La derrota

J. Enrique Olivera Arce



Estando por cumplirse los primeros seis meses del mandato presidencial de Felipe Calderón, éste ha tenido que apechugar la derrota de su partido en la búsqueda de la gubernatura de Yucatán. Confirmándose en los hechos que en la entidad que en el 2006 mayoritariamente inclinara la intención del sufragio a favor del candidato presidencial del PAN, a menos de un año de distancia ésta le volteó la espalda.

Lo anterior no tendría nada de extraordinario si la derrota del PAN hubiere ocurrido en el tercero o cuarto año del mandato calderonista y si, como se ha venido anunciando de manera tan prolija, el PRI hubiera avanzado en su proceso de rescate y reconstrucción. Factores de diversa índole y peso específico se habrían acumulado cuantitativa y cualitativamente como para justificar la voltereta.

Luego no es una circunstancia menor la derrota sufrida por el blanquiazul, precisamente cuando el presidente Calderón hace esfuerzos extraordinarios por superar el carácter minoritario de su mandato y legitimarse como auténtico titular del poder ejecutivo federal por mandato popular, así sea cobijándose bajo la sombra de las fuerzas armadas y emprendiendo una guerra por tiempo indefinido a satisfacción de las demandas clasemedieras de seguridad pública y combate a la delincuencia organizada.

La derrota va más allá de una coyuntura desfavorable a las fuerzas locales del panismo en Yucatán, o el reposicionamiento de un PRI liberado de la influencia negativa de un Roberto Madrazo y su pugna con la trapecista Elba Esther Gordillo. El triunfo del PRI habría que ubicarlo dentro del contexto nacional en el que el tricolor, pese a su fractura y actual pérdida de rumbo, juega un papel determinante en las estrategias de largo plazo de la ultraderecha. Si el PAN no es suficiente para el logro de los propósitos de ésta, una alianza de facto entre los dos partidos más representativos del espectro político de México es más que necesaria. Sin mayoría en el Congreso y sin el apoyo de los gobernadores priístas, las reformas estructurales con las que se pretende entregar el país a las poderosas trasnacionales energéticas, de la comunicación y alimentarias, simplemente no pasan.

Pero para que tal alianza se de, el PAN debe conservar el sartén por el mango. Sin la capacidad de maniobra que da el contar con el ejercicio pleno del poder presidencial y el sometimiento de la mayoría de los gobernadores, el PRI se engallaría, recurriendo al chantaje, como ya está de hecho sucediendo. Acotando y reduciendo a la medida de sus propias necesidades, intereses y caprichos, al poder emanado de Los Pinos. Luego parece fuera de lugar la hipótesis de la concertacesión en Yucatán y sí muy objetivo el considerar la derrota en las urnas como real, y como un verdadero golpe a los intentos de legitimación de Calderón Hinojosa; quien pierde la única gubernatura con la que contaba en el Sureste de México, pieza clave en el proyecto de nuevo impulso al Plan Puebla-Panamá.

Bajo esta óptica, no es de extrañarse que en el proceso electoral veracruzano el PAN vaya con todo, dispuesto a recuperar el terreno perdido. Entre otras cosas, recurriendo a la guerra sucia, propiciando que el proceso se convierta en un auténtico cochinero, con objeto de enturbiar el mandato de Herrera Beltrán en busca precisamente del voto de castigo que en Yucatán le resultara adverso. Situación que de darse, desde ya pone en entredicho la actual estrategia del gobernador veracruzano de involucramiento en la vida interna de su partido y conducción del proceso de selección de abanderados del tricolor. Resultando igual de cuestionable la estrategia del CDE que preside Ricardo Landa, enfocada más a declaraciones triunfalistas y de descalificación anticipada de los delegados federales, que a reconstruir la maltrecha estructura partidista.

Cierto que Veracruz no es Yucatán, pero es indudable que en el ánimo de Calderón Hinojosa nuestra entidad es algo más que la ínsula de aquí no pasa nada en tanto seamos fieles. Su valor estratégico rebasa nuestras fronteras y está en la mira.