Sumar es la tarea. Las mentadas de madre son llamadas a misa


J. Enrique Olivera Arce



Cuando el movimiento en defensa del petróleo entienda que hay que guardarle respeto y consideración lo mismo al adversario que a los ciudadanos poco informados, tanto o más que el que se le tiene a los aliados, practicando con el ejemplo, tolerancia e inclusión, los principios democráticos que se defienden, en ese momento se estarán dando condiciones para multiplicar y fortalecer la participación y suma de voluntades requeridas para un masivo vuelco de la sociedad a favor de la preservación de los recursos energéticos y soberanía de la Nación.


Lo anterior viene a cuento frente a provocaciones de la derecha que lo mismo desde las barricadas oficialistas que en los círculos de intelectuales orgánicos y amanuenses a sueldo, se acumulan, pesan y lastiman, descalificando ó condenando el legítimo interés de quienes desde la izquierda social pugnamos por la defensa de la independencia y soberanía de la Nación. Auspiciando división y encono entre los mexicanos, que somos todos. Frente a la provocación, que no es poca, procede entonces inteligencia y mesura; menos aspavientos y desgarre de vestiduras y más tolerancia, respeto e inclusión, confiando en la fuerza de las ideas. No dejemos que el lenguaje soez deprecie el valor de la palabra.


El movimiento es por principio pacífico y así debe mantenerse, pero para una gran parte de la sociedad lo mismo es la violencia física que la violencia verbal, y de ello se valen los adversarios para promover campañas de miedo y descalificación. No deben dársele armas a los oponentes para frenar el avance de una acción colectiva tan necesaria como legítima. Antes al contrario, que sea la fuerza de las ideas y la convicción de que se obra con honestidad y apego a la verdad, la que con argumentos sólidos se encargue de convencer y de sumar. No entenderlo así, conduce al sectarismo de capilla y a la dispersión que históricamente ha dividido a la izquierda, en perjuicio de propósitos, objetivos y estrategias que si bien pueden ser bien intencionados, terminan por diluirse frente al rechazo de las mayorías.



Es entendible aunque no justificable, que muchos militantes de los partidos políticos que conforman el Frente Amplio Progresista, por abulia o mala fe de las dirigencias, no estén lo suficientemente informados o comprometidos con el Movimiento en Defensa del Petróleo que encabeza Andrés Manuel López Obrador. Ello no los hace adversarios ni mucho menos enemigos y a ellos, en primer término, es que se debería enfocar la atención de los brigadistas.


También es entendible y ahora sí justificable, el que una gran masa de ciudadanos sin partido se mantengan al margen del movimiento. Ni están informados ni ven en éste una acción colectiva que en congruencia, a más de pugnar por la defensa del petróleo, atienda y se comprometa con las necesidades ingentes de la vida cotidiana de las mayorías. "El petróleo es de todos los mexicanos pero sus beneficios no se reflejan en bienestar y mejores condiciones de vida de la población", es el argumento de mayor peso de quienes se mantienen al margen, obrando en contrario con su actitud pasiva e indiferente. Con el mismo entusiasmo, alegría y convicción nacionalista, que las brigadas aplican defendiendo un recurso estratégico de la Nación, deberían comprometerles solidariamente con las necesidades más inmediatas de supervivencia y desarrollo humano de la población. Tan prioritario es lo uno como lo otro visto a la luz del país que queremos para las nuevas generaciones de mexicanos, y así deberían hacerlo sentir en sus marchas, mítines y visitas domiciliarias.


Sumar y multiplicar es la tarea. Ni la resta ni la división, fruto del encono y la exclusión que conlleva el sectarismo, caben en el movimiento en defensa del petróleo. Mentadas de madre y epítetos escatológicos son llamadas a misa para los oponentes, denigrando a quien o quienes las utilizan como instrumento político en defensa de una causa justa. El México al que aspiramos para nuestros hijos, no puede sustentarse en manifestaciones culturales pedestres y decadentes que las clases dominantes bien se han cuidado de cultivar en las subordinadas; antes al contrario, la lucha social debe ser crisol en el que se forje una cultura superior en la que la ciencia, la tecnología, las artes y la política, en manos y bajo el dominio de las mayorías, coadyuven a la construcción de formas de convivencia también superiores.


No entenderlo así, contribuye a ser cómplices de lo mismo que hoy juzgamos y condenamos, fortaleciendo a quienes se nos oponen y debilitando la fuerza de la razón que nos anima.


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Salinas, juez y parte de lo que denuncia

J. Enrique Olivera Arce



En algo estamos de acuerdo: el país entero es un desastre. No era necesario que Carlos Salinas de Gortari, retornara a la vida pública de México para echarnos en cara lo que para la sociedad es resultado de la acumulación histórica de resultados de políticas públicas equivocadas.

Si “el innombrable”, especifica que la situación que vive hoy el país debe considerársele como resultado de lo que el denomina como “la década perdida”, por principio de cuentas miente. Estudios serios hablan de un modelo de país agotado ya desde finales del sexenio priísta de Gustavo Díaz Ordaz. El modelo de “desarrollo estabilizador”, hizo crisis en el 68 y, en los intentos de rescate, fue a partir del sexenio de Luís Echeverría Alvarez, que se dio el viraje. Tomándose el camino de un neoliberalismo que tímidamente primero opuso las leyes del mercado al interés del Estado, hasta concretarse tardíamente en todos sus términos, en el sexenio de Carlos Salinas.

Ernesto Zedillo, Fox y Calderón Hinojosa, en todo han sido herederos de un desastre anunciado, que les rebasara con creces. Manifestándose incapaces de reconocer tanto la profundidad de la crisis económica, social y política, como de la necesidad de corregir el rumbo, desprendiéndose de la tutela de los organismos financieros internacionales, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, entre otros, y tomar un camino propio.

Hoy día, efectivamente el país es un desastre. Para el hombre común, no obstante estar sujeto a una información acotada por los medios de comunicación o, en su caso, a un proceso permanente de desinformación, el desbarajuste no pasa desapercibido. Como no le pasan desapercibidas las crisis al interior de las instituciones republicanas, la crisis del sistema político sustentado en una partidocracia carente de representatividad democrática, y la amenaza de una crisis generalizada de la economía, frente a una presión combinada; que ejercen tanto el desequilibrio energético en el mundo globalizado, la especulación de los precios de los alimentos en el mercado internacional, y la recesión en los terrenos de nuestros vecinos del norte.

Frente a este fenómeno, Carlos Salinas retorna asumiéndose como salvador y muleta de Calderón Hinojosa, al que califica como “presidente reformador”. Pretendiendo ignorar que es juez y parte, responsable por acción y omisión de lo mismo que denuncia. Afán obvio de explicitar su interés por montarse en el PRIAN y conducir el proceso de sucesión a la presidencia de la República en el 2012. Capitalizando la debilidad e ineficacia para gobernar de Calderón Hinojosa y su partido el PAN; el derrumbe del partido del sol azteca, que difícilmente remontará su desprestigio y pérdida de credibilidad para hacer un papel digno en los comicios venideros. Y sin olvidar que el propio tricolor acusa ya a su interior, notable pérdida de unidad y liderazgo.

A río revuelto, ganancia del pescador y de los grupos oligárquicos que le acompañan. Mejor momento no podía esperarse. El ruido derivado de las iniciativas de reforma a la paraestatal PEMEX, propuestas por Calderón Hinojosa, y lo que se derive del presunto debate en el seno del Congreso, lo mismo ha dividido al país que paralizado al gobierno frente a la profundización del desastre.
Falta únicamente que la sociedad “civil” se permita el lujo de dejarse nuevamente secuestrar por el canto de las sirenas del neoliberalismo social, a propuesta del “chupacabras”. O recurriendo a la memoria histórica, reconozca en las intenciones del ex presidente, un insulto más a la inteligencia de los mexicanos.

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El tesorito en España

J. Enrique Olivera Arce



Como era de esperarse, para el gobierno español es motivo de regocijo la sola posibilidad de la privatización energética en México y la participación de las empresas de su país en la explotación petrolera. Las declaraciones del Jefe de gobierno, manifestando su optimismo en torno a la reforma que sobre el particular promueve Calderón Hinojosa, no dejan lugar a dudas. Al fin y al cabo, está en su derecho y su interés por ampliar la presencia de capital español en América Latina; no sólo es legítimo sino que además explícitamente se encuadra dentro de las estrategias a seguir en materia de energía y política exterior del país ibérico.

Lo que no es justificable es el que Calderón Hinojosa haga caravanas con sombrero ajeno al gobierno y empresarios de la España monárquica, ofreciendo lo que es propiedad de todos los mexicanos y no del gobierno de México. Anticipándose a lo que en su momento el Congreso habrá de determinar en materia de reformas a PEMEX; dando por sentado que será con capital extranjero y no con recursos de la Nación como habrá de financiarse el fortalecimiento y modernización de la paraestatal.

Así como seguramente da por sentado que sus iniciativas serán aprobadas en los términos, de acuerdo a sus intenciones privatizadoras. Con debate, con consulta ciudadana o sin estos instrumentos. De otra manera hubiera sido más cauto, manifestando su respeto tanto al esfuerzo que tiene lugar en el Senado de la República, como en las iniciativas de llevar a consulta ciudadana el tema petrolero. Lejos de ello, por principio de cuentas, ante el gobierno español descalificó la riqueza de conceptos y clarificaciones que viene arrojando el debate, afirmando que únicamente se han discutido temas ideológicos y políticos y no elementos importantes y sustantivos de su iniciativa.

Con lo que, de paso, descalifica la historia del pueblo de México e ignora que precisamente lo que implica una reforma de fondo en PEMEX, responde a la necesidad de poner ciencia, tecnología y economía petrolera bajo la conducción de la política y al servicio de toda la Nación. Con la carga ideológica y visión de futuro que ello conlleva.

Reduciendo el debate en el Senado a una confrontación coyuntural de intereses partidistas con vista a futuros comicios. Lo que, sin descartarlo porque estamos en México, es asunto de política doméstica y no asunto a dirimir en el exterior frente a gobierno extranjero.

Resultado de una estrategia previamente acordada, se endurece la postura del PAN gobierno. Se substituye al coordinador de la bancada panista en el Senado por un incondicional de línea dura que, inicia su encargo declarando que una de las principales tareas de su grupo parlamentario es relanzar la defensa de las iniciativas presidenciales para modernizar Petróleos Mexicanos, a la par que también hace mofa del debate en el Senado descalificando a los ponentes invitados y afirmando que “…al concluir la discusión se extenderá a reporteros y personal de seguridad un diploma de expertos en energía por chutarse los foros, a los cuales estamos trayendo puras lumbreras".

Así las cosas, la percepción que deja la primera etapa del viajecito de Calderón Hinojosa a España, es la de la existencia de una estrategia ya acordada con sectores afines del PRI de dejar pasar el debate en el Senado para, al término de este, sin más proceder a la aprobación de las iniciativas de reformas mediante el mayoriteo en ambas Cámaras, previo ajuste y maquillaje en lo oscurito atendiendo a intereses específicos del partido tricolor. Dejándole a los medios de comunicación la tarea de vender la idea de que la consulta ciudadana resulta improcedente, porque sería una manifestación más de una absurda insistencia en privilegiar la ideología y la política por sobre lo sustantivo de los más caros intereses futuros de la Nación. El tesorito de Calderón.

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México en la encrucijada

J. Enrique Olivera Arce


Conforme pasan los días, México se acerca cada vez más a la encrucijada, sin estar aún preparado para optar por la cancelación del modelo neoliberal que en aras del libre mercado reduce al Estado y daña el tejido social, o cambiar, parafraseando a Vicente Fox, de camino y de caballo, retomando proteccionismo con identidad nacional y liberándose de lo pactado en el llamado “Consenso de Washington”, atendiendo a los requerimientos internos de una sociedad que no aguanta más.

La polarización en torno al tema petrolero y los visos de amenaza de una crisis alimentaria sin precedentes, son la punta del iceberg que asoma sobre la superficie; dejando entrever la dimensión de una posible fractura del pacto social que mantiene unida a la sociedad mexicana. Uno y otro fenómeno se retroalimentan en el contexto de una economía que no crece, y que tiende a la baja presionada por la recesión en la Unión Americana. En tanto la economía nacional hace agua, el sistema político se muestra incapaz de lograr consensos y acuerdos en torno a temas torales para el desarrollo del país, que van más allá de definiciones electorales de coyuntura y se inscriben en el terreno estructural.

A medida que avanza el tiempo -sin considerar a propósito por quien esto escribe, el tema del narcotráfico-, se percibe que la cercanía de la encrucijada es cada vez más evidente. La polarización no sólo se da en el tema petrolero, incide también de manera determinante en el asunto alimentario, justificándole. No es posible hablar de terceras vías en las actuales condiciones del país. O se está a favor de la soberanía e independencia nacional ó se está en contra; la necesaria y urgente determinación de optar por el mejor camino para México a ello obliga.

Se escuchan voces que señalan que la prioridad no es el petróleo, cuando el estómago aprieta, oponiendo el tema alimenticio al petrolero. Lo cual juzgo una apreciación equivocada ya que sin petróleo no hay posibilidades de resolver hoy la crisis alimentaria, en tanto que sin alimentos México entregaría el petróleo al extranjero simplemente por hambre. Ambos temas, insisto, se retroalimentan y su prioridad de atención es igual de importante ya que se inscriben dentro del fenómeno global del agotamiento de las recetas neoliberales y la necesidad de dar un nuevo rumbo, con visión de futuro, a la marcha del país.

Pensar en una tercera vía, cediendo un poco por aquí y otro poco por allá, lo mismo en el tema energético que en el alimentario, intentando conciliar proyectos diametralmente opuestos de Nación, a más de posponer el enfrentar la crisis económica y social que se vive, en aras de privilegiar la coyuntura política, no constituye fórmula alguna que racionalmente incida o modifique la crisis estructural a que hoy se enfrenta México. Ni contribuye al fortalecimiento de PEMEX ni saca al campo mexicano de su desmantelamiento y abandono. Antes al contrario, se socavaría la ya de sí cuestionada fortaleza de la paraestatal y se atentaría contra la soberanía e independencia alimentaria, siempre en nombre y a favor de reducir al Estado privilegiando al mercado y al sector privado de la economía que de este se beneficia; como ya se está observando en las medidas adoptadas por Calderón Hinojosa con las que subsidia a los estratos de mayor ingreso (léase trasnacionales), condenando a los sectores más desprotegidos a vivir de la limosna oficial en el mejor de los casos, profundizándose la crisis estructural de la que no puede soslayarse desigualdad, desempleo y retroceso de la economía con su correspondiente secuela.

El agua llegó a los aparejos. Las contradicciones entre las políticas estabilizadoras macroeconómicas del Banco de México, y los paliativos microeconómicos con los que el poder ejecutivo federal pretende paliar el impacto inflacionario con cargo a los excedentes petroleros, dan cuenta de la crisis y de la urgente necesidad de definiciones de fondo. La encrucijada está a la vista.

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Reforma petrolera. Entre lo relevante y lo irrelevante.

J. Enrique Olivera Arce



Frente a una más que obvia ausencia de propósitos, objetivos, estrategias y prioridades de mediano y largo plazo que en materia energética encuadren las políticas públicas del Estado en el renglón petrolero, es cada vez más notorio que las reformas al marco jurídico tendientes al fortalecimiento y modernización de Pemex, necesariamente trascienden el ámbito de lo propuesto al Senado por Calderón Hinojosa; debiendo inscribirse, de manera explícita, en un plan nacional de desarrollo de mediano y largo aliento que compatibilice lo deseable con lo posible, partiendo de disponibilidades de un recurso natural no renovable susceptible de agotarse en el tiempo.

No basta con el necesario y urgente fortalecimiento y modernización de la paraestatal, cuando en la complejidad científico-técnica, operativa, administrativa y laboral de la explotación petrolera, se involucran toda una red de elementos de orden geopolítico, geoeconómico, socio-histórico y cultural, que tienen que ver con el futuro mediato e inmediato del país en su conjunto. México y las generaciones presentes y futuras están de por medio.

Cuando menos esa impresión nos deja a los legos el séptimo foro del debate nacional sobre la industria petrolera, que tuviera lugar en el senado el pasado martes 3 de los corrientes, a cargo de connotados especialistas y servidores públicos, al ponerse sobre la mesa la indefinición de estrategias y prioridades de orden técnico y político que encaucen las tareas de Pemex con cara al futuro. Quedando claro que una de las grandes decisiones a adoptar por el Estado mexicano es el determinar si se opta por seguir manteniendo la plataforma de exploración y explotación con fines de exportación de petróleo crudo, o se opta por atender prioritariamente la demanda interna, presente y futura de combustibles, lubricantes y petroquímicos, destinados a los requerimientos de la creciente planta vehicular, industria nacional y producción de alimentos.

Sin la definición de estos cursos de acción a futuro, el debate no logra trascender los terrenos de lo político e ideológico a que está sujeto. Siendo notorio en este marco, que las propuestas calderonistas se desdibujan en tanto que importantes sectores del PRI comparten las tesis antiprivatizadoras del Frente Amplio Progresista, agudizando la polarización. En este séptimo foro, el institucional por conducto de Jesús Murillo Karam, secretario general del CEN, ratificó enfáticamente la postura de su partido de no votar a favor de reformas que directa o indirectamente promuevan la privatización de la explotación petrolera.

Y mientras esto sucede en la capital de la República, en Veracruz, ya acostumbrados como estamos a considerar la política como un mero ejercicio electoral, teñido de intereses cortoplacistas de personas y de grupos y no como tema trascendente de búsqueda del bien común, insistimos en ver el árbol y no el bosque en perspectiva. Desdeñamos lo nacional y nos atenemos a nuestras particularidades, priorizando caminos, estrategias y prioridades que presuntamente solo competen a los veracruzanos y a la administración pública en turno. Así, en Veracruz se promueve un mini debate petrolero en el Congreso local que, en fondo y forma, pretende legitimar la propuesta de la llamada “tercera vía” del gobernador Herrera Beltrán, más como una manera de decir no a la consulta pública nacional que como refrendo de una idea que, cuando menos en esta etapa del debate en el senado, no ha tenido el eco esperado.

Quizá ello explique el por qué los legisladores federales veracruzanos, con excepción de los senadores Dante Delgado y José Luís Lobato, de Convergencia, y Juan Bueno Torio. Del PAN, se mantengan totalmente ajenos a lo que se discute en el ámbito nacional.

Por cuanto al gabinete fidelista, la cosa es distinta. No sólo no se involucra, sino que tampoco (ni por tratarse de un tema que es vital para el futuro del gobernador), ningún funcionario de primer nivel se atreve a decir esta boca es mía, promoviendo con conocimiento de causa la bondad del proyecto veracruzano de la “tercera vía”.

Tal desdén se hace extensivo, desafortunadamente, a la mayoría de los medios de comunicación de la entidad, privilegiándose el compartir a la ciudadanía la información relativa a la irrelevancia de un presunto mini debate destinado a exaltar la propuesta reduccionista de una “tercera vía” de factura doméstica, e ignorándose o minimizándose el hecho de que esta no puede marginarse de lo que, en primera y última instancia, dictaminará y aprobará el Congreso de la Unión, con base presuntamente en el debate nacional.

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