Ni antes ni después. No adelantar vísperas

J. Enrique Olivera Arce



Quienes se precian de conocer al gobernador Herrera Beltrán, no de ahora sino de muchos años atrás, no les cabe la menor duda de que si alguien conoce y domina el complejo entramado de la política mexicana es precisamente el hombre de Nopaltepec. Forjado desde muy joven lo mismo en las duras que en las maduras, abierto siempre a aprender y a actuar en consecuencia, nada le es extraño o desconocido en ese ámbito al que por vocación innata ha entregado gran parte de su vida. Por lo que resulta harto ingenuo el sólo pensar que hace del ejercicio político una actividad lineal, ignorando tiempos, circunstancias, coyunturas y visión de futuro, jugando con todas las cartas abiertas. Si así fuera, no estaría donde está.

Lo anterior viene a cuento porque es notorio el que entre la clase política veracruzana y no pocos analistas y comentaristas de medios impresos y electrónicos, preciándose de saber interpretar las señales y mensajes subliminales que en cada uno de sus actos emite el titular del ejecutivo estatal, parecen no valorar la rica experiencia y conocimientos de Fidel Herrera Beltrán. Lo mismo en lo que toca a la sucesión en el mandato constitucional que en la relación con las diversas fuerzas políticas que en Veracruz son oposición.

Así, sin mayor análisis, pretendiéndose interpretar señales inequívocas, con el mayor simplismo de manera temprana se ubica al sucesor de Fidel entre un pequeño grupo de incondicionales cuyo mayor mérito estriba en mantener estrecha amistad con el gobernante, tener menos de 50 años y expresar públicamente su lealtad para con el fidelismo. Contándose con el retrato hablado, de acuerdo al perfil de aquellos que de antemano se consideran favorecidos por la decisión presuntamente anunciada del mandatario, desde ya la cargada no se ha hecho esperar a favor o en contra de uno u otro, generando una espesa cortina de ruido que no atiende ni a tiempos ni a circunstancias y mucho menos a intereses que inciden y determinan toda sucesión.

Lo mismo podría decirse del incesante golpeteo en contra de los partidos de oposición y de aquellos personajes que, llegado el momento, pudieren ser opositores al candidato priísta. Golpeteo que se reproduce lo mismo entre los círculos políticos más cercanos al poder que entre una buena mayoría de medios de comunicación que se hacen eco de estrategias pueblerinas de descalificación del oponente. Sin tomar en consideración el peso específico del triunfo electoral reciente del priísmo veracruzano, como si al ganar este hubiera perdido y hubiere necesidad alguna de restregarle en la cara la derrota a los partidos opositores, mostrando debilidad y no la fortaleza derivada del triunfo en las urnas.

Como tampoco se pondera que la convocatoria al llamado “Acuerdo para el Empleo, Crecimiento e Inversión”, es una clara señal del titular del ejecutivo estatal de dejar atrás la pugna electoral y reencausar a las diversas fuerzas políticas por el camino de la unidad y el trabajo, en las tareas ingentes que demandan los veracruzanos todos. Si el gobernador llama a sumar, a restablecer el diálogo y la concertación, luego no cabe el auspiciar división, encono y polarización en el seno de la sociedad, como parece ser el objetivo de quienes pretender ser más papistas que el Papa.

Aspectos los señalados que no se corresponden con los tiempos políticos que corren y mucho menos con la circunstancia que como parte del todo nacional, vive Veracruz. Quien mejor para saberlo que el gobernador Herrera Beltrán, conocedor de las cartas con que juega y, sin duda, de aquellos con los que participa en la partida. La carta del triunfo saldrá con la oportunidad y en el momento preciso. Ni antes ni después, cuando el momento sea propicio. Así que para que comer ansias, jugando al adivino y abrogándose una capacidad de interpretación de los gestos de un político tan brillante como impredecible.
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Acuerdo entre cúpulas. La ciudadanía, mirón de palo

J. Enrique Olivera Arce


El “Acuerdo para el Empleo, Crecimiento e Inversión”, bienvenido en tanto contribuya a elevar la calidad de la vida en democracia. Desafortunadamente, a mi juicio se queda corto, ya que los participantes ni son todos los que están ni están todos los que son, toda vez que, por un lado, en muchos de los casos estos carecen de representatividad real y, por otro, la ciudadanía carece de instrumentos eficaces para elevar observaciones, críticas, sugerencias y propuestas que pudieran contribuir a enriquecer y aterrizar los objetivos de un instrumento gubernamental que pretendiendo ser plural, incluyente y participativo, se queda en los límites de lo cupular.



Podría afirmarse en contrario que en el acuerdo en cuestión están representados todos los actores de la vida social, económica y política de Veracruz – al 100% dijo Escobar Pérez-. Lo cual, objetivamente no es así, pues está más que comprobado que los organismos cupulares, incluido el Congreso local y su Junta de Coordinación Política, no se caracterizan precisamente por contar con un proceso permanente de participación democrática de sus respectivas bases o, en su caso, de los electores. Lo que limita la interacción y la retroalimentación necesaria para que la ciudadanía no sólo sea escuchada sino atendida en sus demandas y propuestas. Adicionalmente y por algo será, las dirigencias estatales de los partidos de oposición dieron la espalda a la firma del acuerdo.



Partiendo de la idea de que todos los campos en los que se desarrolla la vida en sociedad tienen algo que decir sobre lo político en general y, específicamente en los terrenos de lo económico y social, el pacto debería intentar ser un espacio de inclusión de todos esos puntos de vista, tratando de evidenciar la heterogeneidad y pluralidad propias de la comunidad veracruzana, incentivando la participación, la reflexión y el debate, para elevar la cultura política y con ello la calidad de la vida en democracia.



A mi juicio, entre otras cosas, más que un llamado a misa, dirigido a todos pero con la salvedad de que sólo asiste el que quiere, el pacto debería considerar entre sus objetivos prioritarios el que las tareas del COPLADEVER se hagan extensivas a los municipios de la entidad, retomándose la experiencia de los comités municipales de promoción y programación para el desarrollo, como un primer paso para establecer los puentes de comunicación y coordinación entre la vida cotidiana de las comunidades, el COPLADEVER y la entidad responsable del Programa Estatal de Gobierno, atendiendo a criterios sectoriales y regionales. Propiciándose la construcción de un proceso de democracia participativa que de sentido a un acuerdo como el que ahora se propone inducir el crecimiento económico y el empleo, sin demérito de las tareas propias de los partidos políticos, los diputados locales y federales y los organismos cupulares de la sociedad civil.



En tanto el acuerdo limite la participación ciudadana, constreñido a puntos de vista e intereses cupulares, poco es lo que puede esperarse de el como instrumento promotor del desarrollo, como ya quedó evidenciado con los recientes foros de consulta con los que se pretende actualizar el “Plan” estatal, que no han tenido más finalidad que el lucimiento personal y promoción política de imagen de los funcionarios gubernamentales involucrados.


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El catarrito de Agustín Cartens

J. Enrique Olivera Arce




Menos mal que sólo se espera un catarrito para México como efecto colateral de la debacle económica en el país vecino, como afirmara el secretario de hacienda, Agustín Cartens. Si esto es así, vistas las cosas como se manejan en Veracruz, para nosotros la desaceleración de la economía norteamericana a lo mucho nos provocará un simple estornudo. Por lo pronto ya se anunció una fabulosa inversión en infraestructura para los próximos cinco años, que contemplada dentro del “Plan Slim” (Fondo Nacional de Infraestructura) que ha dado a conocer el Sr. Calderón Hinojosa, beneficiará a la entidad impulsando el desarrollo y generando varios cientos de miles de nuevos empleos en los próximos 20 años, con lo que la economía veracruzana puede darse por blindada.

En previsión a lo que viene, oportunamente el Congreso local aprobó la Ley de Proyectos de Prestación de Servicios (PPS), sentando las bases jurídicas para que tales obras infraestructurales se lleven a cabo en Veracruz mediante la mezcla de recursos públicos y privados que, gracias a la fórmula cedillista de los tristemente célebres PIDEREGAS –recordar el costo del rescate carretero- permitirán concesionar carreteras, puentes, puertos, aeropuertos, presas y sistemas de riego, dotación del servicio de agua potable, y la construcción de drenaje e instalación de plantas de tratamiento, bursatilizando los ingresos para generar recursos adicionales para proyectar y ejecutar nuevas obras, tal y como lo visualiza el secretario Cartens.

Más si como afirman expertos y analistas consultados por Newsweek (Edición del 04/02/08), la desaceleración de la economía norteamericana se prolongara, transformándose en una auténtica recesión sólo comparable a la registrada en la década 1920-1930, en México, dada su dependencia con el país vecino, el “catarrito” puede convertirse en pulmonía y, para Veracruz, no habrá blindaje alguno que impida el contagiarnos si se abaten los ingresos por concepto de exportaciones y remesas, se encarece el crédito y se acelera la espiral inflacionaria. A lo que habría que sumar el retorno de varios miles de paisanos que hoy viven en condiciones precarias en el país del norte, y la indefensión del sector agropecuario que tendrá que hacer frente a la asimetría de un injusto TLCAN.

A como están las cosas, no se pueden calificar como catastrofistas los malos augurios. La crisis de nuestros vecinos ahí está y tiende a agravarse, en tanto en México privilegiamos el marco político electoral y el debate estéril en torno a una reforma energética cuyos términos nadie conoce. Dejando para después el sanear las finanzas públicas, capitalizar a PEMEX, fortalecer el mercado interno y diversificar el comercio exterior, entre otras acciones que podrían ayudar a paliar los efectos de la tormenta en ciernes.

En Veracruz todo parece indicar que hemos perdido el tiempo mirándonos el ombligo sin atender al entorno nacional e internacional. Si bien es cierto que se han anunciado montos de inversión inéditos en infraestructura, también es cierto que a estas alturas carecemos de una canasta de proyectos que le den el soporte. Estos no se dan por generación espontánea y para ello, el Fondo Nacional de Infraestructura contempla una fase previa de estudios de sustento, formulación y evaluación, que bien puede durar más de un año. El paso siguiente sería la licitación, avalúo, pago de derechos de vía, y puesta en marcha de los proyectos aprobados. Luego no es tan automático el que las cuantiosas inversiones se traduzcan en obras específicas e impacto de estas en la economía. El destino nos alcanzó y deberíamos estar preocupados por ello.

Si en una escala del 0 al 10, donde cero es “no estoy preocupado” y diez “estoy muy preocupado” Agustín Cartens reconoce encontrarse en un 8 frente a un simple catarrito, ¿en que nivel deberíamos estar los veracruzanos?

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Se conmemora la muerte de Alfredo V. Bonfil con 35 años de traición

J. Enrique Olivera Arce




En memoria de Felipe Galván, camarada entrañable.


Al conmemorarse el trigésimo quinto aniversario de la muerte de Alfredo V. Bonfil, de algo estamos seguros muchos de los que trabajáramos en su cercanía y bajo su conducción: En los años que estuvo al frente de la Confederación Nacional campesina, existían expectativas de rescate, recuperación y desarrollo para el campo mexicano con las que no se cuenta al día de hoy. Existía credibilidad en las instituciones de la República y en los varios miles de promotores, extensionistas y funcionarios, encargados de llevar adelante los postulados del Libro Tercero de la Ley Federal de Reforma Agraria a lo largo y ancho del país. Así como existía credibilidad y confianza en el liderazgo de la más importante organización de masas surgida del cardenismo.

Tales expectativas se fueron perdiendo a partir del sexenio priísta de la administración de la abundancia, muriendo más tarde con la reforma neoliberal salinista que abría la puerta para la privatización de las tierras ejidales y la pérdida de oportunidades de desarrollo económico y social para el campesinado nacional. La renuncia por la vía jurídica del Estado a su obligación solidaria con hombres y mujeres del sector rural, se hizo acompañar con el desmantelamiento de las instituciones republicanas de soporte a la trunca nueva etapa de la Reforma Agraria en México que impulsara el gobierno del presidente Echeverría.

A treinta y cinco años de la muerte de Alfredo y el grupo de jóvenes, sus más cercanos y leales colaboradores, al explotar el avión en el que sobrevolaban tierras veracruzanas -- lo que originara la explosión nunca fue aclarado--, todo homenaje que con un falso triunfalismo hable de un presente promisorio sin hacer un recuento objetivo de los logros alcanzados durante la gestión del líder indiscutible de la Campesina; de los poderosos obstáculos que desde el poder de la oligarquía se opusieran al avance del renovado impulso a la Reforma Agraria, sustentado en la organización y capacitación de ejidatarios y pequeños propietarios rurales y en las instituciones al servicio de estos; de los pequeños triunfos y no menos importantes fracasos registrados en el camino, carece de sentido, de contenido y de honestidad intelectual. Más cuando estos huecos homenajes vienen de quienes no tuvieran el menor empacho en traicionar a los hombres del campo, sumándose y aplaudiendo en su momento tanto a la reforma salinista como al viraje neoliberal en el rumbo de la Nación.

En especial y por lo que se refiere a Veracruz, aquellos que desde la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos campesinos, carecen del mínimo de decencia para aceptar la profundidad y relevancia de su traición, ostentándose como líderes agraristas de un movimiento social al que le dan la espalda.

Hoy asistimos a una situación inédita en la que la sociedad y sus autoridades minimizan la importancia del papel jugado a lo largo de la historia de este país por un campesinado que, a lo largo de varias décadas, diera sustento al proceso de industrialización de México, con transferencias netas de capital vía precios de las materias primas, mano de obra barata y disponibilidad de alimentos para sostener la fuerza de trabajo industrial y el surgimiento y desarrollo de de la clase media. Descapitalizado el campo, propiciada la migración desde el poder del Estado, abundando los pueblos fantasmas o habitados por ancianos, mujeres y niños, hoy importantes sectores de la sociedad y líderes de opinión, satanizan al ejido y a las comunidades agrarias, haciendo responsable al hombre del campo de una crisis que este no propiciara. El campesino no tiene nada que reclamar, el paternalismo lo hizo flojo y abúlico, dicen muchos. No se puede revisar el capítulo agropecuario del TLCAN a partir de la opinión de iletrados que no entienden de los beneficios que les acarrean las letras pequeñas del asimétrico convenio, dice el Secretario de Agricultura desde la comodidad de un campo de golf.

Se asegura que tras más de cinco lustros de abandono de la Reforma Agraria, hoy el campo está blindado contra los efectos del TLCAN y contra lo que se nos viene encima, a partir de los efectos de la desaceleración y posible recesión de la economía de nuestro principal cliente y socio comercial. No bastan inversiones, por muy cuantiosas que estas sean, si su destino está focalizado al sector moderno de la agricultura vinculado a los circuitos comerciales de exportación, o al otorgamiento de caritativos paliativos a los productores más desprotegidos. Sin políticas públicas de gran visión, que rescaten el andamiaje institucional de apoyo al campo, con criterios de integralidad, solidaridad, y reconocimiento universal del derecho de la familia campesina a participar en libertad, con autonomía y autogestión, en la definición de su propio destino, el discurso oficial y triunfalista choca con la realidad. Hoy, a 35 años de la muerte de Alfredo V. Bonfil, el campo mexicano y la soberanía alimentaria, acusan una franca indefensión.

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