitalizada, y los bajos rendimientos del cultivo de caña de azúcar, gramínea empobrecedora del suelo, en extensas áreas de zonas de abastecimiento con más de dos centurias de explotación sin rotación de cultivos, el país entero padece escasez de este endulzante, debiéndose importar un cada vez mayor volumen de este producto a menor costo. El gobierno tiene que subsidiar a la actividad, más por razones sociales y políticas, que por incrementar productividad, rentabilidad económica o competitividad, en un mercado globalizado en el que México no impone las reglas ni Veracruz está en condiciones de modificarlas.

Démonos de santos que aún podemos contar con producción azucarera en la entidad. El Sr. Duarte, en su calidad de secretario de finanzas, debe saber cuantas veces y a que costo, el gobierno estatal se ha visto en la necesidad de inyectar oxígeno con recursos públicos tanto a la planta industrial como a los abastecedores de materia prima, para darle un poco de respiro a la actividad. Los ganones de siempre, todo mundo lo sabe, no son los cultivadores de caña o los jornaleros, cortadores inmisericordiamente explotados, son los propietarios de los ingenios, los líderes agrarios y obreros, acaparadores, y los fabricantes y distribuidores de maquinaria y agroquímicos.

Adicionalmente, lo estamos viviendo, el cambio climático ya da que pensar a los productores en la conveniencia o no de seguir explotando la caña de azúcar en las zonas tradicionales que, año con año, ofrecen un mayor grado de vulnerabilidad frente a fenómenos meteorológicos cada vez más atípicos.

Cambiar de localización ingenios y áreas de abastecimiento, como para asegurar que Veracruz garantice realmente el abasto nacional de azúcar en condiciones de volumen y precio, que eviten el tener que importar el endulzante, además del costo económico y un auténtico caos social, implicaría ampliar y modificar la frontera agrícola, deforestando y dando al traste con la idea de la sustentabilidad en el campo que pasa por la mente del Sr. Duarte.

Lo anterior lo comenta un lego en la materia. Sería positivo que los expertos dieran su opinión sobre el particular, si es que los invitan porque hasta ahora, han sido ignorados partiéndose de la idea de que los que saben del paño, son los burócratas, líderes y caciques sindicales, que en Veracruz sólo conocen de cómo jalar votos para su partido.

Sea un lego como quien esto escribe, o los expertos en la materia, quienes argumentemos sobre la viabilidad o inviabilidad del desarrollo sustentable en la entidad, o la contribución de Veracruz al abasto nacional de azúcar, opiniones más, opiniones menos, es algo irrelevante, en el marco de la propaganda oficial. Otra, muy distinta, el que el próximo gobernador de Veracruz se exhiba ante la comunidad internacional como alguien que no conoce la realidad del estado que pretende gobernar.

El moderno concepto de aldea global ya no deja mentir sin que ello traiga consecuencias. Debiéndose recordar que la lengua larga acompañada de ideas cortas, puede hacer fracasar a toda una administración. Mi humilde sugerencia, para el Sr. gobernador electo, es que modere su discurso, que no ofrezca ni prometa nada que no pueda o no esté dispuesto a cumplir. Debiéndose esforzar por mantener congruencia con su personal circunstancia. Si el TRIFE le favorece, como lo espera ya una importante mayoría -por las razones que sean-, lo deseable es su deslinde del triunfalismo sin sustento y la retórica grandilocuencia mediática, que a todo contribuye menos a la conducción de un buen gobierno como el que esperamos los veracruzanos.

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Veracruz. “La Dinastía” Borunda

Por J. Enrique Olivera Arce




“Fidel inició su mandato engañando y lo concluye engañando. Nos mintió a todos”, me comenta un ex alto funcionario del gobierno de Veracruz., por cierto muy cercano a Javier Duarte de Ochoa. Los únicos beneficiarios de un gobierno sustentado en la mentira y el engaño fueron aquellos, por cierto no todos veracruzanos, que conformaran la caterva de jovenzuelos arribistas que, a la sombra protectora y cómplice del “señor”, se enriquecieron sin medida en escasos seis años, agregara a su comentarios mi interlocutor…

Nada nuevo bajo el sol. Conforme se reducen la cuenta regresiva para la conclusión del mandato del Mtro. Fidel Herrera Beltrán y se amplía el plazo para conocer en definitiva la resolución inatacable del TRIFE en relación a la elección de gobernador, entre propios y extraños se arriba a la misma conclusión: Fidel le mintió a los veracruzanos, ofreciendo las perlas de la virgen para terminar con una administración pública en bancarrota y dejando la más abultada deuda pública de que se tenga memoria.

Por cuanto a los jovenzuelos sinvergüenzas, y uno que otro viejo mañoso, nadie se da ya por sorprendido. Los resultados de sus pillerías están a la vista y la ostentación que hacen de estos es del dominio público.

Lo que si no deja de sorprender es que varios de estos últimos, ya se nominan como continuadores impunes del saqueo, como acompañantes de Javier Duarte de Ochoa, hasta ahora gobernador electo de Veracruz, como herencia que Fidel Herrera Beltrán lega a su sucesor. De ahí que se derive la idea de que a lo largo de los próximos seis años, no va a variar, ni un ápice, la tónica de gobierno del hijo predilecto de Nopaltepec. “Fidel será el poder tras el trono”, se afirma.

Nada más alejado de la verdad, me comenta un analista bien informado y profundo conocedor de las entrañas de la fidelidad. Fidel termina y se va de Veracruz, sin dejarle a Duarte mayor legado que la imagen de un pésimo gobierno, así como la titánica tarea de enmendar entuertos, tapar hoyos y coordinar la reconstrucción de un Veracruz abatido por los efectos de una naturaleza desbordada. La realidad es otra, el poder tras el trono será ni más ni menos que Doña Rosa Borunda Quevedo, ya deslindada de los excesos del marido, me dice.

Es cuestión de observar, más que ver, comenta mi informante. Para empezar y bajo el supuesto ya casi un hecho de que Javier Duarte de Ochoa sea el próximo gobernador, puntualiza, la mejor y más destacada virtud del joven cordobés es la gratitud, no existiendo la menor duda de que sabrá honrarla en todo momento. Duarte le deberá la gubernatura a Doña Rosa y no a Fidel, así como de resultarle negativo el resolutivo del TRIFE, el golpe provendrá del comportamiento del actual gobernador a lo largo del proceso electoral y no de la ponderada, discreta y calculada actuación de la señora, que supo operar con gran acierto en todo el estado desde un exitoso DIF.

Y aún hay más, agrega. Duarte de Ochoa no tiene más equipo político que aquel que Doña Rosa Borunda le acerque. Javier es demasiado joven y sus limitados andares en la vida política, no le han permitido hacerse de un equipo sólido que gire a su alrededor, tanto a nivel de Veracruz como en el ámbito nacional. La señora subsana tal limitante y basta con observar quienes son los personajes de que se está haciendo rodear el gobernador electo, empezando por la ex secretaria auxiliar de Mario Villanueva Madrid, ex gobernador de Quintana Roo, persona muy cercana y de todas las confianzas de la aún Primera Dama de Veracruz

Fidel Herrera es historia pasada, insiste el analista consultado. Lo actual, en términos de poder político, es Doña Rosa Borunda Quevedo y, por cierto, su apoyo a Javier no es de gratis, tenga la seguridad, me dice, de que La llamada fidelidad se agotó y lo que sigue es “La dinastía Borunda”, que dará de que hablar por varios sexenios por venir.

¿Será cierta tanta belleza? El tiempo lo dirá.

Por lo pronto, las vacaciones de tres de los siete ministros de la Sala Electoral del Tribunal Superior de la Federación prolongan la angustiosa espera del resolutivo final sobre la elección de gobernador y, con ello, crece la especulación sobre la posibilidad de la anulación y la designación de gobernador interino.

Y a manera de trascendido, se ha filtrado que en el grupo cercano del Sr. Duarte, Doña Gina Domínguez ya trabaja en el análisis y depuración de medios de comunicación al servicio de la administración pública estatal, privilegiándose criterios tales como tiraje, calidad de contenidos, penetración e influencia local, estatal y nacional, y, en congruencia, montos de convenios a considerar, sobre la base de reducir el gasto en medios y campañas publicitarias, acorde con la austeridad exigida por la situación que se vive en Veracruz.

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Andrés Manuel retoma el centro neurálgico del debate nacional

Por J. Enrique Olivera Arce



El ciudadano Felipe de Jesús del Sagrado Corazón Calderón Hinojosa, como cualquiera otro en nuestro país, está en plena libertad de pensar y de expresar sus ideas, por cualquier medio a su alcance, en los términos y con las limitantes que la legislación vigente establece. Luego lo que a el le venga en gana expresar no debería ser motivo de escándalo y desgarre de vestiduras, como está aconteciendo en atención a los términos en que califica al polémico político tabasqueño Andrés Manuel López Obrador.

Otra cosa muy distinta es que el ciudadano Calderón, en su carácter de presidente de la República en funciones, emita públicamente su opinión sobre el controvertido tema de las alianzas electorales, dando por sentado que Andrés Manuel ha sido y siga siendo “un peligro para México”, y, de paso, afirme que quienes comulgan con las ideas del tabasqueño sean “sus fanáticos”, “extremo super radical”, “especie de feligresía”, “que no tiene nada que ver con el mexicano común que trabaja, lleva a sus niños a la escuela, y quiere vivir en paz y tranquilidad”.

Para el ciudadano común, es legítimo el acogerse la libertad de expresión, derecho inalienable dispuesto por la Carta Magna que nos rige a todos por igual, sin más limitantes que aquellas que la propia ley establece. Como presidente de la República, al ciudadano que ostente tal investidura, tal libertad le está acotada, adicionalmente, social, económica y políticamente por lo que mejor convenga a la Nación.

De ahí que habría que preguntarse si Felipe Calderón, con sus públicas declaraciones en contra de Andrés Manuel López Obrador, actuó como presidente de la República, o como ciudadano común, asumiéndose como militante beligerante de un partido político en específico, que ve en el político tabasqueño más que “un peligro para México”, una amenaza latente para las aspiraciones del PAN de mantener para sí el poder presidencial.

La respuesta la tienen los varios millones de mexicanos, incluidos senadores y diputados federales, que ya se están manifestando en contra de las afirmaciones de Felipe Calderón, al considerarse que actuó como un militante más del PAN y no como presidente de la República, en tanto contribuye a enrarecer el clima político, reactivar polarización social, e inmiscuirse en asuntos de la absoluta competencia de un sistema de partidos políticos ya de sí en franco deterioro.

Precisamente auspiciando y propiciando aquello que menos conviene a la Nación, en un país que requiere con urgencia de unidad, concordia y estabilidad política, frente a los efectos de una crisis que tiene a México al borde de la calificación de Estado fallido, y viviéndose una situación de emergencia en gran parte de México, a consecuencia de los efectos de fenómenos naturales que lastiman a miles de familias

Andrés Manuel López Obrador en esta ocasión ha sido cauto en su respuesta. El amor al prójimo que une y no el odio y la mentira que separa y divide, son sus palabras frente a la provocación de un presidente de la República que no sabe estar a la altura y responsabilidades a que su investidura le obliga.

Lo que no podemos asegurar es si la misma cautela y ponderada respuesta, domine en el amplio escenario de millones de esos mexicanos a los que Calderón califica como “fanáticos”, “extremo super radical”, que conforman esa “especie de feligresía”, que convencida acepta y sigue, no al hombre, con sus debilidades y fortalezas y confrontado con el sistema, sino a las ideas e intencionalidad de cambio que por todo el país difunde López Obrador, coincidentes con el sentir generalizado de un ya basta al estado de cosas que está hundiendo a México.

Porque una cosa es el hombre, el ciudadano común, con sus anhelos, contradicciones, convicciones, renovadas y legítimas aspiraciones a ocupar la primera magistratura del país y, otra cosa son aquellas ideas que trasmite y que prenden en multitud de ciudadanos que, valorando al país que en suerte les ha tocado vivir, atienden más a lo mediato de su vida cotidiana y futuro cercano, que a la incertidumbre de un retroceso histórico ofertado por el gobierno calderonista, o un más de los mismo, ofertado por el sistema formal de partidos políticos que padecemos en México.

¿Qué es un peligro para México, a decir de Calderón? Habría que ver cual es el México que ve en Andrés Manuel una amenaza y cual México constituye para muchos, el país al borde del desastre en el que, los que menos tienen, habrán de pagar los platos rotos. Para estos últimos, Más que ver en Andrés Manuel como un peligro, lo siguen como oportunidad de una renovada esperanza de transformación y cambio. La ambivalencia del discurso de López Obrador, no lo aclara. Por un lado se asume como un reformista radical confrontando al sistema capitalista como tal, arremetiendo contra “la mafia” burguesa, doméstica y trasnacional y, por el otro, como un bien intencionado y honesto político “de izquierda”, que propone cambios sustantivos en el gobierno en beneficio del pueblo llano. Tal ambivalencia o incongruencia discursiva, indudablemente genera lo mismo rechazo que aceptación.

La verdad de las cosas es que López Obrador no es un “revolucionario radical”, en el sentido socio-histórico, tampoco un reformista al estilo de Chavez o Evo Morales. Apenas aspira a darle un rumbo cierto al futuro de un país que ha perdido la brújula, privilegiando con visión social el crecimiento, desarrollo y bienestar de los más.

En consecuencia, Felipe Calderón estaría obligado a explicar el porqué considera que el tabasqueño sea “un peligro para México, y a cual México ve amenazado con las ideas y propuestas de quien ya desde ahora, pretende marginar de la contienda electoral del 2012.

Por lo pronto, dentro del marco de la fracasada “guerra” que bajo los auspicios y dirección de Calderón Hinojosa, desparrama miles de muertos por todo el territorio nacional, generando desconfianza, inseguridad, incertidumbre e intranquilidad social, Andrés Manuel López Obrador políticamente retoma el centro neurálgico del debate nacional sobre el futuro de México. El maridaje entre la obcecación enfermiza y ausencia de visión de Estado de Calderón y la corrupción y oportunismo del chuchismo perredista, se han encargado de que así sea.

Paréntesis aparte, a mi juicio ya es tiempo que Andrés Manuel defina su militancia partidista. No puede seguir con un pie dentro del PRD y otro fuera de su partido, sin que ello genere confusión y falsas expectativas, a la par que inyecta, en vano, oxígeno a una dirigencia cupular entreguista y tan reaccionaria de un partido que, en la mayor parte del país, es ya un muerto insepulto.

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Diputados ponen la Iglesia en Manos de Lutero

Por J. Enrique Olivera Arce




Tanto peca el que mata la vaca como el que le agarra la pata, así se podría interpretar la aberrante determinación de la mayoría de diputadas y diputados que en el Congreso local autorizaran, sin mayor análisis, conocimiento real del estado que guardan las finanzas públicas, y mucho menos con honestidad y talante crítico, la contratación de una línea de crédito por hasta 10 mil millones de pesos al gobierno del estado, bajo un pretexto, plausible pero demagógico en sus alcances, como es el atender la emergencia frente a uno de los mayores desastres que ha sufrido la entidad. Ello a escasos 55 días de que concluya el mandato del Mtro. Fidel Herrera Beltrán

Se habla, sin confirmar y a ojos de buen cubero, de más de 70 mil millones de pérdidas, públicas y privadas, que exigen reposición tras los efectos de los fenómenos meteorológicos. Faltaría una evaluación real de daños una vez que las aguas retornen a su cauce y a una relativa normalidad en la vida cotidiana de la población, considerando, en el caso del sector agropecuario, lo que por siniestro total o parcial repongan las aseguradoras del ramo, así como, por lo que toca a la infraestructura pública, cubran los seguros que se afirma contratara el gobierno estatal.

Así que lo que estaría por verse, es a cuanto ascenderían los montos de los créditos que, con cargo a la aún improbable autorización por parte de la banca de la línea de crédito que aprobara el Congreso local, se destinarían al rescate y reconstrucción y, en su caso, a tapar los múltiples hoyos en el gobierno que dieran lugar a la bancarrota técnica de las finanzas públicas estatales.

Lo que debería quedar bien claro, antes de dar rienda suelta a las especulaciones y desgarre de vestiduras, es que una cosa es que la diputación local autorice al gobierno del estado a contratar nuevos créditos y otra, muy distinta y quizá la más relevante, es que la banca conceda una línea de crédito hasta por 10,000 millones de pesos a un gobierno a todas luces insolvente, que ofrece en garantía participaciones federales que año con año son variables e inciertas.

Esto no pasó por la mente de quienes se dicen representantes de la voluntad mayoritaria de los veracruzanos. Simplemente cumplieron con una consigna dada, unos de buen grado por disciplina y compromiso partidista, y otros, porque como ya es del dominio público, fueron lo suficientemente maiceados como para no solamente dar su voto favorable, también para aplaudir la gratificante intención del gobernador de rescatar a Veracruz.

Lo que si debe ser motivo de preocupación general es que con pretexto de atender con eficacia y prontitud la emergencia, sin más la diputación apruebe que el gobierno estatal se siga endeudando y generando obligaciones de pago, con cargo a los ingresos de administraciones futuras, privando a éstas de solvencia para atender las necesidades crecientes de obra, servicios públicos y pago de nómina y prestaciones de la burocracia. No tomando en cuenta que ya de sí la deuda que heredará la actual administración estatal a la que le sigue, fluctúa entre 30 y 40 mil millones de pesos o, en el mejor de los casos, atendiendo al optimismo interesado del gobierno, a tres veces más que el adeudo heredado de la administración alemanista.

Frente a esta preocupación, las preguntas obligadas son: ¿el adeudo con cargo a la línea de crédito lo contratará y ejercerá el gobierno actual, en los días que le restan al mandato de Fidel Herrera, o el siguiente? ¿Por qué monto y a que plazo? No hay respuesta.

Lo único que si se puede afirmar, es que si una parte proporcional de la línea de crédito a contratar sea dispuesta antes del primero de diciembre del año en curso, la diputación local, agachona y maiceada, simplemente apretó más el nudo del ahorcado, sin la más mínima consideración al difunto; entregándole en bandeja de plata al gobierno actual la potestad de comprometer más de lo esperado, finanzas públicas y gobernabilidad para los próximos 20 o 30 años.

Ya en el terreno de la especulación política, de la propuesta del gobernador y la decisión tomada por el Congreso local, podrían caber algunas consideraciones:

1.- Si se confía plenamente en que Javier Duarte será ratificado por el TRIFE como gobernador de la entidad, que mala leche. Cuando menos el primer año de gobierno tendrá que avocarse a corregir entuertos, tapar hoyos en la administración y, de entrada, a incrementar la deuda pública, directa e indirecta que le queda como herencia, si es que en sus planes considera vía nuevos endeudamientos, medio remendar los daños del desastre que insiste la naturaleza y la falta de previsión, en seguir lastimando a Veracruz. Restándole al joven delfín legitimación y capacidad para mantener estabilidad y gobernabilidad.

2.- En el caso de contarse con la plena seguridad de que Duarte no será ratificado por el TRIFE, sea quien fuere el gobernador entrante, éste iniciará su mandato atado de manos, con finanzas públicas quebradas, sujetas a participaciones federales con montos inciertos; apechugando y cargando sobre sus espaldas la responsabilidad de poner orden en la administración pública que hoy por hoy es un caos; enfrentando irritación social y confrontado con la corriente priísta de la fidelidad que cifra sus esperanzas en Duarte de Ochoa, así como con la amenaza permanente de un inminente y ya planeado fracaso.

En ambos casos, los platos rotos, como siempre, habrán de pagarlos, primero, los veracruzanos más vulnerables y, más tarde, Veracruz entero.

3.- Si se contrata el crédito en lo que resta del año ¿Cuánto de este se van a robar, como lo indica la fama pública ganada a pulso por el gobierno de la fidelidad, y que ya anda de boca en boca tras la decisión del Congreso local?

4.- Lo más lógico y probable, conociendo la capacidad de maniobra de un inteligentísimo Fidel Herrera. Ante la pésima calificación de la capacidad de endeudamiento y, por ende, de pago, del gobierno de Veracruz, la autorización de la línea de crédito es una más de las brillantes jugadas mediáticas del Mtro. Herrera Beltrán para concluir su administración. Presenta a Veracruz en el concierto nacional e internacional como una entidad federativa capaz de ponerse de pie por sí sola, con solvencia económica, moral y política envidiable; echa por tierra la idea de que el gobierno federal le resta autonomía al gobernador en la toma de decisiones frente a la emergencia; recobra credibilidad y aceptación, ganándose la fama pública de ser “el gran salvador” de la entidad frente al desastre y, por ende, sus amplias posibilidades de poder acceder a la candidatura de su partido en la contienda electoral presidencial del 2012. Un golpe maestro, sin duda, al que contribuye la ingenuidad o mala fe de la diputación, pero, para nuestro infortunio, lo que menos cuenta es el destino de Veracruz.

Por cuanto a los diputados locales actuales, los peores en muchos años salvo muy contadas y respetables excepciones, cobrarán sus 300 mil pesos de bono de marcha dentro de treinta días. Concluyendo su gestión, unos se irán a casita a prepararse para una nueva oportunidad, quizá una próxima alcaldía, en tanto que otros seguirán mamando del presupuesto, al considerarse ya nominados para ocupar altos cargos en la próxima administración pública estatal.

Eso sí, ninguno de éstos, está dispuesto a donar tal bono a favor de los damnificados a los que con tanta enjundia dicen apoyar con recursos públicos vía endeudamiento. Los que tuvieran un poco de vergüenza harían bien en irse de Veracruz cuanto antes, pues todos, sin excepción serán señalados, los maiceados y los que apoyaran de a grapa la propuesta del gobernador, como los diputados que pusieran “la iglesia en manos de Lutero”.

Por lo que toca a las miles de familias en desgracia, éstas habrán de conformarse con seguir saliendo en la foto de los diarios o como actores de reparto en la TV; recibiendo en sus urgencias despensas, albergues mal planeados y peor equipados, láminas, bultos de cemento, o como privilegio, bicicletas y electrodomésticos, como anticipo clientelar para el próximo proceso electoral. De eso no nos quepa la menor duda. Así se escribe la historia de Veracruz.

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Veracruz. Frente a la crisis, oportunidad

Por J. Enrique Olivera Arce



Tras la tormenta perfecta, combinación y retroalimentación de naturaleza desatada y malos gobiernos, nadie puede negar que en Veracruz vivimos una crisis dentro de otra crisis que para nada no es ajena, la globalizada de una economía mundial que no logra levantar cabeza, y a la cual México, por más que Felipe Calderón insista en convencernos de lo contrario, nos tiene patas arriba.

La nuestra, crisis que hoy nos atañe en la coyuntura doméstica, pese a sus efectos desastrosos, no deja de dejar lecciones respecto al pasado, presente y futuro de nuestra realidad. La interrogante que se plantea es si tales lecciones estaremos tomándolas en cuenta o, simplemente, como desafortunadamente es costumbre, así como retornarán las aguas a sus cauces, retornaremos a nuestra normal vida cotidiana, dejando hacer, dejando pasar, hasta que nuevos golpes, quizá más severos, nos vuelvan a poner de rodillas frente a lo que naturaleza y sociedad propiciamos.

Lo irracional, a mi juicio, sería esto último: superar la contingencia y avocarnos al rescate y reconstrucción, fincando nuestro futuro sobre los mismos, frágiles y endebles cimientos, perdiendo la oportunidad de enmendar y hacer de la crisis oportunidad.

No hay mal que por bien no venga, reza la conseja popular sustentada en el más primitivo sentido común que, confiando en algo tan irracional como la suerte o la mano bondadosa del creador, deja en manos de la resignación y una nada sustentable esperanza, el que el desastre de hoy por sí solo acarree bonanza y bienestar para el mañana.

la solución deseada a los pequeños o grandes avatares de nuestro infortunio presente, sin analizar origen, desarrollo y consecuencias del mal o males que nos aquejan, queda así a la buena de Dios, evadiéndose una responsabilidad personal y colectiva fincada en nuestras propias conductas, actitudes, costumbres; en la manera de hacer las cosas en el afán de satisfacer nuestras necesidades con el menor esfuerzo, el menor costo, y vivir el hoy con toda intensidad, ante la incertidumbre de si mañana veremos nuevamente el sol.

La previsión se constituye en algo aleatorio, ignorando el pasado y las lecciones de su legado, al mismo tiempo que para las generaciones presentes importe un bledo lo que heredaremos a las venideras. En tal manera de pensar y de actuar, se sustenta la inviabilidad de lo que hoy conocemos como desarrollo sustentable, utópica teoría que se escucha agradable en el discurso de políticos y galardonados expertos, pero inalcanzable en sus objetivos y efectos propuestos.

Así como también resulta cómodo atribuir los embates de la naturaleza que hoy nos daña y lastima, únicamente al “cambio climático”, (o al reparto agrario cardenista) como insiste Calderón Hinojosa, presidente designado de la República, y no a la conducta de la raza humana.

Científicamente está comprobado que mucho tienen que ver los cambios que sufre en el tiempo el planeta entero, entre ellos el climático, alterando el comportamiento de la naturaleza pero lo cierto es, siempre a mi juicio, el que no hacemos absolutamente nada para adecuarnos a estos y aliviar en la medida de lo posible sus efectos. La previsión, pese a las alertas tempranas de la comunidad científica, no entra en los planes de una sociedad inmersa en el acumular y acumular riqueza material, así sea a costa de acelerar el cambio anunciado y profundizar sus efectos, renunciando a tranquilidad y calidad de vida presente y futura.

No podemos seguir manteniendo tal actitud, so pena de lamentarnos mañana nuevamente de lo que hoy y siempre hemos propiciado y auspiciado. El cambio en nuestra sociedad, se reclama con urgencia; cierto, problema y búsqueda de soluciones es global, como lo es la crisis concurrente mundial –social, económica, política, ambiental, que a todos nos afecta, pero en nuestro entorno doméstico, frente a la coyuntura, su necesidad, urgencia e importancia, es evidente. No podemos sentarnos a esperar “que el destino nos alcance” año tras año.

El pueblo veracruzano en estos días aciagos, ha dado muestras palpables y extraordinarias de unidad, solidaridad y generosidad, frente a la tragedia que viven miles de familias hermanas. La espontaneidad de todos rebasa al propio gobierno y a los partidos políticos. En ello estriba el poder hacer todo lo que nos propongamos hacer, para cambiar conductas, actitudes y manera de pensar. Coincido con el gobernador, Mtro. Fidel Herrera Beltrán, cuando dice que “Veracruz está de pie”. Quizá exagera, cuando de todos es conocido que más bien estamos de rodillas, pero en su intencionalidad su postura en esta ocasión le considero correcta. Estamos doblados pero no vencidos, entre todos saldemos adelante.

Unidos solidariamente, con la misma generosidad y desprendimiento que hoy nos motiva, si hacemos lo correcto, atendiendo más a la racionalidad científica que a la corrupción, improvisación y al ahí se va, podríamos hacer de la crisis oportunidad, construyendo un Veracruz mejor que el que recibiera el embate de las fuerzas desatadas de la naturaleza.

La reconstrucción de la entidad exige nuevos cimientos, en lo económico y en lo social. No podemos ni debemos construir sobre lo viejo, a todas luces ya inoperante. Infraestructura de calidad y eficacia, rescate del campo con visión social, reconocer con honestidad intelectual fortalezas y debilidades de nuestra realidad orográfica e hidrológica y poner en marcha un gran esfuerzo de planificación integral en consecuencia, así como muchas otras cosas en las que los expertos deberán puntualizar.

Para ello no basta el espontáneo granito de arena aportado por cada quien, hay que sumar esfuerzos de manera organizada, hombro con hombro, comunidad por comunidad, la suma del trabajo de todos en torno a un solo objetivo: El Veracruz que deseamos para nuestros hijos. ¡Ojalá y nos cayera el veinte!

Para no variar en mi estilo crítico, podría sugerir también que en cuanto a nuestra clase política, lo más recomendable sería “que se vayan todos”. Entre menos estorben, mejor, pero que le vamos a hacer, sin políticos, sus ocurrencias y sus barbaridades, podríamos morir de aburrimiento antes de un nuevo ciclón y, entonces, saldría más caro el caldo que las albóndigas.

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