¿Es ó no es cuento chino?


J. Enrique Olivera Arce



En la política, como en la música, el saber bien combinar el sonido con el tiempo hace del ejecutante un artista. Ni antes ni después, sino en el momento preciso, es lo que hace la diferencia entre el simple ruido y una melodía que cautive nuestros sentidos. Ni antes ni después, sino en el momento preciso, es que el político debe actuar para, en un marco de congruencia, alcanzar el objetivo buscado, evitando ser consumido por las llamas. Si esto es así, algo anda mal en relación al tan traído cuento chino, observándose una falta de sincronía entre la intencionalidad del discurso presidencial, que califica de inverosímil lo que mediáticamente afirma el mandarín mexicano, y las medidas de autodefensa adoptadas en Veracruz.


Calderón Hinojosa, desmiente al chino públicamente, durante la visita de Estado del Jefe del gobierno español, a sabiendas de que por el carácter del evento sus palabras tendrían repercusión internacional, dándose por sentado que el mensaje no estaba dirigido al pueblo de México para restar importancia al escándalo y minimizar sus posibles efectos en la política interna. La intencionalidad del discurso, hasta donde se puede percibir, más bien fue la de acallar suspicacias y las críticas al gobierno mexicano más allá de nuestras fronteras.


En Veracruz, se actúa en sentido contrario. La intencionalidad del discurso oficial y oficioso no ha sido la de negar y descalificar las acusaciones del presunto delincuente de cuello blanco, sino la de ratificar para consumo doméstico la veracidad de las mismas. Como podría interpretarse el hecho de que el gobernador deslice ante los medios que en el financiamiento a la campaña electoral de su adversario panista a la gubernatura del estado, se presume hubo mano amarilla y, horas más tarde, en conferencia de prensa, el abogado Jorge Reyes Peralta acusa a Gerardo Buganza Salmerón de haber recibido apoyos indebidos del chino nacionalizado mexicano. Ubicándose así el tema en el ámbito de la política interna y dando por hecho que la elección de gobernador estuvo contaminada con financiamientos de oscuros orígenes, presuntamente aportados por el empresario farmacéutico Zhenli Ye Gon.


Así, en los hechos, lo que para el presidente Calderón Hinojosa no pasa de ser cuento chino, y así se debe interpretar en el concierto internacional, en Veracruz es motivo doméstico de alarma; poniéndose sobre el tapete un asunto presumiblemente superado históricamente, como el de los financiamientos a la campaña electoral del 2004. Asincronía que da lugar a ruidos innecesarios, como los que en su momento tuvieran lugar con la muerte de Ernestina Ascencio en la sierra de Zongolica, dándosele en Veracruz una connotación a las acusaciones del chino que no se corresponde con el criterio presidencial.


En los círculos políticos de nuestra ciudad capital, la falta de sincronía en el que mueve la cuna y que exhibe la acusación de Reyes Peralta, no ha pasado desapercibida; interpretándose como una “cura en salud”, con la que se pretende desviar la atención para minimizar el impacto mediático de la burda maniobra con la que se pretendiera involucrar al gobernador Herrera Beltrán, con los hasta ahora nada claros negocios de Zhenli Ye Gon. Y, de paso, golpear al PAN en la guerra personal que bajo la mesa protagonizan el gobernador del estado y Miguel Ángel Yunes Linares.


Así las cosas, si el chino mexicano de marras no tuvo nada que ver en el proceso electoral del 2004 en Veracruz, en el de 2007 ya está jugando un papel protagónico. Lo que sin duda no cabe dentro de la intencionalidad presidencial de reducir a su mínima expresión lo que para muchos en el extranjero el cuento no está escrito en chino, sino en el lenguaje cotidiano con el que se expresa la corrupción en México. Algo anda mal en el manejo de los tiempos por lo que tendremos ruido para rato.