Planeación y acceso a la información


J. Enrique Olivera Arce



Bueno. No sólo no se cuenta con un auténtico Plan Estatal de Desarrollo elaborado con el rigor técnico del caso, sustentado en programas regionales y sectoriales que concurran de manera congruente al logro de objetivos y metas de mediano y largo plazo. Ahora resulta que tampoco se cuenta con un sistema de evaluación de las políticas públicas del gobierno estatal, a decir del Coordinador del Comité de Planeación (COPLADEVER). Por lo que también habría que sacar en conclusión que en Veracruz no funciona este organismo.

Y ello es lógico. Un Comité Estatal de Planeación que no aterriza sus acciones con la participación activa de organismos homólogos a nivel regional y municipal, integrados por los sectores público, privado y social, carece de ojos y oídos, brazos y piernas para ejecutar su labor. Ciego, sordo y casi parapléjico, el organismo no puede estar en condiciones de controlar, dar seguimiento y evaluar el avance físico y financiero de la obra pública estatal, y mucho menos del estado de cosas que guarda el proceso de desarrollo económico y social de la entidad. Sin esto no hay forma de medir el impacto de la acción gubernamental.

Esto es entendible. Un Plan Estatal de Desarrollo que carece de un sistema de evaluación que permita medir, antes, durante y después, el impacto de las políticas públicas, simplemente no es plan, quedando sexenio tras sexenio como un simple catálogo de buenas intenciones y, en el mejor de los casos, de aquellas promesas de campaña que el gobernante en turno se sienta obligado a cumplir.

En todo caso se podría aceptar como un programa sexenal de gobierno, en tanto que estaría llamado a ordenar y jerarquizar las acciones de la administración pública, pero hasta ahí. Y aún en este caso, requeriría de un sistema integral de evaluación.

Por eso llama la atención que a estas alturas del partido, el COPLADEVER organice un taller para la construcción de indicadores de gestión gubernamental, cuyo objetivo pretende que la gestión gubernamental sea más eficaz y acorde con la globalización, cuando debería empezar por diseñar un programa integral de evaluación que permita conocer primero, el estado que guarda la administración pública en espacio y tiempo y, en segundo término, generar condiciones para elaborar con seriedad un diagnóstico sectorial y regional, previo al diseño de un auténtico Plan Estatal de Desarrollo con visión de mediano y largo plazo.

Y más llama la atención el que para estar a la moda, el COPLADEVER recurra a la “globalización” como paradigma, cuando a todas luces en materia de planeación y evaluación estamos en pañales, y marchando de espaldas a la realidad que hoy nos ofrece el mundo globalizado. Quizá por ello algunos medios señalan que Rafael Arias está bromeando. Y no es para menos, la construcción de indicadores de gestión es ejercicio estadístico de medición y no un esfuerzo conceptual por hacer de la planeación y la evaluación el eje rector de la vida económica y social de Veracruz.

Pero como en la administración pública de la entidad todo es posible, hasta el absurdo, lo importante para el COPLADEVER es mostrar que se hace camino al andar aunque desconozca el rumbo.
De rebote, esta actividad del organismo planificador se relaciona con la integración del Consejo del Instituto Estatal de Acceso a la Información. Lo importante es el organismo y la burocracia que genera, no la participación ciudadana en el control y seguimiento de la gestión gubernamental. Partidizada la integración del Consejo, se satisface a las cúpulas de la partidocracia y nuevamente se secuestra la voluntad e intereses de la ciudadanía en un tema por demás relevante, como la rendición de cuentas.

Sin un Plan Estatal de Desarrollo con propósitos, estrategias, objetivos y metas claras, medibles cuantitativa y cualitativamente, y un sistema integral de evaluación que le de seguimiento en su aplicación, con o sin un Instituto Estatal de Acceso a la Información, la gestión gubernamental mantendrá discrecionalidad y la más absoluta opacidad, frente a una sociedad marginada de la toma de aquellas decisiones que le competen.
pulsocritico@gmail.com

¿Es ó no es cuento chino?


J. Enrique Olivera Arce



En la política, como en la música, el saber bien combinar el sonido con el tiempo hace del ejecutante un artista. Ni antes ni después, sino en el momento preciso, es lo que hace la diferencia entre el simple ruido y una melodía que cautive nuestros sentidos. Ni antes ni después, sino en el momento preciso, es que el político debe actuar para, en un marco de congruencia, alcanzar el objetivo buscado, evitando ser consumido por las llamas. Si esto es así, algo anda mal en relación al tan traído cuento chino, observándose una falta de sincronía entre la intencionalidad del discurso presidencial, que califica de inverosímil lo que mediáticamente afirma el mandarín mexicano, y las medidas de autodefensa adoptadas en Veracruz.


Calderón Hinojosa, desmiente al chino públicamente, durante la visita de Estado del Jefe del gobierno español, a sabiendas de que por el carácter del evento sus palabras tendrían repercusión internacional, dándose por sentado que el mensaje no estaba dirigido al pueblo de México para restar importancia al escándalo y minimizar sus posibles efectos en la política interna. La intencionalidad del discurso, hasta donde se puede percibir, más bien fue la de acallar suspicacias y las críticas al gobierno mexicano más allá de nuestras fronteras.


En Veracruz, se actúa en sentido contrario. La intencionalidad del discurso oficial y oficioso no ha sido la de negar y descalificar las acusaciones del presunto delincuente de cuello blanco, sino la de ratificar para consumo doméstico la veracidad de las mismas. Como podría interpretarse el hecho de que el gobernador deslice ante los medios que en el financiamiento a la campaña electoral de su adversario panista a la gubernatura del estado, se presume hubo mano amarilla y, horas más tarde, en conferencia de prensa, el abogado Jorge Reyes Peralta acusa a Gerardo Buganza Salmerón de haber recibido apoyos indebidos del chino nacionalizado mexicano. Ubicándose así el tema en el ámbito de la política interna y dando por hecho que la elección de gobernador estuvo contaminada con financiamientos de oscuros orígenes, presuntamente aportados por el empresario farmacéutico Zhenli Ye Gon.


Así, en los hechos, lo que para el presidente Calderón Hinojosa no pasa de ser cuento chino, y así se debe interpretar en el concierto internacional, en Veracruz es motivo doméstico de alarma; poniéndose sobre el tapete un asunto presumiblemente superado históricamente, como el de los financiamientos a la campaña electoral del 2004. Asincronía que da lugar a ruidos innecesarios, como los que en su momento tuvieran lugar con la muerte de Ernestina Ascencio en la sierra de Zongolica, dándosele en Veracruz una connotación a las acusaciones del chino que no se corresponde con el criterio presidencial.


En los círculos políticos de nuestra ciudad capital, la falta de sincronía en el que mueve la cuna y que exhibe la acusación de Reyes Peralta, no ha pasado desapercibida; interpretándose como una “cura en salud”, con la que se pretende desviar la atención para minimizar el impacto mediático de la burda maniobra con la que se pretendiera involucrar al gobernador Herrera Beltrán, con los hasta ahora nada claros negocios de Zhenli Ye Gon. Y, de paso, golpear al PAN en la guerra personal que bajo la mesa protagonizan el gobernador del estado y Miguel Ángel Yunes Linares.


Así las cosas, si el chino mexicano de marras no tuvo nada que ver en el proceso electoral del 2004 en Veracruz, en el de 2007 ya está jugando un papel protagónico. Lo que sin duda no cabe dentro de la intencionalidad presidencial de reducir a su mínima expresión lo que para muchos en el extranjero el cuento no está escrito en chino, sino en el lenguaje cotidiano con el que se expresa la corrupción en México. Algo anda mal en el manejo de los tiempos por lo que tendremos ruido para rato.

















Crisis de Credibilidad

J. Enrique Olivera Arce



Nadie puede acusar categóricamente y, también, nadie puede exculpar categóricamente. Los extremos se tocan mientras, en suspenso, la verdad baila mambo. Chinito bailarín marca el paso.
Carlos Monsiváis





Se puede no estar de acuerdo con el modo personal de gobernar del titular del ejecutivo estatal. Tampoco con la orientación que se imprime a algunas de las políticas públicas con las que se pretende impulsar el desarrollo de la entidad. Y con mayor razón con los excesos mediáticos en que viene incurriendo la actual administración. Pero de eso a caer en el garlito de creer en lo que a todas luces no pasa de una burda maniobra política de descalificación en contra de Fidel Herrera Beltrán, como el intentar involucrarlo en el tejemaneje del chino-mexicano, hay una enorme distancia. Ni la existencia de una presuntamente apócrifa credencial ni el comportamiento del gobernante como servidor público, dan pie a creer en semejante patraña.

Lo que sí queda claro es que en este país resulta demasiado fácil inventar cualquier cosa, cuando de descalificar a un adversario político se trata. La historia reciente de la elección del 2006, a partir del intento de desafuero de Andrés Manuel López Obrador, da constancia de ello, sin necesidad de ir más lejos en la historia de la vida política nacional.

Para mi gusto y en ello coinciden muchos ciudadanos, por cierto no muy afectos al rojo fidelidad, la pretensión de querer involucrar al gobernante veracruzano en las andanzas del chino, ha resultado ser un boomerang que se revierte en contra de los estrategas de una cortina de humo; elemento distractor, con el que se quiere diluir la hasta hoy casi verosímil responsabilidad única de destacados personajes de la derecha en el poder.
No obstante, si bien la burda maniobra no afecta en la coyuntura de manera directa a Herrera Beltrán, es de considerarse que el daño va más allá, sembrando la duda en un escenario político en el que ya se perfila la pugna por el poder en el 2012. La pretensión manifiesta y explícita de Calderón Hinojosa de que el PAN se perpetúe en la presidencia de la República, lleva implícita la descalificación temprana de quienes desde la oposición pudieran ser piedra en el camino. Bajo esta óptica habría que enmarcar la estrategia de descalificación en contra del gobernador veracruzano.

Lo que seguramente no se tomó en cuenta por los estrategas de la derecha, es que el cuento chino resultara más que una puesta en escena como defensa de un presunto delincuente; para las que bastaban declaraciones mediáticas desde la cúpula del poder para echar por tierra las ahora creíbles artimañas del también reputado inversionista internacional. La comedia da para más, involucra a amplios sectores de la clase política con elementos mucho más relevantes que una credencial apócrifa, presumiblemente sembrada y encontrada por casualidad.

Lo verdaderamente grave para el país es la duda sembrada. No la que pudiera afectar circunstancialmente a Herrera Beltrán que esperemos esté superada para bien de la entidad. Sino aquella que abarca al cuento chino en su totalidad; tan acostumbrados estamos en México a toda clase de comedias, que la perspicacia popular alimentada por el sentido común, lleva a la ciudadanía a creer a pie juntillas las más inverosímiles historias, cuando los protagonistas son exponentes de una corrupta clase política que siempre tiene cola que le pisen.

El cuento de marras ya no es tal. Para la ciudadanía es más creíble la versión del chino que la que puedan ofrecer las autoridades. Eso es grave. Cuando a la verdad del poder público se le opone la verdad de un presunto delincuente y el pueblo da la razón a este último, está en juego algo más que la carrera política de un gobernador. Está en juego la credibilidad en las instituciones nacionales y la gobernabilidad del país. De se tamaño son las andanzas de un chino, nacionalizado mexicano bajo dudosas circunstancias, que encontró en México campo propicio para expandir un imperio con sólidas raíces en Hong Kong, corazón financiero del mundo. De ese tamaño es la pifia del gobierno federal que exhortó a los ciudadanos a no creer en cuentos chinos.