Gobierno de Veracruz. ¿Flotando o hundiéndose?

Por J. Enrique Olivera Arce



Mientras el mundo asiste angustiado a la pérdida del control de la energía nuclear en Japón y a una latente amenaza de guerra globalizada, despertando a la hidra panárabe, México se pierde en dimes y diretes entre las cúpulas de los poderes fácticos y políticos, en tanto que en Veracruz dormimos el sueño de los justos en medio de una calma chicha, víctimas de la virtual parálisis de una administración pública que no encuentra el camino más idóneo para administrar el conflicto a que da lugar el creciente endeudamiento, bancarrota, corrupción e impunidad.

Ello en medio de la crisis económico financiera global que ve perder esperanzas de recuperación y avance en el combate a un descalabro sistémico que se profundiza con la caída de la producción de petróleo en Líbia, el incremento de los precios de energéticos y alimentos, y el costo de la reconstrucción de un Japón devastado que, desde ya, influye en el comportamiento negativo de los mercados financieros.

La concatenación de hechos en la última semana en el ámbito nacional e internacional, no parece ser motivo de preocupación en Veracruz. La “prosperidad” virtual aflora en todo lugar, siendo motivo de espectaculares encabezados en un prensa sin el menor asomo de talante crítico, envuelta como está en el estira y afloja de una negociación con el gobierno estatal que le asegure ingresos, conservación de prebendas, favores especiales y, porqué no decirlo, en algunos casos impunidad por su participación en el saqueo.

Como comentaramos en artículo anterior, en tanto no se encuentra rumbo seguro para paliar la crisis financiera gubernamental y avanzar en la puesta en práctica de un programa estatal de desarrollo, congruente, social y económicamente viable, circo y operación política van de la mano en tanto el descontento social crece a límites ya no soportables para el gobierno de Veracruz.

La indiferencia ante el contexto negativo de barruntos de una tormenta que amenaza con ser la madre de todas las tormentas en el cercano oriente, denota ignorancia o indolencia intelectual, reflejándose en las absurdas e inoportunas expresiones de triunfalismo sin sustento de los personajes más relevantes de nuestra aldeana clase política. Lo mismo en el renglón turístico que en el tema agropecuario y pesquero o, de manera inaudita, en el área responsable del desarrollo económico y portuario que, debiendo tener los pelos de la burra en la mano, ignora el contexto dentro del cual los límites de maniobra de los sectores público y privado se estrechan de manera ostensible.

Así, el comportamiento de la escasez de petróleo y sus derivados y los altos precios de los energéticos en el mundo entero, no cuentan, lo mismo que la amenaza de una hambruna global sin precedentes como consecuencia del cambio climático y la especulación con el precio de los alimentos. La isla de la fantasía que heredara Fidel Herrera Beltrán presuntamente “está blindada” contra cualquier contingencia que nos llegue del exterior. Sin parar mientes que el hilo se revienta por lo más delgado, como es el caso de una entidad federativa que dependiendo en un 95 por ciento de recursos presupuestales federales, no fortalece con imaginación y sensibilidad social la captación de recursos fiscales propios.

Nadie en la medianía se atreve a ponerle el cascabel al gato, asentando los pies sobre la tierra, advirtiendo sobre la necesidad de ser cautos en la proyección del camino que conduce al utópico reino de la prosperidad.

Tampoco nadie se inmuta ante la necesidad de la instalación de una nueva base militar en el norte del estado, en tanto existe la convicción de que "en Veracruz no pasa nada", todo está en calma, impera la ley y el orden, el gobierno estatal con el auxilio de las fuerzas federales tiene el control, estando en condiciones de brindar seguridad a la población, mientras las expresiones de violencia contra las personas en todo el territorio veracruzano se multiplican conforme pasan los días.

Las circunstancias obligan al gobierno estatal a nadar temporalmente de muertito, simplemente a mantenerse flotando, me dicen algunos conocedores del paño político administrativo de Veracruz, ponderando que en tanto no se recupere liquidez en las arcas públicas estatales, la parálisis observada se tiene que compensar con estridente propaganda mediática.

La realidad pareciera ser esta, en efecto, más sin embargo me permito diferir de tal opinión. Lo que flota tiene aire en su interior; hasta para flotar se requieren recursos de los que hoy se carece. A mi entender, y en tanto la totalidad de los servidores públicos de los tres primeros círculos de decisión de la administración veracruzana no asimilen la idea de lo que representa el llamado a la austeridad y racionalidad en el gasto, dictado por el gobernador Duarte de Ochoa y lo que éste instrumente para asegurar que su propósito sea exitoso, materializándose honestidad, eficiencia, eficacia en resultados e impacto social en la percepción popular, el barco gubernamental tiende a hundirse perdido en sus propias contradicciones.

La tabla de salvación está en la comprensión y auxilio oportuno del gobierno calderonista, no hay de otra. Así pienso se debería entender para frenar la inercia, apostándosele al cambio de rumbo y conductas personales de los servidores públicos, ganando la credibilidad del gobierno federal y confianza de la población sin alardes partidistas inoportunos.

No todos lo ven así en un despliegue de soberbia y triunfalismo frente al marasmo financiero y saqueo confirmado. Las diversas fuerzas políticas que concurren al interior del PRI en la entidad, y un nutrido número de funcionarios de primero y segundo nivel en los gabinetes legal y ampliado del gobierno veracruzano, insisten en aferrarse a viejos y superados esquemas electoreros en los que la demagogia, corrupción e impunidad está por sobre el interés más general de la administración. Baste con escuchar el manido y obsoleto discurso priísta o asomarse a lo que sucede, por ejemplo, en la Secretaría de Desarrollo Agropecuario, Rural, Forestal y Pesca, hasta ahora intocable.

Atado de manos y con un muy estrecho margen de maniobra, el gobierno de la entidad está siendo arrastrado al fondo, sin que haya una voz de alerta. Frente a problemas al parecer insolubles, se opta por dejar hacer dejar pasar, pretendiéndose ganar tiempo al tiempo en espera de un recurso federal que no llega.
No pasa nada, se dice fingiendo demencia, cuando el gobernador debería estar obligado a salir al frente, dar la cara y, con toda honestidad y humildad, reconocer públicamente la profundidad de la crisis que heredara. El daño no es de su año, el pueblo, que no es tonto, ya señala al culpable; pillo de siete suelas o pésimo administrador, para el caso es lo mismo, Fidel Herrera no supo gobernar y hundió a Veracruz.

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