No toca fondo la crisis política


J. Enrique Olivera Arce



La crisis de las estructuras políticas de la nación que desde hace algún tiempo se percibiera, lejos de atemperarse se profundiza. Aparentemente, con la toma de posesión de Felipe Calderón las aguas volverían a su cauce y la normalidad aparentemente estable retornaría a la vida política. Y no es así.


El largo proceso pre, electoral y pos electoral del 2006 caló profundamente en los partidos políticos, dando lugar a que estos exhibieran sus miserias y su cada vez más frecuente alejamiento de su cometido social y, por ende, de su papel de intermediarios entre la sociedad y el poder. Manifestándose incapaces para la recuperación de sus despojos y reconstrucción tanto de sus estructuras como de la vida política de la nación.
A tres meses de la asunción de Calderón Hinojosa a la cúspide del régimen presidencialista, todos los partidos, sin excepción, ni encuentran el rumbo perdido ni ofrecen alternativas que permitan vislumbrar una salida a la crisis por la que atraviesan.
Divididos, confrontados a su interior, y seriamente cuestionados en su relación con la gente, marchan a tumbos y ajenos a las demandas y exigencias de una sociedad lastimada en lo económico, indefensa en lo social y burlada en lo político. Preocupados y ocupados más en mantener sus cotos de poder, privilegios y prerrogativas, que en recuperar la confianza y credibilidad perdidas.


Lo anterior no sería necesariamente grave si con ello no arrastraran a la sociedad en su conjunto. Si su crisis no se reflejara en la conducción de un país cuyo deterioro en todos los órdenes es más que notorio. La confrontación del presidente de la república con su propio partido ejemplifica lo anterior. Todo esfuerzo de legitimización de Felipe Calderón se minimiza por el fuego amigo. Lo mismo en el seno del partido que en la bancada panista en el Congreso de la Unión. Las declaraciones de Fox, hablando del desquite, irrelevantes por su natural tendencia a expresarse con ignorancia y ciega obcecación, no merecerían mayor atención si estas no hubieran sido complementadas por su ex Secretario de Gobernación, que públicamente expresara que el PAN se inclinó a favor no del mejor prospecto, sino del idóneo para abanderarle en la justa presidencial.
¿Idóneo para quién o para qué? ¿Para el desquite de Fox? ¿Para los intereses de los poderosos representantes del poder económico interno y externo? ¿O para conducir los destinos de un país que se debate entre la desigualdad, la pobreza extrema, la inseguridad y la corrupción? Interrogantes que dejan muy mal parado ante la opinión pública al titular del poder ejecutivo federal, y peor aún a su partido, que no acaba de entender que ésta puede ser su última oportunidad de gobernar desde Los Pinos.


En Veracruz, ante la significativa complacencia del panismo local, el Gobernador sin tapujos sataniza a los delegados federales como operadores políticos del PAN y hace público que extraña a Fox, confirmando su lejanía con el ánimo del presidente en turno y lo poco que espera del gobierno federal. Con su silencio el panismo veracruzano confirma que con estos amigos para que quiere enemigos Felipe calderón, cuando es víctima de sus propios correligionarios.


Si esto sucede en el ámbito de quienes detentan el poder político en México, que se puede esperar de los partidos de oposición, que ni oponen ni proponen, perdidos en su propia ineptitud.


La crisis de los partidos políticos va para largo y, en tanto no retornen al camino “políticamente correcto”, se profundiza la crisis por la que atraviesa el país. Con esta clase política entrampada en sus propias contradicciones, el deterioro económico que habrá de agravarse en los próximos meses, nos acerca peligrosamente a la explosión social y, con ello, al retroceso. Siendo más que urgente el que de una vez por todas se establezca el consenso necesario para hacer de la reforma del Estado el primer paso para un nuevo pacto social que enderece el rumbo, restituya el estado de derecho, y establezca el necesario equilibrio entre todas las fuerzas que concurren a la marcha de la nación. Nuevo pacto social que necesariamente pasa por la participación ciudadana, democratización de los partidos políticos y de la vida nacional.