Duarte, ante lo deseable frente a lo posible

Por J. Enrique Olivera Arce




Bueno, llegó la hora de recoger los tepalcates y reconstruir la vida económica, social y política de la entidad. Cambio de página, cierre de una etapa más en la historia de Veracruz, y a lo que sigue. El tiempo no se detiene, sigue corriendo y exigiendo nos adaptemos a su ritmo, pensando y actuando en consecuencia, dejando atrás el pasado, ubicándonos en el presente y lo que este representa para el futuro.

No más triunfalismo sin sustento ni estériles confrontaciones y mutuos agravios entre las diversas fuerzas políticas que conforman el mosaico político e ideológico, multicolor, plural y con marcadas diferencias a lo largo y ancho de Veracruz. Sumando y multiplicando y no dividiendo esfuerzos, talentos y creatividad que hoy por hoy exige el recoger los pedazos y reconstruir con visión de futuro, a una entidad federativa sumida en el estancamiento y el atraso.

Reconociendo fortalezas y debilidades con objetividad y apego a la honestidad intelectual que exige nuestra interpretación de una realidad agobiante y sin rumbo claro, enfrentemos rezagos, combatiendo desigualdad y pobreza, desempleo, a la par que consolidando logros, que los hay. Correspondiendo a la nueva administración a cargo del Dr. Duarte de Ochoa, la tarea de convocar y organizar a la sociedad en su conjunto para, en torno a propósitos y objetivos comunes, la recoja de los tepalcates, reconstrucción e impulso al crecimiento económico y el desarrollo, rinda con equidad frutos positivos para todos.

Siendo lo anterior lo deseable, en el terreno de lo posible surgen dudas de hasta donde la voluntad, capacidad y visión de futuro de la sociedad veracruzana, golpeada y dolida, está dispuesta a remontar el pasado y sumarse a la unidad y esfuerzos comunes para, con renovado optimismo, hacer frente a nuevos y cada vez más complejos retos que la realidad nos impone. Hasta donde está dispuesta para avanzar por el camino del cambio de mentalidad, actitudes y acciones concretas, aceptando marchar de común acuerdo por distintos derroteros a los que, hasta hoy, mantienen un estado de cosas, caduco, agotado y freno a todo impulso para conducir a Veracruz por el camino del progreso.

Pero más se duda en relación a la disposición y voluntad política de la administración pública para asumir que si bien la tarea es de todos, el gobierno del estado debe ser guía y conductor del obligado proceso de cambio y definición de nuevos derroteros.

Cuando se actúa en sentido inverso a lo que la lógica indica, integrándose un gabinete de primero y segundo nivel de colaboradores cercanos del gobernador, sin antes contar con un plan estatal de desarrollo surgido de un diagnóstico técnica y socialmente sustentado, da lugar a interrogantes.

¿El perfil de cada uno de los funcionarios designados, corresponde a las tareas por realizar, o son éstas las que deberán de adecuarse al perfil, capacidad y experiencia de los funcionarios que integran el gabinete? Es la interrogante que de inmediato salta a la vista, porque si no existe ni diagnóstico objetivo ni mucho menos un plan estatal de desarrollo consensuado con la ciudadanía, la definición de propósitos, objetivos y metas de mediano y largo plazo, quedará en los funcionarios previamente designados, cumplan o no con los requisitos mínimos para la tarea.

Y lo que hasta hoy es dado observar, más allá de las especulaciones interesadas de los medios de comunicación, es que la integración del gabinete y los personajes que se mencionan, responde más a criterios de compromiso político que al mínimo de conocimiento y experiencia científico-técnica requerido para el rescate de los tepalcates y reconstrucción de la vida económica y social de la entidad. Debiéndose esperar por tanto, un plan estatal de desarrollo inmediatista y sujeto a intereses focalizados, ajenos al desarrollo integral, regional y sectorial que el armado racional del rompecabezas exige.

Entre expertos de planeación estratégica, domina el criterio de que lo ideal es conjugar lo deseable con lo posible, a partir de lo disponible. Luego me pregunto ¿En Veracruz no hay más gente preparada, capaz, honesta y consecuente, fuera del estrecho círculo de viejos y nuevos profesionales de la política, que acerque lo deseable a lo posible?

Son estas dudas sobre el papel a asumir por la administración pública, que alimentan las que a su vez bullen en amplios segmentos de la sociedad y a las cuales nos hemos referido.

Javier Duarte de Ochoa tiene que salir a darles respuesta, de manera pertinente y creíble, antes de convocar a la unidad y esfuerzo compartido. De lo contrario, en el imaginario popular seguirá perenne la idea que castra e inmoviliza, de que en todo cambio de gobierno lo que debe esperarse es “más de lo mismo”.

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Coloquialmente hablando… "La Barca de Oro"

Por J. Enrique Olivera Arce



En Veracruz el cólera afortunadamente aún no nos llega, pero lo que es la cólera esta está presente y crece, reflejándose en el lenguaje, verbal o escrito, con el que coloquialmente la gente recurre para expresar, con rico léxico jarocho, el malestar que hace presa de su ánimo ante el ignominioso panorama político que nos ofrecen, hombres y mujeres, en el desempeño del servicio público y en especial el de los que se dicen representantes y voz autorizada de la voluntad popular.

No se trata del efecto del cambio climático en el ánimo de la gente. Mientras este no inunde nuestro hogar y dañe nuestro escaso patrimonio, nos es indiferente. Es la reiterada manifestación de cinismo impune que con motivo de los últimos días del gobierno de Fidel Herrera Beltrán, se insulta a la inteligencia de la ciudadanía. Como buenos veracruzanos somos güevones y valemadristas, pero vamos a misa, la mayoría no tiene un pelo de tonto.

El que ya se va, afirma sin el menor decoro y empacho que en la tesorería del gobierno estatal se tiene una reserva de 6 mil quinientos millones de pesos, dispuesta para pagar a los varios cientos de acreedores, proveedores, contratistas y humildes servidores públicos. Pero no se puede disponer de ésta, que de existir realmente, posiblemente esté “sudando”, en espera de hacer efectivos los pagos pendientes estratégicamente en el momento de mayor impacto mediático, mientras aumenta desesperación y cólera de los afectados.

Y el que llega, se truena los dedos ante la evidente amenaza de que para hacerle aparecer como “el bueno de la película” y heredero fiel, será quien generoso, como primer acto de gobierno disponga del dinero en caja para hacerle frente a los acreedores y, de paso, sea quien contrate la línea de crédito bancario por 10 mil millones de pesos. “Son chingaderas” se escucha en los corredores de la SEFIPLAN, “tenemos meses esperando se cubra lo que nos adeudan y, 6 mil quinientos millones de pesos, “sudan en los bancos”. ¿Si hay dinero n las arcas públicas, porqué no pagan?

Y la cólera crece y crece, reforzándose con aquella de los que tras las promesas no cumplidas, se quedaron colgados de la brocha; agregándose la que indudablemente acumulan miles de humildes servidores públicos que ni se le cubren a tiempo sus emolumentos honradamente devengados y, sin más, se les da a entender que no habrá aguinaldo.

Y mientras la cólera crece, se retroalimenta con el malestar que causa ver el enorme dispendio en que incurre la administración pública, con cientos de espectaculares que a lo largo y ancho de la entidad, con la imagen del ahora “negro de oro” en primer plano, anuncian que Fidel y Rosita le cumplieron a los veracruzanos. En la prensa impresa, radio, televisión y hasta en internet, que a lo largo del sexenio sirvieran de alfombra mágica para elevar a las alturas del Olimpo al “mejor gobernador que ha tenido Veracruz”, la misma cantaleta, ofendiendo la inteligencia de la audiencia.

En teoría el primer servidor público de la entidad, no se manda solo. Está sujeto a lo que manda la ley y dispone el Congreso local. Eso es teoría y grosera demagogia. Ni se atiende a la ley ni la diputación local está dispuesta a ir más allá de lo que el patrón impone. La mayoría priísta, justifica el exceso, en tanto sus opositores, pecando de ingenuos o de estultos, exigen transparencia en el gasto mediático de promoción de imagen y propaganda electoral en que incurriera a lo largo de seis años, quien, cual jibarito cancionero, marcha loco de contento hacia el autoexilio, con las arcas personales plenas del fruto del desorden y saqueo que tiene hoy al gobierno en bancarrota.

Se trata de “información reservada y restringida por el Instituto Veracruzano de Acceso a la Información”, el señor que manda en Veracruz decretó que durante 12 años permanecerá oculta a los ojos de los veracruzanos, es la respuesta oficial de la diputación priísta ante el berrinche de sus pares que, tras la derrota de sus candidatos a gobernador aún respiran por la herida, exigen información y transparencia.

Los beneficiarios del dispendio mediático, hoy multimillonarios, aplauden y se frotan las manos, en tanto que aquellos que sólo recibieran migajas, se unen al reclamo opositor.

Veracruz, refrendando amor a la par que ofrece despedida, canta ya, en referencia a quien en 6 días dice que se va, -afirmando, en los hechos, que seguirá gobernando a Veracruz-, no el escatológico chascarrillo del borracho que solía disfrutar en momentos de libaciones y alegría de aquella vieja melodía de la “Barca de Oro” para, al día siguiente llorar su desgracia. No, con alegría jarocha entona el “Yo ya me voy, solo vengo a despedirme / adiós mujer adiós para siempre, adiós / No volverán mis ojos a mirarte ni tus oídos escucharán mi canto / Voy a aumentar los mares con mi llanto / adiós mujer, adiós para siempre, adiós.

Los románticos, aquellos que medraran a la sombra del caudillo, entonan “las golondrinas”, en remembranza de aquella histórica despedida que al pie del “Ipiranga”, con lágrimas en los ojos dedicaran a Don Porfirio.

Los coléricos, los más afectados por el peor gobernador que ha padecido Veracruz, impotentes sólo cantan la cuenta regresiva, al compás de claridosas referencias maternales, entresacadas de ese florido y folclórico lenguaje coloquial, tan propio de malhumorado jarocho.

Sin embargo no todo es oscuro y tenebroso en Veracruz. Dios no quiere a los negros, pero, hasta el día de hoy, no nos castiga con el cólera, pandemia de la pobreza, que azota a los pueblos que han estado a merced de reyezuelos demagogos, autoritarios y rampantes.

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Humildad con honestidad y visión de futuro, fórmula para avanzar

Por J. Enrique Olivera Arce




Lo pasado, pasado está, salvo para los necios. Parafraseando al chaparrito pelón de lentes que despacha en Los Pinos, “Haiga sido como haiga sido”, Javier Duarte de Ochoa, gobernará a Veracruz en los próximos seis años. En fatídicos 13 días, la ojalá irrepetible experiencia de un pésimo gobierno será una página cerrada más en la historia de la entidad. Y a otra cosa mariposa.

Es lo que cada vez en mayor proporción se escucha lo mismo en las tertulias de café que en reuniones familiares, o de empresarios que cifran sus esperanzas en un nuevo estilo de gobernar en el que el equilibrio entre finanzas públicas y economía privada, se complementen armónicamente para bien de Veracruz.

Y es en estos últimos, al margen de lo que pudiera adeudárseles como proveedores de bienes y servicios, en donde con mayor énfasis priva la esperanza de que con Javier Duarte, si se aplica con inteligencia, voluntad política, pero sobre todo humildad para reconocer la realidad por la que atraviesa la vida económica y social de la entidad, se encontrarán los mejores caminos para salir de la postración y el atraso. Recuperándose tiempo y oportunidades perdidas.

Si Javier Duarte y su equipo de trabajo aceptan que las fórmulas neoliberales para enfrentar la crisis que el mundo padece, están agotadas y que, como lo está poniendo en práctica la República Popular China, si se orientan políticas públicas y visión estratégica de mediano y largo plazo, hacia el fortalecimiento del mercado interno, como el mejor camino para hacer frente a la incertidumbre de una economía mundial que no encuentra recuperación y estabilidad, podemos tener la oportunidad de recuperación, fortalecimiento y consolidación de la planta productiva de Veracruz, me comenta un por cierto exitoso empresario.

La solución en el corto plazo está en el campo y en el aprovechamiento pesquero de nuestro amplio litoral, comenta. Tenemos que construir auténticas cadenas productivas que vinculen producción primaria, industrialización y distribución, orientadas al fortalecimiento de la demanda de productos veracruzanos por veracruzanos. Consumir lo que Veracruz produce, es una falacia, agrega, si previamente no generamos la oferta suficiente para competir con productos que nos llegan de otras entidades del país o del exterior.

Reflexionando sobre lo anterior, mi interlocutor parece tener toda la razón. Acceder al mercado exterior y a la inversión extranjera es cada día más difícil y complejo. El fenómeno del proteccionismo en las economías de los países tradicionalmente consumidores de materias primas y producción de los países emergentes, es más que evidente; a la par que el capital externo se orienta en mayor medida a la especulación financiera. El capital “golondrino”, busca el camino más corto para mantener altas tasas de ganancia y, éste no es precisamente el de la producción de bienes y servicios y generación de empleo que demandan los países huéspedes.

Veracruz cuenta con un mercado de más de siete millones de consumidores. Mercado potencial no aprovechado y supeditado a la oferta externa, como puede observarse en las grandes cadenas comerciales que operan en la entidad. Coincido con el empresario que me ilustra sobre el tema. Estamos más que obligados a revertir tal tendencia. La reconversión y reordenación productiva, aprovechando nuestras fortalezas a partir de un adecuado proceso de planeación regional y microregional por cuencas hidrológicas, identificando y aprovechando nuestras ventajas comparativas en relación, sí, al mercado interno y no a la exportación que hoy por hoy está controlada por un reducido número de empresarios vinculados al capital externo y apoyados por el gobierno estatal.

Producir lo que demanda el amplio mercado interno veracruzano, substituyendo importaciones, capitaliza a la entidad, genera empleo y crea las condiciones para entonces sí, contribuir entre todos a consumir lo que Veracruz produce. Las circunstancias que hoy vivimos en el medio de una crisis nacional y global, lo exigen. Nuestra entidad tiene que adecuarse a la nueva realidad del mundo..

Se dice fácil, lo difícil estriba en la decisión de política política, para privilegiar una política económica que implica visión de largo plazo, cambio de paradigmas y actitudes, y el compromiso decidido de erradicar corrupción e impunidad, orientando finanzas públicas a resultados concretos, medibles, transparentes, sin falsos espejismos, en el proceso de rescate, reorientación y consolidación de la vida económica y social de Veracruz.

La impresión personal que guardo de Javier Duarte de Ochoa, lo he sostenido, es la de un hombre joven, aún inexperto, pero sin duda inteligente y bien intencionado. En sus manos está, insisto, el proponerse llevar adelante cambios positivos que contribuyan, ahora sí, al crecimiento económico y al desarrollo. No se puede repartir riqueza si antes esta no se genera, por lo que hablar de justicia social y reducción de desigualdad y pobreza, es demagogia si no se modifican viejos y caducos moldes de distribución equitativa de la riqueza, si esta sólo existe en el discurso.

Orden, eficacia con transparencia, austeridad y seguimiento puntual del gasto, visión, y voluntad política con disposición al cambio, sin duda redundaría en un mayor bienestar para la población, sin demagogia y falso triunfalismo. Este es el reto para nuestro joven gobernador. Este es el Javier Duarte en el que nos gustaría cifrar esperanzas. Esperemos que en el menor tiempo posible se libre de ataduras del pasado y que, con honestidad intelectual por delante, aplique racionalidad a la administración pública. El buen juez por la casa empieza, no más “sanguijuelas”, “tepocates” y “víboras prietas” medrando al amparo del erario público.

La condición para avanzar es la humildad. Duarte debe así reconocerlo. Menos proyección de imagen y más administración; caminar, eso sí, a paso firme, pero sin pretender correr dando vueltas y más vueltas al molino, generando falsas expectativas y promesas incumplidas. Es lo menos que de el se espera.

Para la ciudadanía, lo primero es entender y aceptar que los cambios que exige Veracruz no son tarea de un solo hombre. La tarea es de todos y la primera disposición al cambio está en cada uno de nosotros. Si no nos cegamos frente a falsos paradigmas y modificamos actitudes, priorizando principios y valores sustentados en la honestidad y en el trabajo, el cambio es posible. “Haiga sido como haiga sido”, estamos obligados todos a cerrar filas en torno a Javier Duarte, sin que ello implique extenderle un cheque en blanco, como suele ser nuestra inveterada costumbre.

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Tío Fide: “Ya con esta me despido…”

Por J. Enrique Olivera Arce




“Ábrete Sésamo” y el milagro, más santero que cristiano, se hizo. El Dr. Fidel Herrera Beltrán (Tío Fide), deja al tambien Dr., Javier Duarte de Ochoa, una mina de oro.

Nada menos que con el oro y el moro, Fidel Herrera se despide tras haberle cumplido a los veracruzanos, como ya se anuncia en todos los medios oficiosos de comunicación, a los que vale recordar que Prometer el oro y el moro equivale a sugerir con ironía cantidades o beneficios sobresalientes; por regla general inmoderadas y poco plausibles.

Veneros del diablo en Chicontepec y del diablo Laguna verde. Proyecto Fénix, frustrado pero rentable mediáticamente. Tractores, pozo y riego para los amigos, empleo bien remunerado para las amigas. Miles de puentes con destino a sal si puedes.

“Minas de oro, es lo que le faltaba para confirmar que Veracruz tiene todo, cultura y historia, presente y futuro para ser el estado que provea a su gente de justicia social como está garantizado en el gobierno de Javier Duarte de Ochoa que inicia el próximo 1 de diciembre”, dijo en Alto Lucero el ilustre hijo de Nopaltepec y hermano del alma de Don Rafa, el “negro” Cruz, asesor en ciencias ocultas y encargado de velar por la seguridad de las 40 tinajas.

Cual bíblicas, 700 mil onzas de oro serán repartidas con justicia y equidad por el Sr. Duarte a decir de Don Fidel. A todos los veracruzanos tocará su parte para que, con esfuerzo y talento, sean invertidas con inteligencia para proveer sustento a una entidad federativa que tras seis años de oscuridad, no sabe ni cuando ni con cuanto habrá de saldar las deudas de una hacienda en bancarrota.

El metal precioso siempre ha existido en Veracruz. Sólo que miopes por soberbia y orgullo los más ni lo olfateáramos siquiera. No así mentes privilegiadamente informadas que, previsora y oportunamente, adquirieran cientos de hectáreas en superficie feraz cuyo subsuelo oculta onzas y más onzas de oro. Más que las que ya se tienen en paraísos fiscales o invertidas en fastuosos palacios.

El secreto fue guardado con estoica entereza, para hacerse público en las últimas horas de uno de los más nefastos gobiernos que ha padecido la entidad. Bastó la frase mágica en poder de los “cuarenta ladrones” y del Ali Baba de la fábula de las Mil y una Noches”, para que se abrieran nuevos horizontes de justicia social y equitativa distribución de la riqueza en Veracruz.

El oro no está en un banco caribeño, o de Ámsterdam y sus cientos de puentes y callejuelas, ni en Brasil, sudando etanol; Argentina y miles de cabezas de ganado; Dubai y palacete de ensueño, como tampoco en isleña y modesta cabaña de reposo y meditación en Tamiahua. Está aquí, no se ha movido, en las entrañas de tierras veracruzanas puesto y dispuesto para que el próximo gobernador inicie a bombo y platillo, también con una renovada ave Fénix, mítico fruto de la engañifa de Vicente Fox, gran amigo, padrino y aliado, ahora sí, con justeza, del “negro de oro”.

Sin embargo, la ambición obnubila. Sorpresa, lo que las entrañas de la tierra han ocultado, no son de Veracruz ni están sujetas a municipal permiso de uso del suelo, como los otorgados a paradisíacos emporios turísticos, fraccionamientos residenciales para uso y disfrute de los ricos, e incluso para fraudulentos asentamientos para miserables.

El subsuelo pertenece en principio a toda la nación y, tras su muy segura privatización y entrega a una empresa extranjera para la extracción de miles de onzas de oro, por ende, será la federación la que, previo acuerdo de la partidocracia que nos rige, dirá presupuestalmente a cuanto ascenderán anualmente las participaciones que derivadas del derecho concedido a particulares, mes a mes el “oro” será distribuido entre todos los veracruzanos; empezando eso sí, con los más de dos millones de pobres que apenas subsisten en los territorios que aún gobierna el moderno Ali Baba, dando certeza a la justicia social anunciada.

Una engañifa más, quizá la última de tantas recetadas a un Veracruz que no alcanza a ver más allá de su propio ombligo. Se prometió el oro y el moro, y se cumplió. Es el mensaje que mañana lunes escucharemos de labios del señor de los puentes y artífice de la mentira y la manipulación.

Antes de echar las campanas al vuelo, ya en el contexto de la necia realidad, habría que ver con cuanto y como las poderosas empresas trasnacionales reportan beneficios por la explotación de oro o diamantes en el submundo humano del África negra, e incluso en territorio nacional donde ya están asentadas. Cuantos y de que magnitud los daños al entorno ecológico y explotación laboral inmisericorde y, por si fuera poco, con que nivel de fuero actúan los ejércitos de mercenarios a cargo de la seguridad de esas poderosas empresas depredadoras. Explotar una mina de oro en Veracruz, se ubica en tal contexto.

No hay que ir muy lejos, sólo preguntemos a nuestros sufridos mineros. Ellos tienen la respuesta, aquí y acullá.

Proveer de justicia social a los veracruzanos con la explotación del mineral amarrillo, es una falacia más. Es el “Ya con esta me despido…” del tío Fide, quien marcha ya al destierro al son de marcial tañido de tambores destemplados.

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“Iluso”. Virus heredado, o adquirido intentando derribar el muro a topes

Por J. Enrique Olivera Arce



Iluso, es lo menos que en varios mensajes mis tres lectores se refirieran a un apunte anterior en el que hago referencia a que está en manos del próximo gobernador el que Veracruz cambie de rumbo o deje las cosas como están para seguir igual.

“La administración pública veracruzana no puede cambiar porque así lo decida en su momento Javier Duarte. Recibe el poder acotado por los intereses de los poderes fácticos y los creados como compromisos de campaña. Fidel estará presente a lo largo del mandato de su delfín”; “Frente al poder real, el cambio de rumbo en Veracruz, no está en la voluntad de Duarte”; “Javier Duarte no podrá contra la corrupción enquistada en todos los niveles de la administración pública”. Rezan algunos, en tanto que en otros, me cuelgan la etiqueta de “vendido” y, uno muy peculiar, en el que simplemente me dicen: “lástima de su edad”, como si de los años que cargo sobre mis espaldas dependiera el emitir una opinión al gusto o disgusto de la estimada lectora.

Que bueno que se opine, a favor o en contra de un comentario que considero atañe a todos. Entre más se participe y se discutan temas torales de Veracruz, más se enriquece nuestra vida política.

Zanjado lo anterior, en esta ocasión quiero referirme a un tema que ha venido inquietándome a lo largo de los últimos seis años, como lo es la concepción que el gobierno veracruzano contempla en su estructura orgánica sobre el desarrollo, sin que haya voces autorizadas que definan que debemos entender por desarrollo. Quizá Rafael Árias, Coordinador del Copladever y estudioso del tema, o algún brillante investigador de los muchos que tenemos en la Universidad Veracruzana, y que por cierto nadie les da juego, pudieran darnos luz al respecto.

Contamos con una secretaría de desarrollo económico y portuario, otra de desarrollo social y medio ambiente, así como una más, avocada al desarrollo agropecuario, pesca y alimentación. Otras responsables de la educación y a la salud. Y muchos otros organismos de menor jerarquía, avocados, en teoría, al tema en cuestión. Cada entidad se rige por propósitos y programas con cuantiosos recursos presupuestales, concurrentes al “desarrollo” como objetivo, concibiendo cada una a esta categoría de manera diferente y, la más de las veces contrapuesta.

Derivándose de lo anterior, no sólo duplicidad de funciones y derroche de recursos públicos. Lo más grave, es que ante la absoluta ausencia de complementariedad y coordinación inter e intra institucional, todas sin excepción no aportan nada positivo al logro del desarrollo como objetivo estratégico. En pocas palabras, así como se manejan las cosas, prácticamente no sirven para nada, si de cumplir un propósito superior se trata. Situación en la que el Comité de Planeación de Veracruz, en los hechos, en un cero a la izquierda que ninguna de las entidades mencionadas considera tanto en el cumplimiento del presunto Plan Estatal vigente de Desarrollo, como de las metas, obra pública y servicios, contempladas en los respectivos programas operativos anuales.

Lo primero que habría que considerar es que en realidad no se cuenta con un diagnóstico objetivo de la realidad que domina en Veracruz y, por lo consiguiente, con un plan estatal de desarrollo que contemple complementariedad, congruencia y jerarquización de prioridades, apoyado por un sistema estatal de evaluación. Que el Copladever está de adorno, como parche mal puesto en la SEFIPLAN, sin sustento operativo en el ámbito regional y sectorial y, en desacuerdo con la oficina que dependiendo del gobernador está encargada del programa de gobierno.

Así lo percibo. Lo que observo es que las entidades encargadas de promover el “desarrollo”, marchan a ciegas, interpretando cada una a su manera lo que a su entender les corresponde en el desahogo de las tareas que implica el progreso de Veracruz.

Crecimiento económico, ordenación regional y sectorial de las actividades productivas, seguimiento y control de la inversión pública en los tres órdenes de gobierno, vinculación con la sociedad para sumar y coordinar esfuerzos, actualización y retroalimentación, no son responsabilidad común, compartida y complementaria. Por ende, la atención a la producción, empleo, educación, salud, formación de recursos humanos, bienestar y mejores condiciones de vida de la población, marcha al garete y condicionada a que “el burro toque la flauta” en una orquesta sin director.

Media clase política afín al priísmo, quiere y busca estar al frente de las agencias de promoción del desarrollo en la siguiente administración. Hasta donde se alcanza a observar y leer en los medios de comunicación, el tema en cuestión, podría afirmarlo, no interesa un comino lo citado en los anteriores párrafos. No está en la mente de nuestra clase política, rejuvenecida por decreto y envejecida por vocación, propósitos y objetivos comunes en el complejo quehacer de las tareas del desarrollo en Veracruz.

Parafraseando a la señora que con toda valentía, expresara que “cualquier pendejo puede ser magistrado”, lo mismo podría decirse de los que aspiran a ser titulares de esos remedos de agencias “promotoras del desarrollo”, ya que para el caso, es igual “Chana que Juana”. De todas no se hace ninguna.

Antes que un buen funcionario, lo deseable e imprescindible es contar con una administración pública organizada y congruente con su propia finalidad y responsabilidades para con la sociedad a la que sirve. Si sobre el particular el gobernador electo no se ha pronunciado, es que posiblemente no le interese o, como me bombardean mis tres lectores, desde ya está amarrado de manos por los intereses creados, como para pensar en términos de congruencia, complementariedad y racionalidad del servicio público.

Bajo esta óptica, creo sinceramente que efectivamente me queda a la perfección el calificativo de “iluso”. No se si lo heredé de mi abuelo, luchador social y organizador sindical, o pesqué el virus a lo largo de mi persistencia por derribar el muro a topes, pero insisto, nada pierdo con ello, en que está en la decisión y voluntad política de Javier Duarte de Ochoa el darle un poco de orden y racionalidad a la administración pública, para así iniciar con honestidad intelectual un auténtico proceso de cambio y transformación de Veracruz.

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Entre gitanos y clarividentes el futuro de Veracruz no es tema relevante

Por J. Enrique Olivera Arce




Entre gitanos no se vale leer la buenaventura, sin embargo, en lo concerniente al gremio periodístico, en especial para aquellos propietarios de los varios cientos de medios de comunicación impresa que cual hongos siguen proliferando en Veracruz, no sólo entre sí se leen la suerte, también se dan mordiscos echando por tierra la vieja conseja que nos dice que perro no come perro.

El gremio se ha dividido entre aquellos que con la nueva administración, el camino a seguir es el mantener una estrecha y muy amistosa cercanía con la ya prácticamente Directora General de Comunicación Social, compañera periodista Gina Domínguez Colio, estableciendo lo que entre tundeteclas se conoce como “valores entendidos” y, los que llanamente afirman que la única relación viable de amistad para con ella es que salpique y, en tanto esto no suceda, la señora no figura aún entre los “seguros” personajes a ocupar un alto cargo en el gabinete del joven cordobés.

La posición maniquea parece ser la que domina el escenario, Todos van sobre el dinero pero la mayoría condiciona aceptación, amistad y colaboración con la aún no confirmada Directora General de Comunicación social, con la paga, anticipada, cuantiosa y oportuna, siguiendo la tónica del fidelato manirroto.

Los papeles se invirtieron. De modesta reportera haciendo sus pininos de búsqueda del chayote en un diario local de Chetumal, hoy, con su cercanía e influencia en el estrecho grupo de confianza de Javier Duarte de Ochoa, como funcionaria de primer nivel, o salpica o se le se pega, es el dilema al que habrá de enfrentarse Doña Gina Domínguez.

En este escenario, la ex secretaria auxiliar de Mario Villanueva Madrid, quien fuera gobernador “inconcluso” de Quintana Roo, es comidilla cotidiana en los círculos periodísticos, en tanto trascendiera que el dinero para la prensa será abundante para “los consentidos de la señora” y escaso o nulo para la mayoría que valora en metálico su pobre contribución a la construcción meteórica de imagen de un desconocido que, hoy por hoy, en unos días gobernará a Veracruz.

Si el por ahora gobernador electo quiere cercanía y buen trato de la prensa, estará sujeto a los caprichos de Gina, afirman sus detractores, en tanto que los más “diplomáticos” desde ya tejen la red en torno a la posible sucesora del “Goebbels” de pacotilla, alimentador mediático de la gran mentira de la fidelidad.

Lo anterior viene a cuento porque es apenas un ejemplo paradigmático, estira y afloja que en diversos sectores de la clase política, empresarios oficiosos y periodistas afines a lo que denominan como “el sistema”, se está dando en torno a la integración del gabinete duartista. Las listas de los listos, que parecen salir de la misma bola de cristal en tanto van haciéndose coincidentes, es el tema cotidiano. Los que aparecen en los medios de mayor circulación o de la pluma de los considerados “vacas sagradas del periodismo”, son los buenos o los malos, atendiendo a si son amigos, proclives a la componenda y el cochupo, o enemigos por tener antecedentes de “miserables”, incapaces de salpicar a quien considera merecerlo.

Curioso. En estas discusiones sobre cual de los oráculos es simple invento de los listos de las listas, o calificada información avalada por los brujos de Catemaco, especulándose, incluso, si es filtrada con muy mala leche por el que dicen que aún manda en palacio, el tema ausente es Veracruz; a nadie le importa un pito presente y futuro de la entidad, como tampoco si Javier Duarte acertará o se equivocará tanto en la elección de su primer equipo de colaboradores como en la conducción de su mandato, llevándose entre las extremidades inferiores a la mayoría de los veracruzanos.

La corrupción se anticipa, lo relevante es con quien, con cuanto y como se tendrá acceso a la ubre oficial. En pocas palabras, los tradicionalmente beneficiarios del poder político, están por la misma gata, aunque esta se revuelque de manera diferente, para estos Veracruz no cuenta.

Para hombres y mujeres comunes, ello se reduce al “más de lo mismo”, con lo que suelen calificarse los relevos gubernamentales. Ni participan ni se les consulta, sólo esperan lo peor de los futuros integrantes del gabinete. Si Alemán puso de responsable de la atención al campo a un dentista y Fidel a un dipsómano empresario de medio pelo, lo mismo puede Duarte designar para esta tarea a una sedicente dirigente de la inútil burocracia cenecista. Para el caso es lo mismo, las cosas seguirán igual o peor. Más de lo mismo, dice la gente.

Esto último es sin duda el dilema que bulle en el cerebro de Javier Duarte de Ochoa, ante el bombardeo mediático en torno a quienes serán los hombres y mujeres del gobernador. O mantiene y alienta el statu quo, ó se inclina a favor del tan necesario como urgente cambio del actual estado de cosas.

Lo justo y necesario sería que quien habrá de gobernarnos, opte por el cambio, rodeándose de gente capaz de dentro o fuera de la clase política, partiendo, antes que nada de un exhaustivo y preciso diagnóstico regional y sectorial de la situación nada optimista que guarda el Veracruz de nuestros días. Para cada reto en puerta, con visión de mediano y largo plazo, el funcionario y personal idóneo para enfrentarlo.

De lo contrario, siguiendo con la tradicional improvisación, atención a compromisos de campaña o pago de facturas, sin necesidad de bola alguna de cristal se puede augurar el fracaso en el intento. Veracruz, ni quiere ni merece seis años de más de lo mismo. Exige cambio de rumbo en lo económico y social, así como eficacia, honestidad y voluntad política, en la conducción y desempeño del servicio público, para salir de su marasmo.

Antes de que finalice el año, sabremos a que atenernos. En manos de Javier Duarte está el optar por seguir siendo considerado el “delfín impuesto”, guardaespaldas de su antecesor y al servicio de la corrupción y la impunidad, o legitimarse plenamente con inteligencia y visión de estado, inclinándose por el cambio a satisfacción de la mayoría de sus gobernados.

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Paciencia y congruencia, no anticipar vísperas

Por J. Enrique Olivera Arce




Aceptar lo irremediable es una cosa, dejar hacer, dejar pasar, asumiéndonos como ajenos a la toma de aquellas decisiones que afectarán nuestro futuro cercano y el porvenir de las nuevas generaciones, es otra muy distinta. No confundirnos. Tan real e inobjetable es reconocer que Javier Duarte de Ochoa sucederá a Fidel Herrera en la titularidad del poder ejecutivo del gobierno de Veracruz, como debería serlo el exigir desde ya, que el joven sucesor guarde el mínimo de congruencia entre lo que debe o no debe hacer y lo que puede o no puede llevar a cabo en el desempeño del cargo.

Como ciudadanos cumplimos, y con creces, en el ejercicio comicial. Armados de paciencia, dejamos que primero el Instituto Electoral Veracruzano con ineficacia evidente, entregara al Tribunal Electoral Estatal la responsabilidad de calificar el cómputo y dictar sentencia para, a su vez, ante impugnaciones a su proceder, traspasársela a los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, para que fueran éstos últimos quienes por sobre la voluntad soberana de la mayoritaria de la población, dictaran el fallo definitivo en la elección de gobernador. Cada uno de los votos emitidos el pasado 4 de julio, no contaron, bastaron sólo siete que, con apego a la ley y normas de procedimiento procesal, dieron por nulas las impugnaciones de los partidos opositores.

Hoy, frente a un resolutivo inatacable, no sólo somos conscientes de que Javier Duarte constitucionalmente será quien gobierne, sino que también hacemos votos porque su desempeño a lo largo de los próximos seis años, por el bien de Veracruz, sea exitoso. Que bueno que así sea y debe celebrarse. Aceptando plenamente que el proceso electoral del 2010 en el que resultara vencedor el joven cordobés, es caso cerrado. .

Pero no para ahí la cosa. La paciencia ciudadana no debe confundirse con indiferencia. Mandantes y mandatario estamos en el mismo barco que nos conduce a un destino común. Ni los primeros estamos entregando cheque en blanco al segundo, ni éste deberá mandarse sólo. Lo que nos depara el futuro cercano es responsabilidad compartida. Cada quien desde su respectiva área de competencia debe aportar responsablemente para la nave ni pierda rumbo ni mucho menos zozobre en las agitadas aguas del dejar hacer, dejar pasar, dejándonos convencer y vencer por la corrupción e impunidad consentida y, muchas veces por desgracia, de plena connivencia entre gobernante y gobernados.

Y es en esto último en lo que Don Javier Duarte debe poner atención, respetando su alta investidura de mandatario que responde a la voluntad mayoritaria de sus mandantes. Guardando el mínimo de congruencia entre lo que piensa, dice y hace, para no dejar dudas de que cumplirá con responsabilidad el mandato que se le confiriera.

Don Javier, a estas alturas del partido, no puede afirmar categóricamente sin tener aún todos los pelos de la burra en la mano, que recibirá una administración con todo lo necesario para iniciar su gobierno sin tropiezos, y mucho menos declarar que no auditará a su antecesor, cuando, primero, mayoritariamente se percibe desorden técnico y administrativo y que las finanzas públicas están en bancarrota heredándose una cuantiosa deuda pública. Y, segundo, cuando también amplios sectores de la población esperan, no una cacería de brujas, sino una justa y legal evaluación del estado que guarda la administración pública de la entidad que se transfiere. No es prudente anticipar vísperas, como tampoco dar lugar a suspicacias.

Si aceptamos que el expediente de la elección de gobernador quedó cerrado, en igual forma se debe aceptar que la demagogia y ofertas de campaña, también ya son historia. Veracruz espera la verdad, por cruda que esta sea.

Transparencia y certeza abonan reconciliación y reconstrucción de la unidad perdida. Obligado estará el Sr. Duarte al inicio de su mandato, a rendir un informe detallado de la situación que guarda la administración pública estatal que recibe. Cuentas claras y a satisfacción de todos, sentarán las bases para una relación franca y fructífera entre mandantes y mandatario. Sólo con información objetiva, así duela el conocerla, evaluaremos todos la magnitud de la tarea que nos espera, reconociendo cada quien aquella parte en que está obligado a aportar para salir adelante.

Pidámosle a Don Javier Duarte también paciencia, falta poco, guardando mesura, congruencia, y disponibilidad para ofrecernos el chocolate espeso, para que el día de mañana no nos salga con que a Doña Chuchita la bolsearon, como sucede con el feo caso de los reclamos de Calderón al ranchero de San Cristóbal.

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Si el TRIFE fuera Salomón…


Por J. Enrique Olivera Arce



Si el TRIFE fuera Salomón, hubiera optado por la anulación de la elección de gobernador. Pero no. No es el Salomón justiciero del que nos habla la mitología judeo-cristiana al que le tocara juzgar el cochinero provocado por el odio visceral de dos históricos enemigos. Está integrado por siete notables que mensualmente perciben jugosos y onerosos salarios, prestaciones y canonjías, que paga el pueblo de México; seis hombres y una mujer, simples mortales con vicios, virtudes y ambiciones, con calidad de jueces; y en ellos está el acertar o errar como cualquier hijo de vecino, con la salvedad de que sus colegiadas sentencias o resolutivos en materia electoral, son inapelables e inatacables porque así está establecido en las leyes que, por cierto, todavía algunos creen que nos las hemos dado los mexicanos, de motu propio, a través de la representación popular ejercida por diputados y senadores, conforme al sistema político de democracia representativa que nos rige.

Así que para que tantos brincos estando el suelo tan parejo. Objetivamente, no caben más dimes y diretes ni controversia alguna sobre la determinación del tribunal de dictar sentencia a favor de la ratificación del Sr. Javier Duarte de Ochoa, como gobernador electo de Veracruz, “haiga sido como haiga sido”. Los contendientes del candidato priísta, así ya lo han aceptado, no había de otra.

Lo único que estaría a discusión, es si en este país, a lo largo de quinientos años, ha prevalecido la justicia por sobre la ley. Tema para eruditos y no para irrelevantes contiendas verbales de café ni mediáticas rasgaduras de vestiduras.

Las vísceras también juegan

Sin embargo, los ánimos siguen caldeados, gracias a la polarización que se diera a lo largo de un largísimo proceso electoral, que iniciara con la toma de posesión del gobernador Herrera Beltrán, su proyecto de impulsar la meteórica carrera del joven Javier Duarte y la inesperada y belicosa oposición de su más enconado rival. El tema de la resolución del TRIFE ha sido de lo más acaloradamente discutido y controvertido en los últimos días.

Lo que más me llama la atención en tan bizantina como inútil discusión, es la declaración mediáticamente difundida del Mtro. Fidel Herrera Beltrán: “Ganó la democracia”. Aseveración que contrasta con la de la distinguida periodista Claudia Guerrero Martínez, quien afirma en su columna que “La democracia está de luto”. Posiciones encontradas que sólo tienen cabida en el terreno de lo absurdo. Ni triunfó la democracia ni esta está de luto o falleció, cuando de antemano se sabe que la democracia a secas es utopía largamente buscada por todos los pueblos de la tierra y, al día de hoy, aún quimera inalcanzable.

Si se refieren a la democracia adjetivada como representativa, establecida en nuestra Carta Magna, tampoco es procedente, triunfo o presunto fallecimiento de ésta. Desde los albores republicanos de los Estados Unidos Mexicanos, la ciudadanía nunca ha estado representada con la legitimidad obligada con apego a los términos establecidos en el texto constitucional. Menos aún en el presente, en que la representatividad y voluntad ciudadana está secuestrada por una partidocracia con poderes metaconstitucionales, al servicio de los poderes fácticos que, tras bambalinas, gobiernan y determinan el rumbo del país.

Si en los hechos, nuestra incipiente democracia representativa, carece de vida propia, ante ningún caso o circunstancia puede triunfar, estar de luto por pérdida alguna, o colgar los tenis caso de repentino infarto, frente a una sentencia inapelable adoptada por nuestros preclaros siete notables que, al amparo de la ley, se niegan a impartir justicia.

La elección de gobernador es cosa juzgada. A gusto o disgusto visceral, Javier Duarte de Ochoa, sucederá constitucionalmente al Mtro. Fidel Herrera Beltrán. Si de legitimidad de su mandato se trata, a su tiempo y no antes, queda en manos del joven sucesor convencer con su actuación su pleno derecho a conducir con honestidad, buen juicio y eficacia, la vida política, económica y social de Veracruz. Mientras eso no suceda, estamos obligados a concederle el beneficio de la duda.

Los retos

Desigualdad, pobreza, ínfima calidad de la educación, desempleo y bajo nivel de remuneración salarial de la mayoría de la población ocupada, discriminación y abandono de los pueblos indígenas, así como el deterioro creciente del medio ambiente, son problemas torales de Veracruz y a todos nos atañen. En estas expresiones de nuestro rezago descansa el raquítico nivel de la demanda agregada y la carencia de fortaleza del mercado interno. Lo que repercute en producción, productividad y competitividad en la proyección del crecimiento económico, autosuficiencia alimentaria y desarrollo. Y, por ende, fiscalmente en las finanzas públicas. Abatir el atraso económico y social de Veracruz, no es tarea de un solo hombre, por mucha madurez, experiencia y capacidad que éste sumara. Es tarea de equipo, en el que deberíamos jugar todos.

Que el reto al que se enfrentará Javier Duarte de Ochoa, es superior a su experiencia y juventud, no está a discusión y él debe saberlo y valorarlo. Las condiciones actuales de una entidad federativa tan compleja y tan golpeada, a lo que se agrega el recibir una administración pública en bancarrota, requiere de inteligencia, madurez y un franco y decidido apoyo en y de todos los veracruzanos, en los hechos conoceremos quien y de que madera está hecho el joven sucesor frente al hoy ya su reto vital.

De hasta donde Don Javier será capaz de afrontar la tarea que llevará a cuestas, está por verse, empezando por la selección de aquellos que integrarán los gabinetes legal y ampliado en su mandato. En las actuales condiciones de la entidad, equilibrar capacidad tecnoeconómica y experiencia política, privilegiando lo primero, es a mi juicio prioritario. Observando con objetividad fortalezas y debilidades, los retos actuales implican más técnica y administración eficaz que política, y mucho menos esteril politiquería como la que tanto nos fascina en la entidad.

Lo inmediato

Lo que importa, en primera y última instancia, es Veracruz. Convencer para sumar y multiplicar esfuerzos para sacar al buey de la barranca, implicando cicatrizar heridas y agravios, y en ello la responsabilidad es de todos y no, necesariamente, del gobernador. Mucho menos de una clase política que no habiendo sabido estar a la altura de la exigencia de la entidad, no se le puede tener confianza, tampoco se le debe ya consentir ni dejarle las manos sueltas.

Y es en esto último donde estará puesta la atención de propios y extraños en las próximas semanas. Del acierto de Javier o desacierto en esta su primera tarea, más allá de los compromisos a que está obligado, dependerá el convencer a los más de millón y medio de veracruzanos que en las urnas le negaran el voto y, con ello, sentar las bases para la unidad y suma de voluntades que la entidad exige.

No anticipemos vísperas juzgando a priori, ni elevando el tono de la crítica, sustentándola en mantener en el presente lo que la historia registra ya como un pasado superado y enterrado. Tampoco incurriendo en el halago desmedido de imagen y actuación de quien a partir del primero de diciembre habrá de gobernar.

Sobre esto último, es la hora de que la prensa con toda responsabilidad, se ponga a la altura de lo que de ella ha estado esperando la ciudadanía. No más basura e ignominia a cambio de dinero y de prebendas. El interés empresarial de los medios, aunque legítimo y respetable, debe ceder la prioridad a su alto objetivo de servir a la sociedad

Para concluir, insistiría en que la concordia, el trabajo y el esfuerzo compartido de todos, es la única manera de sacar adelante a Veracruz. Basta ya de desperdiciar tiempo y oportunidades en dimes y diretes, grillas y controversias absurdas, que a nada positivo conducen y que tanto dañan a Veracruz.

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