Partidocracia, adversario a vencer

Por J. Enrique Olivera Arce


 

En el marco del policromo escenario de un país forzado a conjugar desigualdad y pobreza con expectativas de desarrollo y una cuestionada prosperidad relativa, todo es posible, incluso un régimen político sustentado en el secuestro de la democracia representativa y el escamoteo de derechos sustantivos de los mexicanos.  

 Y es en este escenario en el que nunca como hoy, la partidocracia se viera enfrentada a la ciudadanía en un proceso electoral que en unos días desembocará en la elección nacional de diputados federales, así como en diversas entidades federativas gobernadores, diputados locales  y alcaldes.

Días contados para poner toda la carne en el asador en un horno que no estando para bollos,  lo mismo exuda lo mejor de una sociedad en movimiento, que los detritus de una partidocracia que en un país sin rumbo se revuelca en su miseria moral y política.

Si ya para el análisis simplista y lineal basado en experiencias previas de procesos electorales, resulta harto difícil plasmar en letra de molde lo que entre brumas dicen tantas bolas de cristal como opinadores existen, cuantimás si la complejidad de la elección en puerta reviste ya no sólo incertidumbre y confusión por lo que está en juego en el todo nacional, también por hacerse  acompañar de elementos inéditos, como el estar insertos, y a la vez perdidos, en una crisis mundial multidimensional y globalizada con  sus secuencias  de deterioro económico, político y social que todo lo trastoca.

Y a ello, el sumarse en México una también inédita confrontación en varios frentes  entre el régimen político vigente y su partidocracia, contra  lo mismo una delincuencia desbordada que con una ciudadanía marcada por descontento y  hartazgo que está diciendo basta.

Todos contra todos sin un mínimo de claridad que deslinde lo que es la disputa por el poder político y la confrontación entre intereses creados en la esfera de los poderes fácticos, en tanto que para las mayorías empobrecidas lo que se vislumbra es un intento por el rescate para todos lo mismo de la democracia secuestrada que de un modelo de país sustentado en justicia social y bienestar para todos.

En este complejo galimatías tanto partidos políticos, candidatos y la mayoría de opinadores, tratan en vano de acomodar las piezas, optando los más por la comodidad del análisis simplón, haciendo prevalecer más el interés coyuntural  y protagónico de los actores en contienda, que el análisis serio y de profundidad que, con visión de futuro, vislumbre y comparta lo que a México depara de seguir marchando por el camino equivocado.

Lo que se disputa,  a mi juicio, va más allá de la simple confrontación electoral entre partidos,  candidatos y electores potenciales. Ubicándose  ya en un universo más amplio de desconfianza en las instituciones, dualidad de poderes en cada vez más extensos territorios, ingobernabilidad y movilización contestataria. Es en este terreno y no otro es en el que estimo se habría de ubicar al actual proceso electoral y los venideros.

Considerar de manera simplista que es y será lo que antes fue, no tiene sentido. El México de hoy es otro y su circunstancia política por lo consiguiente es diferente. No es por nada  el que las campañas electorales transiten por un sendero y,  en paralelo, la sociedad ajena a propósitos, objetivos y propuestas de la partidocracia,  reivindique el derecho y voluntad mayoritaria de darse un nuevo pacto social que contemple un nuevo régimen político. Cobrando una inédita connotación lo que se conoce como “elección intermedia”.

Plebiscito

A manera de plebiscito ciudadano, el 7 de junio próximo habrá de conocerse a pie de urna,  profundidad y alcance de tal confrontación entre un régimen político agotado y una ciudadanía que despierta.

En este contexto lo inédito manda y, seguramente, es por ello que no se alcanza a percibir con objetividad el por qué para la clase política y la gran mayoría de los medios de comunicación, así como para partidos políticos y candidatos, las estrategias electorales a escasos diez días de la elección, entre el lodo topan con pared; las campañas no prenden en el ánimo de los votantes potenciales en la medida de lo esperado, diluyéndose entre pinceladas de una realidad nacional que, reflejada en una percepción en el imaginario colectivo cada vez más arraigada y más amplia, parece indicar  que es el régimen político vigente y su partidocracia el adversario a vencer en las urnas. El 7 de junio por la noche se sabrá si lo que cuenta es tal percepción o los votantes se inclinan por el cómodo más de lo mismo, avalando una marcha sin destino cierto.

Hojas que se lleva el viento

En Veracruz no se tiene más nada que perder y si todo por ganar dándole la espalda a la continuidad de un estado de cosas que ya no se resuelve con dinero. La clase política, sin excepción válida, agotada se revuelca entre corrupción e impunidad mientras sociedad y economía aceleran su caída. Y esto no es especulación ni protagónico y mal intencionado cuento chino para amarrar navajas. Los números duros lo confirman.

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Erradicar corrupción e impunidad a periodicazos, sin sentido y pérdida de tiempo. A las ratas públicas y privadas  las reproduce, prohija y cobija un sistema económico y social cuyo motor es la apropiación privada de la riqueza social, por el medio que sea. No tiene rostro ni patria, y sus principios éticos y morales se sustentan en la ganancia y la acumulación. Por ello resulta hasta cómica lo mismo la denuncia mediático-protagónica que el discurso anticorrupción de los corruptos. O se combate al sistema corrupto y corruptor o se toleran a las ratas, he ahí el dilema para una sociedad que a trompicones avanza sin rumbo y sin destino.

Cd. Caucel, Yuc., mayo 26 de 2015




De Javier Duarte ya todo está dicho

Por J. Enrique Olivera Arce

 

“Árbol que crece torcido,  jamás su tronco endereza”

A la sombra de la descomposición de la vida política y económica en la mayor parte del territorio nacional, el gobierno de Veracruz pretendiendo nadar de muertito da patadas de ahogado. Convenientemente cubierto por la sábana del “mal de muchos…”, Javier Duarte de Ochoa plañideramente pide al cielo que no le jalen la cobija. Más todo es en vano, al descubierto por los cuatro flancos ya no puede ocultar sus miserias, para los veracruzanos todos resultó fallido.

Para priístas y no priístas, el sexenio de Javier Duarte es sexenio perdido. De ahí el que con la esperanza de un cambio duradero, las campañas electorales de los aspirantes a una curul en la Cámara baja del Congreso de la Unión, sean opacadas por el tema de la sucesión. Si se presume que la mayoría de los veracruzanos se mantiene al margen de los comicios del 2015 (Democracia sin ciudadanía, dice Emilio Cárdenas Escobosa), es porque esperan con ansias los del 2016, confiando en que con la gubernatura de dos años algo se pueda hacer si no para enderezar rumbo, cuando menos para limpiar el tiradero.

Vana esperanza, es tal el deterioro que como legado deja el gobernante próspero que una década será insuficiente. Quienes aspiran a la gubernatura de dos años, mienten si en su afán de alcanzar las mieles del poder formal aseguran otra cosa en su proselitismo desbocado.

Economía, política y sociedad, en franco deterioro exigen algo más que un mesiánico gobernante armado con la tan de moda mágica varita de aprendiz de brujo.  El mal del abandono y el saqueo en la dinámica inercial del legado de corrupción impune, no es flor de un día. Su peso específico habrá de imponerse en dos o más años,  simple y llanamente porque ya tocó a quienes ahora aspiran. El silencio es cómplice, no se pueden, mañana, enderezar entuertos que hoy por conveniencia se solapan. No basta con afirmar de dientes para afuera no pertenecer al círculo de amigos de Duarte de Ochoa como mensaje de deslinde, si en el presente en la posición que ocupan no señalan, no denuncian, no se hacen cargo hasta sus últimas consecuencias de ponerle  freno a un tren que descarrila.

Si hoy no lo hacen, mañana será tarde. Barrer para atrás, si esa fuere la promesa, no es garantía. El sucesor de Javier Duarte de Ochoa bastante hará si oculta su propia basura bajo la alfombra.  No es personal, son las reglas de un juego perverso en el que el sucesor se debe a quien le permite ganar en amañada elección.  Una mano lava a la otra. El favor se paga, el silencio cómplice es moneda de cambio;  cerrándose el círculo en el que todos, sin excepción, se tapan con la misma cobija.

La relación entre Enrique Peña Nieto y el gobernador próspero de los veracruzanos es ejemplo de ello. El ahora presidente contó con el apoyo de los gobernadores priístas para alcanzar el triunfo, hoy está obligado a solaparlos, así se trate de un corrupto y corruptor que con su mediocre actuación y desempeño, lejos de cumplirle a Veracruz le ha hundido.

Duarte de Ochoa lo sabe, o se lo han hecho saber sus millonarios asesores. Peña Nieto cojea del mismo pie, su aceptación por sus gobernados va en caída libre. De ahí que no sólo la crítica y fundados señalamientos, también la movilización social en su contra, le resbale. Conoce de lo que para Peña Nieto en un año electoral significa mandar a volar a un gobernador priísta puesto en la picota por una opinión pública que ya no sólo pide que se vaya, sino que exige  regrese lo que se embolsó. Y de eso se vale para retroalimentar cinismo y descaro, haciéndolo extensivo al pequeño círculo de amigos que con él comparten ineficiencia, próspera y mal habida  riqueza y corrupción impune.

Todo lo que tenía que decirse sobre el gobernador de Veracruz, ya está dicho. Ineptitud, valemadrismo y saqueo, han sido la constante. Lo que hoy y hasta pasada la elección del 7 de junio, se agregue, no serán otra cosa que polvos de aquellos lodos convenientemente aplicados al proceso electoral en curso y al que sigue.  No pago para que me peguen, dijo López Portillo, a Duarte de Ochoa si le pegan es porque no paga.

Sin vergüenza alguna, espera ganarle tiempo al tiempo a sabiendas de que su tiempo se acorta,  pero también de que si cae no caerá solo ni tampoco será el primero.

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Hojas que se lleva el viento.

Pintoresco proceso electoral en Veracruz. En caleidoscópico desfile carnestolendo, los rojos se ofrecen a la vista de los electores potenciales como  verdes, los azules como rojos y los amarillos tornasoles y al caer la noche, la luz mortecina de los faroles a todos los exhibe como iguales.

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Se me ha dicho con insistencia que para el conservadurismo yucateco sólo hay PAN y PRI.  Morena, partido de nueva creación por lo consiguiente no pinta en el panorama electoral, pero o sorpresa, en su última visita a la entidad Andrés Manuel López Obrador demostró lo contrario. El Peje sigue siendo el Peje y así se evidenció en el oriente y sur del estado, así como en la ciudad capital  con copiosa asistencia a sus mítines informativos en los que llamara a cambiar de régimen,  pero en las urnas no votando por el PRIAN.

Otra sorpresa. El partido de Dante Delgado con la ex panista Ana Rosa Payan como candidata a la alcaldía de Mérida, hace camino al andar. Al Movimiento Ciudadano  ya se le reconoce como la tercera fuerza político electoral de Yucatán. Los tiempos cambian y la estructura, pluralidad y nivel educativo de la sociedad yucateca también. El bipartidismo cede terreno a otras opciones políticas.

Cd. Caucel, Yuc., abril 29 de 2015