Pocos pero no tanto como para ignorarlos


J. Enrique Olivera Arce




No estaba muerto ni andaba de parranda, como sugiere la desinformación mediática que lo ha propalado. Andrés Manuel López Obrador sigue estando en el ánimo de importantes segmentos de la sociedad mexicana. Ni cabalga en solitario escuchando el ladrar de los perros, ni pierden vigencia sus llamados al rescate y reconstrucción de la República, como ha quedado demostrado con creces en marcha y concentración en el zócalo capitalino con motivo de la clausura de la Segunda Convención Nacional Democrática.

Si bien es cierto que en esta ocasión sus seguidores no remontaron la cifra de 300 mil, cuando se esperaba más de un millón de asistentes, lo relevante es que tampoco fueron un puñado como lo esperaban sus detractores.



Con la diferencia de que en esta ocasión, a los asistentes no les movió ni el acarreo oportunista ni propósitos electoreros de coyuntura. Quienes asistieron en su mayoría lo hicieron de motu propio e impulsados por la convicción de que la Convención constituye fermento de un movimiento social y político que trasciende el estrecho círculo de la politiquería que domina el escenario nacional. Así como un afán no explícito por ratificar con su presencia que la sociedad es plural, que no hay condiciones para imponer el pensamiento único, y que el actual presidente constitucional de México ni gobierna con la mayoría ni ha logrado legitimarse ante la nación pese a sus esfuerzos en tal sentido.



Sobre la cantidad se alzó la calidad. Pocos, podría decirse frente a otras concentraciones en el pasado reciente, pero suficientes para constatar que el fenómeno López Obrador no concluyó el primero de diciembre del año próximo pasado. Como suficientes fueron los asistentes para dejar constancia de que la lucha de la izquierda social en este país, no está uncida a una izquierda electoral blandengue y acomodaticia. El hecho de que en la concentración dominaran las banderas blancas de la Convención imponiéndose sobre las amarillas, da cuenta de ello. Pero también permite especular sobre lo que ya se viene dando como un hecho: el deslinde del PRD del movimiento de resistencia pacífica, y la creación de un nuevo partido político de masas, con visión de largo aliento que más allá de propósitos electorales responda ideológicamente a los requerimientos, intereses y demandas del México de hoy.



El discurso de López Obrador en el zócalo, apunta en tal sentido. La actitud del PRD asumida a lo largo del periplo del peje por todo el país, lo confirma. Conforme pasan los días es más notorio que el agua y el aceite no hacen unidad. Las tribus, por naturaleza sectarias, oportunistas y proclives al maiceo, ni entienden ni aceptan objetivos de largo plazo; el inmediatismo les domina y su objetivo último gira en torno a propósitos electorales de los que sus cabezas visibles puedan sacar raja. La izquierda social es otra cosa, es la necesidad hecha carne de millones de mexicanos viviendo en un país cuya economía no crece generando desempleo, pobreza y pobreza extrema, con sus secuelas de analfabetismo, insalubridad y violencia. País con niveles escandalosos de desigualdad económica y social, teñida de una igualmente escandalosa corrupción e impunidad. Fenómenos a los que la farsa electoral no da respuesta ni las autoridades mitigan.


López Obrador, no por lo que es sino por lo que representa, es esperanza para esos millones de mexicanos excluidos del desarrollo. No importa si sus detractores le llaman “mesías tropical”, “loco” ó “populista”. Tampoco importa si cabe el que se autodesigne como “el presidente legítimo”. Su liderazgo es inocultable y para sus seguidores es ejemplo viviente de que la lucha sigue y que esta no es en vano. Con o sin el silencio de la mayoría de los medios, la izquierda social avanza y lo sabe, como tiene sabido ya que la derrota del 2 de julio es un tropiezo más en su largo transitar en la historia de este país. Se perdió una batalla más pero no la guerra. La sonrisa en los rostros de los asistentes a la clausura de la Convención, lo confirma.