Las comparecencias, pérdida de tiempo.


J. Enrique Olivera Arce


Los viajes ilustran. El sólo hecho de tomar vacaciones en sitios allende las fronteras veracruzanas, nos da oportunidad de observar el comportamiento de nuestra entidad bajo otra óptica. La política, la mala política o politiquería deja de figurar en primer plano y los aciertos y desaciertos de la administración pública y su contraparte, la llamada sociedad civil, en relación a las tareas del desarrollo, combate a la pobreza y preservación de la seguridad pública, cobran relevancia en la medida en que se contemplan desprovistas del teñido que les imprime el exceso político-propagandístico y los intereses electoreros, personales y de grupo.

Bajo esta óptica diferente, ya no son los personeros de la clase política los protagonistas, como tampoco lo son los servidores públicos estatales o municipales. El papel de estos es secundario frente a hechos concretos, tendencias, resultados y rezagos que configuran la realidad veracruzana, así como la inserción de esta en el contexto nacional, e incluso en el complejo escenario internacional.

El mejor referente lo son las políticas públicas, vistas en perspectiva a la luz de su intencionalidad, diseño, metodología de aplicación y resultados. Sin faltar la aceptación o rechazo por parte de la población. Los buenos o malos resultados la mayor de las veces hablan por sí mismos, calificando propósitos, objetivos, estrategias y recursos empleados.

Así, no pueden ser acertadas aquellas políticas cuyos resultados son mediocres o irrelevantes. Como tampoco pueden ser acertadas, si sus resultados cuantitativos no son congruentes con el impacto cualitativo que, en términos de eficacia, espera la población. El destinatario final de una política pública es el pueblo, que más que eficiencia administrativa y cantidad de obras y servicios, requiere de un mínimo de eficacia que incida positivamente en su bienestar y calidad de vida. A ello va aparejada la participación ciudadana. No podemos hablar de resultados cuando la población permanece ajena o indiferente como sujeto del desarrollo, asumiéndose como objeto dependiente del quehacer gubernamental.

Las comparecencias de los servidores públicos de primer nivel ante la diputación local, con el objetivo de ampliar la información contenida en el III Informe de Gobierno del Maestro Fidel Herrera Beltrán, pretendiendo dar elementos de juicio a la representación popular para juzgar lo realizado, refleja lo anterior. Más allá de lo anecdótico, de chascarrillos, y traspiés, el recuento, que no debate, se circunscribió a lo cuantitativo. Que se hizo, lo que no se hizo, y el tiradero que se quedó a medias. Se destacó el papel jugado por el funcionario en el banquillo, e incluso, el lugar común de atribuir resultados al singular esfuerzo del gobernante y no a la eficiencia y eficacia de la administración pública en su conjunto.

Lo sustantivo estuvo ausente, en tanto no se tocó el aspecto cualitativo. Se presupone que la acción de gobierno, per se, independientemente de si son acertadas o no las políticas aplicadas, bastan para acrecentar el bienestar de los veracruzanos.
Mucho menos se puso en el tapete de la discusión si lo realizado en el tercer año de gobierno, guarda congruencia con las políticas públicas derivadas del primer año de gestión del titular del ejecutivo federal, evaluando pertinencia y complementariedad. Así, descontextualizado el debate, este pierde el sentido de ubicación e intencionalidad de las políticas públicas, en el marco determinante de la realidad nacional.

La cantidad no suple a la calidad. Como tampoco los buenos deseos y una adornada retórica bastan para avanzar. El diálogo entre funcionarios y diputados, no substituye al estudio acucioso del Informe de Gobierno en el marco de la realidad estatal y nacional por quienes, en su carácter de representantes del pueblo, están obligados a ello. No se puede, o no se debe legislar, sin el conocimiento del estado que guarda la entidad. Los resultados del mayoriteo legislativo sin conocimiento de causa, están a la vista.

Frente a oídos sordos, parloteo de necios. En cuatro horas de intercambio de preguntas y respuestas, ni el funcionario compareciente ni diputados, lograron convencer. Como tampoco el pueblo llano tomó debida nota de lo que a su interés compete. Ajeno al quehacer de la Legislatura, a su modo aplaude o rechaza las políticas públicas y sus resultados, en función de cómo le esté yendo en la feria cotidiana, y sin sentir necesidad alguna de ser representado y hacerse oír en el Congreso. Para los veracruzanos todos, las comparecencias no pasaron de ser un mero acto protocolario, una pérdida de tiempo que en nada contribuye ni a mejorar el desempeño de la administración pública ni mucho menos a las tareas legislativas.

Cuánto capital político funcionarios y diputados acumularon, es otro cantar que no interesa contemplar a la distancia. Ya los medios veracruzanos, de acuerdo a su línea editorial e intereses creados, se encargan de sumar o de restar.


http://pulsocritico.wordpress.com







Crisis de los partidos políticos: Escenario para la Reforma del Estado

J. Enrique Olivera Arce


En el imaginario social –virtual– que crean y recrean los medios masivos de comunicación, constituye ya un lugar común el atribuir la llamada crisis fundacional, división, y pugnas internas por el poder, como algo inherente al Partido de la Revolución Democrática (PRD). La realidad es otra. En el marco de un semivacío de poder, con un Presidente de la República que no logra legitimarse política y socialmente, un Congreso de la Unión que da un paso adelante para retroceder tres, un sistema de procuración e impartición de justicia cuestionado, y una economía estancada y amenazada por la recesión, la crisis de los partidos políticos en México se hace extensiva a todos por igual. Lo mismo los tres que en teoría representan a la mayoría ciudadana, que los pequeños o emergentes que igualmente, en teoría, representan a las minorías. Manteniéndonos así, en el terreno de la teoría, el sistema de partidos en México estaría integrado por fuerzas homogéneas en su composición interna, cohesionadas en torno a principios y programas que permiten a la sociedad, plural y multiétnica, diferenciarles; optando la ciudadanía en el libre juego democrático, por unas u otras, atendiendo a intereses particulares, expectativas y visión de futuro. La realidad nos dice otra cosa. No hay un solo partido político en nuestro país que se salve de la falta de cohesión interna y confusión ideológica al interior de sus filas. No hay uno sólo que justifique su tan cacareada representatividad democrática, y en el que a su interior no se den confrontaciones irreconciliables entre grupos, corrientes e intereses de todo tipo. Tomando como referente al Partido Revolucionario Institucional, eliminada la figura del gran elector en el 2000 y, por ende, la pérdida de su hegemonía, constituye el punto de quiebre del sistema político mexicano y el inicio de su debacle. El partido dejó de ser el eje conductor de la vida política, económica y social de la nación para pasar a ser una inconsistente suma de feudos regionales o estatales, bajo la conducción de los gobernadores. El PRI de Beatriz Paredes no es el de Manlio Fabio Beltrones. Como tampoco el PRI de Enrique Peña Nieto es el PRI de Fidel Herrera Beltrán, o el de Ulises Ruiz lo es tampoco del de González Parás en Nuevo León, por citar algunos ejemplos. Se perdieron las formas, la disciplina y el control, y con ello, también el sustento ideológico emanado de la Revolución Mexicana. El mito de la unidad nacional, se derrumbo arrastrando consigo a todo el sistema de partidos.
La hegemonía ideológica, programática e incluso las estrategias de mediano y largo plazo, son cosas del pasado. El pragmatismo coyuntural, respondiendo a los intereses en particular de los diversos feudos, se encarga de establecer, magnificar y profundizar las diferencias, entre las diversas corrientes y entre cada uno de los grupos amparados bajo las siglas del PRI. En la confusión, la ciudadanía no logra percibir el lugar que ocupa el partido tricolor en el espectro ideológico y político de la vida política nacional. Ni es de izquierda, ni de centro izquierda, ni de esa nebulosa derecha que dice combatir pero con la que en los hechos suele identificarse de manera reiterada.
Si eso pasa en el PRI, el de mayor prosapia y estructura, en el PAN las cosas no son diferentes. El ex presidente Fox, la errática política exterior de la actual administración federal, y los intereses encontrados de diversos grupos de presión al interior del partido, se han encargado de sacar a la luz pública las enormes diferencias existentes entre el panismo histórico, corriente que encabeza Calderón Hinojosa, y la ultraderecha identificada lo mismo con la Internacional Demócrata Cristiana que con las poderosas empresas trasnacionales agroalimentarias, energéticas y financieras. El PAN de los estados del norte del país no es el mismo que el que campea en el Distrito Federal o en el bajío, ni mucho menos el del sur sureste. Las diferencias están marcadas por los intereses políticos y económicos derivados de los diversos grados de integración y desarrollo regional.
Reflejo de lo anterior, las crisis fundacionales, ideológicas, políticas y programáticas en el seno de los partidos emergentes o minoritarios, son más que evidentes. No hay día que los medios de comunicación de masas no magnifiquen las pugnas internas, intereses contrapuestos y debilidad estructural, de estos partidos mejor conocidos peyorativamente como “la chiquillada”, o “la morralla”, en su afán por hacerse de las migajas del poder en los cotos regionales.
Luego la crisis no es potestativa del PRD y sus llamadas tribus. Cuando menos, en este instituto político, en un escenario cada vez más polarizado entre las corrientes conservadoras y los seguidores de Andrés Manuel López Obrador, las diferencias existentes lo mismo a nivel nacional que en las entidades federativas, con mayor o menor claridad se identifican, se hacen públicas, se debate frente a la militancia y de cara a los medios; zanjándose o profundizándose los desacuerdos, reencontrándose o alejándose de los principios y suma de voluntades que dieran lugar al nacimiento del partido. Lo que no se observa en ningún otro de los institutos que conforman el sistema de partidos políticos en México.
Luego es notorio que el escenario virtual, mediático, no se corresponde con la realidad. Siendo por ello particularmente grave el que sea a partir de este escenario que se cocine una Reforma de Estado. El resultante de este ejercicio, ajeno a la realidad nacional, sería expresión de la voluntad de quién o de qué intereses, regionales, o de grupo, cabe la pregunta.

El asistencialismo en sector rural pierde eficacia

*El México que conocemos será otro a partir de enero


J. Enrique Olivera Arce



Los paliativos coyunturales con los que se ha pretendido taparle el ojo al macho en el campo mexicano, han dejado de ser políticamente eficaces. La apertura total para el sector agropecuario, a partir del próximo año y en la que se contempla la eliminación de los aranceles en las importaciones de maíz, frijol, azúcar y leche en polvo, como lo establece el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), desde su firma en el sexenio salinista exigía profundos cambios estructurales que no se dieron. Las consecuencias, a unos días del fatídico primero de enero del 2008, ya están a la vista. El conflicto en la industria azucarera, que enfrenta a los propietarios de los 42 ingenios del país con sus abastecedores de la materia prima, y la firma del acuerdo entre los productores de maíz con la trasnacional GRUMA (Grupo MASECA), se ubican en este contexto.

Estos eventos son apenas un indicio del proceso de supeditación, con desventajas evidentes, a que estarán sujetos los productores nacionales en un mercado mundial dominado por la poderosa dupla internacional de las industrias agroalimentaria y agroquímica. La asimetría que objetivamente priva entre una economía agraria desvencijada, desorganizada, ajena a nuestra realidad geopolítica y neoeconómica, y la subsidiada y altamente tecnificada de los productores norteamericanos y canadienses, subordina la soberanía alimentaria de México a las decisiones externas del gran capital.

25 años de políticas neoliberales de desmantelamiento de la economía campesina, privatización y pulverización del ejido, restricción del crédito rural, supresión de los precios de garantía, y abandono de la investigación científico técnica, extencionismo y organización social para la producción, en prácticamente todo el territorio nacional, han dado como resultado la total indefensión de los pequeños y medianos productores del sector agropecuario –que constituyen mayoría-, frente al proceso de globalización dominado por las fuerzas del mercado. A decir de las principales organizaciones nacionales que representan al sector rural, las políticas oficiales han contribuido a la creación de una nueva burguesía rural y a la proletarización de ejidatarios y pequeños propietarios rurales, así como han propiciado la migración de la mano de obra excedente.

Si en su momento los programas asistenciales de combate a la pobreza políticamente fueron la válvula de escape, mitigando los efectos del desmantelamiento del sector productivo rural bajo el supuesto de búsqueda de mayores índices de eficiencia, productividad y competitividad, estos dejan de ser eficaces tanto en el orden económico como en el político, frente a una nueva realidad. La lucha de clases, que se daba como desaparecida con la globalización y el neoliberalismo, en el sector más desprotegido de la economía nacional, vuelve por sus fueros como generadora de conflicto. El México que conocemos, antes de la apertura arancelaria pactada, será otro a partir del primero de enero del 2008.



Tabasco. O todos coludos o todos rabones

J. Enrique Olivera Arce



En aquellos lejanos días en los que el ser humano inició su aprendizaje como humano, la cultura giraba en torno a dos manifestaciones básicas: el conocimiento para sobrevivir conviviendo con una naturaleza hostil, y el correlativo conocimiento para hacer de esta, fuente sustantiva de su alimentación y abrigo. Satisfecha la necesidad básica de supervivencia, la reproducción de la especie superior fue pecata minuta. Todo el conocimiento acumulado posteriormente ha resultado accesorio, simple y llanamente, pesado fardo cultural que hay que llevar a cuestas a lo largo del camino, en el afán nunca satisfecho de dejar de ser masa, parte, para convertirse en individuo.
Una cosa tan elemental, en la modernidad y lo que los profundos pensadores de nuestros días califican hoy como posmodernidad, parece haberse perdido al paso del tiempo en la memoria histórica de la humanidad. El fin último de la especie, la supervivencia, pasa a segundo plano en la jerarquización de necesidades y la manera de resolverlas. Lo accesorio se privilegia como manifestación sustantiva del quehacer cotidiano de la especie humana.
Ufff. Disquisición cercana a rollo filosófico sin sentido. Pero que bien puede ser modesta aproximación a lo que los sabios que profundizan en la entendedera del conocimiento enseñan como el pensar con la cabeza a partir de donde pisan los pies, cuando con la simple observación se constata que las hormigas, seres diminutos que menospreciamos por considerarles inferiores, de manera instintiva pactan con la naturaleza con el fin de cumplir, mediante la mutua cooperación, todos o algunos de los fines de su existencia.
Sabio actuar de estos pequeños seres vivientes, frente a la soberbia de lo humano. Ante la magnitud de la tarea a que cotidianamente enfrentan, la individualidad se diluye, la acción colectiva, fórmula de supervivencia, hace de la concertación y la cooperación instrumentos para la búsqueda del bien común; el miedo individual a confundirse con la masa, no existe para las hormigas. Lo superfluo para estas no tiene cabida al paso del tiempo. Todos a favor de todos, es la consigna, en tanto el hombre, ser superior, se inclina a favor del todos contra todos, ignorando el fin último de los primeros días.
Pero, ¿a que viene tanto rollo? ¿Qué tienen que ver las hormigas y mucho menos el eslabón perdido, con el desastre que aqueja a nuestros vecinos tabasqueños? Posiblemente nada, pero a tal reflexión invita el Sr. Calderón Hinojosa, el mismo que en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara recibiera cara a cara de una fémina, el calificativo de “espurio”, cuando al margen de toda previsión resuelve individualizar la respuesta a la tragedia colectiva, otorgando a título gratuito y con cargo a fondo perdido, una compensación en vales de 10, 000 pesos a cada una de las familia que oficialmente son consideradas afectadas.
Paliativo que no resuelve ni resolverá nada sustantivo, como tampoco contribuirá a legitimar al Sr. Calderón en el cargo que ostenta, “de facto”, diría el escritor Fernando Del Paso. Antes al contrario, con la medida no sólo se enfrenta a los que menos tienen con los que tienen algo más o mucho más. A los que efectivamente perdieran su patrimonio vital con los que perdieran lo superfluo. Todos quieren y nadie desea quedar atrás. O todos coludos o todos rabones. También constituye un acto propiciatorio para que los grandes almacenes, como Elektra, por ejemplo, resulten ser los primeros beneficiarios de la tragedia.
Pero eso no es todo. Lo grave, lo verdaderamente grave, es que por falta de visión de Estado y desconocimiento del terreno que se pisa, se abre la Caja de Pandora y Calderón tendrá por ello que asumir el costo político.
Con la medida adoptada, se reactiva en Tabasco no la vida económica de la entidad. Se abre la puerta a la llamada “industria de la reclamación”, que cobrara fama en la Chontalpa y región lagunar, ante las afectaciones derivadas de la ampliación de la Boca de Panteones por PEMEX. Todo tabasqueño, en lo individual y familiar, se sentirá con derecho a exigir del gobierno una justa compensación. El poco dinero disponible, 7 mil millones hasta ahora, se canalizará a gasto corriente en la tarea de identificación, evaluación, pago de afectaciones y control contable de los egresos, así como a la adquisición de bienes de consumo por parte de la población beneficiaria, restándosele a las tareas sustantivas de beneficio colectivo y búsqueda del bien común, como la reconstrucción, el rescate agropecuario, y la dotación de infraestructura de previsión, control y reencauzamiento de los cuerpos de agua.
Pasado un tiempo razonable, apagados los reflectores mediáticos, las cosas seguirán igual que como estaban antes del desastre. La naturaleza, en su momento, presentará nueva factura. Las hormigas en una acción colectiva y concertada, pondrán nidos y alimentos a buen recaudo, asegurando su supervivencia, en tanto los seres superiores, los humanos, enfrentados y al grito de todos coludos o todos rabones, serán nuevamente víctimas del desastre anunciado.
pulsocritico@gmail.com