Ignorando el mundo real, Duarte se colgó de la nube


Por J. Enrique Olivera Arce



“Parece tener más sentido preguntarnos cuanto podemos obtener, dadas las limitaciones de nuestros recursos, que decidir primero lo que debemos obtener –ni más ni menos- y luego tratar de resolver como lo lograremos…”
Amartya Kumar Sen, Premio Nobel


¿Cuánto costó a los veracruzanos la elaboración y presentación en multitudinario evento del llamado “Plan de Desarrollo 2011? No lo sé. Quizá el saberlo tenga alguna relevancia para quienes reducen todo a dinero, o sea inocuo el pensar en ello para quienes califican de extraordinaria la organización, el orden, la sobriedad e impacto mediático de la parafernalia desplegada en el Word Trade Center de Boca del  Río. Para quien esto escribe, en el marco de la política de austeridad, transparencia y resultados confiables dictada por el gobernador Javier Duarte de Ochoa, el gasto, sea cual fuere su monto e impacto político, me parece un desperdicio.

Sí. Un desperdicio innecesario e inoportuno lo mismo de recursos públicos que del escaso capital político del gobernante priísta. Resultándome por demás impropio que un experto en economía y finanzas con credenciales académicas internacionales, ignore el ABC de la planificación cuando afirmara que “… para alcanzar las metas fijadas en el plan de desarrollo es necesario pasar de la planeación a la estrategia y de la estrategia a las acciones y resultados”. Descalificando en sí mismo con tal galimatías, el documento que pretende ser instrumento rector de la acción de gobierno en el sexenio..

Un plan que no contempla como paso previo en su elaboración contexto y estrategias de las que se deriven objetivos concretos que respondan a un diagnóstico puntual, sectorial y regional, no es tal. Vamos, ni siquiera un esbozo de programa sexenal de gobierno. El Dr. Duarte, con todo respeto, presentó un documento vacío de contenido y alcances, reduciéndolo en su presentación a un simple listado de buenas intensiones, cuya principal característica es la incongruencia e inviabilidad económica y social.

El gobernador de Veracruz ignoró el mundo real y los avatares de la vida cotidiana de sus gobernados; elevó sus mejores propósitos personales al reino de los sueños colgándose de una nube, mereciendo, eso sí, el aplauso cortesano y el halago desmedido de los lambiscones de siempre.

Entre otras cosas y quizá la más relevante de la jornada, sin mayor empacho el Dr. Duarte afirmó que “…con el Plan de Desarrollo 2011-2016, al término de su gestión se habrá disminuido  en un cincuenta por ciento este fenómeno”, refiriéndose a la pobreza que registran los indicadores actuales. ¿En que mundo vive? Ni los artífices del neoliberalismo en los que se inspira, se atreverían a asegurar tamaño despropósito en una economía mundial que no encontrando salida a una crisis sistémica que se profundiza, está optando por la precarización del trabajo y calidad de vida de los pueblos. ¿Es acaso que el llamado plan es varita mágica que todo lo puede, todo lo resuelve?

La pobreza va de la mano de la desigualdad y el desempleo. ¿Acaso el joven Doctor pretende con un simple golpe coyuntural de timón reducir en un breve plazo fenómenos estructurales como desigualdad, desocupación creciente y pérdida del poder adquisitivo del salario que el modelo económico y social neoliberal propicia?

¿Y el cómo y con qué, donde queda?

El Dr. Duarte pasa por alto que el presupuesto del gobierno de Veracruz depende en más de un 90 por ciento de recursos federales, cuyo monto y destino lo asigna anualmente el Congreso de la Unión en  la Ley de Egresos, quedando de facto a la Secretaría de Hacienda el decidir arbitrariamente en tiempo y forma la transferencia del recurso aprobado a las entidades federativas.

¿El cómo? Ni el más brillante y destacado de sus asesores sabría como deshacer hoy el nudo gordiano de un rezago social de más de quinientos años.

El secretario Cordero fue el hazmerreír del pueblo de México al afirmar que con 6,000 pesos una familia vive bien en condiciones de dignidad y decoro, y hoy Felipe Calderón Hinojosa, concita acres críticas anunciando que en los últimos diez años los mexicanos elevaron su nivel de vida, cuando la realidad indica lo contrario. Cómo espera el Dr. Duarte que los veracruzanos reaccionen ante su aventurado propósito de que el más del cuarenta por ciento de la población del estado, que sobrevive en condiciones de pobreza y pobreza extrema, se reducirá a la mitad en escasos seis años. ¿Qué podrán pensar quienes en la entidad, contando con empleo permanente remunerado, en promedio no perciben ingresos cercanos a la panacea de los seis mil pesos mensuales?

Duarte de Ochoa podrá obtener indudablemente el visto bueno del Congreso local, para eso son los diputados a modo,  pero de ahí a pretender alcanzar que sus buenos deseos estampados en un plan de desarrollo -que no lo es-,  sean motivo de cohesión y unidad en una sociedad lastimada de antemano, hay un mundo de distancia. Si hubiese oposición política en Veracruz, la rechifla no se dejaría esperar.

El triunfalismo mediático, como estrategia para convencer, está probado que tarde o temprano exhibe la engañifa. Lástima, pudiéndose esperar más del joven bien intencionado, éste no augura un buen gobierno.

El tiempo, como juez inexorable que pone todo en su exacta dimensión, se encargará de develar año con año, el despropósito de todo lo expresado el miércoles ante un auditorio sin sentido crítico. Esperemos y ojalá por el bien de Veracruz, esté yo equivocado.