Los adelantados. Cartucheras al cañón…


J. Enrique Olivera Arce



México es país de leyes. Tantas que hasta sobran cuando de justificar un estado de derecho se trata, sin importar si este guarda congruencia con la dinámica social de un país cuestionado y cuestionable que no logra encontrar su camino. Más cuando de antemano se sabe que las leyes se emiten a modo ó a posteriori cuando de tapar el pozo se trata, pero siempre a espaldas de la ciudadanía.



Lo anterior viene a cuento cuando observa uno los absurdos debates en torno a una ley ya promulgada, como es el caso del Código Electoral reformado, que sancionará al proceso electoral veracruzano en puerta, y en el que habrán de elegirse diputados locales y 212 alcaldes. Y digo absurdos debates, en tanto que los protagonistas de los mismos son ni más ni menos que los partidos políticos en cuyo seno militan los diputados y servidores públicos a cuyo cargo estuviera el formular y promulgar el dichoso ordenamiento legal.



Ya ni llorar es bueno, debería ser la tónica a seguir frente al nuevo Código Electoral. Cuando menos hasta que el proceso electoral local de 2007 se de por concluido. Pero no es así. Cada partido político en contienda, defiende o ataca tal o cual artículo, atendiendo a sus intereses inmediatos y olvidándose que frente a lo hecho, pecho. Poniendo en entredicho a un proceso legislativo auxiliado en todo tiempo por el Comité Técnico del Acuerdo de Gobernabilidad, teóricamente integrado por todas las fuerzas políticas de la entidad y el poder ejecutivo del gobierno estatal.





Lo más grave de este asunto, es que se ventila en los medios y no en donde por lógica debería tener lugar, como es el propio Congreso local. Confirmándole a la ciudadanía lo que ya de antemano se sabe: el Congreso estatal vale una pura y dos con sal; legislando al vapor, bajo consigna, o por mayoriteo. Sin previa consulta con los votantes y sin atender las opiniones de aquellos expertos de la ciencia jurídica que, por cierto, sobran en una entidad en la que todo mundo se ostenta como licenciado en derecho.



Entre tantos dimes y diretes, algo queda claro para el ciudadano de a pie. El tal Código electoral es resultado de un trabajo hecho con las patas, expresión acuñada en su momento por el anterior Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y que bien le queda al caso en cuestión. Tan mal realizado que, entre otras cosas, atenta contra lo dispuesto por la Constitución General de la República en lo concerniente a los derechos individuales y sociales. Tan absurdo es el tal ordenamiento, que los ciudadanos incurren en falta por el sólo hecho de expresar públicamente su interés en aspirar a ser votados, y los periodistas y editores por difundir tal interés fuera de los plazos establecidos para ello.



“Los adelantados”, frase peyorativamente empleada para etiquetar a quienes no respetan los plazos establecidos por el mentado Código y se pasan por lo más pando al Instituto Electoral veracruzano, cancerbero, arbitro, y hazmerreír, que por principio es cuestionado en su integración por no estar ciudadanizado a cabalidad.



Pero la ley, es la ley. Aunque esta sea émulo de aquella frase muy propia del autoritarismo que nos dice: “cartucheras al cañón, quepan o no quepan”.