Ideologías y oportunismo


J. Enrique Olivera Arce



Para algunos pudiera ser sorpresa o simple confirmación de lo que ya de antemano es sabido y, para otros, una expresión más del cinismo que priva al interior de las tribus perredistas, difundida por Uriel Flores Aguayo, gris diputado local, que sin más en uno de sus clásicos alegatos en torno a la ciencia política, afirmara el pasado miércoles que “hablar de ideologías es acudir a nociones abstractas que se cruzan con la nostalgia y la demagogia en un opaco juego de máscaras”.

Observándose en el espejo, el perredista, considerado a sí mismo como de izquierda, se pregunta en el artículo de marras publicado en el Diario de Xalapa, “¿Qué son las ideologías en México después del derrumbe de la Unión Soviética y el quiebre del nacionalismo revolucionario?”. “¿Qué son, con qué se comen, hoy por hoy, los conceptos de revolución, socialismo, izquierda, derecha, etcétera?”, se pregunta a continuación, cuidándose muy bien de no dar respuesta a tales interrogantes.

Si consideramos que en el cuerpo del artículo entre otras cosas destaca que “…los grandes retos de México tienen que ver con nuestra brutal desigualdad social, con la pobreza y con la precariedad del Estado ante los grupos de poder económico y delincuencial…”, vale la pena preguntarse en que marco teórico de referencia se apoya el diputado perredista para sustentar tal diagnóstico, si de antemano da por sentado que con el derrumbe de la Unión Soviética y el quiebre del nacionalismo revolucionario, el marco ideológico que da origen a su militancia partidista se cruza con la nostalgia y la demagogia.

O lo que es lo mismo, en ese gran juego de máscaras que cita, lo que para el constituye el eje de la problemática nacional no se sustenta en un análisis que parte de una concepción ideológica determinada, en su caso de corte revolucionario, socialista y de izquierda, como es de esperarse en un guía moral del PRD, sino de una noción abstracta que se cruza con la nostalgia y la demagogia.

En este orden de ideas, en términos de lógica formal podría decirse entonces que nuestro flamante diputado es, por tanto, un nostálgico y un demagogo, que habiendo renunciado a su ideología, oculta tras la máscara de izquierdista el haber adoptado en su fuero interno el papel de desclasado, eclepticamente pragmático, que se mueve al calor de los acontecimientos políticos del momento. Es decir, un simple oportunista.
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Carestía y convivencia


J. Enrique Olivera Arce




La cuesta de enero será más pesada que en años anteriores, comentábamos en nuestra colaboración publicada en “Newsver” con fecha 7 de enero. Los hechos se están encargando de confirmarlo. Iniciamos un nuevo ciclo sexenal de vacas flacas. De facto se autorizó oficialmente el incremento al precio del maíz y sus derivados, especialmente la tortilla, alimento básico de la gran mayoría de la población. Esperándose que en las próximas semanas se actúe de igual manera con la leche, el huevo, y la carne.

En nuestra entidad, mediáticamente se ha establecido un tope al precio de la tortilla al que en teoría estarían obligados a respetar los puntos de venta del producto, previa recepción de un subsidio especial otorgado por las autoridades. La pregunta obligada que se hace la ciudadanía gira en torno a si el gobierno estatal también fijará topes en los precios y otorgará subsidios para contener el alza de otros productos básicos para la alimentación de los veracruzanos. Lo mismo que se pregunta si el tope al precio de la tortilla será permanente o simple flor de un día.

Aquí mismo, en el espacio que amablemente nos brinda “Gobernantes.com”, afirmamos que el alza de precios en el mercado nacional, llegó para quedarse. Y no consideramos estar equivocados, pues todo indica que será así.

La polémica en torno al maíz sigue creciendo de tono, mal enfocada por cierto ya que en mayor medida se concentra en el extremo último de la cadena, la comercialización del grano, y no en sus inicios que es la producción. Dando como resultado el que el énfasis se ponga tanto en la exigencia de un subsidio al consumo como de aplicar medidas represivas en contra de acaparadores y especuladores. Cosa esta última que históricamente ha resultado inoperante en nuestro país, gracias a las políticas de privilegio y cadenas de corrupción que prevalecen en la relación entre el gobierno, encargado de aplicar la ley, y las grandes empresas que dominan la actividad agroalimentaria. El debate se centra en el terreno de los negocios y la legalidad, minimizándose la connotación social, económica y cultural del problema.

El incremento a los salarios mínimos apenas si se dio oficialmente en 2 pesos día, por acuerdo de la Comisión Nacional de Salarios Mínimos. Incremento por debajo de la tasa de inflación del 2006, y del incremento de la mayoría de los productos considerados en la llamada canasta básica, teóricamente establecida como el mínimo de bienes de consumo y servicios a que accede el trabajador y su familia para asegurar la reproducción de la fuerza de trabajo.

Dada la relevancia de la crisis del maíz, se ignora o minimiza el alza en el precio de otros bienes y servicios que, incidiendo en la carestía de la vida, afectan en términos económicos el bolsillo de los mexicanos, y lesionan criminalmente a más de 80 millones de compatriotas que perciben ingresos inferiores a 3 salarios mínimos, sin contar a aquellos que se ubican por debajo de este parámetro


En el inter, mediáticamente en Veracruz se propicia un amplio debate sobre la penalización del pintarrajeo de bardas y fachadas, especialmente las cercanas a escuelas, que llevan a cabo niños y jóvenes en nuestras poblaciones. Atacando los efectos conductuales de un fenómeno social como lo es el deterioro y pérdida de valores y principios de convivencia, y no las causas que les originan. Estableciendo una cortina de humo con la que se pretende tapar el sol con un dedo, desviando la atención de la población para atemperar el descontento creciente frente al incremento de la carestía de la vida, el deterioro en cantidad y calidad del salario, y la pérdida de los mínimos de bienestar de la clase trabajadora.

Los problemas torales de la sociedad deben atacarse en sus raíces, nos dice la lógica. Desafortunadamente esta brilla por su ausencia opacada por la corrupción, la impunidad y los intereses creados. Cada quién se rasca con sus propias uñas y cada quién ve para su santo, en tanto que se pierde el respeto a las más elementales normas de convivencia, seguridad y bienestar. No podemos seguir así. Urge el que al margen de pugnas ideológicas y partidistas se enfrenten los problemas y se salga al rescate de la sociedad.
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Foxilandia hoy Calderolandia


J. Enrique Olivera Arce




Estamos mejor que hace 50 días, afirmó el presidente Calderón Hinojosa al hacer un balance de resultados de su gestión en el breve plazo citado. Optimismo inusitado del titular del ejecutivo federal que, para nuestro infortunio, tiende a ser más continuidad de foxilandia que objetivo análisis de la realidad que vive el país a escasos días de la forzada protesta rendida bajo el amparo del Estado Mayor Presidencial.

El precio del petróleo se desplomó, alcanzando niveles por debajo de los previstos en los presupuestos de ingresos e ingresos de la federación, poniendo en un serio predicamento a las finanzas públicas nacionales, con consecuencias a la vista que repercutirán en la vida económica de la nación en los próximos meses. Indicando imprevisión y fundamentalmente desconocimiento de las tendencias mundiales del mercado del crudo por parte de las autoridades responsables de la nueva administración.

Lo mismo podría decirse de la crisis en el abasto de maíz, al no preverse los resultados en el corto plazo de políticas públicas equivocadas y aplicadas por las dos administraciones que precedieran a la que encabeza Calderón Hinojosa, a contracorriente de la tendencia mundial en el comportamiento del mercado del grano, que han resultado atentatorias en contra de la soberanía alimentaria de México y de la economía familiar de millones de compatriotas.

Por si fuera poco, tal imprevisión acompañada por la premura del presidente de la República de legitimarse, mostrando mediáticamente su disposición a gobernar con mano dura, desatendiendo otras prioridades, dio lugar a que se saliera de control la ya de por sí acumulada carestía de bienes y servicios básicos, provocando una espiral inflacionaria que está dando lugar, a su vez, a una creciente inquietud y malestar en amplios sectores de la población.

En tanto que los resultados de los mediáticamente aparatosos operativos de combate a la delincuencia organizada y a las redes del narcotráfico, ni reflejan el éxito deseado ni mucho menos han abatido los índices de seguridad pública que en promedio registra el país. La captura de uno de los principales capos identificados con el tráfico de estupefacientes, tuvo lugar en Oaxaca y no en Michoacán, Tijuana, Guerrero y Sinaloa, en donde ha tenido lugar el combate a fondo contra tal lacra social. Considerándose por tanto como resultado de una operación normal y rutinaria de las fuerzas armadas y la Procuraduría federal y no acción concertada fruto de los aparatosos operativos. Dejándose prácticamente incólume y a su libre albedrío al poderoso aparato delincuencial que opera en la mayor parte del territorio nacional y que, incluso, se le considera parte activa de los vaivenes económico financieros de nuestro país.

En el orden externo, el titular del poder ejecutivo reincidió en promesas no sustentadas en Centro América, al estilo foxísta. Ratificó el estrecho maridaje con nuestro vecino del norte y, prácticamente, confirmó la ausencia de México en el liderazgo latinoamericano.

En la política interna, Calderón mostró su falta de liderazgo en su propio partido. Siendo cuestionado por el Presidente del instituto político y siendo incapaz de frenar la ruptura y desbandada blanquiazul en Yucatán, bastión panista en el sureste hasta antes de diciembre pasado.

¿En que entonces se basa el optimismo presidencial?

Crisis en el campo. Se anticipa la apertura comercial pactada en el TLC


J. Enrique Olivera Arce



Xalapa, Ver., 15 de enero de 2006.- Hablar de rescate del campo mexicano es hablar fundamentalmente de los productores de granos básicos, hoy polarizados entre grandes empresas tecnológicamente avanzadas y ejidatarios y minifundistas privados. Lo mismo que es hablar de productividad que, en términos neoliberales implican mayores volúmenes de producción por capital invertido, en el que va implícita la superficie sembrada, insumos aplicados, mano de obra y, sin duda riego y maquinización de preparación del suelo, siembra, cultivo y cosecha.



El otro término empleado por los tecnócratas neoliberales, relacionado con el cultivo de granos básicos, la competitividad, se refiere a los costos de producción por tonelada cosechada y el valor de esta en el mercado, comparada con los precios que se fijan globalmente desde Chicago, en el país vecino, para igual volumen y calidad similar.



Dentro de este esquema planteado de manera simplista, se mueven los productores. Lo mismo los grandes productores privados que los minifundistas y ejidatarios. Así, tenemos que los primeros que cuentan con mayores recursos financieros y tecnológicos podrían estar en condiciones de producir más al menor costo posible, en tanto que los segundos, prácticamente y en términos muy realistas, quedarían al margen de los mínimos de productividad y competitividad y, por tanto, fuera del mercado globalizado.


Con la pequeña salvedad de que en México, a diferencia del país del norte y de la Unión Europea, los productores no tienen el apoyo gubernamental ó subsidio para estar en condiciones de competir en el mercado mundial de granos básicos. Los costos de producción en nuestro país están por arriba del precio internacional y, sin el subsidio de referencia, simplemente no podemos competir.



Bajo la lógica neoliberal, por tanto, conviene más en términos macroeconómicos importar a menor precio los volúmenes necesarios para satisfacer la demanda interna, que recurrir al subsidio que se otorga a los productores en otras regiones del mundo. Y eso es precisamente la decisión adoptada por el gobierno de Felipe Calderón, sin importar la suerte que corran nuestros productores y, en especial aquellos que no están en condiciones de reconvertir en el corto plazo sus procesos productivos de granos básicos, emigrando a otro tipo de cultivos más rentables, con mayores índices de productividad y de competitividad.



De tal forma que, a partir de la crisis actual de abasto de maíz -que bien pudiera ser simple especulación armada por los monopolios de la harina utilizada en la elaboración de la tortilla-, México se anticipa a lo que muchos contemplaban como amenaza para el 2008, abriendo de par en par las puertas a la importación del grano, libre de aranceles, como estaba previsto que el próximo año aconteciera al aplicar los compromisos adquiridos con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.



Es en este contexto que el gobierno del estado ha declarado que el 2007 será el año del campo, previéndose importantes apoyos presupuestales para las actividades agropecuarias que, independientemente de sus resultados, no modificarían en lo absoluto el panorama al no contemplarse ningún subsidio que tienda a revertir el esquema descrito.



La Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos campesinos de la CNC en la entidad, apéndice gubernamental, no ha dicho al respecto esta boca es mía. Guardando silencio no obstante contar entre sus filas a expertos que conocen bien del paño.



A lo anterior vale la pena destacar que también el gobierno estatal ha declarado temerariamente que en Veracruz nadie se quedará sin comer tortillas. Olvidándose de que, independientemente de que el monopolio de la harina baje los precios de la materia prima y la tortilla pueda retornar a bajo costo a los hogares veracruzanos, con la apertura comercial dispuesta por el gobierno federal un porcentaje importante de nuestros hombres del campo serán desplazados del mercado y, por tanto, empujados al sector poblacional que se debate entre la pobreza y la pobreza extrema, que ya no están en condiciones de consumir el mínimo nutricional de energéticos requerido para una vida sana. Estos, al no haber disposición gubernamental de controlar los precios de los productos agropecuarios que participan en la canasta básica, para no afectar a los monopolios agroalimentarios, es más que seguro que no incluirán más en su dieta a la tortilla, privilegiando al consumo de pan de trigo, más accesible al bolsillo de los pobres.



Quedaría pues como pendiente, el que los secretarios estatales de desarrollo económico, agricultura y desarrollo social, expliquen ampliamente el como, el cuando, el donde, y, sobre todo, con que y en que proporción del presupuesto, se apoyará al campo veracruzano en el 2007 y a los consumidores, para dar cumplimiento a los ofrecimientos gubernamentales. En la inteligencia de que ya no funcionan los programas asistencialistas de maquillaje frente a la gravedad de una problemática que ya no aguanta más simulación.



No se pueden pedir peras al olmo, por lo que no nos atrevemos a sugerir que el Congreso local tome cartas en el asunto.
















Abandono e indefensión en zonas indígenas


J. Enrique Olivera Arce




En el mosaico del territorio nacional, Veracruz destaca por los efectos negativos del frío en las zonas serranas de la entidad y, más específicamente, en las comunidades indígenas que desafortunadamente en términos duros están prácticamente en franca indefensión frente a condiciones meteorológicas adversas.


Las imágenes trasmitidas por los medios electrónicos hablan por sí mismas de una realidad que no se puede tapar con un dedo. La afectación de la población por las bajas temperaturas no tiene más origen que el abandono y la pobreza en que sobrevive ésta. contrariamente a la información oficial por muchos meses difundida, en la que se destaca especial atención de las autoridades de los tres órdenes de gobierno a la población indígena.


Piso firme, fogones, becas, láminas de cartón, cobijas, colchonetas, y unos muy cuestionables “proyectos productivos”, ni satisfacen las necesidades básicas de la población indígena para su supervivencia ni mucho menos generan condiciones que atemperen la vulnerabilidad a que está expuesta la mayor parte de cada año. Reduciéndose la acción gubernamental a simples paliativos que posponen la aplicación integral de políticas públicas y acciones orientadas a la búsqueda de soluciones de fondo. Persistiendo la miseria de nuestros coterráneos de diversas etnias que habitan en la serranía y que, entre otras cosas, en su mayoría se dedican a la agricultura de subsistencia.


El abandono, la explotación y la pobreza extrema persisten en las comunidades indígenas de Veracruz. Nada o casi nada se hace al respecto, salvo lamentarse mediáticamente de las consecuencias. Soslayándose atacar los orígenes de una problemática que ya por costumbre desemboca en desgracias personales o familiares de las que da cuenta la prensa cuando el frío y la miseria cobran víctimas fatales.


Frente a falsas expectativas de progreso económico y mejora de las condiciones de vida en las zonas serranas no podemos seguir repitiendo hasta la saciedad que vamos bien, cuando la realidad afirma lo contrario. Si algo late en Veracruz es la indignación frente al abandono de los veracruzanos más desprotegidos y vulnerables.