El priísmo veracruzano en la coyuntura

Por J. Enrique Olivera Arce


Aún no se le asientan las aguas al gobernador Duarte de Ochoa y ya en mala hora para Veracruz estamos inmersos en el proceso de la sucesión presidencial en el 2012. No existiendo oposición partidista en la entidad que le haga sombra al PRI, el reacomodo de fuerzas, contradicciones internas por resolver y estrategias electorales por emprender giran en torno a este partido, obligando de facto al gobernante a distraer atención, recursos y capital político, a favor del priísmo, en el afán de refrendar en la contienda por la presidencia de la República el peso específico de Veracruz como se comprometiera con Humberto Moreira. 

Y digo, en mala hora, porque de aquí a que se resuelva el curso a tomar por el proceso electoral federal en el 2012, los temas torales de finanzas públicas, crecimiento económico, desarrollo social, seguridad pública y protección civil, estarán determinados por una creciente politización con claro tinte partidista, arrastrando consigo en el tobogán a toda la sociedad que deberá cargar con un costo innecesario, pagando facturas de promoción de imagen, pre, pre campañas, campañas y parafernalia de los organismos electorales, a más de pérdida de tiempo en la búsqueda de cumplimiento de objetivos y metas de la administración pública veracruzana en el periodo previo a la elección.

Lo normal. Nada extraordinario en una entidad federativa que vive de y para la política electoral y la concomitante corrupción de que se hace acompañar. Luego no debería ser motivo de especial preocupación el que nuestra clase política anticipadamente esté ya a bordo del tren del 2012.

No obstante, más allá de la tradición que obliga, en la coyuntura actual ello reviste, más que oportunidades para avanzar en la búsqueda de la ilusoria “prosperidad”, un grave riesgo para el gobierno estatal, para el PRI y para todos los veracruzanos. Habida cuenta de que sean manzanas, peras o perones, la agenda en el futuro inmediato correrá a cuenta de un endeudamiento público que asciende a más de 40 mil millones de pesos, con pesadas obligaciones financieras anuales por el servicio de la deuda.

En este contexto, la administración pública tendrá que optar por intentar resolver los grandes rezagos y pendientes de los veracruzanos ó por poner toda la carne en el asador a favor de candidatos e intereses partidistas del PRI. Con la salvedad de que si el Dr. Duarte de Ochoa opta por lo primero, será calificado como buen gobernador y ello favorecerá electoralmente a su partido, en tanto que si se inclina por lo segundo, pierde credibilidad y capital político, arrastrando consigo al PRI en su caída. Una tercera opción, que por ahora no se ve, es que lograra caminar sobre el filo de la navaja guardando equilibrio, lo cual está muy lejos de materializarse en tanto la apabullante deuda le reste capacidad de maniobra y liderazgo social.

Como ya lo hemos comentado en otra ocasión, Javier Duarte heredó un tigre herido que requiriendo terapia intensiva, se revuelve en contra de su mano salvadora y a ello deberá enfrentarse de aquí a que concluya el reacomodo de las diversas corrientes al interior de su partido con vías al 2012.

Lo que no pocos comentan, es que no se puede echar en saco roto la historia de las dos últimas contiendas electorales por la gubernatura, en las que tanto Fidel Herrera Beltrán como Javier Duarte de Ochoa, ganaron en tribunales por un muy escaso margen, el primero con 26 mil votos de ventaja en tanto que el segundo con 80 mil, no obstante haberse volcado enormes sumas de dinero público a favor de ambos candidatos. Historia que en la coyuntura cobra relevancia puesto que no se puede hacer de lado que sumados los votos de los partidos opositores, en ambos casos superaron en mucho a los que le dieran el triunfo a los candidatos del PRI.

Si bién Herrera Beltrán, con demagogia, engañifas y maiceo a la oposición logro remontar, fue gracias a la amplia disponibilidad de recursos con que contara a lo largo de su gestión. Tantos que con toda displicencia aseguraba que “en política lo que se compra con dinero es barato”.

El caso del joven gobernante es diferente. Cabe acotar que no hay dinero más caro que el que no se tiene. Lograr la unidad al interior de su partido cuesta y mucho, al igual que la tradicional compra del voto de inconcientes y despolitizados electores. Luego el PRI en la coyuntura no tiene todas consigo, presionando desde ya al gobernador para que este incline la balanza a favor del interés electoral de un priismo venido a menos, en detrimento del propósito de gobernar para todos sin distingo partidista.

Por otro lado, no puede desconocerse que en el PRI aún no está definida la titularidad de la candidatura a la presidencia de la República  y, por lo consiguiente, las de senadores y diputados federales por Veracruz, dando lugar a un todos contra todos que, por lo pronto, es impedimento para lograr una monolítica unidad en torno a un objetivo común e incluso, en torno al propio gobernador de la entidad.

Situación de debilidad funcional que la oposición partidista -dividida, con intereses encontrados-, no capitaliza en provecho propio ni opone resistencia alguna que justificara el que el gobernador se viera obligado a transitar en el filo de la navaja, guardando el equilibrio deseable. 

Así las cosas, pareciera entonces que por sobre los mecanismos de control que ejercen los partidos políticos sobre los votantes –voto duro-, es el elector “libre”, flotante,  de cuya percepción sobre el desempeño del PRI en el gobierno en el momento de sufragar, dependerá el curso de la elección del 2012.  

De ahí la importancia que para el PRI representa coyunturalmente  la percepción de un buen desempeño del gobernador en Veracruz. Debiendo entonces evitar al máximo el recurrir a la politización de los actos de gobierno; cosa que paradójicamente en la práctica parece no ser posible tras reiterar Javier Duarte de Ochoa su militancia priísta por sobre su propósito de arbitrar el libre juego de las diversas fuerzas políticas en la entidad y, con ello, agitar la el avispero, agudizando la radicalización de los sectores más atrasados del priísmo veracruzano e incluso, oxigenando al panismo que habiendo votado en su contra buscará la revancha.  

Rota la posibilidad de un sano equilibrio, tendremos que acostumbrarnos entonces, con la flexibilidad suficiente para no confundir lo sustantivo o principal con lo accesorio, a un ejercicio pendular del poder político ejercido  desde palacio, en medio de un torrente en cuyas turbulentas aguas en los próximos meses tratarán de sacar raja no pocos “pescadores” oficiales u oficiosos, entre ellos, un puñado de “dinosaurios” de la vieja guardia priísta y, por lo consiguiente, algunos propietarios de medios de comunicación duchos en flotar a favor de la corriente en el momento y en el lugar preciso.