Plan Puebla-Panamá.
¿Una vez más atole con el dedo?


J. Enrique Olivera Arce




Cualquiera haya sido el resolutivo adoptado en torno al relanzamiento del Plan Puebla-Panamá por el gobierno de Felipe Calderón en la capital campechana, no puede considerarse como algo positivo para el desarrollo de los pueblos del sur-sureste de México, Centro América, Panamá y Colombia, cuando lejos de recurrirse a un debate abierto sobre los pros y contras de las medidas a adoptar estas se toman en lo oscurito de espaldas a los propios pueblos involucrados.



Nadie ignora que la iniciativa foxísta de integración económica mejor conocida como Plan Puebla-Panamá, prácticamente se daba por muerta. Habiendo sido repudiada en su momento por amplios sectores de la sociedad por considerársele contraria al interés soberano de los países centroamericanos y de México, contemplándosele como punta de lanza del imperialismo norteamericano para apropiarse de recursos naturales estratégicos de la región como el petróleo, el agua y la biodiversidad.



Específicamente en nuestro país se consideró contradictorio el que en dicho instrumento de integración se contemplara la participación de PEMEX en la instalación de una refinería en Centro América, cuando en México se es deficitario en la producción de gasolinas, se carece de capacidad financiera para mantener y renovar las refinerías existentes y la paraestatal atraviesa por una crisis que le tiene muy cerca de la quiebra técnica. Aspectos estos que se consideraron no como un plan tendiente a impulsar el desarrollo e integración de la región sino como uno más de los desplantes triunfalistas y demagógicos del cuestionado ex presidente de México.



Hoy se nos entera de que el instrumento no estaba muerto. Sin mucho ruido se ha venido implementando en el sur-sureste de México, de espaldas a la población y ajeno a las protestas de quienes consideran son más los perjuicios que los beneficios esperados del Plan Puebla-Panamá. Con una agravante más. Hoy el relanzamiento del instrumento por parte del gobierno de Calderón Hinojosa, se contempla como un esfuerzo más del gobierno del presidente Bush por hacer de México líder de un proceso geopolítico de integración latinoamericana, claramente en oposición al que encabeza Venezuela.



Dado que el gobierno de México no cuenta con la solvencia financiera para desarrollar al sur sureste del país e incrementar los niveles de vida de la población, brindando a su vez los apoyos que demandaría Centro América, el tan llevado y traído Plan Puebla-Panamá y su relanzamiento tendría que ubicarse una vez más en los terrenos de la demagogia ó, en su caso, tendría que descansar en cuantiosas inversiones privadas, específicamente provenientes de las poderosas trasnacionales que auspician tal iniciativa. Dándole la razón a quienes se le oponen.



Por lo pronto, lo que descalifica toda buena intención que pudiera contener el Plan, es el hecho de que un escaso centenar de opositores que se manifestaran en Campeche, tuvieran que enfrentarse a cientos de policías federales, estatales, municipales, y miembros de la Armada de México, que les impidieran el acceso al bunker en el que tuviera lugar la cumbre de mandatarios. Clara expresión de autoritarismo, cerrazón y ausencia de disposición al diálogo y debate, por parte de la presidencia de la República en torno al cuestionado instrumento de integración latinoamericana.



Sin embargo, cabe otorgar el beneficio de la duda respecto a la bondad de los resolutivos adoptados. Será el tiempo el que se encargue de poner las cartas sobre la mesa, empezando por los mecanismos de financiamiento de la infraestructura carretera contemplada en el Plan y en cuyo proyecto está involucrada la entidad veracruzana.