Xalapa. Lo que no se dice en letra impresa

Por J. Enrique Olivera Arce


No hay que ir muy lejos para tomar conciencia de lo que es hoy la capital del próspero estado de Veracruz. Desde el mirador de la cima del Macuiltepetl se puede observar casi toda la mancha urbana de lo que en un pasado reciente se llegara a considerar la “Atenas Veracruzana” o “ciudad de las flores”.

Fuera del espacio verde que ocupa la reserva ecológica que el joven David pretende privatizar, lo que se presenta ante nuestros ojos da grima. Lo que antes fueran cerros poblados de frondosos bosques o plantaciones de café y naranja, hoy son asiento de múltiples colonias, abandonadas a la mano de Dios y hogar de miles de familias de escasos recursos. Observando con cuidado no pasa desapercibido el hecho de que un gran número de viviendas se levantan en el fondo o laderas de barrancas, conviviendo con arroyos pestilentes de aguas negras con gran riesgo para sus habitantes, sin que ello sea motivo de preocupación o acciones preventivas por parte de las autoridades.

La pobreza y el abandono dominan el paisaje; la desigualdad a lo largo y ancho de la mancha urbana es el denominador común. Xalapa, capital de uno de los estados potencialmente más prósperos del país, a la vista de propios y extraños es una enorme e insalubre aldea en la que destacan a la distancia pequeños islotes de prosperidad y “modernidad”. Sin faltar el mamotreto verde en el que por beneficiar a un artista plástico, por cierto acusado de defraudar al gobierno de Quintana Roo, se erogaron muchos millones de pesos que bien pudieron ser destinados por la alcaldía a obras de interés social.

Ciudad anárquicamente poblada y peor administrada, por no decir mal gobernada, sin visión de futuro acusa múltiples problemas que ya, faldas abajo del Macuiltepetl, los xalapeños identifican como insolubles ante la ausencia de imaginación, capacidad y voluntad política de las autoridades para resolverlos. Trátese de la vialidad, agua potable, drenaje, alcantarillado, saneamiento, limpia pública, entre otras carencias. La protesta ciudadana es tan cotidiana como sorda e insensible es la alcaldía.

En este bucólico marco provinciano, tiene lugar el llamado “carnaval de Xalapa”. Negocio privado de expendedores de bebidas alcohólicas, auspiciado y tolerado por el Ayuntamiento bajo el pretexto de que fandango y borrachera contribuyen a la promoción turística de la ciudad de las flores. Para Ripley, en la Atenas Veracruzana el festejo tiene lugar en la zona universitaria; carpas cerveceras, conjuntos musicales y venta de fritangas al pie de edificios escolares, faltando únicamente, para destacar la autonomía universitaria y separación de la academia de la política, el habilitar las aulas como antros, “table dance” incluido, para culminar el aquelarre.

Cortina de humo de mal gusto para diluir los dimes y diretes sobre las obras inconclusas del saneamiento; danza de millones extraviados que justifica airada protesta de la ciudadanía, a cuyo cargo como siempre corre el pago del palmípedo. No hay que hacerse bolas, sólo hay un responsable. ¿Dónde están las obras proyectadas? ¿Dónde quedó el dinero del crédito otorgado por Banobras? Reynaldo Escobar Pérez, tiene la palabra, así se tenga que apear del jamelgo en el que cabalga a nancas.

No deje de visitar Xalapa, la alegría late con fuerza, se anuncia por la radio a voz en cuello.

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