Crisis de Credibilidad

J. Enrique Olivera Arce



Nadie puede acusar categóricamente y, también, nadie puede exculpar categóricamente. Los extremos se tocan mientras, en suspenso, la verdad baila mambo. Chinito bailarín marca el paso.
Carlos Monsiváis





Se puede no estar de acuerdo con el modo personal de gobernar del titular del ejecutivo estatal. Tampoco con la orientación que se imprime a algunas de las políticas públicas con las que se pretende impulsar el desarrollo de la entidad. Y con mayor razón con los excesos mediáticos en que viene incurriendo la actual administración. Pero de eso a caer en el garlito de creer en lo que a todas luces no pasa de una burda maniobra política de descalificación en contra de Fidel Herrera Beltrán, como el intentar involucrarlo en el tejemaneje del chino-mexicano, hay una enorme distancia. Ni la existencia de una presuntamente apócrifa credencial ni el comportamiento del gobernante como servidor público, dan pie a creer en semejante patraña.

Lo que sí queda claro es que en este país resulta demasiado fácil inventar cualquier cosa, cuando de descalificar a un adversario político se trata. La historia reciente de la elección del 2006, a partir del intento de desafuero de Andrés Manuel López Obrador, da constancia de ello, sin necesidad de ir más lejos en la historia de la vida política nacional.

Para mi gusto y en ello coinciden muchos ciudadanos, por cierto no muy afectos al rojo fidelidad, la pretensión de querer involucrar al gobernante veracruzano en las andanzas del chino, ha resultado ser un boomerang que se revierte en contra de los estrategas de una cortina de humo; elemento distractor, con el que se quiere diluir la hasta hoy casi verosímil responsabilidad única de destacados personajes de la derecha en el poder.
No obstante, si bien la burda maniobra no afecta en la coyuntura de manera directa a Herrera Beltrán, es de considerarse que el daño va más allá, sembrando la duda en un escenario político en el que ya se perfila la pugna por el poder en el 2012. La pretensión manifiesta y explícita de Calderón Hinojosa de que el PAN se perpetúe en la presidencia de la República, lleva implícita la descalificación temprana de quienes desde la oposición pudieran ser piedra en el camino. Bajo esta óptica habría que enmarcar la estrategia de descalificación en contra del gobernador veracruzano.

Lo que seguramente no se tomó en cuenta por los estrategas de la derecha, es que el cuento chino resultara más que una puesta en escena como defensa de un presunto delincuente; para las que bastaban declaraciones mediáticas desde la cúpula del poder para echar por tierra las ahora creíbles artimañas del también reputado inversionista internacional. La comedia da para más, involucra a amplios sectores de la clase política con elementos mucho más relevantes que una credencial apócrifa, presumiblemente sembrada y encontrada por casualidad.

Lo verdaderamente grave para el país es la duda sembrada. No la que pudiera afectar circunstancialmente a Herrera Beltrán que esperemos esté superada para bien de la entidad. Sino aquella que abarca al cuento chino en su totalidad; tan acostumbrados estamos en México a toda clase de comedias, que la perspicacia popular alimentada por el sentido común, lleva a la ciudadanía a creer a pie juntillas las más inverosímiles historias, cuando los protagonistas son exponentes de una corrupta clase política que siempre tiene cola que le pisen.

El cuento de marras ya no es tal. Para la ciudadanía es más creíble la versión del chino que la que puedan ofrecer las autoridades. Eso es grave. Cuando a la verdad del poder público se le opone la verdad de un presunto delincuente y el pueblo da la razón a este último, está en juego algo más que la carrera política de un gobernador. Está en juego la credibilidad en las instituciones nacionales y la gobernabilidad del país. De se tamaño son las andanzas de un chino, nacionalizado mexicano bajo dudosas circunstancias, que encontró en México campo propicio para expandir un imperio con sólidas raíces en Hong Kong, corazón financiero del mundo. De ese tamaño es la pifia del gobierno federal que exhortó a los ciudadanos a no creer en cuentos chinos.