La necesaria ciudadanización de la política

J. Enrique Olivera Arce


Hoy en México estamos viviendo lo que yo he venido insistiendo en calificar como crisis del sistema político, en un contexto en el que la clase gobernante no sabe o no quiere reconocer que la brecha en su relación con el pueblo es cada día mayor y que, por tanto, tal divorcio genera descontento, ausencia de credibilidad en las instituciones y como expresara el propio Presidente electo, un paulatino pero constante proceso de pérdida de respeto a la ley y a la vida comunitaria.

Este marco de referencia indudablemente se da en condiciones diferenciadas y desiguales en cada una de las entidades federativas que conforman nuestro país. En unas el desquebrajamiento del tejido social se manifiesta más que en otras, al igual que los equilibrios entre las diversas fuerzas políticas que mantienen vivo y actuante el pacto social que nos compromete a todos los mexicanos con nuestra gran Nación.

Pero también considero se da de manera combinada, estableciendo denominadores comunes que actúan como vasos comunicantes igualando el nivel lo mismo del desarrollo alcanzado en todos los órdenes que del atraso, rezagos seculares, desigualdad y pobreza, definiendo a nivel nacional nuestra verdadera situación como país tanto en lo interno como en el orden internacional. Generando contradicciones que se traducen en conflictos que se salen del control de la clase gobernante, como el social y político que se vive en Oaxaca ó los desafortunadamente cotidianos de seguridad pública que genera la delincuencia organizada y el narcotráfico.

La respuesta de nuestra empantanada clase política a contradicciones y conflictos, --atendiendo a la verticalidad tradicional en el ejercicio del poder-, es evadir la gravedad del problema, resistiéndose a aceptar las condiciones de crisis, optando por el discurso gastado de la obligación ciudadana de respeto y fortalecimiento del estado de derecho y la amenaza del uso de la represión legítima del Estado de ser este violentado.
Se atacan o se pretende combatir los efectos, negándose las causas en un círculo perverso en el que ya nadie sabe a ciencia cierta donde empieza y donde termina el tan invocado estado de derecho. Terminándose por criminalizar el descontento y su manifestación pública por vías ajenas a las establecidas en un pacto social nacional que se sostiene con pinzas; contribuyendo a la propia profundización de la crisis.

La política, como instrumento de conciliación, negociación y consenso ya no funciona en nuestro país. El sistema de partidos, caduco y decadente, se ha encargado de secuestrar la voluntad ciudadana; alejado de la representatividad democrática y de su función de intermediación en la interlocución obligada de mandantes y sus mandatarios, antepone intereses personales y de grupo al interés superior de la sociedad en su conjunto. Cerrándose a la necesaria participación ciudadana en la construcción de la vida nacional, castrando voluntades, iniciativa y confianza en los gobernantes.

De seguir así las cosas, a un sexenio perdido habrán de acumularse otros más, hasta que el cuerpo social aguante. O se ciudadaniza la política y se democratiza el sistema de partidos, adecuándole a las necesidades reales de una población plural, brutalmente desigual y ávida de participación, ó las condiciones de conflicto de aleatorias se transformarán en permanentes.

Es en este contexto -que considero domina al país- que a partir de enero próximo en Veracruz dará inicio el proceso electoral que culminará con la elección de diputados locales y alcaldes. Si como dice el proverbio chino, crisis es también oportunidad, esta última nos ofrece la opción de contribuir a la búsqueda de solución de la primera, en una entidad federativa que para nuestra fortuna aún no presenta síntomas graves de deterioro del tejido social, inseguridad pública, ingobernabilidad y estancamiento. Es el momento de renunciar a la inercia, dar nuevo sentido a la política, romper con moldes arcaicos de operarla y abrir los cauces de la participación popular, ciudadanizando el proceso de selección de candidatos, recuperando la representatividad que hoy por hoy se nos tiene secuestrada.

Pongamos en manos de la sociedad el ejercicio de elección en el que la voluntad de los mandantes por sobre la de los mandatarios nos da calidad de ciudadanos. O dejemos pasar la oportunidad, sigamos siendo víctimas del sistema de partidos y conformémonos con seguir siendo los mirones de palo de siempre.
En la sociedad civil está el optar por uno u otro camino.