Las tribus, Cinthya Lobato,
y la derrota anunciada


J. Enrique Olivera Arce




El egoísmo, intereses encontrados y sin duda falta de visión de largo plazo de las tribus perredistas en la entidad, aunado al propósito de Cinthya Lobato -explícito y no secundado por Convergencia- por pugnar por ciudadanizar la política, está dando al traste con el proyecto de candidatura más viable para alcanzar la alcaldía de Xalapa.


Más vale solos que con malas compañías, fue la tónica adoptada por las tribus, negándose a validar los acuerdos nacionales del Frente pactado con Convergencia y el PT., en tanto que Cinthya Lobato, tras coquetear con el PAN, rompe con su partido, declarándose diputada independiente para encabezar un presunto frente electoral ciudadano que, al margen de los partidos políticos rescate la secuestrada voluntad de los xalapeños.


Frente que a nuestro juicio y dadas las actuales condiciones políticas de la entidad, es inviable en tanto la iniciativa no surge de la base ni es resultado de la participación activa de la ciudadanía en la vida política del municipio. A estas alturas del proceso electoral, al cuarto para las doce para el registro de precandidaturas, en términos de organización y de aritmética no sólo resulta extemporánea la iniciativa de Cinthya Lobato, sino que le enfrenta prácticamente con toda la estructura, usos y costumbres de los partidos políticos con registro.


Constituir y dar operatividad a un frente popular, como el que pretende la joven diputada local, requiere cuadros de tiempo completo, organización y un programa aglutinador, pero sobre todo, tiempo. Elementos de los que esta carece en un municipio tradicionalmente conservador, en los que la población vive prácticamente a espensas de la administración pública. Un frente popular, construido al vapor, así sea únicamente con fines electorales y de corte coyuntural, implica enfrentarse al orden establecido. Y aunque son muchas las carencias no satisfechas que aquejan a la mayoría de los xalapeños, los vínculos con la administración pública y las redes de intereses que de ello se derivan tienen el suficiente peso como para inhibir la participación popular en una aventura con muy pocas expectativas de éxito.


Por cuanto a las tribus, parece que no entendieron la lección. Sin Andrés Manuel López Obrador, su fuerza se reduce a una corriente minoritaria. El haberle dado la espalda de manera reiterada a los trabajos previos de la Convención Nacional Democrática que tendrá lugar a finales de la presente semana, les ubica en la entidad como gropúsculos de ingratos y resentidos que no han encontrado lugar en el pesebre oficial.


La aritmética política en la actual coyuntura electoral y a partir de los antecedentes cercanos de los procesos electorales del 2004 y 2006, indica que es momento de sumar y multiplicar y no de restar y dividir. Si el Frente Amplio Progresista mantuviera la unidad de propósitos en torno a un programa mínimo de acción para la coyuntura, los tres partidos opositores en alianza tendrían más posibilidades de triunfo que si se van cada uno por su lado. Desafortunadamente todo parece indicar que el peso específico de la maiceada es mayor que la lógica y la congruencia.


Bajo las circunstancias actuales, tanto el PRD como Convergencia y el PT, carecen de fuerza por sí mismos y, peor, aún, de candidatos viables y financiamiento suficiente para darle pelea tanto al abanderado del PAN como al del PRI en alianza con sus satélites. Así las cosas, la flaca caballada del PRI, con todo el apoyo del aparato oficial, y frente a la división existente en las filas del blanquiazul, puede darse por bien servida. Seguramente será el inexperto David Velasco Chedraui, quien le tome la estafeta a Ricardo Ahued.



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