Duarte de Ochoa, Yunes Linares, y la bursatilización


Por J. Enrique Olivera Arce



Terca realidad que siempre termina por imponerse por sobre la ligereza del discurso. No pasó mucho tiempo para que la Suprema Corte de Justicia de la Nación diera fin al bizantino debate sobre bursatilización y deuda pública en Veracruz. De acuerdo a la declaración de inconstitucionalidad emitida en el caso de Sonora, bursatilizar recursos que el gobierno local reciba de los impuestos y de las participaciones federales, es simple y llanamente deuda pública sujeta a transparentarse y fiscalizarse.

Dictada la última palabra por los ministros de la Corte, cae por su propio peso todo el esfuerzo aplicado en la entidad a tratar de convencer a la ciudadanía de que por ningún concepto con la bursatilización del impuesto a la tenencia de automotores y participaciones federales, se incrementaba la deuda de la administración a cargo de Maestro Fidel Herrera Beltrán.

En muchos casos se podría considerar que el afirmar que bursatilización no es deuda, fue simple seguidísmo con un mucho de oportunismo de quienes por ignorancia así lo manifestaran. No así en el caso del ex titular de la SEFIPLAN que, como bien señalan sus apologistas, es todo un experto en administración y finanzas públicas; obligado entonces por su formación académica y cargo que desempeñara, a expresarse con verdad, antes al contrario, correspondió al ahora diputado federal Javier Duarte de Ochoa ser el más entusiasta defensor de que la bursatilización por donde se le viera no constituía técnicamente de manera alguna deuda pública y así, sin duda, se lo hizo saber al gobernador. Hoy, gracias a lo dispuesto por la Suprema Corte de Justicia, no sólo se tragará su insistente dicho sino que sienta un precedente de mentiroso, lo que pesará sin duda en su aspiración a gobernar a los veracruzanos.

Precedente negativo que habrán de compartir los diputados locales que con tanto entusiasmo votaran a favor de la aprobación de la iniciativa que diera lugar a las bursatilizaciones, con excepción de Héctor Yunes Landa quien oportunamente pidiera se pospusiera la discusión y aprobación en su caso, en tanto no se conociera el dictamen de la Corte por el caso Sonora. Y más todavía, los diputados de la oposición que se negaran a firmar la demanda de inconstitucionalidad de lo aprobado por el pleno de la Legislatura local tras haber votado en contra.

Lo que ahora estaría en la mesa de debate, es si de acuerdo con el dictamen de la Corte, el gobierno de Veracruz está dispuesto tanto a aceptar que efectivamente se incrementó la deuda pública con las bursatilizaciones y en que monto, así como a reconocer la obligación de transparentar y dar cuenta al Congreso local y a la ciudadanía sobre el destino y resultados de los recursos bursatilizados, o se hará de la vista gorda. Sobre todo cuando está siendo cuestionado su manejo por parte de algunos ediles que, presuntamente, les han dado un destino poco claro y distinto a lo autorizado por la Legislatura.

Debate que por principio ya está contaminado e inscrito en el proceso electoral en marcha. Duarte de Ochoa se ha manifestado pública e insistentemente en contra de un mayor endeudamiento de la administración pública y, bajo ese argumento, justificó el que la diputación federal priísta hubiere votado a favor del incremento del ISR y el IVA contemplado en la Ley de Ingresos de la Federación y la Miscelánea Fiscal para el 2010, en tanto que el director del ISSSTE y aspirante a la gubernatura de Veracruz por el PAN, haya insistido en que con la bursatilización se disparaba la deuda pública del gobierno estatal a niveles nunca vistos.

En uno y otro caso, el Maestro Fidel Herrera Beltrán queda en medio y obligado a manifestarse públicamente al respecto. Si lo dispuesto por la Suprema Corte de Justicia de la Nación para con el gobierno de Sonora, tiene aplicación o no en Veracruz es un tema relevante que debe quedar claro para la ciudadanía.

Nada que celebrar, en espera del milagro que nunca llega

Por J. Enrique Olivera Arce



Magistralmente Eduardo López Betancourt, Presidente de la Barra Nacional de Abogados, diagnosticó el estado que guarda el país, complementando a Cuauhtemoc Cárdenas quien afirmara que México no tiene nada que celebrar con motivo del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución Mexicana (Proceso ).

López Betancourt censurando a magistrados jueces, políticos y legisladores afirmó:

"Como nunca, los principios jurídicos son pisoteados. Los encargados de hacer cumplir la ley actúan a espaldas de la sociedad, se confabulan para el engaño y descarado reparto del botín. Mantenemos un Congreso constituido por pícaros vividores, que no sólo practican el nepotismo más abyecto, sino que son verdaderos engendros de Lémures, en busca del más evidente daño a la comunidad", agregando que “..."mientras el pueblo se ahoga en la desesperación, el desempleo y la miseria, los legisladores inventan, crean e imponen alcabalas sin ápice de responsabilidad. Se dividen la jugosa carnada presupuestal, en base exclusivamente a sus bastardos y despreciables intereses"".

Cruda opinión que muchos mexicanos sin distingo partidista o posición social compartimos. La clase política en su conjunto y salvo honrosas excepciones, se hace merecedora a ella. Pero lo más llama la atención es que con toda desverguenza le preste oídos sordos, persistiendo en la simulación, el gatopardismo, corrupción e impunidad, compañeros inseparables de viaje en la cotidianeidad del quehacer político y el servicio público como segunda piel.

Lo más sorprendente es que la ciudadanía, en su gran mayoría, acepte tal abyección sin parar mientes, como si en cada proceso electoral en el momento de depositar el sufragio guardara la esperanza de ver florecer un jardín entre impúdico y pedestre detritus. Fe, esperanza, y caridad cristiana para con la clase política, sustentadas en el río permanente de demagogia, a la que se le corresponde con indiferencia, sumisión, y agradecimiento por el yugo impuesto. Dejar hacer, dejar pasar, mientras el país se hunde arrastrando a todos por igual.

La aprobación por el Congreso de la Unión de los presupuestos de ingresos y egresos de la federación y, en nuestra isla de la fantasía, el triunfalismo sin sustento del V Informe de Gobierno de Fidel Herrera Beltrán y la criminalización del aborto que desmiente forma y contenido del discurso conciliador del gobernante, que no merecieran de la ciudadanía la más mínima atención son el vivo ejemplo; no obstante el retroceso que ello significa para la vida económica y social de la Nación y, en lo que a los veracruzanos toca, de la entidad.

“Cuidaremos cada peso del presupuesto”, afirma calderón Hinojosa. “Veracruz ya está en las ligas mayores del petróleo”; “Vamos bien y falta lo mejor”, certeza sin sustento del titular del poder ejecutivo federal y del correspondiente de la entidad, que no puede sino inscribirse en las afirmaciones del abogado López Betancourt. Medias verdades y medias mentiras en las que México es simplemente el botín a repartir.

¿Qué sigue? Se preguntan destacados politólogos, analistas e intelectuales que perciben un salto atrás de corte fascista para el país. Seguramente lo que a continuación sigue no tiene cabida en la agenda de la clase gobernante, no le interesa ni le quita el sueño, como tampoco le quita el sueño a la mayoría de una ciudadanía que, en su desventura, confía aún en el milagro que nunca llega.

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La paradoja del sexenio

Por J. Enrique Olivera Arce



Buenos o regulares, tanto logros como atención a rezagos históricos a lo largo de cinco años de gobierno del Maestro Fidel Herrera Beltrán corresponderá a la ciudadanía juzgarlos finalmente, llegado el momento y al margen de la contaminación mediática que hoy todo lo hace ver a la luz de un triunfalismo inducido por el propio titular del ejecutivo.

Cinco años de un personalísimo estilo de gobernar que corresponderá a la historia juzgar en su contexto, a la luz de números fríos y, porqué no, también a la luz de cómo a cada quien le fuere en la feria de la fidelidad; Así es la regla no escrita con la que, pasado el tiempo, se nutre el balance de una administración y de quien la encabeza.

No faltarán, sin duda, apologistas o “detractores” que, anticipándose, de primera intención califiquen la actuación del Maestro Herrera Beltrán y su administración sin más elementos de juicio que la percepción interesada o bien, la interpretación subjetiva de aquello que primero salta a la vista, como obras de infraestructura concluidas, en proceso u ofrecidas y no cumplidas, así como el destino final del gasto público a lo largo de los cinco años, sin profundizar en que o como estas manifestaciones del quehacer gubernamental incidieran coyunturalmente en la solución de problemas de fondo o contribuyeran a impulsar crecimiento económico, desarrollo y bienestar de la gente. Se vale porque así es la costumbre y porque en ello se sustenta la idea de que el último año de gestión la tarea consiste en consolidar logros y no en recapitular para empezar de nuevo en aquello que a lo largo del tiempo fuera quedando en el tintero. Lo que se logró se logró, lo demás es tarea pendiente para las administraciones subsecuentes.

Y es en esto último que habrán de correr ríos de tinta. La apología del éxito alcanzado o la crítica superficial habrán de alimentar el imaginario de la clase política y, por extensión en el de los medios de comunicación. En cuanto al imaginario popular, este por ahora está dominado por percepciones sobre lo que habrá de traer consigo el alza de impuestos y el incremento en la carestía de la vida, más que alimentado por la abundante información y contra información que deviene de la cúpula del poder.

Cada quien desde su particular punto de vista e intereses en juego habrá de procesar la información referente a los cinco años del actual régimen, con la vista puesta tanto en el sucesor como en una posible continuidad en tiempo, forma y contenido de la administración por concluir; conformando el escenario antes durante y después de la contienda electoral que desembocará en la elección del 4 de julio del año próximo.

Pese a que el Maestro Herrera Beltrán afirma lo contrario, lo que le resta de su mandato será determinado por el proceso electoral. Todo lo que haga o deje de hacer, se inscribirá en el proceso de sucesión y así se interpretará. La fuerza de la costumbre así lo indica y de ahí se derivará el quehacer de la clase política en su conjunto y, en lo específico, de los primeros círculos del priísmo veracruzano que, conforme pasen días y semanas atenderá, por un lado, a la espera de la emisión desde palacio del humo blanco y, por otro, las manifestaciones obligadas de cortesanía y quema de incienso al paso de quien se presuma resultará ser el escogido para abanderar a su partido en la contienda por la gubernatura. Lo que haga o deje de hacer el gobernador fuera de este marco pasará a ser marginal.

De ahí la importancia del quinto informe de gobierno, penúltimo constitucionalmente pero objetivamente el último en el que el Maestro Fidel Herrera Beltrán ocupe el sitial protagónico y los efectos concentrados de los reflectores mediáticos.

Lo que sigue a partir de hoy domingo, está ya preestablecido en el libreto protocolario de un poder que tras su ascenso tiende a declinar. En este escenario se inscribirá también el jaloneo al interior de las filas priístas entre personajes y proyectos sucesorios, resultando paradójico que, en esta ocasión y pese a la tradición, en la medida que el poder decisorio del gobernador decline, en la misma medida declinará la presunta fortaleza del que anticipadamente impusiera como su candidato a sucederle.

De ahí la urgencia en el primer círculo de que el CEN del PRI emita cuanto antes la convocatoria que habrá de determinar tiempo y forma del proceso de selección interna en la entidad; entre más dilate la expedición del documento más se aleja la posibilidad de que el diputado federal Duarte de Ochoa logre remontar el clima de impugnación que se cocina entre sus correligionarios. No resultando extraño que ya se afirme que entre más se prolongue la espera, menor será el flujo de recursos de que éste disponga para extender la precampaña emprendida y mayor el riesgo de que se desinfle. Por cierto que en ello confían quienes al interior del PRI esperan frente a la puerta ver pasar el cadáver político del delfín impuesto.

Y mientras en nuestra aldea corran surrealistas ríos de tinta dando cuenta de la feria electoral, México entero continuará en picada enfrentando el arribo del Bicentenario de la Independencia Nacional y el Centenario de la Revolución Mexicana, entre oscuros nubarrones de impredecible e incierto presagio.

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O se cambia de caballo ó nos arrastra el río

Por J. Enrique Olivera Arce




Con la velocidad con la que suelen presentarse los últimos 30 días de año, las ominosas señales del deterioro general del país se suceden unas a otras sin dar tiempo a que una a una sea procesada en la mente de los lectores de noticias. Quiza una de estas señales, relevantes pero poco difundidas, sea la relativa al Presupuesto de Egresos de la Federación que deberá quedar aprobado por el pleno de la Cámara de Diputados a más tardar el próximo domingo.

Sin el ruido mediático que acompañara al proceso de discusión y aprobación de la Ley de Ingresos y Miscelánea Fiscal para el 2010, la contraparte relativa a montos y destino de la captación de recursos prevista, el jaloneo entre los diversos partidos representados en el Congreso de la Unión, contaminado por la opinión de los gobernadores y cabezas visibles de los poderes fácticos que velan por sus propios intereses, bien se guarda de reflejar ante la opinión pública que los criterios que se manejan en la conformación del presupuesto de egresos son los mismos que animaran a diputados y senadores en la aprobación de incrementos a impuestos, derechos y, por qué nó, prebendas y privilegios.

Nada que en lo sustantivo apunte, por un lado, a frenar en la coyuntura los efectos recesivos de la crisis y, por el otro, a tocar en lo más mínimo el rezago estructural que tiene sumido al país en un proceso permanente de subdesarrollo, no obstante que la sociedad en sus diversos estamentos ya se expresa de manera recurrente en que hay que hacer un alto en el camino, repensar el modelo de desarrollo e incluso, de la necesidad de construir un nuevo pacto social, más acorde con la realidad que vive México tanto en lo interno como en el contexto global.

Hasta donde la información que fluyendo veladamente lo permite, es de destacar que el presupuesto de egresos para el 2010 será un bodrio más, improvisado, fragmentado, plagado de parches a modo y ajeno a un plan predeterminado de hacia donde y como debe avanzar un país que ya se le escurre entre las manos a la clase política. Cada uno de los grandes rubros parece responder más a las necesidades y caprichos de los gobernadores y poderes fácticos, vinculados estrechamente a los requerimientos de supervivencia de la partidocracia, que a las necesidades reales y sentidas de un México que lleva a cuestas a más de la mitad de su población en condiciones de pobreza y pobreza extrema.

Una vez más seremos testigos de cómo en la balanza pesará más el capital político electoral en juego, con vistas a la elección del 2012, que los intereses trascendentes de la Nación, mientras el país sigue su curso descendente en un ya inocultable salto atrás que nos aleja cada día más de toda expectativa de crecimiento económico y desarrollo. Llamando poderosamente la atención el falso debate en el Congreso entre privilegiar gasto social para financiar programas asistencialistas (electoreros) ó rescatar infraestructura productiva, como si “desarrollo social” no fuera de la mano de crecimiento económico.

Falso debate que por cierto en su momento diera lugar a la medida de “reingeniería” en la administración pública veracruzana, que separa orgánicamente a “desarrollo” social y medio ambiente, de “desarrollo” económico y portuario, haciéndose acompañar por aparte de la atención oficial al campo y al turismo. Los desastrosos resultados de tal fracmentación están a la vista. Ni el crecimiento económico es palpable ni se puede afirmar que los programas sociales inciden en mejores condiciones de vida para la mayoría de la población; manteniéndose intactos los rezagos estructurales históricamente acumulados mientras la burocracia se multiplica, traslapándose la mayor de las veces en acciones desconcertadas y objetivos contrapuestos que a su vez confrontar a los funcionarios responsables.

Y mientras en el Congreso de la Unión se cocina un nuevo bodrio, el descontento crece, la inconformidad se expresa y desborda en las calles, el tejido social se fractura y el estado de derecho se cuestiona, dando lugar a la prevalencia de la delincuencia organizada, el uso de la fuerza estatal para dirimir diferencias y conflictos, así como la nociva tendencia al hacer justicia por propia mano. Todo ello en medio de un caldo de cultivo propiciado por el derrumbe del quehacer económico y la persistencia en mantener el rumbo equivocado.

Después de la rechifla masiva a Felipe Calderón Hinojosa en La Laguna, todo discurso triunfalista ya no tiene cabida. O se cambia de caballo o nos arrastra el río.

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PRD, lumpen de la política veracruzana


J. Enrique Olivera Arce

No se necesitaba bola de cristal alguna para prever lo que acontecería el pasado domingo con la elección del PRD en la entidad. Si ante toda la nación los vergonzosos dimes y diretes entre las bancadas veracruzanas del PRI y el PAN en San Lázaro marcaran el actual nivel de la política, ayuna de ideología y el mínimo de respeto a las formas y a la sociedad en su conjunto, el recurrente cochinero del partido del sol azteca ubica a este como el lumpen de la política en Veracruz.

No es de extrañarse lo que acontece en la vida política de Veracruz, lo reitero, no es otra cosa que reflejo de la profundidad de la crisis de un sistema de partidos políticos que tiempo ha dejara de responder a la función que la sociedad les tiene encomendados. El pragmatismo pedestre que en ellos se practica ni responde a los intereses de las mayorías ni contribuye a la construcción de la democracia; prevaleciendo el interés de individuos y de grupos que al amparo de los partidos políticos contemplan al país como botín y a la población como servidumbre a su servicio.

Lo mismo a nivel nacional que en nuestra idílica isla de la fantasía, la política, lejos de servir se sirve en beneficio de unos cuantos, registrando el nivel más bajo de toda la historia moderna de México. Luego no debe extrañarnos que así como la delincuencia organizada -lumpen del país llamado a vivir de las migajas-, se impone por sobre el interés del Estado haciendo pesar violencia y capacidad económica y financiera para operar impunemente en provecho propio, un partido político venido a menos, prácticamente marginal y muerto políticamente en Veracruz, desprovisto de toda legitimidad exhibiendo sin pudor sus más bajos instintos, medre a costillas de una sociedad desorientada víctima de la incertidumbre y la corrupción.

El sistema de partidos políticos en su conjunto, se vale de la necesidad y miseria de amplios sectores de la población mayoritaria, prostituyendo a los electores a cambio de votos y exhibiendo con desparpajo su desverguenza bajo una máscara de decencia y civilidad. En tal escenario, el PRD específicamente opera a diferencia de sus congéneres de cuello blanco, cual pandillero de barrio; victimando a los más débiles, a los que no logran superar miseria e ignorancia, a la par que entre los miembros de la pandilla se acuchillan dirimiendo la posesión de un no tan magro botín.

Y aún así, hablan de capital político y lo subastan al mejor postor, negociando lo mismo con el PRI que con el PAN, alianzas y trastupijes electorales cual delincuentes que viven del chantaje y el uso de la violencia como medio y como forma de existencia marginal. Como si la vida política de la entidad requiriera de los servicios de matones a sueldo para asegurar el bien común.

Lo que de manera recurrente observamos al interior del partido del sol azteca en la entidad, no tiene nada que ver con la izquierda y sus movimientos reivindicatorios. Lo mismo en la llamada izquierda parlamentaria que en la izquierda social, lo que queda de ese partido en Veracruz es apenas quizá un mal necesario, una fístula que lastima y ofende pero que se hace necesaria para mendingar apenas mínimas reformas y presuntas conquistas, ante la incapacidad manifiesta de quienes sintiéndose izquierda real se avergüenzan de salir a la calle para exigir aquello a lo que en justicia les corresponde.

No podemos seguir en tal confusión ni requerimos que la crisis de partidos políticos en México toque fondo para erradicar la fístula de entre las filas de la izquierda. Sólo basta querer y participar para poder hacerlo y la solución está en las urnas. Ni un voto al PRD en Veracruz.

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Demasiado futurismo electoral y muy poca inteligencia

J. Enrique Olivera Arce



Conforme y en apariencia se van asentando las aguas tras el golpe dado a la economía popular con la aprobación de la Ley de Ingresos y la Miscelánea Fiscal para el 2010, para la clase política la atención sustantiva sigue puesta en la sucesión presidencial y no en la crisis que sigue profundizándose.

Para el PRI y el PAN la prioridad es recuperar su mermado capital político, y para la oposición de la autonombrada izquierda electoral, el como aprovechar la oportunidad en la coyuntura y llegar al 2012 con un candidato de unidad, como afirmara ayer jueves Marcelo Ebrard.

En Veracruz aunque se coincide en dejar de lado la atención a la crisis concurrente, la clase política gira en torno a la “guerra de bacinicas” entre los dos partidos mayoritarios, con vías a la sucesión del Maestro Fidel Herrera Beltrán. La tesitura de la contienda cobró su nivel más álgido con los pedestres y ridículos dimes y diretes entre las bancadas veracruzanas del PRI y el PAN en la Cámara de Diputados, exhibiendo los trapos sucios que deberían orearse en casa.

Del PRD, poco se puede decir al respecto. Ni la crisis ni la contienda por la gubernatura y mucho menos por la búsqueda de la presidencia de la República, está en el ánimo e intencionalidad del rupestre conglomerado de clanes menores presuntamente vinculadas a las tribus nacionales cuya mayor expresión se hace sentir en la Ciudad de México. Hasta donde es dable observar entre el polvo del reborunbio que levantan quienes aspiran a presidir al partido del sol azteca en Veracruz, la prioridad es pragmática, inmediatista, y gira en torno al manejo de las prerrogativas, acceso al maiceo y manipulación de aquella militancia de una casi absoluta carencia de conciencia social.

Mañana sábado, entre mutuas acusaciones de corrupción, tendrá lugar un nuevo intento por oxigenar al cadáver con una elección más, de claro corte fallido ¿Qué tanto podrá volver a ser el clásico cochinero?, está por verse. Lo cierto es que para la ciudadanía da igual si se elije una nueva directiva estatal, repiten quienes detentan los cargos por interinato o se opta por cancelar la elección y que sea un enviado del Comité Ejecutivo Nacional quien se haga cargo del tiradero. En el imaginario popular el PRD en Veracruz dejó de existir como opción electoral, permaneciendo latente la nada lejana posibilidad de que las bases reconozcan que su partido está muerto y enterrado y busquen nuevas opciones de participación política.

Mal o bien el perredismo veracruzano cumplió su ciclo histórico y a otra cosa mariposa.

Lo destacable es que así como el PRD devora sus propios restos, el PRI y el PAN se revuelven en su propio cochinero perdiendo ambos compostura, credibilidad y visión de futuro. Inmersos como están en su mutua y absurda guerra de descalificaciones, lanzándose todo tipo de detritus de espaldas a los acuerdos alcanzados a nivel central bajo las banderas del PRIAN, así como en la intestina que tiene lugar en el jaloneo por la candidatura a la contienda por la sucesión en el 2010, se manifiestan ajenos al clamor popular tanto por la aprobación de incrementos en los impuestos como por el deterioro creciente del sustento económico de la mayoría de las familias veracruzanas como consecuencia de la profundización de una crisis que, cuando menos en nuestro país, a juicio del gobernador del Banco de México no tiene para cuando amainar.

Lo que a su vez coincide con el también creciente deterioro del régimen fidelista; pese a la audacia, esfuerzos y palos de ciego del gobernador por generar confianza y mantener en alto las expectativas de una sucesión aterciopelada, sustentada en finanzas públicas sanas y un aparente crecimiento económico que salpica positivamente en lo social a los sectores más desprotegidos de la población, el deterioro es evidente. El control absoluto conforme pasan las semanas, es cada vez más relativo; el poder unipersonal del gobernador con mayor frecuencia es puesto a prueba y quien está llamado a pagar los platos rotos es Javier Duarte de Ochoa, novel diputado federal ubicado como el llamado a ser impuesto como candidato del PRI a la gubernatura, quien no logra atemperar con derroche de recursos y bombardeo mediático, el natural rechazo que sus aspiraciones despiertan en amplios círculos de la clase política veracruzana.

Para la mayoría de los que dicen saber como es el juego, el deterioro del régimen fidelista y la pérdida creciente de autoridad e imagen del gobernador no es de extrañarse; históricamente es repetitivo tal fenómeno, bajo la premisa de que “muerto el rey, viva el rey”, enfocándose los reflectores en el último año del sexenio en curso hacia quien habrá de ser el elegido para gobernar a Veracruz, con la salvedad de que, en esta ocasión y como una última concesión, sea el gobernador saliente quien imponga a su sucesor.

Sólo que la historia es dinámica, nadie se baña dos veces en el mismo río. Hoy vivimos circunstancias diferentes y específicamente inéditas frente a una crisis que no tiene ni pies ni cabeza; la vida política no es ajena a ésta y el comportamiento de los partidos políticos en los últimos tiempos da cuenta de que el descalabro sistémico les tomó con los dedos tras la puerta. Todo puede pasar y no precisamente lo que así se observa en esotérica bola de cristal. Veracruz no es la excepción como se afirma.

El haber optado por la propuesta menos peor y menos costosa en términos de capital político, aprobando el bodrio tributario, es muestra fehaciente de que tan tiene perdido el rumbo nuestro sistema nacional de partidos políticos que Calderón Hinojosa y los poderes fácticos se levantan como los ganadores, sin que se escuche otra cosa lloriqueo y arrepentimiento tras la mascara de un falso triunfalismo. Veracruz no está al margen de la ausencia de rumbo cierto y de respuestas certeras frente a una crisis que transversalmente trastoca toda la vida nacional, su aldeana clase política así lo manifiesta dándole la espalda también a una terca realidad que como bien lo expresara Narro Robles, Rector de la UNAM, en todo el país exige con carácter de urgente el refundar la República.

Demasiado futurismo electoral y muy poca inteligencia de la clase política son la constante. Es de desearse que los festejos del Bicentenario de los prolegómenos de la Guerra de Independencia y el centenario del inicio de la Revolución Mexicana, frente a tal pequeñez de miras no resulten infausto anuncio de un desborde de violencia popular.

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Juegan con lumbre

Por J. Enrique Olivera Arce



“Más pronto cae un hablador que un cojo”



Lo percibido era más que obvio: el interés partidista por sobre los intereses de la Nación ha sido la tónica de la discusión y aprobación, en su caso, de la Ley de Ingresos y Miscelánea Fiscal para el 2010. La partidocracia y el peso de los poderes fácticos que le sustentan, pudo más que la voluntad popular presuntamente representada en el Congreso de la Unión.

En la Cámara de Diputados la noche de ayer, y la de de Senadores el día anterior, PRI, PAN y su satélite verde, ratificaron la profunda brecha entre mandantes y mandatarios, haciendo de la simulada democracia representativa triste papel de caricatura.

Con honrosas excepciones, diputados y senadores matan así a la gallina de los huevos de oro. Negándose a toda posibilidad de sustentar la viabilidad del Estado mexicano frente a la crisis en principios sustantivos de equidad y justicia social. Haciendo prevalecer privilegios del gran capital por sobre las necesidades reales y sentidas de las mayorías, profundizando la brecha de la desigualdad y contribuyendo a una mayor polarización de la sociedad.

Destacando el papel vergonzante del PRI en el Senado, que por salvar su hoy en duda capital político, optara por la abstención negociada en un tema en el que ofreciera a sus electores oponerse por la vía del voto en contra.

Del PAN no podía esperarse otra cosa diferente que su voto a favor del incremento en el ISR y el IVA. Así lo mandata su naturaleza reaccionaria y contraria al interés de la Nación. La abstención del PRI en el Senado, lavarse las manos, no le resta responsabilidad; avalando lo votado por su bancada en la Cámara de Diputados le iguala con su adversario político, habiéndose identificado plenamente con la idea ya formada en el imaginario popular de un maridaje obsceno al que se le conoce como PRIAN.
Si lo que pretendiera el tricolor fue el no cargar con el costo político de la aprobación de una Ley de Ingresos y su correspondiente Miscelánea Fiscal, antipopular, absurda e injusta, a mi juicio el tiro le salió por la culata.

Si de capital político se trata, al anteponerse este al interés de la mayoría de los mexicanos y a lo que la razón recomienda para intentar salir de la crisis sistémica global cuyos efectos en México apuntan a un desastre, el PRI resulta el gran perdedor. Incapaz de oponer alternativas racionales, su salida es: “Nos inclinamos a favor de lo menos peor”, como lo expresan sus voceros oficiales y oficiosos. La gente sabrá, llegado el momento, poner en la balanza compromisos no cumplidos y soberbia triunfalista de un partido político que pretendiendo recuperar la presidencia de la República en el 2012, en los hechos coparticipa con el PAN en el retroceso social y económico, así como en el hundimiento del país que acarreará un bodrio fiscal que lejos de cumplir con el propósito de impulsar el crecimiento económico y la generación de nuevos empleos, resultará recesivo, contrario a lo que la lógica está indicando a nivel internacional como alternativa válida de búsqueda de caminos viables para salir de la crisis y, de paso, altamente lesivo para la economía de las mayorías populares.

Senadores y diputados federales, priístas y satelitales, no supieron o no quisieron estar a la altura de las circunstancias dominantes en el país. Ignoraron la realidad de un México que lleva a cuestas a más del 50 por ciento de la población en condiciones de pobreza, miseria y abandono. Olvidando que el saneamiento de las finanzas públicas es apenas un medio y no un fin en sí.

No les dijo nada que la población económicamente activa disponible para producir bienes y servicios (PEA), sujeto potencial a los gravámenes directos, representa el 59.8 % de los mexicanos en edad productiva y, de esta, como lo apuntara oportunamente el INEGI, el 27 por ciento apenas alcanza a percibir un mini salario. Tampoco escucharon al SAT que divulgara que el Padrón de Contribuyentes Activos se integra por 10 millones 463,436 personas físicas que representan 37% del total; 15 millones 379,721 asalariados que equivalen a 56.9%: 1 millón 179,405 personas morales que son 4.4% y 13,504 personas morales que representan 0.0% del total, considerados como Grandes Contribuyentes.

En total, 27 millones 36,066 personas físicas y morales las que están inscritas en el Padrón de Contribuyentes Activos hasta el pasado mes de agosto del año en curso; 24.5 % de la población total y a estos va dirigida la andanada fiscal, con la salvedad de que los asalariados pobres, ubicados en el umbral de hasta cinco mini salarios, no pagan ISR. Quienes cargarán sobre sus espaldas con la tributación directa serán los mismos contribuyentes cautivos de siempre; bajo el supuesto de que no habrá de agudizarse el desempleo entre las clases medias que perciben ingresos por arriba del umbral citado. Como contrapartida, eso sí, los pobres, ese más del 50 % de la población, tributará a la hacienda pública pagando impuestos indirectos sobre bienes y servicios, por el derecho a sobrevivir en un país que les da la espalda.

Tampoco escucharon la lastimera y a destiempo aceptación de Calderón Hinojosa y su secretario de hacienda, de que la mayoría de los “grandes contribuyentes”, poderosos consorcios nacionales y extranjeros que operando en México viven bajo resguardo, reciben un aterciopelado trato fiscal, contribuyendo apenas con el 1.8 de sus utilidades antes de impuestos.

El bodrio Fiscal aprobado, lejos de tender a fortalecer la capacidad real de compra y con ello a la dinámica del mercado interno, a más de romper el equilibrio ingreso-gasto de millones de familias, la restringen: abatiendo consumo, ahorro, producción, productividad y empleo, matando a la gallina de los huevos de oro que sustentando la economía nacional, pretenden salvar.

No cabe duda de que pese a todas las limitaciones y desviaciones que pudieren atribuirse a López Obrador y al movimiento que el tabasqueño encabeza, es más que evidente que han tenido razón en su persistente denunciar, protestar, y proponer como de urgente y pronta resolución un nuevo modelo de país.

Por ahí un político veracruzano llama a la ciudadanía “a no satanizar a los diputados federales” señalándoles por su falta de visión y compromiso para con sus electores. Su llamado cae en el vacío. No se les “sataniza” porque su actuación no corresponde al terreno de la mitología; se les señala y juzga objetivamente porque, salvo muy contadas excepciones, tanto éstos como los senadores, incurren en traición a sus representados y a la democracia representativa. Éstos han dado muestra fehaciente de que responden a intereses coyunturales de la partidocracia, los gobernadores, y los poderes fácticos, y no a sus representados y a los intereses superiores de la Nación.

Frente a tal traición no cabe el mayor o menor costo político electoral. En lo individual y en lo colectivo, y la excepción no hace sino confirmar la regla, la perspectiva electorera es irrelevante frente a lo que está en juego, el destino de México. Si algo en común tienen con el mitológico “Satán”, es que juegan con lumbre.

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