Rumores
y realidades
J.
Enrique Olivera Arce
Los rumores corren y el
malestar aumenta. Duarte ya no es gobernador, la relación con sus gobernados
está agotada, carece de credibilidad y de capacidad de diálogo y de maniobra
para atemperar la crisis que él mismo propiciara, es la versión que se escucha
lo mismo en la calle que en los círculos políticos y periodísticos, en tanto
que se afirma que quien resulte ser el sucesor del gobernador fallido no estará
en condiciones de enderezar el entuerto heredado, empezando por la liquidación
de adeudos a la UV, contratistas, proveedores, prestadores de servicios,
escuelas, becarios, pensionados, profesores, músicos e incluso a servidores
públicos de nivel medio para abajo.
Si no se paga esta deuda contingente
en lo que resta del año, ésta podría no ser reconocida por el gobernador de dos
años, se comenta con insistencia.
Cuando el río suena, es que
agua lleva, reza la conseja popular, por lo que lo que por ahora es rumor que
anida en el imaginario colectivo, podría desembocar en una angustiosa realidad
y en no pocas explosiones de inconformidad fuera de control. Nada deseable esto
último, pero no puede echarse en saco roto.
No puede hacerse de lado que
rumor genera percepción y esta, en política cuenta.
Lo que más allá del rumor se
considera como una realidad objetiva, es que el clima de incertidumbre que
tiende a generalizarse, está afectando a un proceso electoral que de por sí
arrastra vicios de origen. La credibilidad en partidos políticos, precandidatos,
candidatos y hasta en las instituciones electorales, está dañada y tiende a
deteriorarse aún más entre los votantes potenciales; haciendo nugatorios
esfuerzos y recursos aplicados a las campañas de proselitismo internas y
externas, a la par que afirma la convicción de que la única manera de que el
PRI de Héctor Yunes Landa gane la elección de gobernador y diputados locales,
es la reiterada fórmula del compra de votos y conciencias en los sectores más
vulnerables de los partidos opositores y de la población en general. Para eso
si hay dinero, se afirma, poniéndose en duda tanto la legalidad de los comicios
de junio próximo como la certeza de que con el cambio de estafeta las cosas
cambiarán para bien en Veracruz.
Escenario nada grato tanto para
nuestra incipiente democracia, ahora secuestrada por la partidocracia, como
para aquellos que aspiran a gobernar a Veracruz. Marco dentro del cual habría
que incluir la pésima opinión que los veracruzanos tenemos de un Congreso local
que, de manera reiterada, por comisión u omisión ha sido cómplice del
gobernador Duarte de Ochoa en sus trapacerías y pésimo mandato.
Así las cosas, los comicios de
junio en Veracruz no serán los que el Sr. Peña espera como respaldo tanto entre
gobernadores como en la Cámara de diputados a
su multicuestionado proyecto transexenal. Más que plebiscito de
aceptación y respaldo, el tiro podría salir por la culata. El reservorio de
votos que se dice existe en Veracruz podría no ser tal en la magnitud esperada
y si, exhibir que el descontento y el hartazgo pesan más que estructuras y
estrategias partidistas.
La escalada de violencia
criminal crece y el saqueo impune a las arcas públicas también. ¿A cuánto
social y económicamente ascenderá el daño al final del sexenio duartista? La
interrogante está en el aire, justificando el clamor popular que diciendo
basta, pide la renuncia de Javier Duarte. Peña Nieto tiene la palabra. ¿O
seguirá haciendo como que la virgen la habla en tratándose del gobierno fallido
de Veracruz.-
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