El PRI huele a muerto

J. Enrique Olivera Arce



Renunciar a una identidad ideológica para adoptar otra no es lo mismo que cambiarse de ropa. El debate entre entre ser de izquierda o de centro izquierda, dio al traste con la cuarta asamblea nacional extraordinaria del revolucionario institucional. Tras un desangelado encuentro de tres días, el priísmo de todo el país lo único que logró fue confirmar la profundidad de su crisis.


Dividido, desarticulado, ajeno a la realidad en que vive la mayoría del pueblo de México, el PRI exhibió sus miserias, pese al intento de algunos simuladores, como los delegados veracruzanos, que insistieran en que el partido retornara ideológicamente a los postulados revolucionarios de atención a los que menos tienen.


Más de 20 años de neoliberalismo y renuncia a la justicia social, han sido suficientes para acabar con el partido artífice de la construcción institucional de los principios emanados de la de la Revolución Mexicana. Como se pusiera de manifiesto en los debates y el fallido resultado de la convención.


Ni de centro izquierda, ni de centro. Mucho menos de izquierda, el PRI se ha manifestado como un partido que va a la cola del partido de derecha que hoy gobierna al país. Quedándole como única posibilidad de retornar al camino perdido, el que con la nueva dirigencia nacional se proponga y lleve a cabo un proceso de reconstrucción ó, más bien, de reinvención, a partir de la participación democrática de su militancia. De no tener lugar dicho proceso, que necesariamente pasa por una depuración a fondo que acabe con la simulación, la corrupción, y las lacras del corporativismo, bien podría anunciarse por anticipado la lenta muerte por inanición del instituto político que gobernara a México por más de setenta años.


Al escribir estas líneas desconocemos el mensaje de Beatriz Paredes al tomar posesión de la presidencia nacional del tricolor. Conociendo de su trayectoria e identificación con las fuerzas progresistas de este país, no cabe duda de que habrá de sacudir a más de uno y despertar la conciencia de muchos priístas honestos y bien intencionados, que contemplan a su partido más allá de su carácter electorero, ó como simple agencia de empleo de la que se sirve la mayoría de la clase política que milita en la organización. Pero también vale pensar que el mensaje bien puede caer en el vacío, cuando de antemano se da por sentado que no existe disposición ni voluntad política para renunciar a privilegios, prebendas y corruptelas en aquellos que hacen de la política su modus vivendi, encaramados como están en el juego de la disputa por las migajas del poder.


El día de ayer el gobernador de Veracruz hizo un llamado a organizaciones sindicales para que voten por el PRI en septiembre próximo. Honestamente creemos que tal llamado carece de eficacia. El PRI en Veracruz no es Fidel Herrera ni su trabajo, difundido en exceso, es garantía de triunfo electoral de un partido que ha perdido la brújula y que, como quedara puesto de manifiesto en la Cuarta Convención extraordinaria, ni es de izquierda, ni de centro izquierda, ni de derecha. Es simplemente un conglomerado cuyo único propósito es tener el poder, por el poder mismo. El PRI huele a muerto y no quiere reconocerlo.