Crisis

Por J. Enrique Olivera Arce


Ante la ausencia de una racional jerarquización de prioridades, mediáticamente todo es importante y pareciera que todo y nada es prioritario, en tanto se observan acciones reactivas de la administración pública veracruzana frente a una realidad que le desborda. Ya no se sabe si se atiende a lo dispuesto en el Plan Veracruzano de Desarrollo o se reacciona a los palos de ciego de un Felipe Calderón que, en su quinto y penúltimo año de gobierno, ya no quiere queso sino salir de la ratonera.

La anterior administración a cargo de Fidel Herrera Beltrán, creo el caos, apuntalándole con el despilfarro de recursos públicos y el aplauso acríticamente mayoritario e irresponsable de la prensa. La actual, con inopia inmovilista, lo profundiza sosteniéndole con saliva, sin contar con el apoyo unánime de los medios de comunicación. El impacto del rumor en la calle es superior a las campañas mediáticas en una prensa desacreditada, malquerida y pusilánime.

Esto en el marco de un adelantado proceso electoral, en el que los partidos políticos exhiben fehacientemente su pérdida de razón de ser, en el contexto de crisis del sistema político nacional e internacional. El hartazgo y la indignación sellan con broche de oro la pérdida de representatividad y legitimidad de la democracia representativa en el mundo.

En México, el conato de acuerdo del PRI, PAN y PRD para ir con candidato único a la elección de gobernador en Michoacán, es el rasero. No existe diferencia de fondo entre los tres partidos políticos más importantes del país. El oportunismo en la coyuntura les iguala dejando sin opción al electorado. En tanto que en Veracruz no gobierna más el PRI,  que va a la zaga de un ecléctico Poder Ejecutivo estatal que marcha a bandazos, sin brújula ideológica que le guíe en el azaroso contexto de un mundo en decadencia.

En múltiples ocasiones desde diciembre de 2007, he destacado mi percepción personal de una profunda crisis en el sistema político nacional, expresado en notable pérdida de los partidos políticos tanto de ideología, principios, valores, como de capacidad de interlocución con una sociedad que les cuestiona. Hoy a mi juicio estimo que tal crisis está tocando fondo, sin que a la vista se observe el menor afán por recobrar lo perdido, reflejándose lo mismo en la conducción del país que en el deterioro creciente del tejido social.

Considero que Veracruz no escapa a ello. En nuestra aldea, el reflejo se da tanto en la conducción errática de la administración pública como en la vulnerabilidad fáctica de la división de poderes. El endeble estado de derecho da paso al endurecimiento de un principio de autoritarismo, impulsado más por la impotencia del momento para encontrar el camino que por respuesta a una oposición política responsable, por ahora inexistente. El escepticismo y desconfianza de la población frente a la descomposición política, económica y social generalizada, se deja sentir en el ánimo del titular del Poder Ejecutivo de la administración pública de la entidad.

No es circunstancial tanto el vació informativo en torno a la última visita de Andrés Manuel López Obrador a la capital de Veracruz, como la respuesta positiva, en esta ocasión de un mayor número de asistentes convocados al mitin de “Morena” en la Plaza Lerdo. La autocensura inducida de los medios de comunicación y la aún tímida pero destacable respuesta ciudadana a la convocatoria de los organizadores, van de la mano.

No pasa nada en Veracruz, se dice en círculos oficialistas, y no precisamente por razones de seguridad y violencia, que si pasa. A mi juicio algo anda mal en la administración pública y que aún no se percibe de manera generalizada. Creo que es tiempo de ajustar las tuercas antes que el hartazgo y la indignación propiciada por el gobierno federal,  alcance los aparejos en la aldea.