Duarte, ante lo deseable frente a lo posible

Por J. Enrique Olivera Arce




Bueno, llegó la hora de recoger los tepalcates y reconstruir la vida económica, social y política de la entidad. Cambio de página, cierre de una etapa más en la historia de Veracruz, y a lo que sigue. El tiempo no se detiene, sigue corriendo y exigiendo nos adaptemos a su ritmo, pensando y actuando en consecuencia, dejando atrás el pasado, ubicándonos en el presente y lo que este representa para el futuro.

No más triunfalismo sin sustento ni estériles confrontaciones y mutuos agravios entre las diversas fuerzas políticas que conforman el mosaico político e ideológico, multicolor, plural y con marcadas diferencias a lo largo y ancho de Veracruz. Sumando y multiplicando y no dividiendo esfuerzos, talentos y creatividad que hoy por hoy exige el recoger los pedazos y reconstruir con visión de futuro, a una entidad federativa sumida en el estancamiento y el atraso.

Reconociendo fortalezas y debilidades con objetividad y apego a la honestidad intelectual que exige nuestra interpretación de una realidad agobiante y sin rumbo claro, enfrentemos rezagos, combatiendo desigualdad y pobreza, desempleo, a la par que consolidando logros, que los hay. Correspondiendo a la nueva administración a cargo del Dr. Duarte de Ochoa, la tarea de convocar y organizar a la sociedad en su conjunto para, en torno a propósitos y objetivos comunes, la recoja de los tepalcates, reconstrucción e impulso al crecimiento económico y el desarrollo, rinda con equidad frutos positivos para todos.

Siendo lo anterior lo deseable, en el terreno de lo posible surgen dudas de hasta donde la voluntad, capacidad y visión de futuro de la sociedad veracruzana, golpeada y dolida, está dispuesta a remontar el pasado y sumarse a la unidad y esfuerzos comunes para, con renovado optimismo, hacer frente a nuevos y cada vez más complejos retos que la realidad nos impone. Hasta donde está dispuesta para avanzar por el camino del cambio de mentalidad, actitudes y acciones concretas, aceptando marchar de común acuerdo por distintos derroteros a los que, hasta hoy, mantienen un estado de cosas, caduco, agotado y freno a todo impulso para conducir a Veracruz por el camino del progreso.

Pero más se duda en relación a la disposición y voluntad política de la administración pública para asumir que si bien la tarea es de todos, el gobierno del estado debe ser guía y conductor del obligado proceso de cambio y definición de nuevos derroteros.

Cuando se actúa en sentido inverso a lo que la lógica indica, integrándose un gabinete de primero y segundo nivel de colaboradores cercanos del gobernador, sin antes contar con un plan estatal de desarrollo surgido de un diagnóstico técnica y socialmente sustentado, da lugar a interrogantes.

¿El perfil de cada uno de los funcionarios designados, corresponde a las tareas por realizar, o son éstas las que deberán de adecuarse al perfil, capacidad y experiencia de los funcionarios que integran el gabinete? Es la interrogante que de inmediato salta a la vista, porque si no existe ni diagnóstico objetivo ni mucho menos un plan estatal de desarrollo consensuado con la ciudadanía, la definición de propósitos, objetivos y metas de mediano y largo plazo, quedará en los funcionarios previamente designados, cumplan o no con los requisitos mínimos para la tarea.

Y lo que hasta hoy es dado observar, más allá de las especulaciones interesadas de los medios de comunicación, es que la integración del gabinete y los personajes que se mencionan, responde más a criterios de compromiso político que al mínimo de conocimiento y experiencia científico-técnica requerido para el rescate de los tepalcates y reconstrucción de la vida económica y social de la entidad. Debiéndose esperar por tanto, un plan estatal de desarrollo inmediatista y sujeto a intereses focalizados, ajenos al desarrollo integral, regional y sectorial que el armado racional del rompecabezas exige.

Entre expertos de planeación estratégica, domina el criterio de que lo ideal es conjugar lo deseable con lo posible, a partir de lo disponible. Luego me pregunto ¿En Veracruz no hay más gente preparada, capaz, honesta y consecuente, fuera del estrecho círculo de viejos y nuevos profesionales de la política, que acerque lo deseable a lo posible?

Son estas dudas sobre el papel a asumir por la administración pública, que alimentan las que a su vez bullen en amplios segmentos de la sociedad y a las cuales nos hemos referido.

Javier Duarte de Ochoa tiene que salir a darles respuesta, de manera pertinente y creíble, antes de convocar a la unidad y esfuerzo compartido. De lo contrario, en el imaginario popular seguirá perenne la idea que castra e inmoviliza, de que en todo cambio de gobierno lo que debe esperarse es “más de lo mismo”.

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