Veracruz, promoción turística de jícama y horchata

Por J. Enrique Olivera Arce



Si el propósito de Calderón Hinojosa de alcanzar en quince años el quinto lugar mundial en turismo, resulta utópico a juicio del sector, contando con destinos de la importancia de Cancún, Costa Maya, Puerto Vallarta o Los Cabos, el colocar la actividad en Veracruz a nivel sustantivo de pilar del crecimiento, empleo y desarrollo en escasos seis años, politizando el tema y sin conocer a fondo las entrañas de la industria sin chimeneas, ¿cómo podríamos calificarle?

Existiendo consenso y sustento respecto al potencial turístico de la entidad y las razones por las que el gobierno de Veracruz le da alta prioridad como detonador de crecimiento, generación de empleo y desarrollo, bien valdría la pena el que a partir de las experiencias del Carnaval de Veracruz y La Cumbre Tajín, se tomaran como referencia para hacer un balance realista de fortalezas y debilidades del sector.

Partiendo de la idea de que, por lo hasta ahora difundido por las autoridades estatales y municipales de turismo en la entidad, no existe un diagnóstico preciso de lo que tenemos y condiciones actuales de aprovechamiento del potencial como para, en el corto plazo, impulsar la actividad del sector y llevarle a los niveles que como propósito ha señalado el titular del Poder Ejecutivo en el estado. Es más lo que se habla sin ton ni son sobre turismo, que el tener un concepto claro de lo que regional y sectorialmente tenemos y las acciones concretas por llevar a cabo para alcanzar condiciones razonables de competividad como destino turístico de primer orden en el concierto nacional.

Resultando infantil el vanagloriarnos con motivo del Carnaval, de ocupación hotelera al 100 por ciento en la conurbación Veracruz-Boca del Río, principal destino en la entidad, cuando a la par se afirma que en la zona se cuenta con disponibilidad limitada de cuartos de hotel, al mismo tiempo que los restauranteros se quejan de que los festejos más importantes del año para el sector turístico, no cumplieran con las expectativas esperadas. Así, lo que resulta positivo para un reducido número de hoteleros no cubre en igual forma las expectativas de la industria gastronómica y las autoridades. ¿Qué pasa entonces?

En este contexto, las autoridades de turismo se quejan amargamente de la baja calidad social y económica de la afluencia de visitantes, llegando incluso a prohibir que se pernoctara en las playas de Veracruz y Boca del Río, en franca contradicción a lo anunciado a bombo y platillo en cuanto a los beneficios esperados por el arribo de un millón de turistas. Si no es en la playa, ¿en donde esperaban las autoridades que se alojaran e hicieran sus necesidades un millón de almas, cuando en 34 hoteles medianamente aceptables la oferta de cuartos disponibles en cada uno de ellos en promedio apenas es de 100?

En lo que respecta al sitio arqueológico “El Tajín”, el festival anual conocido como “La Cumbre”, concecionado en usufructo permanente a un grupo de vivales, ajeno a la cultura y a las necesidades reales y sentidas de los pueblos originales a los que se les explota y manipula como objetos-marioneta, marcha por igual camino. Se habla de más de 200 mil visitantes nacionales y extranjeros, sin parar mientes en la carencia regional de infraestructura turística y servicios de apoyo para soportar tal afluencia y, por ende, en el perjuicio que de ello resulta tanto para la preservación de un sitio arqueológico de primer orden para la humanidad como del medio ambiente en su entorno.

Ven, disfruta un rato del paseo y te vas, pareciera ser la consigna dictada por las autoridades de turismo a los visitantes, perdiéndose de vista el objetivo económico del aprovechamiento racional de ambos destinos turísticos y lo que ello representa fiscalmente en el marco de la crisis de las finanzas pública estatales. Amén de que tales destinos pareciera que sólo son importantes para el gobierno estatal en fechas específicas y no a lo largo del año como debiera esperarse por parte de hoteleros y prestadores de servicios.

La actividad turística es, sin duda, multisectorial y multiregional. Si no se le ve de manera integral, su fomento, por los medios que sean, resulta irrelevante al no considerarse congruencia y complementariedad en políticas públicas, inversión, infraestructura de comunicaciones y transporte, hotelera y de servicios, así como la promoción de la cultura y participación activa de la población para la atención de los visitantes. Si no se contempla de manera integral con todo su soporte, el turismo seguirá siendo lo que es ahora y, difícilmente, se puede aspirar a más. No se puede avanzar sin un plan preconcebido, al que concurran todas las variables sectoriales y regionales a considerar para el buen éxito del fomento a la hoy prioritaria acción de gobierno.

Resulta ocioso el comentar que la promoción turística debe estar en manos de expertos y profesionales de los sectores público y privado en estrecha coordinación y complementariedad. Sin embargo dado que ello en Veracruz no sucede, cabe señalar con todo respeto que en principio las señoras Leticia Perlasca y Dalia Pérez, no reúnen el perfil ni tienen experiencia que les avale para la envergadura de la tarea puesta en sus manos. Viajes a USA o Europa en plan de compras o paseo, no les califica para entender la complejidad de una actividad económica y social ubicada entre las más competidas del mundo.

No bastan buenas intenciones y ambiciosos propósitos si éstos no aterrizan con seriedad y profesionalismo. Mantenernos en la misma ruta de la improvisación, autocomplacencia y chacoteo mediático, lo que parece ser bueno para el futuro de Veracruz terminará en más de lo mismo: promoción turística de jícama y horchata.

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