Crisis de identidad en el PRD

J. Enrique Olivera Arce



El diario Milenio, en su edición veracruzana del sábado 6 de los corrientes, publica una nota de Edgar Reyes en la que da cuenta de declaraciones del Secretario de Asuntos Campesinos y Pueblos Indios del Comité Nacional del Partido de la Revolución Democrática (PRD), Juan Carlos Mezhua Campos, en la que este afirma que los líderes de las diversas corrientes, mejor conocidas como “tribus”, ya no dan más al partido, aclarando, eso si, que no pertenece a ninguna de ellas.

Suena raro, dando la impresión de que anda por ahí como perro sin dueño, pero según el reportero, así lo declaró y, aunque resulte difícil aceptarlo, así como este señor existen muchos perredistas que no se sienten parte, ideológica, política o programáticamente, de las tribus más representativas del PRD. Es más, dan la impresión de que no tienen ni idea de que su partido aún se encuentra en los inicios de un proceso de construcción, en el que las diversas corrientes no se logran poner de acuerdo respecto a que materiales recurrir para solidificar sus incipientes cimientos. Aunque debe aceptarse como válido el que muchos perredistas se agrupen en torno a una vieja consigna del 68 francés: prohibido prohibir; diciéndole no, por principio, a un sistema político que les parece injusto. Eso constituye ya una posición ideológica y política y en ello llevan ventaja con relación a muchos de quienes se ostentan como dirigentes del partido, cuya única postura es la simulación y el pragmatismo.

Bajo esta óptica, bien pudiera tener razón el Sr. Mezhua Campos, si identifica a las corrientes con los que las encabezan, y considera no pertenecer a esta elite burocrática y acomodaticia. Paradójicamente, este señor con ello se identifica con la corriente mayoritaria del PRD, la que no está de acuerdo con la cúpula de vividores y sus intereses creados que, efectivamente, no tienen nada positivo que aportar en el proceso de construcción de un partido que pretende estar a la izquierda en el espectro político electoral del país. Los últimos comicios estatales, en los que en el presente año ha participado el PRD, le dan la razón a esta corriente mayoritaria.

Sin embargo, no basta con que se vayan todos los actuales dirigentes nacionales o estatales para que el proceso de construcción del partido cuaje en un proyecto político viable en la búsqueda del poder. Cambiarlos por otros, mejores, ó de igual o peor linaje, da junto con pegado. Cambiar para quedar igual, en el mejor de los casos, o retroceder perdiendo el capital político acumulado con esfuerzos en los que se incluye la pérdida de vida de no pocos de sus militantes. El pragmatismo, la simulación y la corrupción, terminaría por imponerse una vez más.

Luego más que enemistarse con quienes de alguna manera hoy tienen el sartén por el mango, lo que resultaría contraproducente, pues en primera y última instancia, lo que objetivamente existe atrás de cada uno de los cabecillas son precisamente las tribus o corrientes y sus poco claros intereses, que dominan el escenario. Lo que cabe es que los militantes que honestamente están por el cambio y la transformación de un aglomerado tribal en un auténtico partido de izquierda, empujen desde abajo; fortaleciendo su participación y forzando, en los hechos, la democratización de la vida política al interior del partido. Sólo de esta manera se puede remontar la crisis de identidad en la que el PRD no alcanza aún a definir si es un partido de izquierda o la suma de dispersas y disímbolas corrientes ideológicas y pragmáticos intereses coyunturales de sus dirigentes.