Tianguis político.

J. Enrique Olivera Arce



La cada vez más compleja y al mismo tiempo tan impredecible vida política del país, en la que se entreteje lo obsoleto de usos y costumbres presuntamente superadas, y un remedo de modernidad neoliberal que propone políticas públicas que no conducen a nada que apunte a un México mejor, está inmersa en el marco de un champurrado ideológico carente de racionalidad, congruencia y apego a la realidad imperante, -como la llamada “economía social de mercado”-, hace prácticamente imposible para hombres y mujeres comunes el encontrarle sentido práctico a la identificación y compromiso para con cualquiera de las expresiones que conforman el sistema de partidos políticos.

Todos son iguales, es la percepción que se percibe. No hay modo de diferenciar a uno de otro; carentes de representatividad, su eficacia electoral se mide por su mayor o menor cercanía con los intereses del poder real, la oligarquía dominante.

Lo que se debería entender por partido político, está tan alejado de la vida política de México que “democracia”, “participación ciudadana”, “ética política”, entre otros conceptos que deberían ser sustento doctrinario, resultan ser ya no mera utopía, sino simple ilusión. No son valores generalmente aceptados en un sistema de partidos políticos controlados por el autoritarismo, la corrupción, la impunidad y el cacicazgo. El modelo adoptado de franquicia comercial, no los contempla en su catálogo.

La descomposición tribal al interior del PRD, es ejemplo de ello. La franquicia, en bancarrota técnica, se aferra a un cascarón de estructura, sostenida aún gracias al reparto mafioso de prerrogativas, prebendas y cargos de elección entre las cúpulas integradas por políticos profesionales, encargados de hacerla comercialmente viable entre las clases populares. La militancia de base queda reducida, más que a clientela, a simples mirones de palo con función de comparsa promocional. Observemos como principios y valores se reducen a una simple pugna por gerencias, subgerencias y representaciones regionales.

Pero no es el único. Para el PAN, a diferencia del PRD, negocio de barriada, la franquicia es de empresarios para empresarios. Por naturaleza lo mismo oferta contratos petroleros que el ahorro para el retiro de los trabajadores ó las pantuflas de la abuela. En tanto que el PRI, un día amanece como social demócrata y al día siguiente se declara socialista, sin comprometer su gatopardismo “revolucionario e institucional”. Su actividad comercial es apta para todo público y para toda ocasión, mientras salpique. Lo que le facilita las alianzas más disímbolas para no ver reducidas sus prebendas y prerrogativas. Observémoslo en una Beatriz Paredes, experta en alquimia electoral que lo mismo acepta a las huestes de la profesora Elba Esther Gordillo, a la corruptela sindical de PEMEX o a las tribus perredistas controladas por los chuchos. Cada voto cuenta en la caja registradora del negocio, el cinismo y la simulación es su bandera.


Atrás del triunvirato que controla la partidocracia nacional, se asoma tímidamente la chiquillada, ávida de reflectores, escasa en capital político y recursos económicos, para la que, en el usufructo de su incipiente emprendimiento, lo único que cuenta es el registro y el dinero público con el que este se hace acompañar. Su peso específico en el conjunto no le permite otra cosa. En este contexto sobresale la actitud suicida de Convergencia y el PT, que se saliéndose del libreto, pretenden jugar el juego de los mayores.

En este abigarrado escenario, más tianguis pueblerino que sistema de partidos, no es extraño entonces que en Veracruz, sin mediar consulta, consenso ni protesta a la vista pero si malestar bajo las aguas de la militancia histórica, el gobernador Herrera Beltrán impone en la dirigencia estatal del PRI a uno de sus más cercanos colaboradores; sin contar este con cualidades y méritos partidistas más allá de su docilidad y proclividad a la simulación y la mapachería. Jorge Carvallo Delfín, queda así al frente del CDE del tricolor, en preparación no a la elección del 2009, planchada por anticipado, sino al choque de trenes esperado en el 2010. El “experto” en lucrar políticamente con la pobreza de los más desprotegidos, anuncia desde ya una “feroz batalla legal” para poner un alto a los panistas, y evitar el uso clientelar de los programas asistenciales federales; el impoluto y demagogo comal no se muerde la lengua.

José Yunes Zorrilla habiendo cumplido estatutariamente con su periodo, deja la presidencia estatal tras un meritorio trabajo de reconstrucción de la estructura del partido, y se va, frustrado y molesto, con la consigna de no hacer olas, desgastar y reducir su imagen, para no hacerle sombra al delfín Duarte de Ochoa. Si lo que pretendió en su desempeño fue reagrupar, sumar fuerzas y buscar la unidad de lo más representativo del priísmo veracruzano, sus logros quedan en entredicho, porque así lo dispone quien administra la franquicia.

Cada partido político, a su manera, contribuye así al deterioro de la vida política nacional, mientras el país se nos escurre entre las manos.

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IV Informe de Gobierno. El castillo de naipes se derrumba.

J. Enrique Olivera Arce



El afán protagónico de algunos que quieren, pero no saben como mantenerse entre los priístas que aspiran a la gubernatura de Veracruz en el 2010, dieron al traste con las intenciones triunfalistas de lucimiento del Maestro Fidel Herrera Beltrán, como motivo de la presentación de su IV Informe de Gobierno.
Lo que pudo haber sido la culminación de un esfuerzo de trabajo sin precedentes a lo largo de cuatro años, quedó mediáticamente en segundo término; dando paso a la magnificación de un verdadero sainete por parte de la diputación local, gracias a la impericia, soberbia y sometimiento a todo lo que provenga del titular del ejecutivo, así como el pánico que anticipadamente genera la posible candidatura de Miguel Ángel Yunes Linares. El show se coronó con el exabrupto de Carolina Goudiño Corro, presidenta de la mesa directiva de la LXI Legislatura, al hacer referencia en su discurso de respuesta, a que “en Veracruz no queremos pederastas, no queremos que sean interrumpidas las ilusiones y el desarrollo de los menores de edad. En Veracruz le decimos a los pederastas que este no es su estado, en Veracruz los niños no se tocan”.
Alusión personal nada velada, fuera de lugar y reflejo del pánico que acusa el fidelismo ante la cercanía del 2010.
Si para un sector minoritario de la población era de interés conocer de primera mano el resumen de logros, aciertos y rezagos pendientes de la administración pública estatal en el cuarto año de gestión, su deseo se frustro. Lo que se ha puesto a su consideración es el escándalo, el exceso de seguridad dentro y fuera del recinto parlamentario, la falta de oficio político de los legisladores locales y la falta de autoridad moral y política de los conductores de la mayoría priista para, cuando menos, obtener consenso en torno a la realización de un acto protocolario con el que el titular del ejecutivo da cumplimiento a on ordenamiento constitucional. Destacando, por lo publicado en los medios, que la bancada mayoritaria tricolor se gobierna por un triunvirato en el que Héctor Yunes, Carolina Goudiño, y Erick Lagos, cada uno por su lado, opone su interés personal a la buena marcha de la Legislatura.
Para la mayoría de la población, quizá no signifique nada lo acontecido. O no se enteró, o no le interesa, que para el caso es lo mismo. En el imaginario popular priva la idea de que con diputados o sin estos, Veracruz mantiene su marcha al paso que dicta el titular del ejecutivo estatal. Lo cual no se aleja de una verdad incontrovertible: en la entidad no existe la división de Poderes.
Lo hemos afirmado en diversas ocasiones, el triunfalismo mediático termina por revertirse en contra de quien lo practica. Tal es el exceso en la promoción de imagen del Maestro Fidel Herrera Beltrán, que bastó una nota informativa sobre la represión a manifestantes indígenas del Totonacapan por parte del gobierno veracruzano, y un desaire sin sustento de un grupo de diputados opositores -por cierto bien maiceados-, para que el castillo de naipes se derrumbe. La realidad se encargó de minimizar lo positivo, ubicando la luz de los reflectores en lo más oscuro del régimen.
Lo anterior trae a cuento una pregunta que muchos se hacen: ¿Qué caso tiene destinar tanto dinero a una política de comunicación social, cuando la realidad afirma todo lo contrario a lo que los boletines oficiales difunden?
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Crisis de la izquierda, ¿cambio de casa?

J. Enrique Olivera Arce



Habiendo tocado fondo la crisis al interior del PRD con la decisión del TEPJP de otorgarle la presidencia del instituto político a Jesús Ortega, lo más destacable que se observa son las patadas de ahogado de un náufrago que llama insistentemente al rescate y unidad, sin obtener respuesta.

La primera reacción al interior del partido fue la de Alejandro Encinas, descalificando a un tribunal federal que por principio su autoridad es parte de las reglas del juego aceptadas por todos los partidos políticos en México, en tanto que al exterior, se da el rechazo formal de Convergencia y Partido del Trabajo a cualquier alianza con el sol azteca, así como el deslinde de Andrés Manuel López Obrador, quien dejó muy claro que el Movimiento por la Defensa del Petróleo, de la Economía Popular y la Soberanía Nacional que encabeza, está por encima de filiaciones políticas y es una organización amplia, plural e incluyente. De ahí que la pregunta obligada es ¿Qué sigue?

Comentarios diversos, al interior y exterior del PRD, coinciden en que ahora sí va en serio la desbandada, señalándose como primeros beneficiarios del choque de trenes a Convergencia y el PT, que se han mantenido firmes en torno a López Obrador, augurándose la muerte súbita de un partido que tras cumplir con una necesidad histórica de la izquierda mexicana, se devoró a sí mismo culminando en un estrepitoso suicidio; víctima de una crisis mayor, la del Sistema Nacional de Partidos Políticos, al que se acogiera cediendo memoria histórica, principios éticos y morales, y un claro rechazo ideológico a los objetivos socialistas que le dieran vida. Sacrificó lo mejor de sí mismo entregándose a un reformismo sin visión de futuro, pragmático, corrupto y anti democrático.

El Diario La Jornada editorializa sobre la crisis del PRD, con un rotundo “Izquierda sin partido, partido sin izquierda”. Lapidario señalamiento que nos remite a León Trotsky, quien en su momento afirmara: “Con el partido somos todo, sin el partido somos nada”. Efectivamente, esa es la sensación y amargo sabor de boca que nos deja una crisis sin retorno. La izquierda mexicana sin partido que le permita recurrir al recurso institucional de participación política, queda en la orfandad, tanto o más que un partido sin izquierda.

Sólo resta que el Movimiento por la defensa del Petróleo, de la Economía Popular y la Soberanía Nacional, Convergencia y el PT, con talante autocrítico, saquen conclusiones de la crisis del PRD y aprendan la lección. Entendiendo que en la coyuntura su papel es transitorio, sirviendo de puente para la constitución de un nuevo partido, amplio, incluyente y democrático, de una izquierda que obligadamente debe retornar a los objetivos socialistas. Sin un gran partido de masas que aglutine, forme y eduque en un humanismo militante que rescate y reconstruya la ética política, contemplando la lucha por el poder como un medio para alcanzar estadios superiores de organización, participación y convivencia para un México mejor, y no como fin en sí, la izquierda no es nada.

Si esto no se entiende o no se alcanza a dar en un plazo perentorio, el sectarismo, el corporativismo, la competencia tribal, el pragmatismo y la corrupción del partido moribundo, simplemente cambiarán de casa. Y si esto, que es previsible, no se evita, ¿qué caso tiene abandonar al PRD?

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Porque así lo quiso la mayoría del pueblo norteamericano

J. Enrique Olivera Arce




“Si por nueva clase política simplemente se entiende que los de hoy ya no son los de ayer a causa del cambio generacional, entonces la afirmación es una obviedad. Pero si se pretende que la novedad resida en un cambio de la naturaleza de esa clase, entonces la afirmación se vuelve dudosa. Por su conducta y resultados, esa clase no es muy diferente de la que le antecedió...”

Lorenzo Meyer


Barack Obama inspira, aunque no se le entienda y mucho menos se tome en cuenta su formación como ser humano, como intelectual y como político. Para unos constituye la esperanza para un mundo que aspira a grandes cambios y a una paz duradera que nunca llega. Para otros, es una amenaza al establishment en tanto se propone modificar aquellas variables económicas y sociales que han conducido a un capitalismo salvaje, dominado por las poderosas trasnacionales energéticas, alimentarias, de la industria militar, y financiero especulativas del coloso del norte. Para los más, lo más común gracias a la desinformación mediática, es un “negro” que ha llegado para trastocar costumbres, tradiciones y tabúes que clasifican y encasillan en la sociedad norteamericana al ser humano de conformidad con el color de la piel.

En nuestro terruño, dominado por el síndrome político electoral, la simulación y mediocridad de nuestra clase política, la cosa parece ser más simple todavía. A Obama se le reduce a un paradigma generacional a seguir por la sangre nueva de la clase política, como si el proceso del ascenso generacional de una juventud que reclama su sitio en la conducción del país más poderoso del planeta, fuera aplicable linealmente a nuestro entorno cercano. Pasándose por alto que nuestros jóvenes políticos vernáculos, que aspiran a un lugar en la rifa de posiciones tanto en la administración pública, como en cargos de elección popular, no les anima mayor propósito que acceder al poder por el poder mismo, y sin más objetivo que hacerse de fama y fortuna.

Pretender tomar de ejemplo a Barack Obama para despertar virtudes democráticas y herramientas intelectuales y políticas de aquellos jóvenes que ni por asomo cuentan con tales cualidades, resulta un despropósito y una fehaciente manifestación de deshonestidad intelectual, a más de un insulto a la inteligencia de los ciudadanos. La juventud tiene el derecho y la obligación generacional de tomar la estafeta de las generaciones que le preceden, pero hay de jóvenes a jóvenes y de países a países. Y aquellos a los que la sociedad reclama para afrontar los retos y vendavales que nos anuncia el futuro, sin lugar a dudas no figuran en los estrechos círculos del poder veracruzano.

No basta ser joven y tener legítimas aspiraciones políticas para trascender, cuando a flor de piel asoma lo viejo y caduco de usos y costumbres del quehacer político sobre sus espaldas. Reñidos con la democracia bien entendida y con las demandas más auténticas del pueblo; pragmáticos, oportunistas, acomodaticios y sin formación ideológica que sustentar y defender, ofreciéndose al mejor postor, transitan por la vida al calor del padrinazgo en turno. Esa juventud no tiene nada que ofrecer a una sociedad ávida de cambios profundos para reducir pobreza y desigualdad, como profundos son los cambios que con conocimiento de causa Obama ofrece a un pueblo movilizado y haciendo frente a la peor crisis económico financiera de su historia.

El joven que aspira a gobernarnos, colocándose por sobre la nueva generación de políticos veracruzanos, pretendiendo ser más inteligente, desde su cargo, responsabilidades, y canonjías que le permiten disponer de recursos públicos para promoverse, afirma que el buen político debe conocer de economía, y se pone como ejemplo pontificando en torno al proceso de bursatilización del impuesto a la tenencia de automotores, calificando a este como medida preventiva tomada con oportunidad para enfrentar una crisis sistémica global, de la cual nadie del círculo de jóvenes que rodean al gobernador Herrera Beltrán, parece estar enterado. Quien pega primero, pega dos veces, cuando de señalar a sus competidores como ignorantes se trata.

Solo que sus pretensiones quedan en eso. Un político inteligente, versado en temas económicos, cuando menos intuye que no debe hablarse de la soga en casa del ahorcado. Ni la administración pública ni los veracruzanos todos, podemos vanagloriarnos de contar con el herramental necesario y suficiente para entender, prevenir y oponerse a una crisis multidimensional y multisectorial que ya daña a la mayoría de nuestros hogares. No cuando se insiste en aplicar medidas propias del modelo neoliberal, agotado y fracasado, como lo sería la propia bursatilización de un impuesto cuya vigencia es incierta y en el contexto de una bolsa de valores cuya volatilidad es pan de todos los días; o como se observa, el aferrarse retóricamente a un “plan estatal de desarrollo”, insuficiente, obsoleto, y ajeno a lo que la crisis en curso exige para el corto y mediano plazo. “Plan” del cual se deriva un proyecto de presupuesto de ingresos y egresos de la entidad para el año venidero, del que se espera más de lo mismo.

Para dar palos de ciego con los que reactivamente se enfrentan conflictos y rezagos en un escenario dominado por los intereses electorales de corto plazo, no se necesita ser experto economista.

Como tampoco se necesita ser joven, universitario y experto en finanzas internacionales, para entender que el principal rezago que afecta hoy y en el futuro cercano a la entidad, es no contar con una clase política y una administración pública a la altura de lo que viene, capaz de aceptar con humildad sus propios desvíos y limitaciones. Insistimos, para hombres y mujeres comunes, su principal consejero político es el estómago y su principal indicador económico es el bolsillo.

Se toma a Barack Obama como paradigma generacional, menospreciando el hecho de que si llegó a vencer electoralmente a su oponente, no es por ser joven ni por ser experto en el manejo de las nuevas tecnologías de la información; mucho menos por hacer arreglos en lo oscurito y proclive a intercambiar votos por despensas. Venció porque representa la posibilidad de cambio y porque así lo quiso la mayoría del pueblo oprimido norteamericano, que ante sus ojos el hoy presidente electo ofrece una rendija a la luz de la esperanza. El pueblo es el multicolor y multiétnico Barack Obama, y no a la inversa. Ojala y en Veracruz algún día lo entendamos así.

Pero también debemos entender, a ello obliga el sentido común y la experiencia, que las promesas de campaña son eso, promesas que a su vez son deudas sociales y políticas por pagar. Falta ver si estas son cumplidas para que la esperanza florezca y rinda frutos.

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