Flores
Aguayo, el debate.
J.
Enrique Olivera Arce
Pulso
crítico
La
democracia sufre un vacío de comunicación que ha sofocado el debate y, en los
hechos, negado la importancia crucial que la deliberación pública tiene para la
forja de un buen gobierno.
Rolando Cordera campos
Desde
hace algunas semanas, el ex diputado federal Uriel Flores Aguayo ha venido
señalando la necesidad de un debate constructivo que enriquezca la vida
política de Veracruz, privilegiando respeto, diálogo y confrontación de ideas y
propuestas. Encomiable llamado, cuando lo que se percibe es precisamente
ausencia de diálogo y debate responsable ya no sólo entre la clase política,
también en el ámbito académico, en torno a los problemas torales de la entidad.
El
análisis serio, de profundidad, incitando al diagnóstico del actual estado de
cosas y a la formulación de propuestas viables, para el corto y mediano plazo
es aislado y se pierde en el vacío. Es más importante el intercambio de dimes y
diretes en torno a la definición de las candidaturas al mini gobierno de dos
años, que entender y atender lo que debería ser prioritario para un Veracruz
que vive una crisis dentro de otra, más amplia, como podría ser la que acusa el
país en su conjunto ahora acicateada lo mismo por un acuerdo comercial
asimétrico y negativo para México en la Cuenca del Pacífico, que la pretensión
de llevar adelante reformas neoliberales, presuntamente estructurales, al
precio que sea, incluido el uso de la fuerza.
Nada
que no sea el contexto aldeano de la coyuntura electoral -descarrilada por
cierto por los afanes continuistas del clan Herrera-Duarte-, preocupa y ocupa a
nuestra llamada clase política y a la prensa afín a los primeros círculos del
poder formal. Y es en este escenario que Flores Aguayo pierde también la
brújula, al ubicar su llamado al debate en los mismos términos,
circunscribiéndolo al tema o temas electorales en boga, a los dimes y diretes e
incluso a confrontaciones personales,
como una manera de adecentar y oxigenar el clima político electoral, sin
parar mientes que con ello está contribuyendo al proyecto de regeneracionismo lampedusiano de un
régimen político caduco y obsoleto.
Más de lo mismo
Cierto,
entre la llamada clase política, el tema electoral es prioridad. Más no por eso
debería evadirse el debate de altura sobre una temática que, guste o no, es
determinante lo mismo para quienes resulten candidatos a la gubernatura y, con
mayor razón, para el futuro cercano de los veracruzanos. Sea quien fuere quien
resulte electo gobernador, más temprano que tarde habrá de enfrentar el
escenario adverso consecuencia tanto del deterioro económico del país y de la
entidad, como aquel de orden social fruto del descontento y el hartazgo que ya
se asoma por sobre la superficie de encrestadas aguas.
Esto,
además de una administración pública quebrada en lo administrativo y
financiero, carente de credibilidad y confianza, que se revuelca en el
cochinero de la corrupción impune. Quiebra financiera, moral y política cuya
solución no está en manos del más pintado y con mayor razón, el intentarlo
siquiera en un periodo acotado de gobierno insuficiente incluso para
desenmarañar la madeja y encontrarle el hilo al mecate.
Consecuencia
de tal obcecación no puede ser otra que la imprevisión y la improvisación,
debiendo pagar nuevamente los platos rotos la mayoría de los veracruzanos cuyo
acceso a la toma de decisiones que le competen, le está vedada. Un proceso de
cambio para seguir igual, en tanto que la sucesión de antemano está amarrada al
proyecto transexenal de peña Nieto.
“Es imposible
debatir sin información, no hay tema y se habla al vacío…”, nos dice Flores
Aguayo. Y podría tener razón. Antes de debatir hay que informarse, filtrar la
información disponible separando la paja de lo sustantivo, y a eso debería contribuir
la prensa, empero, a su vez esta se encuentra atada de manos ante la falta de
rendición de cuentas y transparencia en el quehacer gubernamental.
Si se habla
del PRI y sus enredos sucesorios, me dice un buen amigo, analista y
comentarista político, es porque no hay más tela de donde cortar. Pasando por
alto que más allá de dimes y diretes electoreros, la crisis multidimensional de
Veracruz periodísticamente da
para eso y más si hubiera compromiso con la necesidad de un cambio real.
Lo
paradójico, es que Flores Aguayo privilegia la necesidad del debate, pero al
mismo tiempo acepta la inviabilidad de lo que propone por falta de información
fidedigna en que sustentarlo. A lo que yo agregaría, por exceso de
desinformación y ausencia de interés a todos los niveles, por trascender los
límites de nuestra aldeana visión de lo que debemos entender por política y lo
que este corto entendimiento significa en la vida de 8 millones de
veracruzanos. Pero si existiera voluntad para debatir en torno lo prioritario,
la información disponible reiteradamente propalada por investigadores serios de
la Universidad Veracruzana, sería más que suficiente para su inicio.
No
hay tal voluntad política. Basta y sobra con lugares comunes como la frase
hecha: “Veracruz, un
estado que nos llama, nos convoca y exige trabajar en unidad”, para
salir del paso en una coyuntura estrictamente de corte e intencionalidad
electoral.
“Primero el programa” ¿Y el diagnóstico
puntual qué?
Primero
el programa, después el candidato, es la señal que baja de la cúpula priísta,
dijera el presidente del CDE del PRI en Veracruz en un encuentro con
periodistas. Si la lógica no miente, la frase es acertada, primero lo primero.
¿Más de qué programa se habla en la cúpula tricolor si no se antepone
diagnóstico y debate para concertar, conciliar y establecer consenso? Y esto
cabe para todos los partidos en contienda. Luego parcialmente Flores Aguayo en
su cortoplacismo, tiene razón. Información y debate antes que programa y
candidato en una racional jerarquización de prioridades que contribuya a
enderezar el rumbo.
Hojas que se lleva el viento
El
régimen político en torno al cual giran las vidas y haciendas de los mexicanos,
en su obsolescencia no logra superar la etapa patriarcal antidemocrática, de
exclusión y clientelar. Aún se sigue requiriendo del “dedazo” cupular para que
se mueva la rueca. Se observa en todo el espectro partidista y permea al resto
de la sociedad. La situación político electoral que se vive en Veracruz lo
refleja, cuando lejos de que la selección de candidatos sea fruto de un proceso
democrático, ésta esté condicionada a lo
que desde la cúpula de la pirámide se considere como lo más conveniente. Resultado
de ello, es una democracia representativa simulada y contraria a la búsqueda
del bien común. Régimen patriarcal que no se atreve a dar el paso adelante
legislando en torno a una auténtica y legítima reforma de Estado. El peso
histórico de los intereses creados, personales y de grupo, es superior a
una necesidad objetiva que requiere de urgente atención. La sociedad y
un país que viven anclados en el pasado,
sin eufemismos lo demandan.
-ooo-
Cuando
se requiere del uso de la fuerza pública y no de la fuerza de la razón para
llevar adelante las presuntas reformas estructurales que le aprobara un
congreso sumiso y omiso al presidente Peña, es que algo anda mal y no se hace
nada para corregir el entuerto. La violencia de Estado es incapacidad para
convencer, lo que deriva en impotencia sectaria del aparato gubernamental para
gobernar con la razón. Con amenazas y palos, mis estimados, no se construye ni
modernidad ni buen gobierno salvo en las mentes retrógradas de los aprendices
de brujo.
-ooo-
La
mayoría de los acarreados al evento en que rindiera el senador veracruzano Pepe Yunes su informe legislativo, son los
mismos de siempre, profesionales por definición y obvia necesidad. ¿Cuándo se
acabará con esta indignante práctica onerosa de exhibición de un falso respaldo
político? Ni construye ciudadanía ni fortalece nuestra incipiente y balbuceante
democracia.
Xalapa,
Ver., 01 de Diciembre de 2015.
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