El campo frente al
triunfalismo mediático



J. Enrique Olivera Arce




A veinticuatro meses del inicio de una nueva y fructífera etapa en la vida de los veracruzanos, señalada por la toma de protesta del Gobernador Fidel Herrera Beltrán, y a veinticuatro horas de la protesta que rindiera ante el Congreso de la Unión el Presidente Felipe Calderón Hinojosa, el Semanario Acrópolis celebra su segundo aniversario. Desde estas líneas nuestra felicitación a su Director, Lic. Carlos García Herrera.


En esta ocasión quiero referirme a un tema por demás chocante. La emisión de spots que de manera reiterada, día y noche, invaden a los hogares veracruzanos, promoviéndose la imagen del Gobernador Fidel Herrera Beltrán con motivo de su Segundo Informe de Gobierno. Ingrata tarea a cargo de las áreas de comunicación social cuyos resultados no considero satisfactorios sino antes al contrario, contraproducentes, por el efecto negativo que causan tan machacones mensajes en el ánimo de radio escuchas y televidentes.


Ya en otras ocasiones hemos comentado que en materia de comunicación social el exceso no es bien visto. Sobre todo si este se da a partir de mensajes carentes de imaginación ó que por su contenido entran en contradicción con la realidad del auditorio al que se pretende llegar, como podría ser el caso de un spot en el que el gobernador Herrera Beltrán, con la mano colocada sobre el corazón y teniendo como fondo un idílico paisaje, nos dice que el campo veracruzano marcha como miel sobre hojuelas, cuando la realidad es otra.


La contradicción quizá no sea percibida por aquellos que no tienen ni idea de la realidad del campo en México y específicamente en Veracruz. Sin embargo, para los productores, los estudiosos y conocedores de la problemática agraria, esta es más que evidente.


En nuestro terruño es bien sabido que acusamos problemas graves en materia de producción agropecuaria. Unos resultado de rezagos históricos, como los que padecen las comunidades indígenas, y otros de menor antigüedad pero no menos impactantes resultado tanto del proceso de integración de la actividad de autosubsistencia a los circuitos comerciales como de políticas públicas contrarias a los intereses de la agricultura y la ganadería comercial en pequeña o mediana escala.




La producción cafetalera lejos de mejorar va en una franca caída, siendo año con año mayor el número de productores que abandona la actividad y de superficies destinadas a otros fines, como fraccionamientos residenciales.


La producción de granos básicos, por lo consiguiente, reduciéndose las áreas de cultivo y obligando a los productores a emigrar.

A últimas fechas, la producción de carne, leche, cítricos, registran una situación de crisis, quejándose los productores de incosteabilidad de la actividad frente a una desleal competencia resultante de la criminal política de importaciones que pone a la actividad agropecuaria veracruzana en franca indefensión.


Y en cuanto a la producción azucarera, dependiente cada vez en mayor medida de una planta industrial obsoleta y mal administrada, no podría afirmarse que vive en la bonanza de pasados lustros, sosteniendo su productividad con incrementos en el uso de fertilizantes que elevan el costo del cultivo de la gramínea. Su situación es tal que el propio Gobernador del estado se ha visto obligado a intervenir a favor de los productores para paliar la crisis.


Un indicador más de que las cosas no marchan bien para los labriegos, sobre todo para los productores de autosubsistencia, son las declaraciones de la Sra. Silvia Domínguez, Secretaria de Desarrollo Social y Medio Ambiente, en las que afirma que de siete millones de veracruzanos cuatro viven en dispersión y pobreza. Cuando habla de dispersión se refiere fundamentalmente al medio rural en el que vive dispersa en muy pequeñas comunidades el grueso de los campesinos e indígenas, que subsisten al margen de los circuitos comerciales de la actividad agropecuaria y de los beneficios de la entrecomillada modernización de la vida social en el medio urbano. Y por si fuera poco, las autoridades aceptan que un buen número de campesinos destinan sus tierras al cultivo de estupefacientes, empujados por la miseria y el abandono.



Tan fácil que sería el aceptar esta realidad para tomar conciencia de nuestros rezagos y de la necesidad de atenderles de manera integral aunque fuera de manera gradual, poco a poco, atendiendo a la disponibilidad de recursos financieros y a la capacidad y disposición del campesino para sumarse al esfuerzo de modernización , pero que difícil resulta renunciar al triunfalismo mediático que, entre otras cosas, se paga con recursos del erario público provenientes de los impuestos de quienes tenemos que soplarnos los spots de moda, nos gusten o no.