Balaceras u operativos. Debate semántico

J. Enrique Olivera Arce


Xalapa, Ver., Mx. | En medio de la confusión semántica que se refleja en los medios de comunicación cuando califican como “balacera” y no como “operativo”, a los hechos violentos acaecidos el pasado lunes en la ciudad y puerto de Veracruz, el gobernador Javier Duarte de Ochoa, molesto por el interrogatorio a que fue sometido por una nube de reporteros, sin más declaró que el número de muertos no es importante, los resultados son los que cuentan.

Cuestión de ubicación y de percepciones distintas. En tanto que para el gobernante veracruzano los resultados de los operativos  en contra de la por ahora aún incipiente ola delictiva en la entidad son positivos, toda vez que concurren a mantener la paz social fortaleciendo el estado de derecho, para la población en general lo que motiva preocupación y temor generalizado es el creciente número de muertos o fallecidos - para ser semánticamente correctos- a causa de la “guerra” contra el crimen organizado.

Balaceras, operativos o una y otra cosa, no cuentan, es el número de fallecidos que a lo largo y ancho del país ponen en evidencia la ausencia de resultados en el combate al galopante ritmo de deterioro de México como Estado-Nación.

Rotundamente cierto es que en Veracruz el clima de violencia no tiene comparación con el que priva en el noroeste de México y, para ser más precisos, en las entidades federativas que hacen frontera con el país con el mayor índice de consumo de estupefacientes a la par que el mayor exportador de todo tipo de armas en el mundo.

Pero lo anterior no necesariamente significa que la percepción de la creciente violencia y el número de fallecidos, así sean malandrines, integrantes de las fuerzas del orden o civiles inocentes estadísticamente agrupados en el renglón de “daños colaterales”, deje de impactar en el aldeano imaginario popular de Veracruz.

El miedo se deja sentir entre la población. No hay ciudad o pueblo en el que el tema de la violencia desatada o incrementada con la guerra declarada por Calderón Hinojosa no sea motivo de preocupación. No hay lugar en el que no se comente especulativamente de levantones, secuestros, desaparecidos, o temida presencia lo mismo de gavillas de malandrines que de las fuerzas armadas, pasando por la presunta colusión de funcionarios y policias estatales o municipales con  la delincuencia. Prensa impresa, televisiva o electrónica, privilegian sus principales espacios noticiosos  a este fenómeno social generando consenso en torno al fracaso presidencial.

La percepción negativa en torno a la acción de gobierno crece, por más que se insista en que con cada operativo se asestan golpes relevantes a la estructura delincuencial. Percepción de la que el gobierno se desentiende, minimizándola al grado de afirmar que el número de muertos no cuenta, cuando precisamente tal número es la fuente del horror y temor que aqueja a una población que se pregunta cómo es posible que se destinen seis veces más recursos presupuestales a la atención de la seguridad que al combate a la pobreza, sin resultados a la vista. Cuando el sentido común indica que lo que requiere de fortalecimiento es el bienestar económico, social y cultural que genera expectativas de desarrollo y tranquilidad en la sociedad.

Nada es verdad, nada es mentira, todo depende del cristal con que se mira, dice la conseja. Lo que para el gobierno es irrelevante, para la población en general es determinante. El éxito o el fracaso de la guerra contra el crimen no es asunto estadístico sino de percepción popular. Cuando el número de muertos víctimas de la violencia criminal deje de ser noticia de primera plana en los medios de comunicación, entonces hablaremos de resultados exitosos. Mientras ello no suceda, es lo mismo  balaceras que operativos en el debate semántico entre el gobierno de Veracruz y reporteros.