El Congreso local habló. ¡Albricias!, ya tenemos Plan de desarrollo

+ ¿Estamos preparados en Veracruz  para afrontar desastres?


Por J. Enrique Olivera Arce


El gobernador Duarte de Ochoa puede darse por bien servido y satisfecho.  La diputación local en una expresión más de servil oportunismo político y de espaldas a sus representados, evaluó el proyecto de Plan Veracruzano de Desarrollo que le fuera entregado el pasado miércoles 6 de los corrientes por el titular del Ejecutivo, procediendo por la vía del “fast Track” a su aprobación como instrumento rector de políticas públicas para el sexenio 2011-2016. Enhorabuena.

Nos guste o no nos guste, seamos aplaudidores o “contreras”, el Congreso local habló ya en nuestro nombre. Eso es lo que cuenta, lo demás es jugarle al ensarapado. Listado de buenos deseos, inviabilidad o sueño guajiro, eso ya es historia. Bajo la responsabilidad del Poder Legislativo Veracruz cuenta ya con un instrumento guía obligatorio para la administración pública estatal y referente  para que la llamada sociedad civil evalúe en el tiempo el desempeño del Poder Ejecutivo. Hasta ahí.

Insistir más sobre lo que a mi juicio carece objetivamente de viabilidad dada las circunstancias éticas y financieras por las que atraviesa la administración pública veracruzana, a más de necedad sería “políticamente incorrecto”. Luego no queda más que decir sobre el presunto plan que desear que les vaya bien, sigan votando por el partido político de su preferencia y que Dios los agarre confesados, a los varios millones de veracruzanos que desconociendo el contenido del documento, no tienen ni idea de lo que el gobernador se propone alcanzar con el concurso de todos en los seis años de su mandato. Así que a otra cosa mariposa que, como dice mi buen amigo y director general de la revista Análisis Político: “En política, agua que no has de beber déjala correr”.

¿Estamos preparados en Veracruz  para afrontar desastres?

La reciente tragedia por la explosión de una  destiladora alcoholera en Orizaba dio lugar a que la Sra. secretaria de protección civil del gobierno de Veracruz, afirmara que alrededor de 1200 factorías en la entidad que representan alto riesgo para sus trabajadores y población en general requieren de su regularización. A ello habría que agregarle el hecho de que miles de kilómetros de ductos de Pemex en territorio veracruzano tienen en absoluta indefensión a comunidades enteras. Lo cual pone de relieve que el error humano, la negligencia en algunos casos rayando en lo criminal,  o por qué no, el disimulo de las autoridades, puede dar lugar a tragedias como la de pluviosilla ya ampliamente comentada en los medios. Cuanti más como resultado de imponderables efectos de fenómenos naturales.

Lo anterior viene al caso por la inquietud que causa en la población la existencia de la nucleoeléctrica de Laguna Verde en la costa veracruzana, tras el percance nuclear en varias plantas de igual característica en Japón, originado por la fuerza de la naturaleza, el afán desmedido de lucro de las empresas generadoras de electricidad, y el aún incipiente dominio de la energía nuclear con fines pacíficos en ese país asiático.

Los llamados de las autoridades a mantener la calma, argumentando sobre la inexistencia de riesgo en la factoría nuclear asentada en Veracruz han sido insuficientes para una población que se siente amenazada.

La experiencia que vive Japón, pese a tales llamados, obliga a pensar a los pobladores en la periferia de Laguna Verde que el riesgo es latente, en una planta que en los límites de la obsolescencia ya registra señales de deterioro dignos de tomarse en cuenta y de ahí una inquietud social que no debe echarse en saco roto.

Llamando la atención sobre esto último, que se afirme de manera insistente que el litoral veracruzano no presenta riesgos sísmicos que pudieren afectar la seguridad en la mencionada planta en el litoral del Golfo de México. Como si la única posibilidad de un desastre tuviera origen en fenómenos naturales no previsibles como el sismo de 6.7 grados en la escala de Richter que el pasado jueves sacudiera a Veracruz. Descartándose el error humano, fallas técnicas u obsolescencia tecnológica.

El riesgo existe, quiérase o no,  luego vale la pena recapacitar sobre ello y tomar cuando menos el mínimo de previsiones para evitar se vea dañada la población en las inmediaciones de la planta en cuestión. Cosa que, hasta el momento, no ha sido tomada en cuenta en lo que se refiere a infraestructura vial suficiente y ad hoc para un pronto, ordenado y eficaz desalojo de quienes habitan en las áreas de mayor riego, como tampoco tiene lugar una permanente campaña de educación de prevención en la zona. Lo cual va más allá de contar con un “Atlas de Riesgo” que, al fin y al cabo, sólo tiene el carácter de indicador.

En este contexto, me parece absurdo e irresponsable  el que oficialmente se declare que Veracruz está preparado para afrontar contingencias derivadas del impacto de huracanes en la entidad,  cuando no es así, generando falsas expectativas e infundada confianza entre la población que pudiera verse afectada por fenómenos meteorológicos extraordinarios que anualmente  se presentan en el Océano Atlántico. Tras el paso del huracán Karl y la tormenta tropical Matthew el año anterior, con la consiguiente secuela de inundaciones, a la fecha ni se han desazolvado los ríos ni se ha reubicado a la población asentada en sitios de alto riesgo. Estando aún pendiente un buen número de acciones de reconstrucción en zonas afectadas.

Lo justo, a mi juicio, sería aceptar que no estamos lo suficientemente preparados para cualquier tipo de contingencia que pusiera en riesgo la integridad física de los veracruzanos y los bienes materiales e inmateriales de estos. Debiéndose tomar con oportunidad las providencias procedentes por parte de las autoridades y de la misma población. El hecho de que Japón, el país más preparado del mundo en materia de prevención de desastres, esté viviendo la pena de más de 17 mil personas fallecidas o desaparecidas a consecuencia de un terremoto y un tsunami, confirma que nunca se está lo suficientemente preparado frente a los embates de la naturaleza. El gobierno de Veracruz debería saberlo.

Luego entonces, cabe considerar que es de carácter de urgente en los tres órdenes de gobierno el avocarse a tareas tan obvias como el desazolve para el libre desfogue de los ríos que históricamente dan origen a inundaciones fuera de control; la aplicación estricta de la ley en materia de prevención en el caso de actividades industriales y comerciales que representen amenaza para la población, así como la reubicación de comunidades y familias asentadas en zonas de alto riesgo. Por cuanto a un por ahora improbable accidente nuclear en Laguna Verde, no está por demás el insistir que debe revisarse el plan regional de contingencias y actuar en consecuencia dotando de infraestructura idónea a la zona. Más vale prevenir que lamentar.

Nada ni nadie puede asegurar que estamos exentos de un tan imponderable como indeseable desastre provocado por la naturaleza y mucho menos de los que pudieran presentarse por negligencia o error humano. Lo acontecido en Japón, es ejemplo de ello. Poner las barbas en remojo para tranquilidad de la población  sería saludable.