Partidocracia y Reforma Política

Por J. Enrique Olivera Arce


Nada más grosero y fuera de lugar que el propósito explícito más no implícito, de la fallida iniciativa de Reforma Política que exhibiera lo mismo a Calderón Hinojosa que al Congreso de la Unión. Ni más ni menos que “Darle más poder al ciudadano”.

Vaya manera de invertir los papeles. A título gracioso senadores y diputados de espaldas a sus electores y en contravención al Artículo 39 de la Constitución General de la República, de facto se toman la libertad con todo descaro de  pretender ceder con una generosidad inaudita una porción de poder al ciudadano.

Poniéndose en evidencia la pobreza de la incipiente democracia representativa en México, a la par que se exhibe la profundidad de la crisis de un  sistema político en el que los partidos nacionales representando a un sector minoritario de la población habiendo perdido confianza, legitimidad y eficacia como interlocutores, se arrogan por sus pistolas una soberanía nacional que por principio, en su Artículo 39, la Constitución General de la República  establece que “esencial y originariamente reside en el pueblo”.

Y si bien la propia Constitución en su Artículo 41 determina que el pueblo ejerce su soberanía por medio de los Poderes de la Unión, en ningún caso concede tal atribución a los partidos políticos, hoy constituidos de facto en una rancia “partidocracia” autoritaria y patrimonialista que, despachándose con la cuchara grande, determina quehacer y rumbo del Congreso de la Unión en demerito de la representatividad democrática hoy secuestrada.

Bajo el supuesto de que algún día se aprobara la Reforma Política facciosa de marras, esta sería legal pero careciendo por principio de legitimidad al no expresar la voluntad mayoritaria del pueblo de México. Confirmándose una vez más que vivimos en un país de leyes dictadas e impuestas por los partidos políticos, más no sujetos a un estado de derecho de observancia general que se respete y se haga respetar.

Divorciado del legítimo interés de la Nación, sirviéndose y sirviendo a los poderes fácticos, carente de respetabilidad democrática el sistema político prevaleciente, caduco e inoperante, impone así su propia crisis de legitimidad a una sociedad que vive en medio de un proceso generalizado de deterioro económico y social, con las consecuencias ya de todos conocidas. Victimando a la mayoría del pueblo que, en completa indefensión, ve vulnerado su derecho a ejercer su soberanía en los términos establecidos en nuestra Carta Magna.

En tanto esto no se modifique, rescatando la soberanía popular hoy secuestrada por la “partidocracia”, y acotando el poder que el pueblo le confiere a los Poderes de la Unión, el pacto social que se pretende fortalecer con la presunta Reforma Política, es letra muerta. Más, cuando a ojos vistas, la discusión y aprobación, en su caso, de la iniciativa, giraría en torno a la sucesión presidencial del 2012, acomodando contenido y alcance a los intereses particulares de cada uno de los partidos políticos representados en el Congreso de la Unión y a la nada oculta intencionalidad, tanto de allanarle el camino a Enrique Peña Nieto por parte del PRI, como la del ejecutivo federal de asegurar la permanencia de su partido en Los Pinos. Sin hacer de lado que, si eso conviniera a intereses coyunturales comunes del PRI y el PAN, estos partidos pragmáticamente cerrarían filas para evitar el arribo de la izquierda social a la presidencia de la República, como ya ocurrió en el 2006.

No es circunstancial entonces el que se afirme que ya se pactó con Calderón Hinojosa términos y condiciones en que la “partidocracia” aprobaría lo mismo la  Reforma Política que las reformas a la Ley de Seguridad Nacional y la legislación laboral.

Vistas así las cosas, a mi juicio faltaría conocer de la reacción de los sin partido y la izquierda social, que indudablemente no respondiendo a los intereses coyunturales de la izquierda partidista, bien podría cobrarle en su momento la factura a la “partidocracia” en el 2012. De ahí el temor del PRIAN obligándose a frenar, por ahora y en previsión a la elección de gobernador en el estado de México, su generosa intención de “darle más poder al ciudadano”.