El
que se enoja pierde
J.
Enrique Olivera Arce
En el marco de una aberrante
violencia criminal que a lo largo y ancho del territorio veracruzano tiene en
jaque a la seguridad pública, los últimos
coletazos de un políticamente desahuciado Javier Duarte de Ochoa
incrementan descontento y hartazgo en una sociedad que, sintiéndose inerme e
indefensa, no ve para cuando cambie el actual estado de cosas.
El malestar social crece y la
mayoría de la llamada clase política haciendo como que la Virgen le habla, lo
echa en saco roto pareciendo no importarle en la coyuntura electoral lo que la
sociedad piensa y dice respecto de un gobierno fallido, así como de una
partidocracia cómplice que dejando hacer, dejando pasar, le deja las manos
sueltas a un Duarte de Ochoa que se regodea ofendiendo y lastimando a los
veracruzanos.
Malestar que por ahora
orgánicamente se expresa disperso pero que dejando entrever un justificado
enojo, toma senderos que salvo contadas excepciones no contribuyen a un proceso
constructivo de participación, organización y acción política consecuente. Así,
el malestar social se diluye entre chistes de mal gusto, pedestre lenguaje e
imágenes ofensivas en torno a quienes consideran responsables del deterioro
social y económico, empezando por el titular del ejecutivo. Reflejándose en las
redes sociales lo mismo tal animosidad que la ausencia en la llamada sociedad
civil de instrumentos idóneos para canalizar positivamente descontento y
hartazgo.
Pálido reflejo pero expresión
válida al fin, de una sociedad en franca indefensión que no encontrando camino
viable para frenar y sacudirse a lo que considera un pésimo gobierno y
recuperar la tranquilidad y paz pública perdida, canaliza su hartazgo quemando pólvora en infiernitos.
Dice la conseja popular que en
política el que se enoja pierde y a tal resultado conduce el que el insulto y
la diatriba fruto del descontento substituya a ideas y propuestas
constructivas. Si de echar al PRI del gobierno en la elección de junio próximo
tomando como referente a más de 10 años de pésimos gobiernos emanados del
tricolor, el enojo mal canalizado no es el camino, hagamos del hartazgo punto
de partida para una participación responsable, organizada y consecuente en el
seno de la llamada sociedad civil. Si no es hoy será mañana, pero sólo
organizados en un frente único en torno a un programa mínimo que reivindique el
rescate de la democracia, la paz pública y la reordenación de la vida económica
de Veracruz, será viable superar el bache y salir avante.
Cierto, en la coyuntura no hay
de otra que buscar la salida por la vía electoral, cifrando esperanzas en que
con una administración pública renovada cambie para bien atemperando una ya
insostenible situación. Empero, poco o casi nada en el espectro partidista y sus
correlativas reglas del juego, se vislumbra ya no sólo una auténtica voluntad
de cambio, tampoco voluntad para ofertar un programa mínimo que reivindique un
gobierno del pueblo, con el pueblo y para el pueblo; el interés personal o de
grupo en la cúpula de nuestra aldeana clase política no está en esa línea,
antes al contrario, se privilegia la búsqueda del poder por el poder mismo
desentendiéndose de aquello que más lastima, duele, indigna y enoja a la gente.
Luego esto obliga a un voto razonado en la
elección de gobernador y diputados locales en junio próximo que pese y haga
sentir en las urnas que más allá del justificado enojo, los veracruzanos están
diciendo basta, no más las mismas desgastadas caras ni más de lo mismo.
Hojas
que se lleva el viento
Dicen que no pasa nada en
Veracruz, Javier Duarte reitera que prevalece pleno estado de derecho en la
entidad, pero en los medios de comunicación locales y nacionales la nota roja
que registra hechos de violencia criminal en la entidad ya ocupa las primeras
planas. Por algo será.
-ooo-
Quienes no quieren ver que la
correlación de fuerzas políticas en la sociedad veracruzana ya cambió, insisten
en que la estructura, estrategia y ejército de expertos operadores forjados en
las lides electorales, favorece al PRI
para que este partido se alce con el triunfo en la elección del gobernador de
dos años pasando por encima de descontento y hartazgo social. Si bien para la
sociedad no hay tela de donde cortar frente a diversas opciones electorales que
en primera y última instancia son lo mismo (no olvidemos el “Pacto por
México, la aprobación de pseudo reformas
estructurales empobrecedoras, la privatización de facto de las industrias
petrolera y eléctrica), no se puede
ignorar que en el imaginario colectivo los personeros del PRI que hoy aspiran a
la gubernatura o a las diputaciones locales, en su momento por comisión u
omisión avalaron con silencio cómplice todo aquello que hoy se le reclama lo
mismo a Peña Nieto que al gobernador fallido de Veracruz, y eso cuenta igual o
más que el andamiaje histórico del partido en el gobierno. Ya veremos de qué
cuero salen más correas.
-ooo-
Y a propósito de silencio
cómplice, es de destacarse como Américo Zúñiga Martínez, alcalde de nuestra
ciudad capital, hace como que la virgen le habla frente al clima de violencia
criminal e inseguridad pública que se vive en Xalapa y sus alrededores. Eso
calienta y más, cuando con recursos públicos proyecta una falsa imagen de
alcalde modelo de una ciudad capital de las mejor gobernadas en el país.
-ooo-
“Será
un PRI con la cara y las manos limpias”: Amadeo Flores en su toma de posesión
como presidente del CDE del tricolor. Retóricamente suena bien en un discurso
en el que se plasma lo que a los priístas les gusta escuchar, más sin embargo
la realidad real se encarga de desmentir lo dicho, ya que de aquí a junio es
prácticamente imposible cambiarle la cara al caduco partido gobernante y, mucho
menos, lavarle las sucias manos teñidas de sangre con las que impunemente desde
el poder formal han saqueado a Veracruz. Aunque cabe el beneficio de la duda ya
que es de justicia reconocer que entre tantas caras duras, también hay priístas
honestos y bien intencionados que podrían hacer suyo el llamado del viejo
líder.
Xalapa, Ver., 3 de febrero de
2016.
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