Veracruz. Ausencia de cultura democrática
J. Enrique Olivera Arce


De paseo por tierras del sureste, no pude sustraerme a la costumbre. Desde un cómodo ciber recurrí a mis portales de noticias favoritos, entre los que destacan “gobernantes.com” y ”crónica del poder.com”, para enterarme de lo que ahí se escribe sobre los últimos acontecimientos de la política veracruzana. Nada nuevo bajo el sol, la guerra sucia aunque subiendo de tono se mantiene en la misma línea, confrontado un apanicado priísmo fiel con la aún lejana posibilidad de que Miguel Ángel Yunes Linares pudiera acceder en el 2010 a la candidatura panista a la gubernatura del estado. Lo dominante no es ni por asomo el interés más general de los veracruzanos; los dimes y diretes, conservan esencia, sustancia y el mal olor ya previsto en estos menesteres de la política ramplera de espaldas al pueblo.
En este escenario, en el que por cierto al gobernador se le ha visto salirse de sus casillas, perdiendo compostura y mostrando las aristas más débiles de su personalidad, atraen mi atención dos hechos que podrían ser irrelevantes para hombres y mujeres comunes al margen de la clase política, de no ser porque se ratifica una vez más el bajísimo nivel, tanto del Congreso local como de quien se ostenta como secretario general de gobierno en la administración fidelista.
En tanto que en la Legislatura, ignorando a la oposición, los diputados fieles atienden a la consigna dictada, reformando por mayoriteo y al vapor el Código Electoral vigente, adecuándolo a modo para que cumpla con los intereses y expectativas futuras de Fidel Herrera Beltrán, por su parte Reynaldo Escobar Pérez, por consigna o abyecta sumisión, presenta una denuncia por calumnia y difamación en contra del diputado y presidente estatal del PAN, Alejandro Vázquez Cuevas, motivada por los cuestionamientos que en la reciente comparecencia del gobernante ante la representación popular local, formulara en tribuna la bancada panista por lo que a su juicio constituyen irregularidades e inconsistencias en el ejercicio de la administración pública veracruzana.

Dos hechos, a mi juicio reprobables. Más allá de las consecuencias que en los procesos electorales del 2009 y 2010, pudieran derivarse de las reformas al Código Electoral, una vez más se recurre al autoritarismo antidemocrático y a la legislación por consigna, de espaldas al interés más general de la sociedad veracruzana. En tanto que la ya nada extraña conducta del Secretario General de Gobierno, habla por sí misma, tanto de la ignorancia en materia de derecho constitucional del abogado litigante, como de su afán protagónico por mostrarse en el contexto de la guerra sucia declarada, como soldado fiel y leal servidor doméstico del titular del Poder Ejecutivo. Al mismo tiempo que exhiben, a nivel nacional e internacional, la ausencia de cultura democrática en una entidad federativa cuyo gobierno presume se encuentra en el umbral del primer mundo.
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A palabras necias, oídos sordos...

Por J. Enrique Olivera Arce




A dos años de distancia, las condiciones de polarización política en que arribara Calderón Hinojosa a Los Pinos, no sólo no han amainado circunscribiéndose al movimiento de resistencia pacífica del lopezobradorismo, van incrementándose a ojos vista en sectores más amplios de la población, ante lo que se considera una pésima conducción del gobierno de la República por parte del panismo en el poder. En tal contexto, el llamado a la unidad de los mexicanos para enfrentar las crisis que aquejan al país, caen en el vacío. Más cuando la intención de la convocatoria implícita y explícitamente guarda estrecha relación con el proceso electoral del 2009, invalidando todo esfuerzo gubernamental por obtener cuantitativa y cualitativamente la participación ciudadana deseada.



Si para algunos ya fue suficiente con seis años de gobierno a manos de un idiota, al que la iglesia católica considera inepto mental para contraer nuevas nupcias, dos años de gobierno en manos de un incapaz es la gota que derrama el vaso. La pérdida de credibilidad y confianza en las instituciones de la República está alcanzando su punto más álgido; el horno no está para bollos como para que la población responda a llamados a la unidad en torno a tareas que siendo responsabilidad del Estado, este se manifiesta incapaz de atenderlas con la eficacia y en el tiempo en que la sociedad lo reclama.



Resultando fuera de lugar, por tanto, el que el gobernador de Veracruz, a su vez, convoque a cerrar filas en torno a Felipe Calderón Hinojosa. Y si es bien sabido que tal convocatoria es fruto de un doble lenguaje, con mayor razón resulta inviable el atenderla. No se puede cerrar filas en busca de la unidad con un personaje, cabeza de un partido político al que en la entidad se le tiene declarada la guerra. Somos o no somos, podría decirse parafraseando a nuestro buen amigo Noé Valdés.



A la demagogia que anima el discurso de Felipe Calderón, se corresponde la demagogia de Fidel Herrera Beltrán. Antes que convocar a la población, cabe la autocrítica objetiva y la acción consecuente en ambos personajes. No se puede confiar en gobernantes que soslayando la existencia de un muladar en casa, llaman a limpiar entre todos la casa del vecino. En tanto el Estado mexicano, en sus tres órdenes de gobierno, no emprenda a fondo un combate frontal contra la corrupción y la impunidad en el ámbito del servicio público, los llamados a la unidad y a la concordia son llamadas a misa a los que una población no creyente, bien puede darse el lujo de desdeñar.



¿Por qué habría que renunciarse al movimiento contestatario de oposición, cuando las causas más profundas que le originan permanecen latentes? ¿Para allanarle el camino electoral al PAN y al Sr. Calderón Hinojosa? ¿Para facilitarle al PRI su retorno a Los Pinos? ¿Para que el gobernador Herrera Beltrán legitime la imposición de su sucesor? ¿Para que una vez más se recurra al fraude electoral? Interrogantes, entre otras muchas, cuyas respuestas flotan en el aire, más ahora que pese a la insistencia en ofender la inteligencia de los mexicanos, estos confirman la validez de un imaginario propio en el que, anticipándose al Vaticano, diagnosticaron incapacidad mental a un narcisista que desde el tálamo prenupcial, aseguraba gobernar a México.



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Obama, más amenaza que esperanza para México
Por J. Enrique Olivera Arce


“Espero que el próximo gobierno de Estados Unidos que encabezará el demócrata Barack Obama, tenga suficiente talento y sentido común y no cometa el error de renegociar el Tratado de Libre Comercio para América del Norte”
Felipe Calderón Hinojosa


Si de algo tenemos que estar convencidos es de que los Estados Unidos de América no tienen amigos, tienen intereses. La designación de Hillary Clinton en el Departamento de Estado y la confirmación de Robert Gates, secretario de defensa de la administración Bush, no hace sino ratificar lo anterior, mostrando la intención de Barack Obama de mantener una política exterior agresiva, con el objetivo de restaurar el hoy desquebrajado dominio del imperialismo norteamericano en el mundo.


No podía esperarse otra cosa. Más allá de una política interna llamada a fortalecer el aparato productivo, la capacidad de consumo de las clases medias, y la seguridad social destinada a las capas más desprotegidas de la sociedad norteamericana, tendiente a recobrar confianza, credibilidad y margen de maniobra política frente a la crisis global, el imperialismo no puede renunciar a su hegemonía económica y militar en el resto del mundo; so pena, como afirman prestigiados analistas, de ceder iniciativa geopolítica, energética y comercial frente a China, Rusia, o la India, potencia emergente a considerar.


De ahí que resulte ingenuo esperar que el imperialismo renuncie a sus intereses en México, en nombre de una mal entendida amistad. Como resulta no sólo ingenuo, también ceguera política, el que el Sr. Calderón Hinojosa tratara en Lima, Perú, de enmendarle la plana a Barack Obama, oponiéndose a la revisión de un Tratado de Libre Comercio que ya no le es funcional a los Estados Unidos. Por elemental lógica habría que considerar las prioridades de nuestro vecino en materia de política interna y exterior y no las propias, a partir de los déficits –comercial, fiscal, de inversión, climático, de valores, de igualdad y de responsabilidad- que según el premio Nobel, Joseph Stiglitz, frente a la actual crisis acusa la nación más poderosa del planeta. Subsanarlos y obtener el equilibrio deseable, exige un gran esfuerzo hacia adentro pero también en lo externo, y en ello va por delante el interés nacional por sobre amistad y buena vecindad.


Inversión, empleo, fortalecimiento del mercado interno, y reactivación de los procesos de expoliación imperial de la riqueza en el resto del mundo bajo su hegemonía, a través de una política monetaria y comercial agresiva con el respaldo de la bota militar, dicta la lógica. Bajo este supuesto, es de considerarse que la inversión productiva y las políticas de empleo se concentren en territorio nacional, beneficiando a sus connacionales a costa de la reducción de flujos de capital al exterior y de la mano de obra proveniente del extranjero. En tanto que en el mundo subdesarrollado bajo su dominio, sacarán raja de los demoledores efectos de la crisis global, haciéndose de recursos naturales de países empobrecidos en beneficio del imperio.


México, atrapado entre el coloso del norte y los países emergentes de América Latina que vinculándose a China y Rusia, vienen construyendo su propio espacio frente a los Estados Unidos, con Tratado de Libre Comercio con América del Norte, o sin este, seguirá condenado a repetir su historia de país dependiente, expoliado, de rodillas en un permanente estado de subdesarrollo, víctima de sus propias contradicciones internas y la ceguera y corrupción de sus gobernantes.


Bajo esta óptica, la administración de Barack Obama, es más amenaza que esperanza para México. O aprendemos a rascarnos con nuestras propias uñas, rescatando con honestidad, trabajo y defensa de lo más caro de nuestros intereses nacionales, a un país que se hunde más cada día, o seguiremos atados a nuestro destino manifiesto hasta que se reviente el hilo por lo más delgado.



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