Dilemas ante la utopía del Dr. Duarte de Ochoa

Por José Enrique Olivera Arce

 Cuenta la fábula que al final del arco iris se encuentra una olla repleta de monedas de oro. Pero, hasta ahora,  nadie sabe como trepar al  multicolor espejismo para alcanzar la ansiada recompensa.

La crítica

Resulta “políticamente incorrecto” el expresarse críticamente en torno a las reiteradas declaraciones del gobernador Javier Duarte de Ochoa, pecando de impertinencia cuando en la mayoría de los medios se le aplaude. Luego, ¿cómo ejercer y enfocar la crítica? ¿Qué debemos entender por crítica constructiva y propositiva? ¿Decir lo que la corte quiere escuchar, atendiendo al consejo de amigos convencidos de que navegar contra la corriente no surte la despensa? ¡Vaya dilema! 

Y sin embargo, la congruencia obliga. No es posible quedarse callado en espera de mejores tiempos cuando lo que nos falta es tiempo. Así no sea redituable el no hacer de la palabra escrita mercancía, honestamente creo en la necesidad de alzar la voz, aunque lastime algunas sensibles epidermis como una humilde manera de servir a Veracruz. 

Más cuando el propio gobernante, sin demérito de su optimismo, entusiasmo y esfuerzo aplicado al posicionamiento de Veracruz como entidad segura y propicia para una sana armonía entre sus habitantes, asumiéndose como único vocero de su administración y de su proyecto personal exhibe o bien ingenuidad política, ó una estrategia comunicacional contraria al más elemental sentido común que, lejos de convencer genera dudas y escepticismo respecto a sus propósitos. 

El cliché del duartismo 

No sólo se abusa del manido cliché propagandístico sobre una utópica prosperidad, sino que éste se aplica por igual a toda acción de gobierno y con la misma intensidad en todo evento en el que el titular del ejecutivo tenga papel protagónico, bien por su protocolaria y obligada presencia, bien por la oportunidad para machacar y machacar sobre la olla repleta de monedas de oro allende el horizonte. 

A mi juicio, lejos de lograr el objetivo buscado, el gobernador Duarte de Ochoa siembra en terreno ajeno; cosechando el natural rechazo de quienes entre los veracruzanos gozan de cabal salud mental, considerándose medianamente inteligentes. 

Con el riesgo de estar equivocado, como crítica constructiva podríamos sugerir, una vez más, humildad, mesura y buen juicio en el discurso. Como aportación propositiva: gobernar cumpliendo con el propósito de poner orden al interior de la administración pública veracruzana, conjugando lo deseable con lo posible, a partir de la escasez financiera y política con que se cuenta y que, a no dudarlo, es más que obvia.  

Empleo y salarios 

Lo que no se puede hacer es seguir por el mismo camino. Asegurar y garantizar que en el sexenio se habrán de generar 400 mil nuevos empleos, sin atender al cómo, al donde y la calidad del empleo a generar y, mucho menos tomar en consideración el contexto más general del mundo y del país, es ejemplo del equívoco en la ruta hasta ahora transitada. 

Ampliar la base productiva de Veracruz, en la medida suficiente para alcanzar la meta prometida, sin duda es un buen deseo, pero hasta ahí. Prosperidad para todos de acuerdo a las necesidades y capacidades de cada quién, exige como mínimo el tener resuelta la demanda de empleo, vivienda, vestido, sustento, salud, educación, recreación, y calidad de vida en la vejez. Esto es lo deseable. Nadie en su sano juicio estaría en desacuerdo con los buenos propósitos del gobernante, si su logro fuera posible a lo largo de un sexenio. ¿Lo es acaso? 

Indudablemente que no. El satisfacer medianamente tales necesidades para la familia veracruzana, requiere que cada plaza laboral se haga acompañar de un salario remunerador. ¿Los 400 mil empleos por generar cumplen con tal premisa? Interrogante que también cabe para el caso de los empleos formales e informales existentes. 

Como la respuesta es que nó, entonces habría que considerar que para que la planta productiva en Veracruz se fortalezca, consolide y crezca, generando nuevas plazas de trabajo, esta requiere de una demanda real que le soporte con capacidad, también real de compra, de aquellos consumidores que por ahora disfrutando de un empleo remunerado les es insuficiente el salario devengado para atender sus necesidades reales y sentidas. 

¿Existe en calidad y suficiencia tal demanda real en una entidad federativa con 9 millones de habitantes? 

No. Como tampoco contamos con un sector empresarial dispuesto a invertir y correr el riesgo en un mercado interno deprimido con salarios congelados. Luego habría que echar mano de la inversión y del mercado externo para dinamizar la economía estatal, precisamente cuando en el orden internacional frente a la crisis financiera global y al desempleo galopante, tanto en Asia, Europa como en los Estados Unidos de Norteamérica y en el Cono sur, la tendencia de nuestros potenciales socios comerciales, es la de un franco proteccionismo, estimulando la inversión en el ámbito doméstico y restringiendo la importación de bienes y servicios.  

La terca realidad domina el escenario, cerrándose el círculo perverso en consonancia con el resto del país, que no encuentra rumbo cierto. 

La propuesta 

¿Cómo romperlo dando paso a un círculo virtuoso que siente las bases para cuando menos acercarnos a la meta comprometida por el Dr. Duarte? 

Dilema y reto para Veracruz y para la administración pública de la entidad. 

Propositivamente me permitiría sugerir, que bien valdría la pena explorar la posibilidad de rescatar el viejo esquema priísta de la economía mixta, asumiendo el gobierno estatal la rectoría de la economía; rescatando el campo y el efecto multiplicador de la pesca industrial, compartiendo riesgo e inversión productiva con capital semilla, en un esfuerzo común entre los sectores público, privado y social, enfocado a fortalecer el mercado interno y el aprovechamiento racional de nuestras ventajas comparativas regionales; haciendo de lado recetas neoliberales que no han dado resultados tangibles en las tareas del desarrollo.  

Orden y amanecemos… 

Ello, por principio, obligaría al gobierno de Veracruz a revisar a fondo tanto su política fiscal restrictiva como su plantilla laboral, eliminando “aviadores” y sustituyendo a los funcionarios, asesores y técnicos ineficientes e incapaces, por personas que reuniendo perfil y compromiso, conozcan con suficiencia del paño bajo su responsabilidad. 

Menos política y más orden y administración en beneficio de los más, sería lo deseable y seguramente posible de existir voluntad para llevarlo a cabo. ¿Existe ésta cuando incluso se tolera que el fidelismo rapaz siga incrustado en el gobierno? 

Por cuanto al gobernador Duarte de Ochoa, más que insistir en proyectar mediáticamente ilusorias utopías, mucho ayudaría que cual el sultán Shahriyar, personaje de las Mil y Una Noches, sin pompa ni lastre cortesano escuchara de viva voz el sentir real de los veracruzanos.