Catástrofe anunciada en el campo veracruzano


J. Enrique Olivera Arce




Hace algunas noches en un panel televisivo, a pregunta expresa del conductor sobre si el campo veracruzano está preparado para la apertura comercial pactada con el TLC para el sector agropecuario, el Sr. Subsecretario de Agricultura de la SEDARPA con toda tranquilidad y con el mayor desinterés reflejado en el rostro, señaló palabras más, palabras menos, que pese al catastrofismo de algunas opiniones en contrario, en las condiciones actuales de la globalización la eliminación de aranceles al maíz, el azúcar, la leche y el frijol contemplada en el tratado para 2008 lejos de perjudicar a los productores veracruzanos les beneficia.


Entre otras cosas que a mi juicio reflejan un absoluto desconocimiento del área bajo su responsabilidad o un especial interés en ocultar la verdad, señaló el funcionario que se aprovecharán las ventajas comparativas que ofrece la entidad para competir con éxito, entre las que destaca la disponibilidad de amplias superficies de tierra susceptibles de incorporarse a la producción ampliando la frontera agrícola y pecuaria. Para el caso de la caña de azúcar mencionó que ya se trabaja con buenos resultados en la posibilidad de producir etanol mediante la apertura de una mayor superficie de cultivo. En tanto que para el maíz, aprovechando el estímulo al productor representado por el alto precio del grano en el mercado internacional, en igual forma se ampliará tanto la superficie cultivada como el número de productores. Por lo que toca a la producción de leche y carne, agregó, “se operara a la antigüita”, con ganadería extensiva de doble propósito, incrementando las superficies de potreros, disminuyendo los volúmenes de consumo de granos, y también capitalizando el precio al alza en el mercado internacional del producto.


Estrategia más que dudosa en sus resultados para el hombre del campo, a la que habría que agregar que la ampliación de la frontera agrícola en las condiciones expuestas por el funcionario implica incrementar las superficies desforestadas en detrimento del desarrollo sustentable que dice auspiciar el gobierno estatal. Contraponiéndose las políticas de fomento agrícola y pecuario con las del sector forestal recientemente anunciadas.


La verdad es que el campo veracruzano no está preparado para lo que se espera en el 2008. La política de subsidios en el país vecino y en Canadá de ninguna manera se compara con los exiguos y dispersos apoyos, más destinados al consumo para paliar la pobreza que para incrementar producción y productividad, que ofrecen los gobiernos federal y estatal a los productores. A más de que se enfrenta un atraso tecnológico secular, desorganización social de y para la producción y un minifundio disperso que impide en la práctica el aspirar a los rendimientos obtenidos por nuestros vecinos del norte.


El catastrofismo que atribuye el Subsecretario de la SEDARPA a los críticos de la apertura comercial del sector agropecuario, no está en estos. Son las autoridades del sector solapadas por los líderes agrarios oficialistas los que conducen al campo veracruzano a una catástrofe anunciada. Y por si fuera poco, el interés sustancial en la entidad está puesto en los procesos electorales de 2007 y 2010 y no en lo que pudiera representar para el desarrollo y estabilidad social de Veracruz lo dispuesto en el TLC.



































La planeación no es un lujo


J. Enrique Olivera Arce




Es más que sabido que en países como Japón los proyectos de obra pública se anticipan al futuro, destinándose varios años a estudios técnicos acuciosos, diseño, evaluación, presupuestación y asignación de recursos, como tarea previa a la etapa de ejecución. Una vez autorizado y licitado el proyecto la obra física tiene lugar en el mínimo de tiempo y con también el mínimo de imprevistos. En México sucede lo contrario, se planea sobre las rodillas y la ejecución de la obra pública por lo regular se lleva más tiempo del estimado y plagada de imprevistos, la mayor de las veces atribuible a la improvisación.



Veracruz no tiene porqué ser la excepción. Sobrando ejemplos de tal fenómeno, al que se agregaría la mala calidad de las obras, su dispersión sin ton ni son, y el notable dispendio de recursos.


En una entidad federativa en la que se privilegia lo urgente por sobre lo importante, y en la que lo urgente es mostrar a la ciudadanía que se cumple con promesas de campaña para no romper con el círculo perverso de los intereses partidistas, no es pues motivo de extrañeza el que cotidianamente salgan a relucir los resultados de la ausencia de planeación, carencia de rigor técnico, improvisación y pésima calidad de la obra pública. Pese a que se afirma que todo responde a los lineamientos de planes estatales y municipales de desarrollo que ni son planes en sentido estricto, ni mucho menos apuntan a un desarrollo integral y equilibrado del estado.


Perdida en la cotidianeidad de lo absurdo, en los últimos días ha salido a relucir el asunto del “acuífero de Xalapa”, obra dispendiosa a la que el presuntamente experto en el tema, Ing. Franklin Rendón, califica públicamente como “obra condenada al fracaso”. Argumentando, entre otras cosas, para sustentar su dicho, que existió una grave improvisación de carácter eminentemente técnico, a lo que habría que agregar por nuestra parte que también se contó con un buen componente de carácter político. La suma de irresponsabilidades arroja un costo que, como siempre, correrá a cargo de la ciudadanía.


A lo anterior habría que agregarle el enredo, trastupijes, medias verdades y medias mentiras, que las autoridades municipales se traen con las obras inconclusas de saneamiento en nuestra ciudad capital, para tener un cuadro completo de una problemática que en materia de agua entubada y drenaje afecta a los xalapeños de hoy y a los xalapeños de mañana, como resultado de la falta de previsión, irresponsabilidad de las autoridades, e intereses políticos y económicos en juego. Galimatías que como siempre habrá de quedar impune.


Algo similar podría decirse sobre las obras con las que se pretende resolver el problema de vialidad en Xalapa. Será el tiempo y las nuevas generaciones de xalapeños quienes se encargarán de juzgar si los puentes y distribuidores viales con los que hoy se pretende resolver la problemática existente sirvieron para algo. Lo que sí se puede afirmar es que tal obra pública no ataca el problema de fondo; el crecimiento anárquico de la ciudad, exceso de vehículos, ausencia de educación vial, ineficacia de las autoridades de tránsito, y la dispersión de los centros de trabajo y planteles educativos. Xalapa, por falta de previsión no se proyectó para las necesidades presentes de sus habitantes, ni ofrece respuestas satisfactorias para el futuro de una ciudad que no teniendo ya espacio para crecer de manera ordenada está al borde del caos.


En el municipio que alberga a nuestra ciudad capital la superficie construida supera ya a las pocas áreas verdes existentes y en constante amenaza por parte de voraces fraccionadores y, a decir de muchos xalapeños, es notable la pérdida de calidad de vida de la mayoría de quienes habitamos en la otrora ciudad de las flores.


A jalones y estirones, la actual administración municipal hace lo que puede pero no es suficiente, por lo que resulta preocupante el que los diversos aspirantes a la alcaldía se muestren más ocupados en satisfacer sus intereses personales y partidistas que en conocer las problemáticas que aquejan a la población que pretenden gobernar. Todo a su tiempo, primero hay que alcanzar la nominación como candidatos, obtener recursos para una campaña electoral digna -sustentada en obsequios asistencialistas que más parecen limosnas-, ganar la elección y ya, en el ejercicio del cargo, si el presupuesto alcanza, posiblemente ocuparse de conocer una demanda ciudadana que no tiene solución en escasos tres años y que habrá de heredarse al alcalde siguiente, es la tónica que anima a los aspirantes.


La planeación del desarrollo requiere de varios años de múltiples esfuerzos multidisciplinarios y multisectoriales. No hay tiempo para ello en un trienio o en un sexenio cuando lo que domina es la politiquería electorera. De ahí que se privilegie lo urgente sobre lo importante. Contar con un plan de largo plazo es un lujo que no pueden darse los políticos que viven de y en la coyuntura. Xalapa, nuestro entorno más cercano, pagará las consecuencias.


pulsocritico@gmail.com








Rescate


J. Enrique Olivera Arce



Si tu mal tiene remedio, preocúpate y ocúpate. Si no lo tiene, ni te preocupes ni te ocupes. Y si es mal de muchos, con mayor razón. Bajo esta lógica, las cúpulas de las organizaciones campesinas de nuestro país ni se han preocupado ni se han ocupado de los problemas sustantivos de la familia campesina. Habiendo abandonado talante crítico, ideología, espíritu de lucha, y cercanía con los problemas que aquejan a los agremiados. Perdiendo presencia y el liderazgo que antaño les distinguiera. Entre ellas, de manera destacada la Confederación Nacional Campesina, paradigma internacional de avanzada en el impulso a la Reforma Agraria en Latinoamérica y, con ella, su estructura sustentada en las Ligas de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos que por vez primera vieran la luz en Veracruz.


Con la contrarreforma neoliberal salinista, a la que apoyaran la CNC y su estructura burocrática se cerró el ciclo, dejándole libre el paso a la privatización del ejido y el retorno al latifundio, quedando en el hombre del campo sólo recuerdos, anécdotas y experiencias de lo que fuera su organización. Llamando la atención el que aún ahora, tras el brutal retroceso histórico, sean muchos los campesinos que aún ostentan con orgullo la credencial que les identifica como militantes de “la campesina”, como ellos le llaman y a la que no consideran muerta, en tanto late aún en el campo mexicano el espíritu agrarista que impulsara el reparto de la tierra, la educación rural y técnica agropecuaria, el crédito, el riego y tecnificación, los precios de garantía, el seguro social al campo, y otras tantas reivindicaciones que se materializaran con los gobiernos surgidos de la Revolución, gracias a la organización y al espíritu combativo del agrarismo.


Nos ha tocado escuchar a los hombres y mujeres más viejos del ejido narrar con entusiasmo antiguas experiencias de lucha, no exentas de sacrificio y sinsabores, así como sus logros al paso de los tiempos. Lecciones de ética y moral agrarista, en las que nunca faltara la referencia a la solidaridad, el compromiso ideológico y la entrega a las mejores causas de la comunidad y de México. Aleccionado con ello a las nuevas generaciones y sembrando en estas el gusanito de la rebeldía.

También hemos constatado que si bien los campesinos guardan recuerdos positivos de su paso por el Partido Revolucionario Institucional, al que identificaran como el garante de la Reforma Agraria, no se consideran atados a éste, anteponiendo su militancia en la “campesina”. Siendo conscientes muchos de ellos de que el apoyar al partido que ostenta los tres colores de la enseña nacional, votando por este cuando se les ha requerido, ha sido el precio a pagar por obtener del gobierno el respaldo necesario para hacer de la tierra su sustento y fundamento para alcanzar mejores niveles de vida.


Podemos no estar con el PRI, nos han manifestado, pero nunca renunciaremos a la Confederación Nacional Campesina, agregan con orgullo. Hoy se constata que tal convicción está vigente. No solo en diversas regiones del país y de la entidad se abandonan las filas del tricolor, también el campesinado concurre a las urnas para depositar su voto a favor de otros partidos. Y sin embargo, siguen siendo cenecistas.


Frente a la crisis actual del campo mexicano, el abandono en que lo tienen las autoridades, y que de manera anticipada a lo dispuesto en el TLC en el 2008 se agrava con la importación masiva y libre de arancel del maíz, así como con la embestida de las trasnacionales para que México apruebe el cultivo con semilla transgénica, y se embarque en la producción de biocombustibles, como el etanol a partir de la caña de azúcar, obliga a pensar en la necesidad del rescate y nuevo impulso a la Reforma Agraria, bajo otras condiciones y diferentes modalidades acordes con los nuevos tiempos, cuyos resultados se reflejen en empleos, producción, productividad, mejores condiciones de existencia y fortalecimiento de la soberanía alimentaria.


Impulso que sin duda respaldarían miles de familias en el medio rural y que, como tarea inicial, se propusiera el rescate de las Ligas de Comunidades Agrarias, hoy secuestradas, fortaleciendo sus Comités Regionales Campesinos, y ratificando la militancia activa en la Confederación Nacional Campesina al margen de siglas partidistas. Retornando a la ideología y ética agrarista en que se sustentaran principios y valores solidarios de compromiso con la lucha por el fortalecimiento de la propiedad social de la tierra como forma de vida. Defendiendo cultura, tradición productiva y respeto al medio ambiente, afirmando identidad y resistiendo los embates de los enemigos de siempre.


Sin este esfuerzo por rescatar al campo mexicano, a sus hombres y mujeres y a su organización, la apertura comercial prevista por el TLC a la producción agropecuaria, terminará por enterrar historia, espíritu de lucha, identidad y soberanía alimentaria, retornando al latifundio y a la dependencia del capital extranjero. Quedando la CNC, paradigma de organización y de lucha, en simple y demagógico cascarón electorero, como ya se apunta en Veracruz.