“Morena” y el voto de la izquierda en Veracruz

 Por J. Enrique Olivera Arce


Tras observar y escuchar al ex candidato a la presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador, conocer de los esfuerzos por construir la unidad de la izquierda en torno a la candidatura de Alejandro Encinas  en el estado de México, y enterarse que en Veracruz declara Juan Carlos Mezhua Campos, espurio dirigente estatal del PRD, que tanto AMLO como Marcelo Ebrard dividirán el voto en la contienda electoral del 2012 por la presidencia, no puede uno sino confirmar una vez más que el partido del sol azteca en la entidad no pasa de ser insepulto y ya hediondo cadáver.

Ajeno al sentimiento y convicción de las dispersas bases perredistas, Carlos Mezhua no hace sino reflejar el pensamiento derrotista y practica oportunista de los diversos “capos” de las también diversas tribus que en Veracruz conforman el PRD, que se resisten a aceptar tanto que su partido es un vacío cascarón sin presencia ni peso en la entidad, como el que la militancia tiempo ha que conjuntamente con las de Convergencia y PT y un buen número de ciudadanos sin partido, está a favor de impulsar desde ya y nuevamente la candidatura de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de la República y no la del Jefe de gobierno del D.F.

Bien maiceado y sin capacidad e inteligencia para ver más allá de su ombligo e intereses pueblerinos, lo que hace que Mezhua Campos afirme que se dividirá el voto, no es otra cosa que contemplarse en el espejo. El, como la mayoría de los dirigentes formales o morales del PRD en Veracruz, son los que desde la pasada campaña del ahora gobernador, Javier Duarte de Ochoa, dividieran el voto perredista, llamando a sufragar a favor de Miguel Ángel Yunes Linares, unos, en tanto que otros, tibiamente, a favor de Dante Delgado Rannauro. Para terminar trabajando para su santo, conformándose con las migajas que bien a bien les cediera el PRI.

Lo curioso de tal situación es que en Veracruz, la gente poco informada o desinformada por los medios de comunicación -que por cierto no entienden o no les conviene entender, de la diferencia entre el PRD y el movimiento social “Morena”-, desconoce la fuerza de Andrés Manuel López Obrador al equipararlo con el cochinero de la cúpula perredista. Sin que ello necesariamente les lleve a inclinarse a favor de Marcelo Ebrard, a quien la mayoría no conoce más que de oídas.

Situación que se agrava para el movimiento nacional que encabeza Andrés Manuel, en tanto que sus seguidores en Veracruz no tienen con qué, no saben, o no quieren, difundir de manera masiva la aclaración pertinente, que de luz sobre las abismales diferencias entre el cadáver nauseabundo y el Movimiento de Regeneración Nacional que impulsa el tabasqueño. Limitante que a su vez no es subsanada en apoyo por diversas y sólidas agrupaciones en constante movilización y organización en la capital de la República.

Perdiéndose la oportunidad en el tiempo, de aglutinar de manera organizada y consecuente a los simpatizantes del movimiento en Veracruz que, no siendo pocos, desorganizados y dispersos no reconocen más liderazgo que el que les ofrece López Obrador, toda vez que los liderazgos locales o no existen, están ausentes, o no crecen al no tener clara la diferencia entre los intereses partidistas del PRD, Convergencia y PT,  y los objetivos perseguidos por “Morena”.

Pues si bien en la coyuntura el Movimiento de Regeneración Nacional está dispuesto a participar electoralmente, impulsando la candidatura de Encinas en Edomex y en su momento la de Andrés Manuel en la búsqueda de la presidencia, los objetivos de mediano y largo plazo de la organización rebasan las expectativas electorales del corto plazo, como está explicitado en el programa de 50 puntos para cambiar a México. Así como también rebasan el estrecho marco ideológico, programático y operativo de la izquierda electoral representada por los partidos Convergencia, PT y PRD.

El movimiento de Regeneración Nacional es ciudadano, apartidista y con visión de largo aliento, no es un partido político más ni una extensión de los partidos arriba mencionados. Eso debe quedar claro y el explicitarlo es la tarea de los Comités locales de “Morena”, para avanzar en la organización y pesar en consecuencia en la entidad.

Lo que queda del PRD, así como Convergencia y el PT, son compañeros de camino en la coyuntura, no la fuerza sustantiva de “Morena”. De ahí que resulte inconsecuente la afirmación de Mezhua. El voto no se dividirá entre López Obrador y Marcelo Ebrard, uno y otro ya fijaron su postura, estando dispuestos a ceder en su momento a favor de quien tenga mayores posibilidades de triunfo. Corresponde a “Morena” hacer pesar su fuerza por sobre los limitados intereses electorales del PRD, imponiendo su convicción moral y política por sobre el pragmatismo cortoplacista de los oportunistas y vividores de la falsa izquierda de siempre, para inclinar la balanza a favor de Andrés Manuel.






¿Libertad de cátedra?

Por J. Enrique Olivera Arce


El destacado priísta y eminente educador veracruzano, Guillermo Zúñiga Martínez, me ha causado una gran impresión con lo por el expresado en su artículo semanal en el que, bajo el título “La libertad de cátedra”, hace referencia a aquellos catedráticos “partidarios de difundir ideas para orientar a las nuevas generaciones por los caminos del materialismo dialéctico…”, haciéndoles responsables de victimar a los jóvenes que entre 1960 y 1980 abrevaran de las enseñanzas de Carlos Marx, Federico Engels y otros, como León Trotsky. 

El Maestro Zúñiga Martínez, en su afán de destacar la riqueza cultural del pueblo norteamericano, generaliza aplicando tabla rasa.

Califica a catedráticos y alumnos victimados, estudiosos del marxismo, como “verdaderos revolucionarios cafetómanos”. Al mismo tiempo que menosprecia a los jóvenes mexicanos de la época, considerándoles incapaces de discernir entre enseñanzas liberales caducas soporte del conservadurismo, y el herramental científico de los grandes pensadores que revolucionaran al mundo.

La falta grave a juicio de Zúñiga Martínez, lo mismo trátese de maestros que de alumnos, fue el inclinarse en el ejercicio de la libertad de cátedra por conocer de las “ideas exóticas”, propaladas lo mismo por respetables y destacados investigadores y catedráticos universitarios, que por brillantes exponentes nacionales e internacionales del conocimiento universal, comprometidos con el legado intelectual de Marx, Engels, Lenin, Trotsky, Rosa Luxemburgo, Mariátegui, entre otros grandes de la doctrina marxista. 

Estando de acuerdo en principio con el Maestro Zúñiga, en que “… la enseñanza debe ser objetiva y estar basada no únicamente en la libertad de cátedra, sino fundarse en enfoques integrales, porque es doloroso conocer el devenir a pedazos o parcialmente”, lo que me sorprende es que un intelectual de los tamaños de Don Guillermo, exprese que: “…no se ha procedido correctamente en la orientación que deben recibir los jóvenes, porque pululan mentiras que sobresalen de manera grotesca, al menos al tratar de significar que el pueblo norteamericano es ignorante, lo que constituye una completa falsedad”. Haciendo referencia al sentimiento de resistencia y rechazo al imperialismo que se diera en el contexto de la época referida en el artículo.

Ejemplificando su percepción con algunas de las expresiones metafóricas que coloquialmente utilizaba una generación influenciada por la Revolución Cubana y en desacuerdo con la guerra de Viet Nam. Obviando que tal sentimiento no por empírico deja de estar arraigado, pedazo a pedazo hasta nuestros días, en el imaginario popular de un México cuyo subdesarrollo se sustenta  históricamente en lo que nos imponen, económica, social y culturalmente los Estados Unidos de Norteamérica.

Confundiendo más que aclarando, señala que “…el gobierno norteamericano tiene muchos errores, ha masacrado pueblos, invadido injustamente, saqueado recursos naturales, ha cometido múltiples atrocidades, pero no se debe confundir la política norteamericana con su pueblo, es muy diferente, porque los hombres y mujeres de ese país vibran, trabajan, cumplen con la ley y además labran su propio destino”.

Pasando por alto en su idealización de la cultura en nuestro vecino del norte, que la política norteamericana la propician, hacen posible, toleran, justifican, practican e imponen arbitrariamente al mundo, hombres y mujeres encumbrados, o comunes de ese país. 

Don Guillermo a mi juicio peca de omisión intelectual respecto al espíritu humanista y universal de los grandes maestros del marxismo. Ignora o pasa por alto el carácter dual del devenir histórico de las sociedades humanas, pues sólo quien no se ha acercado al marxismo desconoce la ley del desarrollo desigual y combinado de la historia, explicitada en su momento por Trotsky; la cual explica como es que conviven en el mismo espacio y tiempo y se retroalimentan dialécticamente entre sí en el seno de un pueblo, lo mismo lo más alto del desarrollo alcanzado por la ciencia, la tecnología, o la cultura y las artes, que lo más atrasado de la sociedad. Lo uno no se explica sin lo otro en estrecha unidad dialéctica.

Baste señalar que el pueblo norteamericano empeñado en conquistar el cosmos, paradigma del desarrollo científico, aún debate en sus aulas la preeminencia del creacionismo y Adán y Eva como origen de la raza humana, por sobre las teorías evolutivas de Darwin.

O el hecho innegable de que este mismo pueblo culto, estudioso, que celebrara el 100 aniversario de la Biblioteca de la Quinta Avenida (sic) en Nueva York y que pondera el Maestro Zúñiga, aceptara, sin más, que el neo cristiano George Bush justificara la invasión de Irak y el saqueo y destrucción del Museo y la Biblioteca de Bagdad, por así haberlo dispuesto mandato divino en su conversación con Dios. 

Así como el que entre hombres y mujeres de los Estados Unidos de Norteamérica, patriotas, religiosos, amantes de la cultura,  y cumplidores con su gobierno, contradictoriamente aún prevalezcan prejuicio y discriminación racial, rescoldo de más de 150 años de brutal esclavismo legal o tolerado. No obstante haber mediado la guerra de secesión, así como el movimiento revolucionario afroamericano -magistral y puntualmente analizado por A. Massimo Calderazzi-, que desembocara en una integración racial simulada, incompleta, en tiempos del presidente Johnson, y que no librara a la gran mayoría de la gente de color de la explotación y marginación a que aún hoy en los albores del Siglo XXI, está sujeta en el país más poderoso y rico del mundo. 

Ejemplos sobran de la forma como se expresa el desarrollo dual, desigual y combinado, en la sociedad norteamericana y en el resto del planeta. México no escapa a esa ley. Contando con el hombre más rico del mundo y ocupando un lugar nada despreciable entre las economías emergentes, desigualdad y pobreza en nuestros pueblos originarios y goteras urbanas conviven con la opulencia de quienes tienen el privilegio de acceder al fruto de lo más avanzado de la ciencia, la tecnología, la cultura y las artes, de la llamada sociedad del bienestar en los países con mayor índice de desarrollo relativo. Retroalimentándose entre sí ambos fenómenos, conformando el común denominador de un México cuya dialéctica del subdesarrollo está determinada por la crisis del capitalismo sistémico en las sociedades más avanzadas del orbe.

¿Se ha preguntado acaso el maestro Zúñiga Martínez como es que los pobres de Veracruz que acuden a la institución de educación superior bajo su encargo, en su misérrima existencia se apropian de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC´s) de un mundo que no es el suyo, y se valen del uso de internet como herramienta cotidiana en su propio beneficio?

¿Se ha preguntado el por qué paradójicamente entre más forme profesionistas entre los pobres, menor será la oportunidad que éstos tengan de acceder al mercado laboral en condiciones decentemente aceptables de competitividad, frente a profesionistas provenientes de familias acomodadas? A la par que auspicia la agudización de las contradicciones y conflictos sistémicos a favor de los estratos sociales menos favorecidos, gracias a la educación y la información.

Ahí está presente, vivo y actuante, el materialismo dialéctico y la ley del desarrollo desigual y combinado que, a priori, descalifica.

No corresponde a un lego como quien esto escribe, hacer una defensa de las teorías marxistas; ni inventar el hilo negro con un recuento del macartismo, que persiguiera y condenara al ostracismo a lo mejor de pensadores y artistas del pueblo norteamericano por sus ideas progresistas; tampoco de los avatares de los “revolucionarios cafetómanos”, perseguidos como “comunistas” y encarcelados por la policía política de México a cargo de Fernando Gutierrez Barrios, por el único delito de pensar diferente. 

Sólo está a mi alcance el permitirme invitar al destacado educador veracruzano, ideólogo y ex dirigente estatal del PRI, a leer “Literatura y Revolución” y “Cultura y socialismo”, de Trotsky,  para que sin prejuicios partidistas y al margen de los  procesos electorales en curso, reflexione sobre la vacuidad de su crítica social cuando afirma que: “…en materia educativa todo merece análisis, estudio y reflexión para obtener conclusiones válidas”, y al mismo tiempo descalifica per se, a los perversos catedráticos “partidarios de difundir ideas para orientar a las nuevas generaciones por los caminos del materialismo dialéctico”, así como a los jóvenes, “víctimas” inocentes de nocivas enseñanzas que hoy día, paradójicamente, constituyen el único e invaluable herramental científico con que cuentan los pueblos para  explicarse,  entender y tomar conciencia del por qué de su indignación frente al agotado neoliberalismo sistémico, en la hora en que para el mundo llegó el momento de decir ¡Ya basta!. 

El marxismo y su enseñanza están de vuelta dentro, fuera de las aulas, o en la plaza pública,  estimado Maestro.




El adalid de los pobres

Por J. Enrique Olivera Arce


A mi amiga Yasi Konan,  joven víctima de la barbarie en Costa de Marfil

Se inició en la Huasteca veracruzana el hecho insólito de combatir pobreza y desigualdad con pobreza conceptual, moral, espiritual y material de un gobierno intelectualmente deshonesto, promotor de un programa sin programa y sin mayor propósito que marchar hacia “adelante” para seguir igual. Javier Duarte de Ochoa, cual moderno Hernán Cortes, se hizo presente en el municipio de Zontecomatlán para compartir  espejos y abalorios con sus habitantes.

No es crítica al gobernador de Veracruz. El joven Duarte de Ochoa, enfrentado a su circunstancia y rodeado de mediocridad, hace lo que puede, pretendiendo combatir molinos de viento sin un duro en el bolsillo,  en un país sin rumbo inserto en un mundo sin pies ni cabeza, en el que la pobreza y desigualdad son la constante, no la excepción.

A Javier Duarte de Ochoa le ha tocado gobernar contra la corriente más general. El reclamo e indignación popular están de regreso en todo el orbe. El modelo económico neoliberal se agotó y, con ello, las recetas para acceder y mantener a la llamada “sociedad del bienestar”.

De ahí que lo que debería estar a discusión y no motivo de ruido mediático, aplauso fácil y lisonjas cortesanas, es la factibilidad de ir al combate con una endeble política pública de desarrollo social sin crecimiento económico, que conceptualmente  pretende todo, menos mayor equidad en la distribución de la riqueza como podría esperarse en un Veracruz próspero.

A mi juicio es arar en el desierto, pretendiéndose sembrar bienestar social donde precisamente la vida material de las comunidades más pobres de la entidad, pobladas en su mayoría por indígenas, está marcada históricamente por el atraso económico, fruto de la explotación, expoliación, expropiación de trabajo y capital neto acumulado, así como exclusión y discriminación de nuestros pueblos originarios.

Pisos de cemento más, pisos de cemento menos, un brochazo por aquí, otro por allá, no hacen la diferencia cuando se trae sobre la espalda el pesado fardo  de 490 años de sometimiento y  marginación.

Mejoría social sin crecimiento económico compartido es entelequia. Trocar asistencialismo por “participación responsable” sin el sustrato productivo que le sustente, a más de demagógico resulta grosero cuando a los pueblos indígenas se les niega en los hechos autonomía y autogestión, en el marco de su particular concepción identitaria, integral e integradora, de la vida en común y en estrecha relación con la naturaleza. Ofreciéndoles a cambio seguro popular y conectividad de banda ancha al internet por su participación en el combate gubernamental a su endémica pobreza.

Sobre esto último cabría destacar que hasta donde se sabe, el programa “Adelante” contempla alcanzar objetivos y metas de manera individualizada para que ello se refleje en las estadísticas, de ahí la ya desatada arrebatinga por los padrones de beneficiarios. Habría que preguntar a las comunidades indígenas si están a favor del yo individuo beneficiado o del nosotros comunidad en desarrollo. Cuestión de enfoques que incide en los resultados por alcanzar.

Ofensa a la inteligencia no del gobernador al pueblo que gobierna, sino de un modelo capitalista de desarrollo diseñado para reproducir las mismas condiciones económicas, sociales y culturales, impuestas históricamente a las clases subordinadas.

¿Cambiar para seguir igual, o peor? Esto es lo que debería ser objeto de preocupación colectiva, tema de debate que se soslaya en aras de comodinos intereses espureos y electoreros. Ignorar la historia hace de Javier Duarte de Ochoa una víctima más del sistema y no, parafraseando a Franz Fanon,  moderno adalid de “los condenados de la tierra”.

Seguir insistiendo sobre “Adelante” es necedad, a más de “políticamente incorrecto”. Hasta aquí llego tocando un tema incómodo, esperando que los pueblos originarios oprimidos y expoliados y no el tiempo, hagan escuchar su palabra.






“Adelante” en Veracruz

Por J. Enrique Olivera Arce


En el marco de un imponente despliegue publicitario, ante más de cinco mil personas congregadas en instalaciones de la Benemérita Escuela Normal Veracruzana, la tarde de hoy jueves, el gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, dio a conocer la estrategia toral de su gobierno proponiéndose con el Programa “Adelante”, joya del sexenio, abatir a la mitad pobreza y desigualdad en la entidad.

Por razones obvias la presentación y puesta en marcha del la estrategia de desarrollo social contemplada en el llamado Plan Veracruzano de Desarrollo y denominada “Programa Adelante”, agitó memoria histórica y generó  lo mismo amplias y optimistas expectativas que justificadas dudas en cuanto a la viabilidad de la meta por alcanzar, reiterada por el gobernador en su discurso: abatir en un 50 por ciento la pobreza en Veracruz, con énfasis en los 16 municipios con mayor atraso.

Prensa escrita, radio, televisión, portales informativos de internet y grandes espectaculares panorámicos, se encargaron de dar realce al evento en el que, al viejo estilo priísta, se echó la casa por la ventana, a sabiendas de que con lo anunciado el gobierno de Veracruz cuenta ya con una plataforma de despegue que pretende señalar rumbo, destino y prioridad en materia de desarrollo social para el sexenio.

Lo que de primera intención llama a reflexionar sobre lo anunciado, más que el contenido del discurso que habrá que analizarse a detalle, desbrozando la paja y los lugares comunes para quedarnos con lo sustantivo, es que entre las expectativas generadas destaca la expresada a bote pronto por algunos priístas que, sin valorar aún alcances y requerimientos para materializar un programa que pretende ser innovador, así como expresión de voluntad y decisión política del gobernante para imprimir nuevo rumbo en el quehacer de la sociedad veracruzana, lo contempla ya como instrumento electoral con vías al 2012.

 Sin considerar éstos que la estrategia planteada por el gobernador,  puede resultar políticamente un arma de doble filo. Pues si bien de lograrse avanzar en la meta toral propuesta, ello beneficiaría electoralmente al PRI, caso contrario sería su derrumbe al pretenderse poner toda la carne en el asador y todos los huevos en una sola canasta, con un instrumento de política pública integrador de estrategias y acciones gubernamentales ahora dispersas, cuando este esfuerzo anunciado está dirigido a una población mayoritariamente hábida de respuestas palpables a demandas añejas, en un contexto nacional política y económicamente poco propicio para avanzar con rumbo cierto en el combate a históricos rezagos estructurales como la desigualdad, la pobreza y la marginación.

Con “Adelante”, se comenta apenas concluido el faraónico evento, el gobierno estatal y, por ende, el PRI, “contará con el padrón de beneficiarios de los programas sociales que el gobierno panista de Calderón Hinojosa controla con fines electorales en Veracruz”. Viéndose así al tal padrón como botín, sin ver el bosque.

Si la estrategia es correcta y tiene el éxito deseado, incidiendo de manera notable en el abatimiento de la pobreza, cuando menos en los municipios más atrasados, el resultado a obtener se da en tal corriente de opinión partidista como marginal e irrelevante, en aras de un pretendido éxito electorero. No se vale.

Sin parar mientes que aún no se conoce si “Adelante” substituye a “Oportunidades” y si el ambicioso programa tendrá a su alcance el control de más de 250 programas y sus correspondientes presupuestos autorizados por el Congreso de la Unión  que, de acuerdo la Ley de Desarrollo Social y las políticas públicas para darle vigencia plena, maneja el gobierno federal. Antes al contrario, de entrada, lo anotado en el discurso de presentación apunta a que “Adelante” competirá con “Oportunidades”, sin contar con los recursos presupuestales que habría que bajar año con año, ni con la estructura operativa que la estrategia derivada del PVD requiere para su materialización.

Si lo que pretende el gobierno estatal  es que “Adelante”  y sus subprogramas operativos anuales, se circunscriba a la coadyuvancia en las tareas de impulso al desarrollo social en beneficio de los estratos más pobres y vulnerables de la población veracruzana que, a cargo de “Oportunidades”  maneja el gobierno federal en la entidad, la situación sería diferente pero, siempre condicionada para su financiamiento  al Convenio Único de Coordinación y sus anexos programáticos, signado entre la federación y el gobierno de Veracruz. Con la salvedad de que de acuerdo a la normativa federal en materia de desarrollo social, se requeriría la intermediación de la delegación de Sedesol en el estado, así como del Copladever estatal, en la programación, seguimiento y control de la inversión convenida por las partes. Organismo este último que en Veracruz ya no figura en el organigrama gubernamental.

 Caso contrario, si “Adelante” se contemplara como un instrumento netamente local, con modalidades, objetivos, y metas por alcanzar bajo el control estatal, éste tendría que ser financiado –“miles de millones de pesos”-con recursos propios, y aportaciones federales al presupuesto del gobierno de Veracruz y sus Ayuntamientos en el marco de  de unas muy cuestionada salud de las finanzas de la administración pública veracruzana. Y es ahí donde a mi juicio la marrana tuerce el rabo al topar con pared, cuando menos en lo que resta del año y previsiblemente en el 2012.

En uno u otro caso, en lo sustantivo se seguiría dependiendo de la federación, que lleva la batuta, aporta los recursos presupuestales, y mantiene la modalidad asistencialista en materia de promoción del desarrollo social en el país que Duarte de Ochoa pretende cambiar.

Por otro lado, no puede soslayarse que la Secretaría Estatal de Desarrollo social aún no está madura, organizada, ni cuenta con la capacidad técnica y administrativa de coordinación interinstitucional para una tarea “transversal” de tal envergadura que, entre otras cosas, contempla la integración de programas y acciones lo mismo de impulso al desarrollo social, que al fomento económico de cada una de las secretarías y organismos, en un solo instrumento integrador.

No debe olvidarse que en el pasado se vivió la experiencia de programas similares que hoy retoma “Adelante” en Veracruz, como el PIDER con Luís Echeverría y José López Portillo,  y SOLIDARIDAD con Carlos Salinas de Gortari, en los que el principal obstáculo para su operación y resultados exitosos, fue la coordinación interinstitucional entre los tres órdenes de gobierno.

 Pues una cosa es decir que se dará orden, eficiencia y eficacia al aparato gubernamental y otra, muy distinta, el que, en la práctica, se logre sumar esfuerzos y voluntades en torno a un ambicioso programa único, sin despertar celos burocráticos y políticos en el seno del gabinete legal y ampliado, a los que se adicionan intereses partidistas que contemplan en la población objetivo, el ansiado botín electoral.

Así que si los priístas veracruzanos, relamiéndose los bigotes creen que “Adelante” será un instrumento electoral a su servicio, con vías a influir en el concierto nacional para el 2012, honestamente creo que se están haciendo fuera del tiesto. Pues para que ello no suceda distorsionándose una buena intención en el camino, el gobernador del estado, quizá deseando ver materializado un propósito históricamente justificado y avanzar en la consecución de su meta de abatir pobreza y desigualdad en la entidad,  bien se guardará seguramente de no politizar lo que ya se considera como la joya de la corona del sexenio duartista.

Dentro de lo que cabe y con el mayor optimismo, esperamos que la estrategia adoptada le funcione al gobernador veracruzano. Falta aún conocer a detalle contenido, alcances programáticos e instrumentos operativos no mencionados en la presentación de “Adelante”, para familiarizarse con ella y, sin duda, ver si los presuntos beneficiarios, curtidos y escamados tras tantas promesas y programas fallidos, la reciban con confianza y auténticas expectativas de progreso para hacer suyos objetivos, acciones y metas de los casi 300 subprogramas considerados.

Si la población objetivo desconfía, o como suele suceder, se recurre al camino fácil de imponer verticalmente más que a convencer, pretendiendo ganar tiempo impidiéndose una legítima y auténtica participación de los beneficiarios, desde la etapa misma del diseño de las acciones por ejecutar hasta la evaluación de resultados, las consecuencias  pudieran ser desastrosas. Pues no puede dejarse de considerar que el pasar de una concepción asistencialista a un proceso de democracia participativa como la planteada por el gobernador, ni es “enchílame otra” ni viable en el corto plazo, cuando está de por medio el proceso electoral que desembocará el año próximo con el cambio de estafeta en el Poder Ejecutivo Federal. La partidocracia se encargaría de sabotear la obligada democratización de las tareas de impulso al desarrollo social propuestas.

Esperemos que esto último no suceda. El futuro de Veracruz está de por medio, sin olvidar el compromiso ético de la sociedad como lo señalara Duarte de Ochoa,  de saldar la gran deuda histórica con las comunidades indígenas en pobreza extrema a las que prioritariamente está dirigido el programa.





Veracruz. ¿Quién debe ir a la carcel?

Por J. Enrique Olivera Arce


Para alimentar la ironía. Así como el Congreso local aprobara un “plan veracruzano de desarrollo” que no sugiere otra cosa que buenos deseos sobre un proceso económico y social que acusa profundos rasgos de rezago estructural, con el mismo entusiasmo e ignorancia señoras y señores diputados piden cárcel para los alcaldes que no cumplieran en tiempo y forma con la entrega de sus respetivos planes municipales de desarrollo, como lo hiciera público el diputado Américo Zúñiga Martínez.

Pasando por alto los “representantes populares” que si el plan estatal que aprobaran por unanimidad, carece de valor práctico, da lo mismo que existan o no 212 documentos similares. Reduciendo un  proceso técnico administrativo por principio complejo a un asunto legaloide  de mero trámite burocrático. ¡Vaya desperdicio, ganando lo que ganan señoras y señores diputados!

Pero no sólo eso. Hasta donde se sabe y partiendo del supuesto de que la mayoría de los Ayuntamientos veracruzanos atraviesan por explicables aunque no justificables carencias financieras, la diputación mide con el mismo rasero  a los 212 alcaldes. Sin parar mientes en que, en muchos casos, éstos no cuentan con el mínimo de conocimientos y recursos para cumplir con lo que la legislación les obliga, en tanto que otros, sin considerar la necesaria complementariedad, congruencia y quehacer gubernamental en materia de desarrollo económico y social, desvían cuantiosos  recursos para adornarse políticamente presentando en tiempo y forma verdaderos mamotretos, carísimos en su elaboración, sin pies ni cabeza y al margen del contexto regional en que se ubica su respectivo municipio.

El contenido del plan veracruzano de desarrollo no tiene carácter de secreto ni está blindado a los ojos de la ciudadanía. Es un instrumento de políticas públicas, abierto al análisis y consideración de todo el que esté interesado en conocerle y consultarle. Incluidos investigadores serios, de renombre nacional e internacional, que conocen un poco o un mucho más del paño que la diputación local y el común de los mortales.

¿Cómo ante éstos o sus Centros de Investigación, el gobierno estatal va a poder justificar que Veracruz marcha por “el camino correcto”? Cuando el todo y las partes del instrumental planificador resulta un verdadero rompecabezas, con 212 planes parciales que no guardan congruencia ni complementariedad con un a su vez incongruente Plan Veracruzano de Desarrollo 2011-2016, que no toma en cuenta la realidad presente de la entidad y el contexto nacional dentro del cual se inscribe, como ya en un primer análisis lo destaca la Fundación CEIDAS en nota divulgada en la prensa nacional.

Bastaría a los estudiosos el comparar lo dispuesto en el instrumento centralizador con el plan municipal de Xalapa, capital del estado, y este, a su vez, con el de los Ayuntamientos de Banderilla, San Andrés Tlalnehuayocan, Emiliano Zapata y Coatepec, para confirmarse de racionalidad. Pues en tanto el primero se dice responde a objetivos y metas en un horizonte de 30 años, los demás escasamente atienden a demandas y disponibilidades a considerar en un trienio, dado el nivel desigual de desarrollo regional y municipal de Veracruz.

Bajo este supuesto, la pregunta obligada sería: ¿Quién debe ir a la carcel? ¿Los alcaldes morosos o los diputados locales, empezando por Américo Zúñiga Martínez? Seguramente ninguno. Ante la proximidad del proceso electoral del 2012 resulta más conveniente para todos el no hacer olas. Luego para qué tanto grito y sombrerazo, que no sea una cortina de humo, un distractor más para ocultarle a la ciudadanía lo inocultable sobre el desempeño de la administración pública estatal y municipal en el pasado reciente.

¿O acaso ya se solventaron penalmente las irregularidades detectadas de los ahora ex alcaldes que saquearan arcas públicas  en el trienio anterior? ¿Y lo que falta por salir a la luz de la pésima y corrupta administración pública estatal de la fidelidad? No olvidemos que la revisión de la cuenta pública del 2010, corre a cargo de la actual Legislatura local.

Si tomamos en consideración lo declarado por el secretario veracruzano de finanzas, el proyecto de presupuesto de la administración pública estatal y municipal para el 2012 se elaborará bajo la modalidad de “presupuesto base cero”, o “presupuesto por programas”, es de imaginarse entonces que en su momento la propuesta del ejecutivo le pasará de noche a la Legislatura, habida cuenta de que para la representación “popular” el Proyecto de Presupuesto 2012 será un rompecabezas más de programas fuera de contexto, acompañado de un verdadero galimatías de proyectos y estudios de factibilidad elaborados al vapor.

 No hay que quebrarse la cabeza. Diputadas y diputados aprobarán también por unanimidad, sin chistar y sin conocimiento de causa previo, lo que pomposamente habrá de denominarse “Ley de Egresos 2012”.

Lo que mal empieza mal acaba. Sin considerar que el presupuesto del 2012 se aplicará a cubrir compromisos del 2011 y el aprobado para el presente año fiscal, a pendientes y adeudos heredados de la administración de la fidelidad.

No cabe duda de que calladitos se verían más bonitos. ¿O no, diputado Américo Zúñiga Martínez?







¿Cinco meses perdidos?

Por J. Enrique Olivera Arce


En algunos comentarios publicados en la prensa veracruzana, se da por sentado que los primeros cinco meses del Dr. Javier Duarte de Ochoa al frente de la administración pública estatal deben ser considerados como “perdidos”. Nada a mi juicio tan jalado de los pelos.

Por lo que concierne a quien esto escribe, no me atrevería a compartir tan audaz aseveración.

En el marco de los intereses políticos concretos, estimo válido el cuestionar el desempeño del gobernador, así sea a partir de una percepción subjetiva y prejuiciada como la de quien esto escribe. No debemos ni podemos olvidar su extracción priísta y lo que su correligionario y antecesor dejara como herencia. Absurdo sería que en busca de la unidad solidaria de todos los veracruzanos en torno a objetivos y metas comunes, nos obligáramos con un pensamiento único, pretendiendo castrar el libre y legítimo juego entre adversarios políticos que no enemigos. Pero ese es otro cantar.

Mis opiniones se sustentan en una percepción personal que no va más allá de lo ofertado por el ahora gobernador durante su campaña y lo que deja entrever, ahora, con generalidades que no terminan de convencer en cuanto a sus ambiciosos propósitos y viabilidad, sin aún contarse con el como y con qué para materializarlos. Lo mismo podría decirse de la ausencia de un marco político nacional propicio dentro del cual encuadrar objetivos y metas de mediano y largo plazo del gobierno de la prosperidad.

Esto, en la medida en que propósitos y operación político administrativa del gobernador no se han hecho acompañar de manera inmediata por resultados de eficacia coyuntural esperados por quienes impacientes deseamos ver un cambio de rumbo palpable y contundente. Oponiéndoseles incluso la experiencia reciente de una pésima administración que habiendo dejado muy mal parado a Veracruz, obliga lo mismo a desconfiar, que a desear más que a pensar en una rápida recuperación.

A ello habría que agregar la integración de un gabinete resultante del pago de facturas por servicios prestados en campaña, corrupción inercial y un barniz de tecnocracia.

Considero, además, que a lo anterior habría que sumarle el peso de prejuicios personales que inciden en toda percepción por muy bien intencionada que sea. En mi caso, tales como el origen de la candidatura del Dr. Duarte, así como el dudar de la factibilidad de un exitoso proceso de impulso al desarrollo de continuar por la ruta neoliberal, agotada y cuestionada en el mundo globalizado. Con el componente agregado de una a mi juicio hasta ahora considerada pésima política de información y comunicación del gobierno duartista.

Sin embargo, las cosas no se dan ni pueden interpretarse de manera tan lineal. Afirmar contundentemente que los primeros cinco meses del Dr. Duarte de Ochoa al frente de la administración pública estatal debemos considerarlos como “perdidos”, se me hace precipitada y fuera de toda lógica. La subjetividad que alimenta una idea que se traduce en un comentario periodístico, pudiera no ser respaldada objetivamente por la realidad.

Toda percepción, es especulativa y a no dudar, subjetiva y superficial, reducida al punto de vista de quien emite la opinión. Un análisis serio y objetivo, alimentado  con datos duros, podría arrojar resultados que echen por tierra  cualquier considerando percibido, imponiéndose la verdad de las cosas y abonando a favor del Dr. Duarte de Ochoa en sus escasos cinco meses al frente de la administración pública veracruzana.

Sobre todo si se toma en cuenta que en el aldeano ejercicio periodístico somos muy dados a confundir el papel de la administración pública, asignándole la función de motor del desarrollo y no de coadyuvante en tareas propias de la llamada sociedad civil, en cuyas manos descansa la responsabilidad primaria del crecimiento económico. No podemos pedirle peras al olmo, pues una cosa es gobernar, generando condiciones para una armónica convivencia y buen desempeño de la economía y otra, muy distinta, el producir los bienes y servicios que generan empleo y contribuyen a la distribución de la riqueza producida. “Al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”.

Bajo esta óptica habría que valorar si la actual administración pública veracruzana cumple objetivamente con lo que la división del trabajo social le asigna y, por lo consiguiente, si el aparato productivo responde a las necesidades actuales de la entidad. Dos puntas del mismo mecate en consonancia o disonancia que habría que analizar en el marco de los objetivos de desarrollo integral de Veracruz, sin pretender a priori restarle o abonarle méritos al joven gobernante apenas en los inicios de un arduo camino por recorrer.

Pues no puede dejarse de considerar que objetivamente el contexto y circunstancias dentro del cual se pretendiera juzgar la actuación del gobernador, van de la mano con los resultados esperados o, más bien, deseados en nuestro fuero interno, frente a la crisis generalizada en la cual está inserto el país. Lo deseable, como el abatimiento de la pobreza, el desempleo y la inseguridad, no necesariamente es factible cuando a nuestros deseos se oponen obstáculos estructurales y rezagos de un México que ha perdido la brújula.

Tampoco puede soslayarse el hecho de que Duarte de Ochoa está prácticamente atado de manos, teniendo que navegar entre la debilidad heredada de las finanzas públicas estatales, y la circunstancia política con vías al 2012 que le impide poner todas las cartas sobre la mesa en relación al tiradero que le dejara Fidel Herrera Beltrán. Bastante tiene con no perder optimismo y sentido del humor en espera de mejores tiempos.

Inmersos ya en el proceso electoral que desembocará en la elección presidencial en el 2012, intereses y posturas políticas encontradas necesariamente tendrán que verse reflejados en la aceptación o cuestionamiento del quehacer gubernamental y por ende, en el desempeño del titular del ejecutivo estatal. Desafortunadamente ello se presta al golpe bajo en una guerra sucia que al parecer cobró ya carta de naturalización en Veracruz.
La impaciencia en torno a lo deseable cuando no se cuenta con información suficiente y veraz, es mala consejera. Más cuando se confunde posición política con intereses personales no satisfechos.

La crítica deja de ser tal cuando se esgrime como arma para golpear y descalificar al adversario. No es mi caso.

De ahí la necesidad de deslindar responsablemente la crítica periodística del comentario soez, de mal gusto y peor intencionado. Para quien esto escribe, lo razonable es ubicar toda opinión vertida no más allá de los límites de una percepción personal y subjetiva que acaso pudiera reflejar en algo la realidad política y social que nos toca vivir. Los tres lectores que me dispensan su atención, así deberían considerarlo.

No se puede ni se debe pretender otra cosa en el ejercicio de la crítica periodística sin tener todos los pelos de la burra en la mano. Los hechos concretos, objetivamente hablarán por sí mismos, arrojando datos duros que deberán analizarse y valorarse en su momento por quien conozca del paño. Todo a su tiempo.
















Partidocracia y Reforma Política

Por J. Enrique Olivera Arce


Nada más grosero y fuera de lugar que el propósito explícito más no implícito, de la fallida iniciativa de Reforma Política que exhibiera lo mismo a Calderón Hinojosa que al Congreso de la Unión. Ni más ni menos que “Darle más poder al ciudadano”.

Vaya manera de invertir los papeles. A título gracioso senadores y diputados de espaldas a sus electores y en contravención al Artículo 39 de la Constitución General de la República, de facto se toman la libertad con todo descaro de  pretender ceder con una generosidad inaudita una porción de poder al ciudadano.

Poniéndose en evidencia la pobreza de la incipiente democracia representativa en México, a la par que se exhibe la profundidad de la crisis de un  sistema político en el que los partidos nacionales representando a un sector minoritario de la población habiendo perdido confianza, legitimidad y eficacia como interlocutores, se arrogan por sus pistolas una soberanía nacional que por principio, en su Artículo 39, la Constitución General de la República  establece que “esencial y originariamente reside en el pueblo”.

Y si bien la propia Constitución en su Artículo 41 determina que el pueblo ejerce su soberanía por medio de los Poderes de la Unión, en ningún caso concede tal atribución a los partidos políticos, hoy constituidos de facto en una rancia “partidocracia” autoritaria y patrimonialista que, despachándose con la cuchara grande, determina quehacer y rumbo del Congreso de la Unión en demerito de la representatividad democrática hoy secuestrada.

Bajo el supuesto de que algún día se aprobara la Reforma Política facciosa de marras, esta sería legal pero careciendo por principio de legitimidad al no expresar la voluntad mayoritaria del pueblo de México. Confirmándose una vez más que vivimos en un país de leyes dictadas e impuestas por los partidos políticos, más no sujetos a un estado de derecho de observancia general que se respete y se haga respetar.

Divorciado del legítimo interés de la Nación, sirviéndose y sirviendo a los poderes fácticos, carente de respetabilidad democrática el sistema político prevaleciente, caduco e inoperante, impone así su propia crisis de legitimidad a una sociedad que vive en medio de un proceso generalizado de deterioro económico y social, con las consecuencias ya de todos conocidas. Victimando a la mayoría del pueblo que, en completa indefensión, ve vulnerado su derecho a ejercer su soberanía en los términos establecidos en nuestra Carta Magna.

En tanto esto no se modifique, rescatando la soberanía popular hoy secuestrada por la “partidocracia”, y acotando el poder que el pueblo le confiere a los Poderes de la Unión, el pacto social que se pretende fortalecer con la presunta Reforma Política, es letra muerta. Más, cuando a ojos vistas, la discusión y aprobación, en su caso, de la iniciativa, giraría en torno a la sucesión presidencial del 2012, acomodando contenido y alcance a los intereses particulares de cada uno de los partidos políticos representados en el Congreso de la Unión y a la nada oculta intencionalidad, tanto de allanarle el camino a Enrique Peña Nieto por parte del PRI, como la del ejecutivo federal de asegurar la permanencia de su partido en Los Pinos. Sin hacer de lado que, si eso conviniera a intereses coyunturales comunes del PRI y el PAN, estos partidos pragmáticamente cerrarían filas para evitar el arribo de la izquierda social a la presidencia de la República, como ya ocurrió en el 2006.

No es circunstancial entonces el que se afirme que ya se pactó con Calderón Hinojosa términos y condiciones en que la “partidocracia” aprobaría lo mismo la  Reforma Política que las reformas a la Ley de Seguridad Nacional y la legislación laboral.

Vistas así las cosas, a mi juicio faltaría conocer de la reacción de los sin partido y la izquierda social, que indudablemente no respondiendo a los intereses coyunturales de la izquierda partidista, bien podría cobrarle en su momento la factura a la “partidocracia” en el 2012. De ahí el temor del PRIAN obligándose a frenar, por ahora y en previsión a la elección de gobernador en el estado de México, su generosa intención de “darle más poder al ciudadano”.