La paradoja del sexenio

Por J. Enrique Olivera Arce



Buenos o regulares, tanto logros como atención a rezagos históricos a lo largo de cinco años de gobierno del Maestro Fidel Herrera Beltrán corresponderá a la ciudadanía juzgarlos finalmente, llegado el momento y al margen de la contaminación mediática que hoy todo lo hace ver a la luz de un triunfalismo inducido por el propio titular del ejecutivo.

Cinco años de un personalísimo estilo de gobernar que corresponderá a la historia juzgar en su contexto, a la luz de números fríos y, porqué no, también a la luz de cómo a cada quien le fuere en la feria de la fidelidad; Así es la regla no escrita con la que, pasado el tiempo, se nutre el balance de una administración y de quien la encabeza.

No faltarán, sin duda, apologistas o “detractores” que, anticipándose, de primera intención califiquen la actuación del Maestro Herrera Beltrán y su administración sin más elementos de juicio que la percepción interesada o bien, la interpretación subjetiva de aquello que primero salta a la vista, como obras de infraestructura concluidas, en proceso u ofrecidas y no cumplidas, así como el destino final del gasto público a lo largo de los cinco años, sin profundizar en que o como estas manifestaciones del quehacer gubernamental incidieran coyunturalmente en la solución de problemas de fondo o contribuyeran a impulsar crecimiento económico, desarrollo y bienestar de la gente. Se vale porque así es la costumbre y porque en ello se sustenta la idea de que el último año de gestión la tarea consiste en consolidar logros y no en recapitular para empezar de nuevo en aquello que a lo largo del tiempo fuera quedando en el tintero. Lo que se logró se logró, lo demás es tarea pendiente para las administraciones subsecuentes.

Y es en esto último que habrán de correr ríos de tinta. La apología del éxito alcanzado o la crítica superficial habrán de alimentar el imaginario de la clase política y, por extensión en el de los medios de comunicación. En cuanto al imaginario popular, este por ahora está dominado por percepciones sobre lo que habrá de traer consigo el alza de impuestos y el incremento en la carestía de la vida, más que alimentado por la abundante información y contra información que deviene de la cúpula del poder.

Cada quien desde su particular punto de vista e intereses en juego habrá de procesar la información referente a los cinco años del actual régimen, con la vista puesta tanto en el sucesor como en una posible continuidad en tiempo, forma y contenido de la administración por concluir; conformando el escenario antes durante y después de la contienda electoral que desembocará en la elección del 4 de julio del año próximo.

Pese a que el Maestro Herrera Beltrán afirma lo contrario, lo que le resta de su mandato será determinado por el proceso electoral. Todo lo que haga o deje de hacer, se inscribirá en el proceso de sucesión y así se interpretará. La fuerza de la costumbre así lo indica y de ahí se derivará el quehacer de la clase política en su conjunto y, en lo específico, de los primeros círculos del priísmo veracruzano que, conforme pasen días y semanas atenderá, por un lado, a la espera de la emisión desde palacio del humo blanco y, por otro, las manifestaciones obligadas de cortesanía y quema de incienso al paso de quien se presuma resultará ser el escogido para abanderar a su partido en la contienda por la gubernatura. Lo que haga o deje de hacer el gobernador fuera de este marco pasará a ser marginal.

De ahí la importancia del quinto informe de gobierno, penúltimo constitucionalmente pero objetivamente el último en el que el Maestro Fidel Herrera Beltrán ocupe el sitial protagónico y los efectos concentrados de los reflectores mediáticos.

Lo que sigue a partir de hoy domingo, está ya preestablecido en el libreto protocolario de un poder que tras su ascenso tiende a declinar. En este escenario se inscribirá también el jaloneo al interior de las filas priístas entre personajes y proyectos sucesorios, resultando paradójico que, en esta ocasión y pese a la tradición, en la medida que el poder decisorio del gobernador decline, en la misma medida declinará la presunta fortaleza del que anticipadamente impusiera como su candidato a sucederle.

De ahí la urgencia en el primer círculo de que el CEN del PRI emita cuanto antes la convocatoria que habrá de determinar tiempo y forma del proceso de selección interna en la entidad; entre más dilate la expedición del documento más se aleja la posibilidad de que el diputado federal Duarte de Ochoa logre remontar el clima de impugnación que se cocina entre sus correligionarios. No resultando extraño que ya se afirme que entre más se prolongue la espera, menor será el flujo de recursos de que éste disponga para extender la precampaña emprendida y mayor el riesgo de que se desinfle. Por cierto que en ello confían quienes al interior del PRI esperan frente a la puerta ver pasar el cadáver político del delfín impuesto.

Y mientras en nuestra aldea corran surrealistas ríos de tinta dando cuenta de la feria electoral, México entero continuará en picada enfrentando el arribo del Bicentenario de la Independencia Nacional y el Centenario de la Revolución Mexicana, entre oscuros nubarrones de impredecible e incierto presagio.

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