Este arroz ya se coció

Por J. Enrique Olivera Arce




Hay ocasiones en que lo más sensato para nuestra salud mental es aceptar nuestra realidad, tal cual, me dice un vecino. Esto, referido al proceso electoral en Veracruz, cuya conclusión no tiene para cuando, encierra una gran verdad. No podemos pedirle peras al olmo, sin riesgo de incurrir en demencia. El arroz ya se coció, chueco o derecho, Javier Duarte será Gobernador. No porque estemos convencidos de que el voto le hubiera favorecido, simplemente porque no podemos ir en contra de la realidad de un país en el que la voluntad soberana de las mayorías está secuestrada por los poderes fácticos que controlan la vida económica, política y social de México como Estado-Nación. Así de simple.

El argumento de que en las democracias se gana o se pierde por un voto, es una falacia a modo de quien lo defiende. Para que esta tesis tuviera un mínimo de sustento, tendría que existir la democracia como algo concreto, tangible y no como utopía con la que sueña el hombre libre desde la noche de los tiempos. Cuantitativamente gana Javier Duarte la gubernatura de Veracruz -así lo afirmé desde el mes de marzo-, porque por sobre todas las cosas, así lo quiso el Maestro Fidel Herrera Beltrán, quien, desde la aprobación de las reformas al código electoral, designación de candidato de su partido hasta el control del Instituto Electoral Veracruzano y, posiblemente del Tribunal Estatal Electoral, tomara unilateralmente aquellas decisiones que mejor convinieran a sus intereses y los que representa en la entidad.

Cualitativamente, es otro cantar. Javier Duarte de Ochoa “gana” hasta este momento la elección por la voluntad de un millón 392 mil 386 votos, reales o de origen dudoso, y contra la voluntad de un millón 736 mil 847 de veracruzanos que sufragaran en contra del candidato priísta a la gubernatura. Es decir, gana con el 44 % del total de sufragios “legalmente” válidos. En una “democracia madura”, para obtener el triunfo debería haber obtenido el 50 % más uno para que éste fuera legítimo. Un voto entonces si hubiera significado cualitativamente la diferencia a su favor, lo cual no sucedió.

Si el “triunfo” lo refiriéramos a la lista nominal validada por el IFE, el número de votos obtenido por el Sr. Duarte, apenas representaría el 26 % del total de electores potenciales. Y aunque el candidato priísta no tuviera la culpa de que el sufragio no alcanzara el 100 por ciento de los votantes registrados en el padrón, legítimamente no está en condiciones de afirmar que será gobernador por la voluntad mayoritaria de los veracruzanos.

Bastaría con remitirse a la desagregación de los resultados electorales, Distrito por Distrito, para echar por tierra su aseveración y la de quienes desde su partido y la mayoría de los medios de comunicación se hacen eco de tal apreciación.

La teoría es una cosa y la realidad es otra y a ella tenemos que remitirnos para no incurrir en insanía mental. Hasta este momento nos guste o no nos guste, digan lo que digan los porcentajes aludidos, debemos esperar que el Tribunal Electoral de Veracruz expida constancia de mayoría al Sr. Duarte, quien así asumirá el carácter de gobernador electo, en tanto el TRIFE no sentencie en contrario.

Lo que sigue, en términos prácticos ya no es de nuestra incumbencia como ciudadanos. Nuestra participación, buena, mala o regular se expresó el domingo 4 del presente. Hasta ahí tuvimos vela en el entierro. El tema del cómputo, las impugnaciones y lo que los tribunales determinen al respecto, está fuera de nuestra esfera de competencia como sufragantes modositos y bien portados. Lo que tres personas desde el Poder Judicial de Veracruz o, en su caso, el Tribunal Federal Electoral, sentencien sobre el particular, es lo que cuenta, estando todos obligados a apechugar en consecuencia.

Así que estimados paisanos, a lo nuestro. Que reine la calma entre nosotros y todo mundo a lo suyo, la persecución cotidiana de la chuleta y los buenos ratos de solaz esparcimiento frente a la tele. Dejemos que nuestras autoridades, los partidos, los políticos y los jueces, hagan lo que saben hacer y olvidémonos por un buen rato de la democracia. No desesperemos, ya vendrán tiempos mejores en los que habiendo aprendido a abrir los ojos, exijamos aquello que establece nuestra Carta Magna como derecho inviolable de los ciudadanos.

Valoremos nuestra salud mental. Digamos, convencidos o no, al unísono con las empresas periodísticas, que el Sr. Duarte de Ochoa sucederá al Maestro Fidel Herrera Beltrán en la gubernatura de Veracruz. Lo demás será tema anecdótico para esos buenos escritores que, de manera tan brillante, saben acomodar la realidad poniéndola al alcance de la comprensión del ciudadano de a pie, y no motivo de desavenencias familiares o entre amigos que a nada positivo conducen.

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