Elección de gobernador. El arroz ya se batió

Por J. Enrique Olivera Arce





¿Usted entiende, estimado lector, qué está pasando con la elección de gobernador? Yo, para serle franco, tampoco. Para mí que de tanto pensarle se les pasó la mano y el arroz se les batió. Javier Duarte, es y no es quien afirma ser. Por disposición del Tribunal Electoral de Veracruz, es ya gobernador electo y así lo asume el joven priísta y su cauda de seguidores busca chambas, en tanto que, de conformidad con lo dispuesto por la legislación vigente, lo será hasta que el Tribunal Federal Electoral emita la última palabra tras haber sido impugnada su elección. Vaya enredo.

Pero no somos los únicos que estamos en ascuas. Los mismos priístas dudan frente a la incertidumbre, en tanto que los panistas tiemblan ante la nada lejana posibilidad de que sus argumentos legales no sirvan para nada, si la última palabra es inducida por la mano negra de una negociación cupular en lo oscurito. Unos y otros al parecer tienen razón. Nadie sabe ni sabrá a ciencia cierta como habrá de concluir el atípico cochinero en que se transformara el proceso inconcluso de la elección de gobernador en Veracruz.

Lo único que queda claro, por obvio, es que el Tribunal Electoral veracruzano se excedió en sus facultades, anteponiendo el cumplimiento de consigna dictada a las formas a que obliga la alta investidura de los señores magistrados.

Si las cifras definitivas que arrojara el cómputo preliminar del IEV nunca cuadraran, los pasos dados por los señores magistrados para la dictaminación y emisión de la constancia expedida a favor de Javier Duarte de Ochoa, nunca fueron congruentes en tiempo y forma, como lo denunciara ya en comunicado de prensa el panismo veracruzano. En su prisa por dar cumplimiento a la orden superior de ungir cuanto antes como gobernador electo al delfín del Maestro Fidel Herrera Beltrán, se les cuatrapearon los tiempos y dictaminaron a posteriori de la entrega de la constancia de mayoría a favor de Javier Duarte de Ochoa. No lo digo yo. Lo afirma el equipo de Miguel Ángel Yunes Linares y da cuenta de lo anterior el consejero del Panal ante el IEV, Emilio Cárdenas Escobosa, quien de ninguna manera se traga el que los señores magistrados, aún sin recibir la totalidad de los paquetes de impugnación, en un proceso “Fast Track” calificaran como válido el triunfo del ex titular de Sefiplan.

Ya lo afirmaba en un apunte anterior, “A la par que se pierden las formas, exhibiendo el fondo, la vergüenza pasa a segundo plano cediéndole el paso al cinismo”. Lo que hasta ahora ha filtrado la prensa sobre el comportamiento por demás irregular del Tribunal Electoral de Veracruz, es una cínica expresión de hasta donde la voluntad popular, la legislación electoral, y el prestigio del Poder Judicial, vale menos que nada, cuando está de por medio el autoritarismo y enfermizo afán de las altas esferas del poder por imponer su santa voluntad.


El arroz ya se batió y lo que debió ser un proceso transparente, apegado a derecho y, por ende, respetuoso de los tiempos y del respetable en galerías, se le revierte a la cocinera. Entre las impugnaciones se suma ahora de manera destacada la irregularidad en el comportamiento de los magistrados veracruzanos. Pero que necesidad.

Así las cosas, la espera se prolonga acompañada de un clima cada vez más ominoso, en el que la víctima no es otra a la vista que Javier Duarte de Ochoa, joven bien intencionado y hasta ahora limpio de cola que le pisen. Estrategas y gran parte de la prensa, le inflaron de tal manera frente a sus adversarios, que hoy está a punto de reventar. Todo exceso es malo, diría mi gastroenterólogo, por algo lo afirma. Lo cierto es que ahora la paellada se pospone hasta noviembre o, si bien le va a los que gustan de acelerar los tiempos, a mediados de septiembre para con ello celebrar las fiestas del bicentenario.

Ni usted ni yo, amable lector, entendemos maldita la cosa de los cochupos de nuestra clase política. Llámense priístas, panistas o perredistas, pero la mera verdad es que frente a lo que observamos y escuchamos, ya no quedan ganas de cumplir con el sagrado deber de sufragar. ¿Usted que opina?



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No más desprecio a la inteligencia de los veracruzanos

Por J. Enrique Olivera Arce




A la par que se pierden las formas, exhibiendo el fondo, la vergüenza pasa a segundo plano cediéndole el paso al cinismo. Aquellos políticos que diciéndose ser respetuosos de la ley, exigiendo de sus adversarios apego al estado de derecho, lejos de guardar las formas violentan la norma que defienden, exhiben desverguenza y se asumen como cínicos. Javier Duarte de Ochoa incurre en ello, al pasarse por lo más pando lo que el Código Electoral de Veracruz establece como paso obligado en el tránsito de candidato a gobernador electo.

El Sr. Duarte no es gobernador electo. El Tribunal Electoral de Veracruz no ha calificado aún la elección de gobernador y, por lo consiguiente, tampoco ha emitido fallo alguno sobre el particular. No obstante, el delfín del Maestro Fidel Herrera Beltrán a los cuatro vientos y por todos los medios a su disposición y alcance, se proclama anticipadamente como triunfador de un proceso electoral que no culmina del todo. Tomándose la libertad de nombrar a otro delfín, este de la Sra. Elba Esther Gordillo, quien en su carácter de coordinador del equipo de transición, le representará en los trabajos de entrega y recepción del Poder Ejecutivo de la administración pública veracruzana, habiendo trascendido que Tomás Ruíz ocupara el cargo de secretario de planeación y finanzas. ¿Pago de factura?

Pero no sólo violenta lo dispuesto legalmente en materia electoral desentendiéndose de las formas. Con su actitud triunfalista falta al respeto a quienes como adversarios enfrentara en la contienda, provocándolos, y lo más relevante, desprecia la inteligencia de tres millones de veracruzanos que sufragaran el pasado domingo 4 de los corrientes.

Con todo y lo que se diga en contrario en amplios círculos del priísmo, la mayoría de los sufragantes no votó a favor del joven delfín. Esto debería ser suficiente para que el Sr. Duarte guardara compostura y discreción, esperando a que el Tribunal Electoral le declarara gobernador electo, respetando con ello los plazos que la legislación establece. Pero no, al presunto triunfador se le queman las habas, se adelanta como adelantara su campaña electoral y, con todo cinismo, se asume como el gobernador electo por la voluntad de la mayoría. Se engaña a sí mismo y pretende que la ciudadanía se de por engañada y satisfecha.

Para muestra basta un botón. Si antes de ser calificado por el Tribunal ya miente a los veracruzanos, que podemos esperar del Sr. Duarte cuando por mandato constitucional asuma el gobierno de Veracruz, si no pasa otra cosa. Guardar las formas es lo mínimo que deberían recomendarle sus estrategas post electorales.

Lo paradójico es que es y no es lo que pretende. Su subordinación a quien lo eligiera como candidato es más que evidente. Su estratega de comunicación social, una señora por cierto muy cuestionada y que le fuera impuesta, no ha tenido el cuidado de negociar con la prensa el como evitar que se exhiba en los medios el alto grado de dependencia del Sr. Duarte con respecto a su mentor. La imagen mediática del delfín se pone a la par de la de Fidel Herrera Beltrán, el mismo color escarlata y el mismo discurso triunfalista, sin el menor asomo de un obligado deslinde. Temas tan desgastados como la inversión, el empleo y el acercamiento de Veracruz al primer mundo, a los que tanto recurriera en su discurso triunfalista el aún titular del Poder Ejecutivo estatal, no deberían figurar en la agenda mediática de quien ávido de legitimación, insiste en cobijarse tras la sombra de su hacedor.

El proyecto transexenal de la Fidelidad por Veracruz, quedó en eso, simple proyecto de pensamiento único al que se le opusiera con contundencia el pluralismo político de la gran familia veracruzana. Insistir en revivirlo y prolongarlo, es ocioso. El Sr. Duarte debería asimilarlo y ofrecer a los veracruzanos rostro e ideas renovadas, antes que incurrir en soberbia y triunfalismo anticipado.

Javier Duarte de Ochoa no es gobernador electo, pero aunque lo fuera, el hartazgo de casi seis años de políticas escarlatas antipopulares, exige humildad, discreción, diálogo y gobierno para todos sin distingo partidista. Piénselo Sr. Duarte, la legitimidad se gana respetándose a sí mismo y a los demás. Hay se lo dejo de tarea.

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Que siga la pachanga, que retumbe la tarima, que hay música para rato

Por J. Enrique Olivera Arce




Bueno, está visto que los principales actores políticos de Veracruz están empecinados en que no acabe la mascarada electoral, pese a que algunos adelantados claman porque se de ya por aceptado un vencedor de la contienda por la gubernatura y, a otra cosa mariposa, que ya la elección del 2010 se empató con la del 2011 en Edomex y Michoacán, e incluso con la el 2012 por la presidencia de la República.

Paradójico, la prolongación de la contienda está estipulada en la reforma al Código Electoral de la entidad promovida por el PRI, al estipularse la judialización de la elección de gobernador con su calificación por parte del Tribunal Electoral de Veracruz. Hoy, gracias a dicha reforma, el Sr. Javier Duarte deberá esperar en su calidad de presunto, hasta que el órgano colegiado dicte su fallo. Plazo de espera dentro del cual deberá declararse procedente o improcedente la impugnación presentada por los adversarios del delfín. Eso, sin contar que estos pueden optar por llevar el caso al Tribunal Federal y prolongar la milonga hasta el mes de noviembre.

Y mientras esto sucede, la soberbia del priísmo veracruzano, que ya se daba más que satisfecho con el triunfo preliminar otorgado a Duarte de Ochoa por el Instituto Electoral Veracruzano, se transforma en miedo. Su candidato, enredado en su propia trampa, no para de anunciarse a bombo y platillo como Gobernador electo de Veracruz, en un esfuerzo por convencer a sus correligionarios y a la ciudadanía de que no hay vuelta de hoja, las cosas son así y así se quedan, ante el temor de perder lo que ya considera suyo. Paradójico también resulta el que tal esfuerzo se está revertiendo en contra del delfín, extendiéndose las manifestaciones de duda, histeria y paranoia al interior del PRI que ya desata una cacería de brujas contra “los traidores”, así como la duda razonable entre los ciudadanos de a pie, que se resisten a tragar la píldora fiel que recetara el partido del gobernador.

Entre tales manifestaciones se insiste en colocar el Código Electoral de Veracruz por sobre la Constitución General de la República, convencidos de que la ínsula escarlata se manda sola.

Todo parece indicar que no se entiende que pasa y, como consecuencia, el priísmo prolonga la guerra sucia arremetiendo contra los adversarios de Javier Duarte, descalificándoles por el simple hecho de ejercer un derecho que les concede la misma reforma legal que en su perversidad pretendiera capitalizar a su favor Fidel Herrera Beltrán. Otra paradoja, entre más se golpea y se provoca a Miguel Ángel Yunes Linares, más se fortalece éste en su afán de inclinar la balanza a su favor o, en su caso, nulificar la elección.

Pero no sólo sufre la espera Javier Duarte de Ochoa. Su mentor y padrino, el gobernador Herrera Beltrán vive los momentos quizá más amargos de su vida política. El tiempo se le escurre entre las manos y siente como cada día que pasa parece desvanecerse su proyecto de continuidad de la llamada Fidelidad. En un artículo anterior ya comentaba que para el “señor de los puentes”, el más largo y tortuoso de su carrera iniciaría el 5 de julio para desembocar el último día de noviembre con la entrega del poder. Al parecer no me equivoqué.

Pero no solo eso. La incertidumbre reinante también actúa en contrario de los planes futuros del hoy mandatario veracruzano. Conforme su pleito personal con el candidato panista apunta a un posible fracaso en su intención de imponer a Duarte, sus posibilidades de trascender y participar en el juego del 2012, también se diluyen. En el ámbito nacional su imagen se deteriora y la desconfianza alcanza a la cúpula de su partido, que se siente engañada y arrastrada a un pleito no previsto en el marco de las negociaciones con Felipe Calderón Hinojosa con vías al 2012. El miedo a perder Veracruz tras no lograrse carro completo, se refleja en las histéricas declaraciones a los medios de la Sra. Paredes. Fidel Herrera le aseguró tener todo el control, cuando esta cuestionara la candidatura de Duarte, y las cosas no resultaron tan así.

Aquí cabe dar un punto a su favor al joven delfín. Públicamente al hacer un llamado a la unidad de los veracruzanos, reconoce la pluralidad política que se expresara en las urnas, confirmando que no todo es rojo en Veracruz. El control a que hiciera referencia el gobernador, basado en la presunta aceptación de su administración por más del 90 por ciento de los veracruzanos, resultó ser un mito y, en un destello de madurez política, así lo reconoce Duarte de Ochoa, facilitándole la tarea a la cúpula priísta para su defensa ante el embate panista, pero dejando muy mal parado al gobernador.

En este escenario, nadie puede aún cantar victoria, la fiesta continúa pese a los buenos deseos de Javier Duarte, del gobernador, e incluso de Doña Rosa Borunda, que ya la dan por terminada exhortando a los veracruzanos a cerrar el capítulo electoral y trabajar unidos por las mejores causas de Veracruz. Nadie se da por aludido y actúa en consecuencia Nadie quiere pasar por tonto, así que siga la pachanga y que retumbe la tarima, que para eso hay música de sobra. Si señor, que para eso nos pintamos solos.

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Este arroz ya se coció

Por J. Enrique Olivera Arce




Hay ocasiones en que lo más sensato para nuestra salud mental es aceptar nuestra realidad, tal cual, me dice un vecino. Esto, referido al proceso electoral en Veracruz, cuya conclusión no tiene para cuando, encierra una gran verdad. No podemos pedirle peras al olmo, sin riesgo de incurrir en demencia. El arroz ya se coció, chueco o derecho, Javier Duarte será Gobernador. No porque estemos convencidos de que el voto le hubiera favorecido, simplemente porque no podemos ir en contra de la realidad de un país en el que la voluntad soberana de las mayorías está secuestrada por los poderes fácticos que controlan la vida económica, política y social de México como Estado-Nación. Así de simple.

El argumento de que en las democracias se gana o se pierde por un voto, es una falacia a modo de quien lo defiende. Para que esta tesis tuviera un mínimo de sustento, tendría que existir la democracia como algo concreto, tangible y no como utopía con la que sueña el hombre libre desde la noche de los tiempos. Cuantitativamente gana Javier Duarte la gubernatura de Veracruz -así lo afirmé desde el mes de marzo-, porque por sobre todas las cosas, así lo quiso el Maestro Fidel Herrera Beltrán, quien, desde la aprobación de las reformas al código electoral, designación de candidato de su partido hasta el control del Instituto Electoral Veracruzano y, posiblemente del Tribunal Estatal Electoral, tomara unilateralmente aquellas decisiones que mejor convinieran a sus intereses y los que representa en la entidad.

Cualitativamente, es otro cantar. Javier Duarte de Ochoa “gana” hasta este momento la elección por la voluntad de un millón 392 mil 386 votos, reales o de origen dudoso, y contra la voluntad de un millón 736 mil 847 de veracruzanos que sufragaran en contra del candidato priísta a la gubernatura. Es decir, gana con el 44 % del total de sufragios “legalmente” válidos. En una “democracia madura”, para obtener el triunfo debería haber obtenido el 50 % más uno para que éste fuera legítimo. Un voto entonces si hubiera significado cualitativamente la diferencia a su favor, lo cual no sucedió.

Si el “triunfo” lo refiriéramos a la lista nominal validada por el IFE, el número de votos obtenido por el Sr. Duarte, apenas representaría el 26 % del total de electores potenciales. Y aunque el candidato priísta no tuviera la culpa de que el sufragio no alcanzara el 100 por ciento de los votantes registrados en el padrón, legítimamente no está en condiciones de afirmar que será gobernador por la voluntad mayoritaria de los veracruzanos.

Bastaría con remitirse a la desagregación de los resultados electorales, Distrito por Distrito, para echar por tierra su aseveración y la de quienes desde su partido y la mayoría de los medios de comunicación se hacen eco de tal apreciación.

La teoría es una cosa y la realidad es otra y a ella tenemos que remitirnos para no incurrir en insanía mental. Hasta este momento nos guste o no nos guste, digan lo que digan los porcentajes aludidos, debemos esperar que el Tribunal Electoral de Veracruz expida constancia de mayoría al Sr. Duarte, quien así asumirá el carácter de gobernador electo, en tanto el TRIFE no sentencie en contrario.

Lo que sigue, en términos prácticos ya no es de nuestra incumbencia como ciudadanos. Nuestra participación, buena, mala o regular se expresó el domingo 4 del presente. Hasta ahí tuvimos vela en el entierro. El tema del cómputo, las impugnaciones y lo que los tribunales determinen al respecto, está fuera de nuestra esfera de competencia como sufragantes modositos y bien portados. Lo que tres personas desde el Poder Judicial de Veracruz o, en su caso, el Tribunal Federal Electoral, sentencien sobre el particular, es lo que cuenta, estando todos obligados a apechugar en consecuencia.

Así que estimados paisanos, a lo nuestro. Que reine la calma entre nosotros y todo mundo a lo suyo, la persecución cotidiana de la chuleta y los buenos ratos de solaz esparcimiento frente a la tele. Dejemos que nuestras autoridades, los partidos, los políticos y los jueces, hagan lo que saben hacer y olvidémonos por un buen rato de la democracia. No desesperemos, ya vendrán tiempos mejores en los que habiendo aprendido a abrir los ojos, exijamos aquello que establece nuestra Carta Magna como derecho inviolable de los ciudadanos.

Valoremos nuestra salud mental. Digamos, convencidos o no, al unísono con las empresas periodísticas, que el Sr. Duarte de Ochoa sucederá al Maestro Fidel Herrera Beltrán en la gubernatura de Veracruz. Lo demás será tema anecdótico para esos buenos escritores que, de manera tan brillante, saben acomodar la realidad poniéndola al alcance de la comprensión del ciudadano de a pie, y no motivo de desavenencias familiares o entre amigos que a nada positivo conducen.

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Fidel Herrera Beltrán, el gran perdedor

Por J. Enrique Olivera Arce




Como en el futbol, esto no se acaba hasta que se acaba. Javier Duarte de Ochoa es virtual triunfador en la elección para gobernador, de acuerdo a las cifras preliminares difundidas por el PREP. Hasta este momento esto es real, nos guste o no nos guste, aunque no por ello diluye el clima de incertidumbre que prevalece después de la elección del domingo. Falta lo que sigue: hoy miércoles inicia el cómputo oficial y el próximo domingo se conocerá quien, a juicio del IEV será ungido como gobernador electo.

Aún hay más. Todo indica que la contienda se irá a tiempos extra. Pues si bien para el candidato del PRI su triunfo es inobjetable, no lo es así para sus adversarios, que ya velan armas para aventurarse en un proceso de impugnación de la elección de gobernador. Beatriz Paredes Rangel confirma esto último, curándose en salud al enviar a Veracruz a un equipo de distinguidos y duchos abogados que defenderán con todo el triunfo de Javier Duarte.

Y eso no es todo. En círculos cercanos a Miguel Ángel Yunes Linares y Dante Delgado Rannauro, se habla de que existen suficientes elementos probatorios para que el TRIFE de entrada a la impugnación parcial y, posteriormente, dictar sentencia anulando la elección de gobernador y restituir el proceso. Aventurado en este momento, pero así están las cosas en los cuarteles del PAN-Panal y de la coalición Convergencia, PRD, PT, pese a que muchos priístas, viendo pasar la procesión no se hincan, afirmando que Duarte de Ochoa ganará con más de 300 mil votos a su favor, por lo que no habrá lugar a la judialización de la elección. Afirmación que comparte extrañamente el candidato priísta, (habla de 400 mil votos) pues por más que se estire el mecate, no podrán modificar la tendencia registrada en el PREP, salvo cuestionando la validez de éste instrumento y, con ello, al propio Instituto Electoral de Veracruz, ya de por sí severamente cuestionado.

Así que estimado lector, quedan aún algunos días para el rumor y la especulación. Mantenga la calma y esperemos los números duros que arrojará el cómputo final. Si es que este es el definitivo, pues si se llegara a dar la impugnación parcial y esta fuera aceptada por el TRIFE, la cosa va para rato.

Así que si habremos de esperar sentados, rumorando y especulando sobre el destino final de la elección, vale la pena poner sobre el tapete los siguientes supuestos:

El IEV expide constancia de mayoría a Javier Duarte de Ochoa. ¿Miguel Ángel Yunes Linares le levantará la mano declarándose perdedor y se va a su casa como si nada?

Caso contrario. El IEV reconoce el triunfo del candidato panista. ¿Fidel Herrera Beltrán felicitará a Calderón Hinojosa por su triunfo?

No hay triunfo para nadie. La elección se “judicializa”; Yunes Linares y Dante Delgado ó, en su caso, Javier Duarte, llevan adelante la impugnación parcial ante tribunales y estos dictan la última palabra.

El TRIFE la da el triunfo a Duarte de Ochoa y todos contentos nos dedicamos a lo que deberíamos estar haciendo, trabajar por Veracruz y no seguir perdiendo miserablemente el tiempo en mascaradas electorales.

El TRIFE anula parcialmente la elección, dictando sentencia a favor de la reposición del proceso de elección de gobernador. Se convoca a nuevas elecciones y los partidos políticos postulan como candidatos a Javier Duarte de Ochoa, Miguel Ángel Yunes Linares, y Dante Delgado Rannauro. ¿Volverá a “triunfar” el PRI y sus satélites? ¿Yunes y Dante se irían solos nuevamente? O lo que toda lógica política indica, Dante declinaría a favor de Yunes, y que Dios agarre confesados a los priístas.

Como se ve, estimado lector, hay aún mucha tela de donde cortar para no aburrirse en el café.

Hasta aquí mi modesto aporte al rumor y la especulación. Lo objetivo, inobjetable, y difícil de tapar con un dedo, con todo y lo que diga o deje de decir la prensa oficialista, es que a partir de las cifras dadas a conocer por el PREP, el gran perdedor de la contienda electoral del 2010, no es Veracruz, como se diría recurriendo a lugares comunes. Es ni más ni menos que el Maestro Fidel Herrera Beltrán.

No hay otro ni podría estar a discusión su derrota; a lo largo de cinco años habló y habló con falso triunfalismo, asegurando que tenía el control de todo, que contaba con la aceptación y simpatía del más de 90 % de los veracruzanos, que tenía en un puño al “pinche poder”, y que el delfín obtendría una victoria de dos a uno sobre Miguel Ángel Yunes, su enemigo personal. Su soberbia y lengua larga lo perdió. La elección del domingo, a manera de plebiscito, le desmintió rotundamente. Cerca de millón y medio de ciudadanos en las urnas le dijeron lo contrario; más de cuarenta por ciento de electores potenciales se abstuvo de respaldarle votando; perdió 10 diputaciones, y sólo alcanzó el voto favorable a sus candidatos a las alcaldías en 84 municipios.

Y por si fuera poco, sus mismos correligionarios expresan a “soto voce”, que se hubiera arrasado si el gobernador no hubiera metido tan groseramente las manos en el proceso electoral.

Inobjetable, diría yo. Los datos duros no mienten. No como “el triunfo” aún virtual de Javier Duarte de Ochoa.

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